2 Reyes 4:1-23
“La fe no opera en el reino de la posibilidad. No hay gloria para Dios en lo que es humanamente posible. La fe empieza donde termina el poder del hombre.” (Jorge Muller)
El poder divino dejaría de ser divino si nosotros como hombres pudiéramos hacer las hazañas que él hace por nosotros. Milagros, señales, y portentos: Inverosímiles pero reales, increíbles pero documentados, no solo en las páginas de la biblia, sino también en los libros de la arqueología.
Esta Haftará girará alrededor de dos profetas que encontraron necesidades, problemas, enfermedades, frustraciones, dolor y muerte. Profetas ungidos que tenían poder en sus labios y en sus manos, ellos fueron los paladines del Dios invisible que hicieron visible su poder; así también encontraremos una escena casi calcada de dos mujeres que veían de lejos poder ser madres, las circunstancias y su lógica, hacían que su realidad consumiera su corazón.
El poder de creer no solo en que Dios existe, sino también creer que él es poderoso para ayudarme a vencer todas las batallas de la vida, esas escaramuzas que parecen dominar sobre mí, es importantísimo. El poder de la fe que ha obrado en nuestras vidas y que ha obrado en la vida de los personajes que estudiaremos en esta ocasión, nos ayudaran a entender: que para Dios no hay nada imposible.
Esta Haftará tiene por lo menos dos analogías con la Parashá de esta semana, a saber:
- La analogía entre la Parashá de la semana y la Haftará es clara: En ambos textos son protagonistas dos mujeres estériles cuyos esposos son ancianos. En ambos ocurren hechos que están por encima de la comprensión humana.
- Existe un paralelismo de frases, entre los dichos de la Parashá y la Haftará:
- “Y su marido es viejo” (2 Reyes 4:14); “Y mi marido es viejo” (Bereshit 18:12).
- El anuncio se formula como “el año que viene, por este tiempo” (2 Reyes 4:16; Bereshit 18:10).
- La promesa se hizo cuando la mujer se coloca en la puerta (2 Reyes 4:15; Bereshit 18:10).
A la luz de estos paralelismos, podríamos categorizar esta historia en el género de los relatos de otras mujeres mencionadas en la biblia, las cuales no tenían hijos: Sara, Rebeca, Raquel, Lea, la esposa de Manoa, Ana, que milagrosamente conciben. Entonces, esta es una historia de alivio, alegría y promesas.
El segundo enfoque es el poder del profeta que anuncia el nacimiento. En algunas de las historias anteriores, Dios mismo “abre la matriz” de la mujer sin hijos; en otros casos, el anuncio se hace por un ángel. Aquí Eliseo asume este papel auspicioso. Y así, una vez más, este episodio pone de relieve las habilidades sobrenaturales de Eliseo.
El profeta Eliseo tiene un currículum muy interesante y no desaprovecharemos esta oportunidad para mencionar algunas de ellas, y posteriormente haremos un parangón entre algunos de sus milagros y los milagros realizados por su alteza Yeshua HaMashiaj. Finalmente hablaremos del poder de creer.
I. Eliseo: El sucesor del profeta Elías.
Todo lo que puede saberse sobre el origen de Eliseo se encuentra en 1 Reyes19.16, 19–21. No se nos dice su edad ni su lugar de nacimiento, pero podemos suponer que había nacido en Abel-mehola (por lo dicho en el texto antes citado), en el valle del Jordán, y que todavía era joven cuando Elías lo buscó.
Si nos guiamos por la fecha de su llamamiento, su ministerio abarcó los reinados de Acab, Ocozías, Joram, Jehú, Joás, y Joacaz, en total un período de más de 50 años. El ministerio de Eliseo se narra en 1 Reyes 19; 2 Reyes 2–9; 13, y comprende una serie de aproximadamente 18 episodios.
No es posible saber con certeza su orden cronológico a causa de evidentes brechas en la secuencia de los acontecimientos. Su ministerio es llevado a cabo al frente de las escuelas proféticas, que consiste en demostraciones con señales y prodigios tanto a nivel personal como nacional. Eliseo aparece como un tipo de vidente de la tradición de Samuel, a quien acuden en busca de ayuda tanto gente normal como reyes por igual.
A pesar que la escritura menciona que Elías debía ungir a Eliseo, nunca vemos que esto suceda, (o por lo menos la escritura no lo registra) sino que Eliseo fue siervo del profeta, hasta que este fue arrebatado en el carro de fuego, y es allí donde toma el manto de Elías y recibe una doble porción del espíritu, tal como está escrito:
“Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. él le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; más si no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán. Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Adonay, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo. Viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se postraron delante de él. (2 Reyes 2:9-15)
Esta doble porción se ve reflejada en la vida de Eliseo, ya que si, contamos los milagros que realizo Elías llegaremos a un total de catorce, mientras que si hacemos un recuento de los milagros hechos por Eliseo tendremos un total de veintiocho.
Esta es la manera tradicional de interpretar la doble porción que pidió, y recibió de parte de su maestro; otros interpretan que por haber dado una doble porción, Elías lo estaba reconociendo como su primogénito espiritual, ya que la torah establece que al hijo primogénito se le da una doble porción de Herencia (Devarim 21:17).
II. Eliseo y Yeshua: sus milagros
Además del gran parecido de sus nombres, existe un hecho muy particular, y este es que ellos son los sucesores de dos grandes profetas. Y no solo eso, Eliseo fue precedido por Elías y Yeshua fue precedido por Juan el bautista quien tenía el espíritu de Elías (Lucas 1:17); y los dos fueron más grandes que sus predecesores. Veamos las similitudes de algunos de sus milagros:
1. La resurrección de un niño
- Eliseo resucita al hijo de la mujer Sunamita:
“Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama. Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Adonay. Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos. Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo. (2 Reyes 4:32-36) - Yeshua resucita al hijo de la viuda de Naín:
“Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.” (Lucas 7:12-16)
2. La curación de un leproso
- Eliseo sana la Tzara’at de Naamán el Sirio:
“Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de El Eterno su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel.” (2 Reyes 5:9-15) - Yeshua sana a un leproso:
“Cuando descendió Yeshua del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Yeshua extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Entonces Yeshua le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos. (Mateo 8:1-4)”
3. La multiplicación de los panes:
- Eliseo multiplica los panes:
“Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma. Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Adonay: Comerán, y sobrará. Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Adonay. (2 Reyes 4:42-44) - Yeshua multiplica los panes:
“Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer. Yeshua les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. él les dijo: Traédmelos acá. Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. (Mateo 14:15-21; Mc. 6:30-44; Lc. 910-17; Jn. 6:1-14)
Los dos profetas demostraron el poder recibido del cielo en base a los milagros que realizaron, cada de uno de ellos en su contexto, y cado uno con el poder dado por el Eterno, el primero (Eliseo) dejo demostrado que en efecto, él recibió una doble porción del espíritu que residía en su “padre” Elías. El recibió una doble porción y quedo evidenciado en la cantidad de milagros que realizo Eliseo (el doble); nuestro Rabí Yeshua de igual manera, demostró que el poder que tenía lo había recibido de su padre, y nada de lo que él hacia lo hacía por sí mismo, sino porque su padre se lo permitía (Jn. 5:19; 5:30) y sobre todo, él no tenía una doble porción de su padre, sino que en el residía toda la plenitud de la divinidad (Col. 1:19; 2:9), esto es los siete espíritus de Dios (Is. 11:2; Ap. 3:1), y es por eso, y muchas cosas más, que Yeshua ha sido el más grande de los profetas; sus palabras y sus hechos lo demostraron y sobre todo su sacrificio, en el cual todos lo que lo recibimos por fe obtenemos el perdón de nuestro pecados y la vida eterna.
III. El poder de creer.
Todos y cada uno de ellos a menudo encontraron el enemigo principal de los milagros: la duda. Si revisamos toda la escritura encontraremos que en algunos casos las personas no creían, tenían dudas, incredulidad, escepticismo, no podían concebir el poder del cielo.
Dentro de los tantos paralelismos que existen entre la Parashá y la Haftará, está el caso de Sara y la mujer Sunamita. Las dos no tenían hijos y de igual manera, las dos veían imposible poder concebir. La primera (Sara) no le creía al mensajero a pesar de este era un ángel y la segunda, no creía a pesar que el mensajero era el profeta Eliseo.
“Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?” (Bereshit 18:10-12)
“Y ella se paró a la puerta. Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.” (2 Reyes 4:15-16)
Dos mujeres, dos casos, dos mensajeros de Dios, y un mismo problema: incredulidad. ¿Por qué no creían en el mensaje del Eterno? Probablemente porque desde la lógica humana, tenían razón. Sara estaba vieja y la menopausia había llegado a ella, la mujer Sunamita quizás estaba en iguales condiciones.
¿Qué circunstancias nos impiden a nosotros creer en el poder de Dios? A pesar que reconocemos el poder creativo del Eterno, nos cuesta creer en su poder curativo, restaurador, providencial, y protector. A veces muchos de nosotros tenemos una fe Deísta: creemos que Dios creo el mundo pero no interviene en él. No creemos que Dios tenga el poder suficiente para sacarnos de donde estamos o tenemos un concepto equivocado de fe.
Nuestro Maran Rabenu estableció una premisa y esta es: “Al que cree todo le es posible (Mar. 9:23). Esto se lo dijo a un padre desesperado por su hijo que padecía una posición demoniaca, el padre del muchacho lo había llevado delante de los discípulos pero nada pudieron hacer, y llega donde el maestro y este sí pudo, y liberó a su hijo de ese tormento.
Al que cree todo le es posible, ¿al que cree que? ¿Qué tenemos que creer? Tenemos que creer que existe un Dios todopoderoso creador de los cielos y la tierra, y que es capaz de obrar milagros y sobre todo que para él, nada es imposible. Como lo estableció el profeta Yirmiyahu:
“He aquí, yo soy Adonay, el Dios de toda carne, ¿habrá algo imposible para mí?” (32:27)
La fe depositada en nuestras manos puede ser la diferencia entre la frustración y el gozo, entre la vida y la muerte, entre la salvación y la condenación; la diferencia de tener una vida de éxitos o una vida llena de fracasos. Nosotros tenemos el poder de elegir y de creer que para nuestro Dios no hay nada imposible y que podamos decir junto con rabí Shaúl: “Yo sé en quien he creído.”
Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo