Ezequiel 22:1-16
El exilio no es el mejor lugar para ser reprendido, se sobreentiende que el juicio ha llegado a su clímax ¿Podrá haber algo más que ser expulsado de la tierra de sus padres? Quizás sí, esto es, conocer con lujo de detalles porque el castigo ha venido a mí.
Quizás existía alguna duda, una falsa piedad y una soberbia de acero la cual impedía el reconocimiento de los pecados del pueblo. El corazón del hombre es de continuo al mal, pero difícilmente acepta que ha errado, que ha fallado y que ha pecado. Se necesita una buena dosis de humildad para aceptar nuestro error, para reconocer nuestro pecado delante de Dios y nuestras faltas delante de los hombres.
Si la humildad es el requisito para reconocer nuestro pecado, ¿Cuál será el requisito para denunciar las transgresiones de una nación, de nuestra sociedad, de nuestra comunidad? Quizás necesitamos valor, celo, pasión; sometimiento a Dios. El ministerio profético no era, ni es nada fácil.
Los profetas, tales como Isaías, Jeremías, Ezequiel y los otros profetas, tenían una sinceridad a flor de labios: Denunciaban el pecado del pueblo y la pasión que vertían en cada oráculo divino era sin par. La energía de sus palabras, el celo que rebalsaba de sus corazones para gritar a su conciudadanos: “Porque no quiero la muerte del que muere, dice El Eterno El Señor; convertíos, pues, y viviréis.” (Ezequiel 18:32 RV60)
“Y vino a mí la palabra del SEñOR, diciendo: Tú, hijo de hombre, ¿Vas a juzgar? ¿Vas a juzgar a la ciudad sanguinaria? Hazle saber todas sus abominaciones. Dirás: Así dice el Señor DIOS: Ciudad que derrama sangre en medio de sí misma para que llegue su hora, y que se hace ídolos para contaminarse, por la sangre que has derramado te has hecho culpable, y con los ídolos que has hecho te has contaminado. Has hecho acercar tu día y has llegado al término de tus años. Por tanto te he hecho oprobio de las naciones y objeto de burla de todas las tierras. Las que están cerca de ti y las que están lejos se burlarán de ti, ciudad de mala fama, llena de confusión.” (Ezequiel 22:1-5 LBLA)
El inicio del contexto de esta Haftará es sin lugar dudas el capítulo 20, en donde se relata que algunos de los ancianos de Israel vinieron donde el profeta para consultar su destino. Para tragedia de los que llegaron delante del profeta, la suerte ya estaba echada, y la destrucción de la ciudad era inevitable.
Siendo más específicos, este oráculo (capítulos 20-22) fue revelado el 10 de Av del 591 AEC, esto nos lleva a entender la inquietud de los ancianos; es muy probable que su inquietud iba dirigida al Eterno, para que él detuviera el castigo que vendría en contra de la ciudad santa. Esta deducción la podemos sustentar, en el hecho que Nabucodonosor aun no había destruido la ciudad, el templo y el exilio aún no se había completado. Si tomamos la fecha antes mencionada (591 AEC), esto implica que aún faltaban 5 años para la destrucción de la ciudad, y es el profeta quien daría la noticia a sus conciudadanos que la ciudad había caído, después que un mensajero vino a él y le diera aviso de la tragedia nacional: “La ciudad ha sido tomada” (Ezequiel 33:21)
Los ancianos de Israel habían venido delante del profeta Ezequiel, para saber si el juicio que el Eterno había vaticinado en labios de Jeremías (25:10-11) contra la ciudad se iba a detener. Ellos tal vez tenían esperanza que en su misericordia, El Eterno acortaría los años de exilio. Para tragedia de los ancianos la respuesta del Eterno no fue la que esperaban:
“Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel y diles: “Así ha dicho El Eterno, el Señor: ¿A consultarme venís vosotros? Vivo yo, que no os responderé, dice El Eterno, el Señor”. ¿Quieres tú juzgarlos? ¿Los quieres juzgar tú, hijo de hombre? Hazles conocer las abominaciones de sus padres.” (Ezequiel 20:3-4 RV95)
En este contexto es que la Haftará de esta semana inicia, esto es, interrogando al profeta, para saber si él los quiere juzgar: “Y tú, hijo de hombre, ¿no juzgarás tú, no juzgarás tú a la ciudad sanguinaria y le mostrarás todas sus abominaciones?” (22:2). Este juicio implica revelar la causa por la cual ellos estaban en el exilio, y aun peor, las causas por las cuales la ciudad y el templo serian destruidos.
El profeta Ezequiel menciona la transgresión de varios de los mandamientos que se dan en esta Parashá (Levítico [Vayikra] 19:1-20:27), como lo vemos en la tabla
Ezequiel 22:7-11 | Levítico (Vayikra) 19-20 |
“Al padre y a la madre despreciaron en ti” (22:7) | “Cada uno temerá a su madre y a su padre.” (19:3) |
“Al extranjero trataron con violencia en medio de ti” (22:7) | “Cuando el extranjero habite con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis.” (19:33) |
“Calumniadores hubo en ti para derramar sangre” (22:9) | “Cualquiera que se acueste con la mujer de su padre, la desnudez de su padre descubrió” (20:11) |
“Cada uno hizo abominación con la mujer de su prójimo” (22:11) | “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.” (20:10) |
“Cada uno contaminó pervertidamente a su nuera y cada uno violó en ti a su hermana, la hija de su padre” (22:11) | “Si alguien duerme con su nuera, ambos han de morir; cometieron grave perversión: su sangre caerá sobre ellos” (20:12) |
“¡Te olvidaste de mí!, dice El Eterno, el Señor…” (22:12)
En medio de este huracán de pecados que el pueblo había cometido, uno en particular es la raíz del juicio divino: olvidarse del Eterno. Ezequiel no es el único en mencionar este enorme pecado. La raíz de todo pecado, es olvidarnos de nuestro creador. Un comentarista acertadamente dice:
“te has olvidado de mí. El término que se traduce de esta manera (shakaj) se refiere a algo más que un proceso mental, es la acción de dejar de lado, no tener en cuenta. La base del pacto estaba en tener presente que Dios el Señor los había liberado de la esclavitud, no había mérito ni había sido un logro de ellos. Por eso en la Ley se les advierte contra “olvidarse” de Dios y de sus obras (Deut. 4:9; 23; 6:12; 8:11).” (Comentario Bíblico Mundo Hispano, Tomo 12 Ezequiel-Daniel, Pág. 183)
La Torá y los profetas advierten al pueblo a no olvidarse de su Dios, su creador y libertador. Cuando Moshé está dando las advertencias finales al pueblo, una de las frases que llaman la atención es precisamente, aquella en donde menciona que el pueblo se olvidaría del Eterno:
“De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado de Dios, tu creador. Lo vio El Eterno, y se encendió su ira por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas. Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; porque son una generación perversa, hijos infieles.” (Devarim 32:18-20 RV95)
Rabí Shaúl dice que la raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Timoteo 6:10), pero la raíz de todo pecado es quizá, olvidarse de Dios. Como Mathew Henry lo diría: “El pecado es apartarse a caminos torcidos. Olvidar al Señor nuestro Dios está en el fondo de todo pecado.” (Mathew Henry)
La Torá no solo lo asocia con el “simple hecho” de un mero olvido, sino que su contexto es: “Después de toda la prosperidad recibida, después de haber “engordado” Yeshurún, se olvidó de quien lo había alimentado, protegido y prosperado. Este olvido es de ingratitud, de no agradecimiento, de ingratitud.”
El profeta Jeremías también habla al pueblo y menciona como ellos se han olvidado del Eterno:
“Se oye una voz sobre las alturas desoladas, el llanto de las súplicas de los hijos de Israel; porque han pervertido su camino, han olvidado al SEñOR su Dios.” (3:21 LBLA [ver también 2:32])
En el contexto del profeta Jeremías el pueblo se había olvidado del Eterno, para seguir los ídolos de las naciones, ellos se habían apartado de los caminos santos del Eterno y se habían desviado a los caminos perversos de las naciones idolatras de su momento histórico:
“Pasad, pues, a las islas de Quitim y ved, enviad gente a Cedar y observad atentamente, y ved si ha habido cosa semejante: ¿Ha cambiado alguna nación sus dioses, aunque ésos no son dioses? Pues mi pueblo ha cambiado su gloria por lo que no aprovecha. Espantaos, oh cielos, por esto, y temblad, quedad en extremo desolados, declara el SEñOR. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua.” (Jeremías 2:10-13 LBLA)
Olvidarnos del verdadero Dios por seguir a dioses falsos no es una buena fórmula. El profeta Oseas, el cual hace mención del terrible error de olvidar a nuestro creador, dijo a Israel: “Por cuanto Efraín ha multiplicado altares para pecar, en altares para pecar se le han convertido. Aunque le escribí diez mil preceptos de mi ley, son considerados como cosa extraña. En cuanto a mis ofrendas de sacrificio, sacrifican la carne y se la comen, pero el SEñOR no se ha complacido en ellas. Ahora se acordará de su iniquidad, y los castigará por sus pecados: ellos volverán a Egipto. Pues Israel se ha olvidado de su Hacedor y ha edificado palacios, y Judá ha multiplicado ciudades fortificadas; pero yo enviaré fuego a sus ciudades que consumirá sus fortalezas.” (Oseas 8:11-14 LBLA)
En conclusión podemos decir que el error más grande, la raíz de todo pecado y el inicio de nuestra caída es olvidarnos del Eterno, esto es: olvidarnos de su bondad manifiesta en nuestras vidas, olvidarnos de la vida que hemos recibido de él, olvidarnos de los momentos difíciles en los cuales él ha estado con nosotros para darnos la solución adecuada. Es por ello que Moshé advirtió:
“Cuídate de no olvidar al SEñOR tu Dios dejando de guardar sus mandamientos, sus ordenanzas y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no sea que cuando hayas comido y te hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas, y cuando tus vacas y tus ovejas se multipliquen, y tu plata y oro se multipliquen, y todo lo que tengas se multiplique, entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del SEñOR tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre.” (Devarim 8:11-14 LBLA)
¡Que El Eterno nos libre de olvidarnos de él y que siempre estemos agradecidos por sus bondades!
Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo