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29 Oct, 2018

La Tefilah

La torah de Moshe no contiene una mitzva explicita que diga: “Tendrás que orar”, sino que es una orden derivada de versos donde se habla del servicio a Adonay; Por ejemplo leemos en la Torah: “Si obedecieres cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a YHWH vuestro Elohim y sirviéndole de todo vuestro corazón”. ¿Cómo se sirve a YHWH? Una respuesta judía es con la tefilah.

¿Qué es Tefilah? ¿Qué se entiende que sucede en el judaísmo cuando oramos? La palabra tefilah viene de la raíz hebrea “apegar”, también según otra opinión viene de “palel” que significa “introspección”, “Juicio personal”. En la torah nos apegamos a Elohim al tener comunión con él y el revela cosas a nuestro interior.

La oración es una faceta importante de nuestra vida espiritual. Nadie puede ser espiritual sin orar. Todos los Tzadikim de antaño tenían vidas de oración. El rey David dice: “Tijon t�filati ketoret lefaneja masat kafay minjat ereb” (salmo 141:2), Daniel HaNavi oraba “tres veces al día y daba gracias delante de su Elohim” (Daniel 6:10).

Nuestro maestro llamó al templo: “casa de oración” (mateo 21:13). El mismo invertía mucho tiempo orando delante de YHWH, como está escrito: “Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche estaba ahí solo”.

Múltiples referencias a la oración pueden ser mencionadas en el libro de hechos, los discípulos de Yeshua perseveraban en hacer tefilah, es uno de los ingredientes de su éxito.

Sin oración nuestra vida estará faltante de una relación con Elohim. Tal como un hijo necesita hablar con su padre para hacer fuerte su relación, todo hijo de Elohim necesita orar para apegarse a Elohim.

En la escritura hay tantos ejemplos de oraciones respondidas que podríamos gastar horas y horas estudiando cada caso. Un mandamiento apostólico es: “Orad sin cesar” (1� Tes 5:17). Todo creyente debe tener una vida de oración activa.

Un predicador, cierto día contó la historia de una niña cuyo padre había muerto y cuya madre la había abandonado, esa niña le entregó un papel que decía: “ore a Dios pidiendo que mi madre vuelva”. El predicador no quería hacerlo por lo imposible que parecía pero accedió. Días después otro papel llegaba y decía: “¿Recuerda la niñita que hace poco le pidió que orase por el regreso de su madre? La madre ha vuelto y el viernes estuvo en la reunión con su hija”.

Ya akov HaTzadik dice: “La tefilah eficaz del justo puede mucho” (Ya akov 5:16).

Hay tres razones por las cuales debemos orar sin cesar:

  1. Para bendecir y adorar a Elohim: Es una mitzva servir a Elohim con todo nuestro corazón y orar ante él sin cesar. Al acercarnos delante de él en adoración contemplamos cuan dependientes somos y cuanto necesitamos de él. ¿Qué es lo menos que podemos hacer sino agradecerle, bendecirle y adorarlo? Por ello se dice en el libro de Tehilim: “Halelu et Adonay Kol Goyim”, todos tenemos una razón para alabarlo. Entre más tiempo invirtamos en la oración, más estamos apegados a él.
  2. Para escudriñarnos a nosotros mismos y recibir de él: Muchas veces es creído que la oración es una lista de necesidades en donde pedimos a Dios por ella ciertamente es eso, pero es algo muchísimo más que eso. La palabra “palel” como mencionamos significa “juzgar”, de ello es la palabra que se usa en Shemot 21:22 “biflilim”. En la oración YHWH nos enseña a ver nuestro interior, aprendemos meditando grandes verdades y juzgamos mejor las cosas al estar apegados a YHWH. Cuando los Sheliajim de Yeshua iban a tomar la decisión de apóstol oraron primero pidiendo revelación de YHWH.
  3. Para recibir sus bendiciones y que su voluntad sea hecha en el mundo: “Venga tu reino, hágase tu voluntad, danos hoy nuestro pan de cada día” son extractos de la oración modelo enseñada por nuestro maestro. Todos tenemos algo que pedir, puede oírse egoísta referirse a este aspecto de la oración pero no lo es. YHWH es bondadoso y desea bendecirnos; además debemos orar para que su reino se establezca.

Estas son algunas de las razones por las que la tefilah es tan importante. Nuestro apego y auto-escudriñamiento depende de la tefilah. YHWH no se cansa de oír oraciones. ¿Por qué deberíamos nosotros cansarnos de hacerlas?

Con bendición
Yitzjak Bonilla Castellanos

28 Oct, 2018

Haftará Kedoshim

Ezequiel 22:1-16

El exilio no es el mejor lugar para ser reprendido, se sobreentiende que el juicio ha llegado a su clímax ¿Podrá haber algo más que ser expulsado de la tierra de sus padres? Quizás sí, esto es, conocer con lujo de detalles porque el castigo ha venido a mí.

Quizás existía alguna duda, una falsa piedad y una soberbia de acero la cual impedía el reconocimiento de los pecados del pueblo. El corazón del hombre es de continuo al mal, pero difícilmente acepta que ha errado, que ha fallado y que ha pecado. Se necesita una buena dosis de humildad para aceptar nuestro error, para reconocer nuestro pecado delante de Dios y nuestras faltas delante de los hombres.

Si la humildad es el requisito para reconocer nuestro pecado, ¿Cuál será el requisito para denunciar las transgresiones de una nación, de nuestra sociedad, de nuestra comunidad? Quizás necesitamos valor, celo, pasión; sometimiento a Dios. El ministerio profético no era, ni es nada fácil.

Los profetas, tales como Isaías, Jeremías, Ezequiel y los otros profetas, tenían una sinceridad a flor de labios: Denunciaban el pecado del pueblo y la pasión que vertían en cada oráculo divino era sin par. La energía de sus palabras, el celo que rebalsaba de sus corazones para gritar a su conciudadanos: “Porque no quiero la muerte del que muere, dice El Eterno El Señor; convertíos, pues, y viviréis.” (Ezequiel 18:32 RV60)

“Y vino a mí la palabra del SEñOR, diciendo: Tú, hijo de hombre, ¿Vas a juzgar? ¿Vas a juzgar a la ciudad sanguinaria? Hazle saber todas sus abominaciones. Dirás: Así dice el Señor DIOS: Ciudad que derrama sangre en medio de sí misma para que llegue su hora, y que se hace ídolos para contaminarse, por la sangre que has derramado te has hecho culpable, y con los ídolos que has hecho te has contaminado. Has hecho acercar tu día y has llegado al término de tus años. Por tanto te he hecho oprobio de las naciones y objeto de burla de todas las tierras. Las que están cerca de ti y las que están lejos se burlarán de ti, ciudad de mala fama, llena de confusión.” (Ezequiel 22:1-5 LBLA)

El inicio del contexto de esta Haftará es sin lugar dudas el capítulo 20, en donde se relata que algunos de los ancianos de Israel vinieron donde el profeta para consultar su destino. Para tragedia de los que llegaron delante del profeta, la suerte ya estaba echada, y la destrucción de la ciudad era inevitable.

Siendo más específicos, este oráculo (capítulos 20-22) fue revelado el 10 de Av del 591 AEC, esto nos lleva a entender la inquietud de los ancianos; es muy probable que su inquietud iba dirigida al Eterno, para que él detuviera el castigo que vendría en contra de la ciudad santa. Esta deducción la podemos sustentar, en el hecho que Nabucodonosor aun no había destruido la ciudad, el templo y el exilio aún no se había completado. Si tomamos la fecha antes mencionada (591 AEC), esto implica que aún faltaban 5 años para la destrucción de la ciudad, y es el profeta quien daría la noticia a sus conciudadanos que la ciudad había caído, después que un mensajero vino a él y le diera aviso de la tragedia nacional: “La ciudad ha sido tomada” (Ezequiel 33:21)

Los ancianos de Israel habían venido delante del profeta Ezequiel, para saber si el juicio que el Eterno había vaticinado en labios de Jeremías (25:10-11) contra la ciudad se iba a detener. Ellos tal vez tenían esperanza que en su misericordia, El Eterno acortaría los años de exilio. Para tragedia de los ancianos la respuesta del Eterno no fue la que esperaban:

“Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel y diles: “Así ha dicho El Eterno, el Señor: ¿A consultarme venís vosotros? Vivo yo, que no os responderé, dice El Eterno, el Señor”. ¿Quieres tú juzgarlos? ¿Los quieres juzgar tú, hijo de hombre? Hazles conocer las abominaciones de sus padres.” (Ezequiel 20:3-4 RV95)

En este contexto es que la Haftará de esta semana inicia, esto es, interrogando al profeta, para saber si él los quiere juzgar: “Y tú, hijo de hombre, ¿no juzgarás tú, no juzgarás tú a la ciudad sanguinaria y le mostrarás todas sus abominaciones?” (22:2). Este juicio implica revelar la causa por la cual ellos estaban en el exilio, y aun peor, las causas por las cuales la ciudad y el templo serian destruidos.

El profeta Ezequiel menciona la transgresión de varios de los mandamientos que se dan en esta Parashá (Levítico [Vayikra] 19:1-20:27), como lo vemos en la tabla

Ezequiel 22:7-11 Levítico (Vayikra) 19-20
“Al padre y a la madre despreciaron en ti” (22:7) “Cada uno temerá a su madre y a su padre.” (19:3)
“Al extranjero trataron con violencia en medio de ti” (22:7) “Cuando el extranjero habite con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis.” (19:33)
“Calumniadores hubo en ti para derramar sangre” (22:9) “Cualquiera que se acueste con la mujer de su padre, la desnudez de su padre descubrió” (20:11)
“Cada uno hizo abominación con la mujer de su prójimo” (22:11) “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.” (20:10)
“Cada uno contaminó pervertidamente a su nuera y cada uno violó en ti a su hermana, la hija de su padre” (22:11) “Si alguien duerme con su nuera, ambos han de morir; cometieron grave perversión: su sangre caerá sobre ellos” (20:12)

      Claramente el profeta Ezequiel alude a los mandamientos que se encuentran registrados en la parashá de esta semana. El pueblo había caído moral y espiritualmente y las consecuencias por su pecado apenas estaban comenzando. Además de esto, Ezequiel menciona que el pueblo se había olvidado de Dios, su hacedor, su salvador y el que los había sustentado hasta hoy.

“¡Te olvidaste de mí!, dice El Eterno, el Señor…” (22:12)

En medio de este huracán de pecados que el pueblo había cometido, uno en particular es la raíz del juicio divino: olvidarse del Eterno. Ezequiel no es el único en mencionar este enorme pecado. La raíz de todo pecado, es olvidarnos de nuestro creador. Un comentarista acertadamente dice:

“te has olvidado de mí. El término que se traduce de esta manera (shakaj) se refiere a algo más que un proceso mental, es la acción de dejar de lado, no tener en cuenta. La base del pacto estaba en tener presente que Dios el Señor los había liberado de la esclavitud, no había mérito ni había sido un logro de ellos. Por eso en la Ley se les advierte contra “olvidarse” de Dios y de sus obras (Deut. 4:9; 23; 6:12; 8:11).” (Comentario Bíblico Mundo Hispano, Tomo 12 Ezequiel-Daniel, Pág. 183)

La Torá y los profetas advierten al pueblo a no olvidarse de su Dios, su creador y libertador. Cuando Moshé está dando las advertencias finales al pueblo, una de las frases que llaman la atención es precisamente, aquella en donde menciona que el pueblo se olvidaría del Eterno:

“De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado de Dios, tu creador. Lo vio El Eterno, y se encendió su ira por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas. Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; porque son una generación perversa, hijos infieles.” (Devarim 32:18-20 RV95)

Rabí Shaúl dice que la raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Timoteo 6:10), pero la raíz de todo pecado es quizá, olvidarse de Dios. Como Mathew Henry lo diría: “El pecado es apartarse a caminos torcidos. Olvidar al Señor nuestro Dios está en el fondo de todo pecado.” (Mathew Henry)

La Torá no solo lo asocia con el “simple hecho” de un mero olvido, sino que su contexto es: “Después de toda la prosperidad recibida, después de haber “engordado” Yeshurún, se olvidó de quien lo había alimentado, protegido y prosperado. Este olvido es de ingratitud, de no agradecimiento, de ingratitud.”

El profeta Jeremías también habla al pueblo y menciona como ellos se han olvidado del Eterno:

“Se oye una voz sobre las alturas desoladas, el llanto de las súplicas de los hijos de Israel; porque han pervertido su camino, han olvidado al SEñOR su Dios.” (3:21 LBLA [ver también 2:32])

En el contexto del profeta Jeremías el pueblo se había olvidado del Eterno, para seguir los ídolos de las naciones, ellos se habían apartado de los caminos santos del Eterno y se habían desviado a los caminos perversos de las naciones idolatras de su momento histórico:

“Pasad, pues, a las islas de Quitim y ved, enviad gente a Cedar y observad atentamente, y ved si ha habido cosa semejante: ¿Ha cambiado alguna nación sus dioses, aunque ésos no son dioses? Pues mi pueblo ha cambiado su gloria por lo que no aprovecha. Espantaos, oh cielos, por esto, y temblad, quedad en extremo desolados, declara el SEñOR. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua.” (Jeremías 2:10-13 LBLA)

Olvidarnos del verdadero Dios por seguir a dioses falsos no es una buena fórmula. El profeta Oseas, el cual hace mención del terrible error de olvidar a nuestro creador, dijo a Israel: “Por cuanto Efraín ha multiplicado altares para pecar, en altares para pecar se le han convertido. Aunque le escribí diez mil preceptos de mi ley, son considerados como cosa extraña. En cuanto a mis ofrendas de sacrificio, sacrifican la carne y se la comen, pero el SEñOR no se ha complacido en ellas. Ahora se acordará de su iniquidad, y los castigará por sus pecados: ellos volverán a Egipto. Pues Israel se ha olvidado de su Hacedor y ha edificado palacios, y Judá ha multiplicado ciudades fortificadas; pero yo enviaré fuego a sus ciudades que consumirá sus fortalezas.” (Oseas 8:11-14 LBLA)

En conclusión podemos decir que el error más grande, la raíz de todo pecado y el inicio de nuestra caída es olvidarnos del Eterno, esto es: olvidarnos de su bondad manifiesta en nuestras vidas, olvidarnos de la vida que hemos recibido de él, olvidarnos de los momentos difíciles en los cuales él ha estado con nosotros para darnos la solución adecuada. Es por ello que Moshé advirtió:

“Cuídate de no olvidar al SEñOR tu Dios dejando de guardar sus mandamientos, sus ordenanzas y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no sea que cuando hayas comido y te hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas, y cuando tus vacas y tus ovejas se multipliquen, y tu plata y oro se multipliquen, y todo lo que tengas se multiplique, entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del SEñOR tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre.” (Devarim 8:11-14 LBLA)

¡Que El Eterno nos libre de olvidarnos de él y que siempre estemos agradecidos por sus bondades!

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Ajare Mot

Amós 9:7-15

     “En aquel día levantaré el tabernáculo caído de David, repararé sus brechas, levantaré sus ruinas, y lo reedificaré como en tiempo pasado, para que tomen posesión del remanente de Edom y de todas las naciones donde se invoca mi nombre declara el SEñOR, que hace esto.” (Amos 9:11-12 LBLA)

Esta profecía es muy importante para todo el plan redentor del Eterno y un estudio de escatología. En aquel momento quizás fue menospreciada debido a que Amos estaba profetizando en el reino del Norte (Israel, Efraín, Samaria) que no quería tener nada que ver con la casa de David.

Como todos sabemos, fueron circunstancias permitidas por la divinidad, las que llevaron a la división del reino, como lo hemos estudiado en ocasiones pasadas, esto fue producto del castigo que se vaticinó en contra de Salomón. (1 Reyes 11:11-13)

Ahora había un profeta diciendo que la casa de David seria levantada; esto atentaba contra la soberbia del gobernante del reino del norte, que había ensanchado las fronteras del reino de Israel (el reino del norte) sin tener ninguna conexión con la casa real de Judá.

Sin lugar a dudas, esta profecía no era para su momento histórico, sino para el tiempo del fin, cuando se unieran las dos casas, y cundo la rivalidad entre ambos reinos no existiera, cuando se cumpliera lo dicho por los profetas Ezequiel e Isaías.

“Así dice el Señor DIOS: He aquí, tomaré la vara de José, que está en la mano de Efraín, y las tribus de Israel, sus compañeros; las pondré con aquélla, con la vara de Judá, y las haré una sola vara, y serán una en mi mano. Y las varas en que escribas estarán en tu mano a la vista de ellos, y diles: Así dice el Señor DIOS: He aquí, tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra. Y haré de ellos una nación en la tierra, en los montes de Israel; un solo rey será rey de todos ellos; nunca más serán dos naciones, y nunca más serán divididos en dos reinos.” (Ezequiel 37:19-22 LBLA)

“Alzará un estandarte ante las naciones, reunirá a los desterrados de Israel, y juntará a los dispersos de Judá de los cuatro confines de la tierra. Entonces se disipará la envidia de Efraín, y los que hostigan a Judá serán exterminados; Efraín no envidiará a Judá, y Judá no hostigará a Efraín.” (Isaías 11:12-13 LBLA)

Los profetas mencionan que ambos sucesos ocurrirán al final de los tiempos, cuando las doce tribus sean recogidas de las naciones a donde el Eterno las había esparcido. Para el momento del profeta Amos las dos casas estaban en su tierra, Israel estaba ocupando el territorio de las diez tribus norteñas y Judá ocupaba la tierra de las dos tribus restantes, esto es Benjamín y Judá, al sur.

El cumplimiento de esta profecía implica que las tribus norteñas y las del sur tenían que ser exiliadas, expulsadas de sus tierras en todas las naciones del mundo; la historia secular y bíblica, dan evidencia que estos dos reinos fueron expulsados de su tierra. El reino del norte fue expatriado por los asirios en el 722 AEC, mientras que Judá sería exiliada en el 586 AEC (en esta fecha fueron destruidos la ciudad y el templo, y para algunos esta fecha marcaría el inicio del exilio, aunque fue en el 606/5 AEC cuando fueron llevados los primeros prisioneros a Babilonia) por los Babilónicos, pero regresarían después que Ciro el grande conquistara a los Babilonios y diera el decreto para que los exiliados de Judá regresaran (Esdras 1:1-4).

Luego de la vuelta de babilonia, el pueblo moró en Judea por siglos, pero después, en el año 70 de nuestra era, volverían a ser exiliados por los romanos. Al momento, este exilio no ha concluido pero experimentó una pequeña luz, un pequeño anticipo de la redención final, con la creación del estado de Israel en 1948.

La restauración de Israel debe de tener por lo menos dos componentes, esto es una restauración política y una restauración religiosa.

En primer lugar debe haber una restauración de la casa de David, esto es: Israel como una nación soberana e independiente, debe de ser gobernada por un rey, de la casa de David. El establecimiento de la monarquía Davídica, esto es el Mesías hijo de David (Mashiaj ben David) gobernando a las doce tribus de Israel y a todas las naciones desde Jerusalén.

Esto implica que las doce tribus deben estar restauradas y reunidas en la tierra prometida, como lo mencionan los profetas y lo explican los sabios. Por ejemplo, Maimónides comenta:

“En el tiempo del futuro, el rey Mesías se levantará y renovará la dinastía del rey David, restaurando su soberanía inicial. él reconstruirá el templo y reunirá el remanente disperso de Israel.” (Mishné Torá, Leyes de los reyes 11:1)

Así será el cumplimiento político de la restauración de la casa de David, un rey descendiente de sus lomos, el cual gobernará al pueblo, a la nación que ha vuelto del cautiverio a su tierra, a la tierra que el Eterno prometió a sus padres y como lo declara el profeta Ezequiel:

 “Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; andarán en mis ordenanzas y guardarán mis estatutos y los cumplirán. Y habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será su príncipe para siempre.” (37:24-25 LBLA)

El alcance de la restauración de Israel tiene una gran importancia para la nación de Israel, pero también de mucha importancia para todos aquellos que hemos creído en el nombre de nuestro rey y salvador Yeshua que no somos físicamente descendientes de Abraham. El oráculo del profeta Amos no solo tiene la importancia de la restauración de Israel, sino también, la apertura de un mensaje de salvación para todas las naciones en el nombre del descendiente de David: Yeshua.

La restauración de Israel trae consigo una restauración religiosa, esto dentro de Israel y también para las naciones. Esta deducción la hacemos amparándonos en las palabras de Ya’akov HaTzadik (Jacobo o Jacob el justo) hermano de nuestro Señor Yeshua El Mesías. En el libro de los Hechos, Jacob hace mención del profeta Amos, en donde se dice que “los hombres buscarán del Señor”, como está escrito:

 “Cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió, diciendo: Escuchadme, hermanos. Simón ha relatado cómo Dios al principio tuvo a bien tomar de entre los gentiles un pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito: DESPUES DE ESTO VOLVERé, Y REEDIFICARé EL TABERNACULO DE DAVID QUE HA CAIDO. Y REEDIFICARé SUS RUINAS, Y LO LEVANTARé DE NUEVO, PARA QUE EL RESTO DE LOS HOMBRES BUSQUE AL SEñOR, Y TODOS LOS GENTILES QUE SON LLAMADOS POR MI NOMBRE, DICE EL SEñOR, QUE HACE SABER TODO ESTO DESDE TIEMPOS ANTIGUOS.” (Hechos 15:13-18 LBLA)

El texto citado por Jacobo, posee diferencias con la versión masoreta. Si somos acuciosos notaremos que en el libro del profeta Amos (versión Masoreta) se menciona a Edom: “…que posean el resto de Edom y todas las naciones que son llamadas por mi nombre.” mientras que en el libro de los Hechos no dice: “Edom”, sino que dice: hombres: “… que el resto de los hombres, y todos los gentiles a quien es llamado mi nombre…”

Parece ser que la variante textual radica en lo similar de la palabra “Adam” y “Edom” en hebreo. La LXX puede preservar para nosotros no sólo la traducción más antigua de este versículo, sino también una antigua interpretación que está de acuerdo con las palabras de Jacob en Hechos 15:13-18. En la Septuaginta, no hay nada en el verso sobre la posesión de Edom. Más bien, se habla sobre el resto de los hombres, especialmente los que de entre los gentiles, buscan refugio en el Dios que levanta el tabernáculo de David.

Esos primeros creyentes judíos fueron testigos de cómo Dios fue milagrosamente trabajando entre los gentiles de una manera nunca antes vista. Observaron que Dios estaba trayendo muchos gentiles en medio de ellos y comprendieron que lo que el Eterno estaba haciendo con los gentiles, era un cumplimiento directo de las palabras del profeta Amós.

Por lo tanto, vieron que Amos 9:11-12 en su tiempo y época, se estaba cumpliendo, al menos parcialmente aguardando el cumplimiento total en el futuro. Dios estaba trayendo muchos gentiles en el refugio de la casa de David, es decir, en la familia del Mesías.

Los sabios de Israel también vieron al Mesías en este texto, como vemos en el talmud:

“R. Nahúm dijo a R. Isaac: ‘¿Has oído cuando vendrá Bar Nafle? “¿Quién es Bar Nafle? preguntó, ‘el Mesías’, él respondió: “¿Llamas al Mesías Bar Nafle?” “así es él contestó, “como está escrito: En aquel día yo levantaré el tabernáculo de David que ha caído.” (Sanhedrín 96b)

En el talmud se le da al Mesías un titulo un tanto desconcertante: “Bar Nafle”, el hijo del caído. El talmud continua diciendo como la generación que vea la venida del Mesías será una generación “caída” y parece ser que de ahí la relación. Es interesante ver aquí un cumplimiento en nuestro Maestro: El fue ciertamente “hijo del caído” en su humillación, muerte y vituperio. Sin embargo, ese cuerpo (un tabernáculo caído) fue levantado al tercer día por Hashem. ¡Bendito sea su nombre!

Otra interesante cita de la tradición se encuentra en un Midrash Raba, donde leemos:

“Y, ¿qué del hecho de que Dios restaurará el tabernáculo caído de David, como está escrito,’En aquel día restauraré el tabernáculo caído de David’? Esto significa que todo el mundo será una sola familia (hebreo agudah, ‘organización’ o ‘cuerpo de gente’), como promete Sofonías 3:9: ‘En ese tiempo daré a los pueblos labios puros, para que todos ellos invoquen el nombre del Señor, para que le sirvan de común acuerdo.'” (De los hallazgos del Cairo, Bereshit Rabá 59:11.)

El llegar a ser una sola sociedad en el futuro, no es algo secundario, sino que es de gran relevancia para todos los que creemos en el Dios de Israel. Ramjal, en su libro “Derej Hashem” también declara que al final habrá una sola sociedad:

 “Y al finalizar el ciclo aquellos que eligieron el mal serán desplazados y quienes optaron por el bien pasaran a formar una comunidad perfecta, para la cual está destinado el mundo por venir y el bien verdadero que este implica.” (Derej Hashem Sec. 2 Cap. 2:2)

En aquel día cuando toda la humanidad retorne a Dios, cuando nuestro Señor Yeshúa vuelva con las nubes del cielo, cuando la era Mesiánica inicie y todos nos regocijemos la bondad del Eterno, el tabernáculo caído de David será plenamente restaurado.

¡Que sea pronto y en nuestros días!

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará HaGadol

Malaquías 3:4-18

” En la contemplación de la Divinidad hay algo extraordinariamente beneficioso para la mente. Es un tema tan amplio que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo se ahoga en su infinitud. Nosotros podemos abarcar y enfrentar otros temas; en ellos sentimos una especie de autosatisfacción y proseguimos con nuestro camino pensando: “he aquí que yo soy sabio”. Pero cuando nos aproximamos a esta ciencia de las ciencias y encontramos que nuestra plomada no puede medir su profundidad y que nuestro ojo de águila no puede ver su altura, nos alejamos pensando que el hombre vano quisiera ser sabio, pero que es como un burrito salvaje y entonces exclama solemnemente: “soy de ayer y no sé nada”. Ningún tema de contemplación tenderá a humillar la mente en mayor medida que los pensamientos de Dios… Todas las criaturas cambian. El hombre, especialmente en lo relacionado a su cuerpo, siempre está experimentando una revolución. Muy probablemente no hay una sola partícula en mi cuerpo que haya estado allí hace unos pocos años. Esta estructura ha sido desgastada por la actividad, sus átomos eliminados por la fricción, partículas frescas de materia se han acumulado constantemente en mi cuerpo y así ha sido renovado. Su sustancia ha cambiado. Este mundo está hecho de un material que siempre está discurriendo como un arroyo. Unas gotas están huyendo mientras otras las están persiguiendo, manteniendo siempre lleno el arroyo, pero siempre cambiando en sus elementos.

“Pero Dios es perpetuamente el mismo. No está hecho de ninguna sustancia o materia, sino que es puro espíritu, un espíritu esencial y etéreo y, por tanto, él es inmutable. él permanece por siempre el mismo. No hay arrugas en Su frente eterna. La edad no lo ha debilitado ni los años lo han marcado con los recuerdos de su vuelo. él ve que pasan las edades, pero en lo que a él concierne, es siempre ahora. él es el gran Yo Soy, el Gran Inmutable.” (Charles H. Spurgeon)

Nuestra fe, nuestra razón, nuestros sentimientos y todo nuestro ser se muestra fascinado cada vez que tratamos de entender a nuestro Creador, Señor y Dios. Nuestras mentes limitadas quedan atónitas cuando tratamos de comprender la grandeza de nuestro Dios y lo único con lo que podemos responder es: ¡Admiración y Adoración! Y esta nos lleva a expresar nuestra fascinación en alabanza.

Entre más velos se quitan de nuestros ojos, más belleza, más profundidad, mas majestuosidad y santidad, se revela delante de nuestra humillada humanidad. Entre sus atributos y perfecciones encontramos su poder, sabiduría, sin sombra de cambio o variación; eterno, sin principio y sin fin, el es Ein Sof.

A través de la naturaleza y lo que nuestros sentidos pueden apreciar, podemos conjeturar que el creador de este universo tan perfecto es un diseñador sabio, pero no estamos solos en la revelación de la naturaleza, sino también, a través de su revelación escrita podemos descubrir (lo que él permite que conozcamos) muchos de sus atributos. En esta ocasión, la Haftará de esta semana nos enseña uno de sus atributos más sorprendentes y este es: la inmutabilidad de nuestro poderoso y santo Dios.


“Entonces será grata al SEñOR la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño y como en los años pasados. Y me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo veloz contra los hechiceros, contra los adúlteros, contra los que juran en falso y contra los que oprimen al jornalero en su salario, a la viuda y al huérfano, contra los que niegan el derecho del extranjero y los que no me temen–dice el SEñOR de los ejércitos. Porque yo, el SEñOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” (Malaquías 3:4-6 LBLA)

Malaquías viene del hebreo “Malají”: Mi mensajero. No se sabe nada del autor de este libro. Muchos eruditos dudan que se haya llamado “Malaquías”. La mayoría cree que Malaquías es un nombre agregado tiempo después para darle título a este libro. Si fuera así, el libro sería anónimo, situación muy rara entre los libros proféticos. Dentro del judaísmo, la tradición enseña que Malaquías fue parte de los hombres de la gran asamblea.

En contraste con la mayoría de los demás libros proféticos del TaNaK (A.T.) Malaquías no ofrece indicadores claros a la fecha de su composición. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos concuerda en que Malaquías probablemente fue contemporáneo de Nehemías a mediados del siglo V antes del Mesías.

La existencia inferida del templo en Malaquías 1:10; 3:1, 8, dan una fecha posterior a la reconstrucción en 515/6 AEC. La evidencia más convincente para dar una fecha a Malaquías, es que fue escrito después de la construcción del templo. Además de esto, el libro también refleja circunstancias similares a las vividas por Esdras y Nehemías. Los pecados mencionados en Malaquías y también mencionados por Esdras y Nehemías son:

  • La corrupción de los sacerdotes (Malaquías 1:6-2:9; Nehemías 13:4-9, 29, 30)
  • Matrimonios de fe mixta (Malaquías 2:10-12; Esdras 9-10; Nehemías 10:30; 13:1-3, 23-27)
  • Abuso de los marginados (Malaquías 3:5; Nehemías 5:1-13)
  • No pagar los diezmos (Malaquías 3:8-10; Nehemías10:32-39; 13:10-13)

Es imposible determinar una fecha exacta para este libro, pero es muy probable por la evidencia antes citada, que haya sido compuesto durante el contexto de las intervenciones de los grandes líderes Esdras y Nehemías. Por lo menos, parecería que proviene de dicha época.

En medio de todos los oráculos que el profeta da a los que habían vuelto del exilio, y en medio de todas estas exhortaciones, el profeta Malaquías divisa una luz, una esperanza y una futura restauración íntegra y concreta. La seguridad del cumplimiento de estas promesas está sustentada en la fe y en la inmutabilidad del Eterno. Como está escrito: “Porque yo, el SEñOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” (Malaquías 3:6)

La inmutabilidad de Dios

      La inmutabilidad de Dios es el principio de que Dios no cambia. Sigue siendo el mismo hoy, así como lo fue hace mil años. La naturaleza de Dios no cambia, ni tampoco cambian Su carácter ni Sus atributos. Ser inmutable es ser siempre el mismo, sin experimentar ningún tipo de cambio o mutación. Cuando algo cambia, se hace mejor, peor, o diferente. Pero debido a que Dios es perfecto, no puede hacerse mejor ni convertirse en un ser más santo.

Para ampliar y clarificar de una manera más amplia y teológica citare las siguientes definiciones:

  1. “La inmutabilidad es aquella perfección por medio de la cual, Dios se despoja de todo cambio no solamente en su Ser, sino también en sus perfecciones, propósito y promesas. En virtud de este atributo queda exaltado sobre todos los sucesos, y está libre de todo aumento o disminución, de todo crecimiento o decadencia en su Ser y en sus perfecciones. Su conocimiento y planes, sus principios morales y voliciones permanecen para siempre los mismos. Hasta la razón nos enseña que ningún cambio es posible en Dios, puesto que todo cambio conduciría a mejor o a peor. Pero en Dios, que es la absoluta Perfección, son imposibles por igual las mejoras o las deterioraciones.” (Luis Berkhof, Teología sistemática, Pág. 53, versión electrónica)
  2. “Aquél que es eterno, constante y en modo alguno sujeto a mudanza; inmutable en Su Esencia, y, pues que consiste únicamente en Su Esencia, inmutable de todas maneras; que no cambia en relación con las cosas, pues que no hay género alguno de relación entre él y cualquier otro ser, corno se explicará luego, y por ende, no puede tener lugar en él cambio alguno a causa de tales relaciones. De donde se saca que él es inmutable, desde todos los puntos de vista, según expresamente lo declara: “Yo, el Señor, no cambio” (MAL. III, 6).” (Maimónides, Guía de los descarriados, Cap. XI)

Estos conceptos y la doctrina de la inmutabilidad, tienen un asidero dentro de la escritura; entre los textos más usados para respaldar dicha doctrina están los siguientes:

  • “Desde la antigüedad tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin.” (Salmos 102:25-27 LBLA)
  • “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.” (Jacob [Santiago] 1:17 LBLA)

Y no podemos dejar de mencionar el texto de nuestra Haftará (Malaquías 3:6), el cual es uno de los pasajes bíblicos que más apoya esta doctrina. En este asunto el profeta no solamente está asentando una doctrina bíblica y uno de los atributos más grandiosos del Eterno, sino también está dejando claro un mensaje al pueblo judío que recientemente acaba de salir del exilio.

La inmutabilidad de Dios no es sólo una seguridad que consuela con respecto a las bendiciones que Dios ha prometido; también es una advertencia seria de que él cumplirá su palabra con respecto al juicio del pecado. Cuando Dios le habló a Judá con relación al juicio que vendría sobre los pueblos por sus pecados, él habló de un juicio cierto, que no cambiaría porque él no cambiaría de opinión.

El pueblo sabía perfectamente que los designios del Eterno no cambian, cuando el “mazo” divino cayó, y el juicio fue decretado sobre ellos, no hubo cambio, ni vuelta atrás; la destrucción de la ciudad y el Templo, y el exilio fueron una realidad, como lo registra el profeta Jeremías:

“Porque así dice el SEñOR: Una desolación será toda la tierra, pero no causaré una destrucción total. Por eso se enlutará la tierra, y se oscurecerán los cielos arriba, porque he hablado, lo he decidido, y no me arrepentiré, ni me retractaré de ello.” (Jeremías 4:27-28 LBLA)

La inmutabilidad de Dios es también una advertencia asombrosa de que Dios cumplirá su palabra con respecto al juicio del pecado. Por otro lado, su inmutabilidad es una seguridad que nos garantiza que sus promesas se cumplirán, así como el pueblo sabia y conocía que el juicio del Eterno era irrevocable, así también la redención y restauración del pueblo son y serán una realidad, como lo registra la Torá:

“Entonces el SEñOR tu Dios te hará volver de tu cautividad, y tendrá compasión de ti y te recogerá de nuevo de entre todos los pueblos adonde el SEñOR tu Dios te haya dispersado. Si tus desterrados están en los confines de la tierra, de allí el SEñOR tu Dios te recogerá y de allí te hará volver. Y el SEñOR tu Dios te llevará a la tierra que tus padres poseyeron, y tú la poseerás; y él te prosperará y te multiplicará más que a tus padres.” (Devarim 30:3-5 LBLA)

“La inmutabilidad divina, al igual que la nube que se interpuso entre los israelitas y el ejército egipcio, tiene un lado oscuro como uno claro. Asegura la ejecución de Sus amenazas tanto como el desarrollo de Sus promesas y destruye la esperanza que acarician los impíos, que él será indulgente hacia Sus frágiles y erradas criaturas y que estos serán tratados con mucha más liviandad que como lo declara Su propia Palabra. Nos oponemos a estas presuntuosas y falsas especulaciones. La verdad solemne es que Dios es invariable en veracidad y propósito, en lealtad y justicia.” (Arthur W. Pink, Gleanings in the Godhead (Chicago: Moody Press, 1975), p.37.).

La inmutabilidad de Dios nos da consuelo y seguridad en saber quiénes somos y quién es Dios. Saber que Dios no cambia nos proporciona un ancla espiritual y moral en una cultura rápidamente cambiante. Cuando nos sentimos arrastrados en muchas direcciones y buscamos respuestas, podemos saber que Dios es constante, confiable, y fiel para ayudarnos cuando se lo pedimos.

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Shabbat HaJodesh

Ezequiel 45:16 – 46:18 (Ashkenazi); Ezequiel 45:18 – 46:14 (sefardí)

Esta sección del profeta Ezequiel fue seleccionada por los sabios de Israel para ser la Haftará de este día de Rosh Jodesh Aviv. Este es un día muy especial, por varias razones, entre ellas por ser el primer día del primer mes según el mandamiento que el Eterno dio a los hijos de Israel.

El primero de los meses del año

      “Y el SEñOR habló a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes será para vosotros el principio de los meses; será el primer mes del año para vosotros.”(Shemot 12:1-2 LBLA)

El mes de Aviv, al cual posteriormente se le conoce como Nisán, tiene tres nombres, a saber:

  1. HaJodesh HaRishón (el primer mes)
  2. Rosh Jodashim (Principal de los meses)
  3. Jodesh HaAviv (el mes de la primavera)

En el uso contemporáneo, el término Aviv significa “Primavera”; sin embargo, literalmente, denota una etapa en la maduración del trigo. Por lo tanto, Jodesh HaAviv también puede ser traducido como “el mes del trigo inmaduro”.

Los Sabios posteriores interpretaron la palabra Aviv como un acrónimo: Aviv puede dividirse en “Av”, que significa “padre”y las dos últimas letras (Yud) y (Bet), que poseen un valor numérico de 12, corresponden a los 12 meses. Es decir: Aviv es “la cabeza o padre de los doce meses del año”.

Aviv es el primero de los meses del calendario que la Torá establece para Israel, este fue el mes en el cual todas las huestes de los hijos de Israel salieron de Egipto (Shemot 13:4). El nombre Nisán es de origen babilónico, y fue el que los judíos continuaron utilizando a su regreso del exilio de 70 años. La evidencia escritural que tenemos tocante al uso de su nombre, está en el libro de Ester, en donde leemos: “En el mes primero, que es el mes de Nisán.”(3:7).

El mes de Aviv es el mes de los comienzos, esto lo podemos deducir por tres razones (pueden existir otras) principales:

  1. Comienzo del calendario festivo: Este es el mes en donde comienza el calendario festivo descrito en el libro de Vayikra (Levítico) 23, comenzando con Pesaj y las demás fiestas de primavera, hasta finalizar con las fiestas de otoño: Yom Teruá, Yom Kippur, Sukot y Shemini Atseret.
  2. Comienzo de la historia del pueblo de Israel como nación libre: En este mes el Eterno envió sus últimas plagas contra Egipto y luego el faraón permitió salir a los hijos de Israel de la casa de esclavos. (Shemot 12:2; 13:4-5)
  3. Comienzo de la adoración en el Tabernáculo: Fue precisamente en el primer día del mes de Aviv cuando se erigió el tabernáculo en el desierto. Como lo registra la Torá: “En el primer mes del año segundo, el día primero del mes, fue erigido el Tabernáculo.”(Shemot 40:17).

Los sabios comentan este hecho: “El período de Inauguración del Mishkan (Tabernáculo) duró siete días, y la shejiná (presencia divina) se radicó en el octavo, que coincidió con el primero de Nisán, 2.449. Moshé mandó llamar a Aharón (Aarón) para informarle que por primera vez su función sería la de kohén gadol (gran sacerdote) en el Mishkan.”(Shemot, El Midrash Dice, paréntesis añadidos por el autor)

El nuevo nacimiento

      Sin lugar a dudas este es uno de los días más importantes del calendario bíblico, no solo por las cosas que hemos enumerado, sino también porque en este día se comienzan las preparaciones para la Pesaj que es precisamente a los catorce días de este mes, tal como lo menciona la torá: “Guardarás el mes de Aviv, y harás Pesaj a Adonay tu Dios; porque en el mes de Aviv te sacó Adonay tu Dios de Egipto, de noche.”(Devarim 16:1)

La Torá y el profeta Ezequiel

      El libro de Ezequiel, cantar de los cantares, Eclesiastés y Ester fueron libros que tuvieron un estudio minucioso por los rabinos antes de ser incluidos en el canon, esto sucedió después de una revisión en Yavné o Jamnia. Antes de esta reunión en la ciudad de Yavné, el TaNaK (A.T.) ya estaba completo, pero después algunos libros fueron expuestos a una revisión. El libro del profeta Ezequiel estaba casi condenado a ser excluido del canon del TaNaK, hasta que Hananías ben Ezequías dijo que él reconciliaría al profeta con la Torá.

“R. Judá transmite una tradición de su maestro Rav. En cuanto a la forma en que Ezequiel estaba calificado y recibido por los rabinos como un verdadero libro sagrado. La tradición es que Hananías ben Ezequías hizo un estudio de Ezequiel para reconciliarlo con la Torá. Para ello, lo primero que reunió fue a trescientos barcos de aceite para sus lámparas y entró en una cámara superior.”(Shabat 13b).

Precisamente la razón por la cual los sabios de Israel iban a excluir el libro del profeta Ezequiel del canon del TaNaK, fue por aparentes contradicciones entre el profeta y la Torá; sin embargo, al final se demostró que no existía ninguna contradicción entre ambos libros y finalmente el libro de Ezequiel fue reconocido como uno de los libros inspirados que hoy conforman la biblia.

Sin ánimos de entrar en un estudio profundo del asunto en cuestión, analizaremos una de las aparentes contradicciones que encontramos entre el profeta Ezequiel y la Torá.

¿El Eterno visita la maldad de los padres sobre los hijos o el hombre morirá únicamente por su pecado?

     “Porque yo, el SEñOR tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.” (Shemot 20:5 LBLA)

La Torá declara que El Eterno visitaría la maldad de los padres en los hijos. Esto quiere decir, al verlo de una manera simple, que el Eterno enviaría su castigo tanto al padre como al hijo por el pecado del padre. Aunque no está dicho de una manera clara, se podría creer que la torá está diciendo eso de una manera implícita.

Por otro lado, Ezequiel dice de una manera explícita y clara, que el hombre morirá por su pecado, tal como está escrito: “El alma que peque, ésa morirá. El hijo no cargará con la iniquidad del padre, ni el padre cargará con la iniquidad del hijo; la justicia del justo será sobre él y la maldad del impío será sobre él.”(18:20 LBLA)

Como vemos, los textos en cuestión demuestran una aparente contradicción, al verlos más detenidamente vemos que no es así. Si leemos los textos de una manera superficial, podríamos llegar a la conclusión que en efecto la Torá menciona que por los pecados del padre los hijos también cargarán con esa culpa, mientras que Ezequiel es muy claro en decir que el hijo no morirá por el pecado del padre, sino que cada individuo es responsable de sus actos. ¿Qué podemos decir ante esta divergencia?

  1. En primer lugar esta “contradicción”surge por un dicho que se había popularizado dentro del pueblo, tal como lo menciona Jeremías: “En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera.”(31:29, Ver también Ezequiel 18:2). Este pensamiento se había impregnado tanto en la cultura que dio como resultado que se llegara a pensar que, una persona podía llegar a heredar la culpa de sus congénitos, tanto así, que los discípulos preguntaron al maestro: ¿Quién pecó este o sus padres? (Juan 9.2).
  2. En segundo lugar, podemos señalar de una manera confiada que no existe ninguna contradicción entre la Torá y Ezequiel, ni que el pensamiento de Ezequiel es sin precedentes en la Torá. Dentro de la misma Torá se aclara el punto: “Los padres no morirán por sus hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por su propio pecado.”(Devarim 24:16 LBLA). Ezequiel no discrepa con la Torá, Ezequiel está diciendo a los hijos de Israel lo mismo que Moshé les había dicho hace varios siglos atrás, él solamente les estaba explicando y ampliando el punto de la responsabilidad individual. El pueblo se había desviado de la letra de la Torá y se habían dejado guiar por un refrán, buscando una justificación a su castigo en el exilio.
  3. En tercer lugar, los sabios explican y concluyen diciendo que cada individuo morirá por su pecado, tal como lo dejaron escrito en el talmud: “La visita de la culpabilidad de los padres sobre los hijos es en aquellos que continúan las obras de sus padres”. (Sanedrín 27b).

Podemos concluir que en este punto, no existe ninguna contradicción entre la Torá y el profeta Ezequiel, la Torá es clara en decir que el Eterno visitara la maldad de los padres sobre los hijos pero de los que lo aborrecen, esto es, de los que no se vuelven del mal camino emprendido antes por sus padres (Shemot 20:5).

El servicio descrito por la Torá y Ezequiel en este día de Rosh Jodesh Aviv.

      “Así dice el Señor DIOS: En el mes primero, el primer día del mes, tomarás de la vacada un novillo sin defecto y purificarás el santuario. Y el sacerdote tomará de la sangre de la ofrenda por el pecado y la pondrá sobre los postes de la puerta del templo, en los cuatro ángulos del zócalo del altar y sobre los postes de la puerta del atrio interior. Y así harás el día séptimo del mes para todo aquel que se desvíe o que sea ingenuo. Así haréis expiación por el templo.”(Ezequiel 45:18-20 LBLA)

Este texto fue muy controversial mientras los rabinos estudiaban el libro del profeta:

  1. En primer lugar, cuando se erigió el Tabernáculo, nunca se “ungió”con sangre, sino que, cuando Moshé inauguró el tabernáculo en el primero de Aviv del año segundo después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, se ungió con el “aceite de la unción”(Shemot 40:9). ¿Por qué el cambio en Ezequiel?
  2. En segundo lugar, la torá nunca menciona que en los inicios de mes se haga un sacrificio de “Jatat”(ofrenda de purificación u ofrenda por el pecado) con un novillo o becerro; sino que cada inicio de mes se debería tomar un macho cabrío, como ofrenda de “Jatat”(Bamidbar 28:15).
  3. Por último, después del cautiverio Babilónico, cuando inauguraron el templo de Zorobabel, no ocurrió lo dicho por el profeta Ezequiel, sino que según el libro de Esdras: “ofrecieron en la dedicación de esta casa de Dios cien becerros, doscientos carneros y cuatrocientos corderos; y doce machos cabríos en expiación por todo Israel, conforme al número de las tribus de Israel.”(6:17) ¿Está Ezequiel hablando de otro suceso? ¿por qué la diferencia?

¿Cómo explicaron los rabinos todas estas diferencias entre la consagración del tabernáculo y el templo y lo dicho por Ezequiel? En primer lugar no hay ninguna contradicción debido a que la Torá legisla únicamente sobre el tabernáculo, el libro de Ezequiel habla del templo, con medidas obviamente diferentes. ¿Por qué entonces dice algo que no aconteció en los días de Esdras? La respuesta es que esto sucede precisamente porque Ezequiel está hablando de algo que aun no ha acontecido, sino que pasará en la era Mesiánica, en un templo mucho más glorioso con medidas mucho más imponentes y por lo tanto, con particularidades en su dedicación.

Por ejemplo, Rambam nos dice lo siguiente: “Las medidas de las libaciones, en el libro de Ezequiel y el recuento de los sacrificios y el orden de adoración escritos existen todos los suplementos y no deben practicarse siempre, el profeta ordenó y explico cómo iban a hacer los sacrificios suplementarios para la dedicación del altar en el momento del Mesías Rey, cuando el Tercer Templo será construido”. (Maimónides, Leyes de Sacrificios 2:14)

En conclusión, en ningún momento existe una contradicción entre el profeta Ezequiel y la Torá. La Torá describe todo el ceremonial que se realizó en el momento de la inauguración del Tabernáculo en el desierto. Esto no quiere decir que así como hizo Moshé, así tendría que hacerse en el caso de un templo. Cuando salomón dedicó el templo no siguió el ritual descrito en la Torá, y de igual manera cuando se dedicó el templo de Zorobabel no se siguió ni lo hecho por Moshé, ni lo hecho por Salomón. Entonces lo que está describiendo el profeta, es algo más grandioso, esto es la dedicación y/o la purificación del tercer templo, el que estará en pie en la era mesiánica.

Dicho esto, finalizamos diciendo que no existe ninguna contradicción, sino más bien es la descripción de lo que ocurrirá en el templo que este en pie o el templo que construirá el rey Mesías y su dedicación y todo el servicio de este, esta descrito de una manera precisa por el profeta Ezequiel.

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Shemini

Haftará Shabat Pará (Ezequiel 36:16-38)

Entre los acontecimientos más grandes de la historia bíblica, y quizás de la historia universal, el detonante de la redención final y de la restauración de todas las cosas, es la restauración futura de Israel.

Entre los requisitos que la escritura menciona para la restauración de Israel, está el arrepentimiento nacional, esto es, un arrepentimiento a gran escala en el pueblo judío. Esto desencadenará una serie de eventos hasta que finalmente regrese el Mesías quien tomara el trono de David su padre y reinará desde Jerusalén a todas las naciones.

Grandes eventos escatológicos como la unificación de todas las tribus, el final del exilio. Israel será recogido de todos los lugares en donde el Eterno los esparció son algunas de las cosas más increíbles del porvenir. El arrepentimiento nacional traerá todo esto, y entonces el Eterno los recogerá de todas las naciones en donde han habitado después de la destrucción del templo y del exilio. Los profetas no solo vaticinaron juicio, sino también redención, y esta redención no es solamente geográfica y política, sino también nacional y espiritual, cuando él los reúna en su tierra, los purifique de todas las inmundicias y les dé un corazón y un espíritu nuevo.


“Porque os tomaré de las naciones, os recogeré de todas las tierras y os llevaré a vuestra propia tierra. Entonces os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas.” (Ezequiel 36:24-26 LBLA)

Este es el tercer shabat de los cuatro días de reposo especiales donde se realiza tanto una lectura adicional y especial de la Torá y una Haftará especial. Además de la lectura de la Torá para este Shabat, se lee una porción adicional del libro de Bamidbar (19:1-22). La lectura especial de la Torá habla de impureza ritual/ceremonial física; El profeta Ezequiel en la Haftará, por el contrario, habla de la impureza espiritual y moral. Pero en medio de todo el juicio, el Eterno anuncia la redención del pueblo, el fin del exilio y la gloriosa restauración de la nación entera.

El Eterno a través del profeta esta vaticinando la restauración futura de Israel, y no solamente su restauración física, sino también espiritual, no solamente restauraría el trono de David, reconstruiría el templo y los plantaría en su tierra, sino también daría un corazón puro y un espíritu dedicado a la Torá.

Esta idea se expresa en el siguiente Midrash: “La Escritura nos dice que una vez que la gente aprendió que Dios les había perdonado por el pecado del becerro de oro, y que el Santo Bendito Sea él, les había pedido para construir el tabernáculo para que él pueda hacer que su presencia habitara entre ellos, en gran medida se regocijaron y todos salieron con gran presteza para llevar todo su dinero … y porque contribuyeron con todo su corazón y con todas sus espíritus, Dios ha destinado plantar en ellos un corazón nuevo y espíritu. Es por esto que está escrito: “daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros.”” (Midrash Hagadol a éxodo 35:20, Margulies ed p 743)

El texto de esta Haftará no solamente nos habla de la restauración futura de Israel, sino también del nuevo nacimiento que hemos experimentado todos los que hemos nacido del agua y del espíritu. La regeneración personal que hemos experimentado como creyentes es un anticipo de esta regeneración nacional que tendrá el pueblo judío.

El nuevo nacimiento

      El nuevo nacimiento es literalmente una nueva vida dada por Elohim a través de la fe que depositamos en el sacrificio de Yeshua HaMashiaj. El nuevo nacimiento es una experiencia espiritual, el proceso en el cual pasamos de muerte a vida (Juan 5:24), cuando somos trasladados del reino de las tinieblas al reino de su amado hijo. (Colosenses 1:13)

El nuevo nacimiento es el resultado de la justificación que el Eterno nos da cuando reconocemos que somos pecadores y que necesitamos el perdón de aquel contra quien hemos pecado. Este perdón lo obtenemos al reconocer el sacrificio expiatorio que Yeshua realizó por nosotros. (Colosenses 1:11-14)

La salvación y el nuevo nacimiento están íntimamente ligados, no podemos nacer de nuevo, sino hemos sido salvos y no podemos pretender ser salvos, sino hemos nacido de nuevo. Nuestra naturaleza espiritual es completamente renovada, nuestro espíritu recibe una transformación, que no es efectuada por algo natural, sino sobrenatural, como lo registra la escritura:

“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.” (Juan 1:12-13 LBLA)

El nuevo nacimiento nos da un estatus de hijos de Dios. Todos aquellos que por fe hemos nacido de nuevo, hemos recibido el espíritu de la adopción, y este espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios (Romanos 8:14-16).

El nuevo nacimiento y la salvación están íntimamente relacionados, pero a estas alturas quizás nos estamos preguntando ¿cómo puedo nacer de nuevo y ser liberado del pecado? A criterio personal existe un texto en los escritos apostólicos que resume todo el proceso de salvación, sin olvidar que este es un proceso que tiene un contexto diferente en cada uno de los casos, pero aun así podemos encontrar factores comunes que analizaremos en este punto.

“En él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, la buena nueva de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:12-13 LBLA)

Como hemos dicho, el proceso de la salvación lo podemos encontrar en este texto, por el hecho que la porción bíblica inicia desde “oír la palabra de verdad” hasta obtener “el sello del Espíritu santo” que nos garantiza la redención final.

En primer lugar, necesitamos oír la palabra del Eterno. En la biblia encontramos todas las herramientas y los requisitos para poder obtener la salvación. Oír la palabra del Eterno, nos da la fe necesaria para creer y para obtener la salvación: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17)

Las escrituras no solo nos brindan la fe necesaria para aceptar el don de la salvación, sino que también revelan nuestra condición delante de Dios, y esto es, que somos pecadores: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

En segundo lugar, cuando la palabra nos confronta y nos dice que por nuestros pecados estamos separados eternamente de Elohim y que estos nos han alejado de nuestro creador, como lo dice el profeta: “Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios” (Isaías 59:2 LBLA) procedemos a arrepentirnos.

Al saber nuestros pecados y nuestra rebelión a sus mandamientos, esto nos debe de llevar a la reflexión y al arrepentimiento, así como sucedió con los habitantes de Nínive, como lo registra el libro del profeta Jonás. El llamado al arrepentimiento fue el mensaje de todos los profetas (Isaías 1:18), e incluso fue el mensaje primario de nuestro Maran Yeshua. (Marcos 1:15). De igual manera fue el mensaje de los apóstoles: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados.” (Hechos 3:19).

En tercer lugar, después de oír su palabra, ser confrontados por nuestra situación delante del Eterno y su llamado al arrepentimiento, llegamos a la necesidad de creer en un salvador, y este salvador es Yeshua. Como dijera Pedro a los miembros del sanedrín: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.” (Hechos 4:12 LBLA).

Yeshua nuestro Señor y Salvador es el único que nos puede dar salvación y vida eterna; esta es una de nuestras doctrinas fundamentales y era la postura oficial de los apóstoles, como lo registra el libro de los Hechos: “creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Yeshua.”(Hechos 15:11 N.V.I.).

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Zajor

1 Samuel 15:2-34 (ashkenazim); 15:1-34 (sefaradim)

      La Haftará del shabat Zajor describe un nuevo encuentro entre los hijos de Israel y los descendientes de Amalec: Se le había ordenado al Rey Saúl aniquilar a Amalec pero fracasó y en lugar de aniquilar al rey Agag, lo perdonó; por ello, El Eterno quitó su reinado al desobedecer. ¿Quién era Agag? Agag era el rey del pueblo de Amalec, el mismo pueblo que atacó sin ninguna justificación a Israel, cuando éste salió de la tierra de Egipto. Por esta razón, El Eterno decretó juicio sobre los Amalecitas, y es en esta lectura bíblica donde encontramos el relato: Saúl rey de Israel y Agag rey de Amalec, y su trágico desenlace.


      “Entonces vino la palabra del SEñOR a Samuel, diciendo: Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme y no ha cumplido mis mandamientos. Y Samuel se conmovió, y clamó al SEñOR toda la noche.” (1 Samuel 15:10-11 LBLA)

Varios años habían pasado ya en prósperas operaciones militares contra vecinos molestos, y durante esos años a Saúl le había sido permitido hacer cuanto había querido por su propio criterio. Ahora se le somete a una nueva prueba para saber si él poseía el carácter de rey teocrático de Israel; al anunciar el deber que se le exigía, Samuel le hizo entender su condición como rey, pero no como “cualquier rey”, sino como el ungido del Eterno, el cual era la autoridad delegada del cielo. El rey tenía que actuar conforme a su envestidura.

La frustración del profeta Samuel se hace sentir después que el rey de Israel (para ser exactos, el primer rey de la historia Judía) desobedece el mandato de destruir por completo a Amalec. Para tragedia del rey, del profeta y del pueblo, la orden no fue cumplida a cabalidad. La sentencia condenatoria contra los amalecitas había sido dictada mucho antes, (Shemot 17:14; Devarim 25:19), pero no se había ejecutado mientras no llenaran la medida de sus pecados. Ahora no solamente tenían un veredicto de justicia divina, sino también el rey que aplicaría esta justicia.

Anteriormente Saúl había hecho mal, por lo cual le fue dada una severa reprensión y una advertencia (1Samuel 13:13-14). Ahora se le ofrecía una oportunidad para reparar aquel error obedeciendo exactamente al mandato divino. El rey y el pueblo no desobedecieron del todo, la orden divina, sino que la modificaron, la orden fue: “destruye por completo todo lo que tiene” (vv. 3). Este mandato no fue azaroso, ni caprichoso, fue para dar la retribución a los descendientes de Amalec “por lo que hizo a Israel, cuando se puso contra él en el camino mientras subía de Egipto” (vv. 2).

Cuando los israelitas abandonaron Egipto ninguna nación osaba atacarlos. ¿Quién se atrevería a enfrentarse con un pueblo cuyo Dios había golpeado al poderoso Egipto con diez asombrosas plagas, y ahogado a su rey y caballo en el mar? Solamente Amalec, guiado por un profundo odio que desafiaba la lógica, vino a presentar batalla.

Saúl estaba cegado por un amor propio, (esto se conoce como egolatría) él trato de impresionar a Samuel, argumentando que él había cumplido la orden y la misión y en su declaración al profeta, hacía el papel de un hipócrita atrevido y astuto. Profesó haber cumplido el mandato divino, y que la culpa de cualquier defecto en la ejecución correspondía al pueblo. Samuel, sin embargo, veía el verdadero estado de las cosas, y en cumplimiento de la comisión que había recibido antes de emprender el viaje, procedió a denunciar la conducta de Saúl como caracterizada por orgullo, rebelión y desobediencia obstinada.

A estas alturas de la historia cualquiera podría justificar la desobediencia de Saúl; al final del día esta pequeña desobediencia era “para fines nobles”, lo mejor del botín era: “para ofrecer sacrificio al SEñOR tu Dios”.

Después que Saúl había argumentado sin éxito con arrogancia y falta de responsabilidad, encontramos una de las premisas más grandes del reino: “¿Se complace el SEñOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEñOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros. Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría.” (1 Samuel 15:22-23 LBLA)

La arrogancia y la falta de responsabilidad, que se vieron reflejadas en su argumento, cuando mencionó su exitosa campaña militar opacada por la sugerencia del pueblo, en el fondo era una cosa: Rebelión. Al no cumplir a cabalidad el mandato divino, él se convirtió en un rebelde, y esta rebeldía le costaría el trono.

El rey Saúl tenía muchas cosas para vanagloriarse, entre ellas: su belleza física y su altura. Nadie era más alto que él (1 Samuel 9:2). Sería el primer rey de toda la historia de Israel, este era quizás el palmarés más distinguido que cualquier mortal podía tener: el primero de los reyes de Israel. Finalmente fue aquel varón que sacaba a la batalla a los hijos de Israel y bajo su mandato, el pueblo conoció el sabor de la victoria y la derrota de sus enemigos. Pero todo esto hizo que su corazón se envaneciera hasta convertirse en un rebelde, el inicio de su carrera fue brillante pero su final fue oscuro. El punto de quiebre fue desobedecer el mandato divino y perseguir su propio honor.

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Pekude

(Sefardita 1 Reyes 7:51 – 8:21; Askenazí 1 Reyes 7:40-50)

Una de las cosas más impresionantes que descubrimos cuando tratamos de conocer a Dios, es precisamente que él puede ser conocido por simples mortales. Hay aspectos de él que podemos conocer y a la misma vez otros que no conocemos. él siempre tiene algo que nos encanta y nos fascina.

El inicio no siempre es el comienzo y el final no siempre es cuando se termina. Hoy se finalizaría el templo de Jerusalén pero daría inicio uno de los misterios más grandes de la historia de la humanidad. Así como cuando Moshé dedicó el Tabernáculo en el desierto, así también ocurriría con la dedicación del Templo, la gloria del Eterno, seria muestra y evidencia de la aprobación de la obra.

Era el final de los trabajos para los arquitectos, pero el inicio del culto al único Dios verdadero en aquella majestuosa casa. Era un día de fiesta, o dicho de otra manera, sería un gran día, el día de la dedicación del Templo, el sueño de un pueblo y su rey, el sueño que no pudo concretizar el hombre “conforme al corazón de Dios”, pero que dejó los planos y los recursos para que su hijo tuviera el privilegio de poder construir y dedicar el Templo.


      “Entonces Salomón reunió a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel ante él en Jerusalén, para hacer subir el arca del pacto del SEñOR de la ciudad de David, la cual es Sion. Y se reunieron ante el rey Salomón todos los hombres de Israel en la fiesta, en el mes de Etanim, que es el mes séptimo.” (1 Reyes 8:1-2 LBLA)

Después de siete años de ardua labor, esta por fin había dado los resultados esperados y tan añorados por todo el pueblo de Israel; hoy por fin seria la inauguración del Templo, la casa del Eterno, hoy sería dedicada e inaugurada. Todo el pueblo estaba invitado a tal magno evento, era la época de una de las fiestas prescritas por la Torá (casi sin temor a equivocarnos, esta fiesta sería la fiesta de Sukot, la cual se celebra en el séptimo mes y tiene una duración de siete días).

La alegría de la inauguración del Templo no estaría completa sin el objeto más sagrado de todos, allí donde la presencia del Eterno moraba entre los querubines. El arca del pacto sería trasladada del lugar donde se había mantenido durante mucho tiempo ya que era el momento preciso para que posara en el lugar que el Eterno había dicho. Esta pasaría de estar de un lado para otro y hoy, estaría de manera permanente en el lugar más santo del templo: el lugar santísimo (Kodesh Hakodashim).

La construcción del Templo se completó. El rey Salomón reunió a los líderes y ancianos de las tribus en Jerusalén, y en medio de gran algarabía, los levitas transportan el Arca de su ubicación temporal en la Ciudad de David y la instalaban en la cámara del “Santo de los Santos” en el Templo. Inmediatamente, la presencia de Dios apareció en el templo, y esta manifestación es: “la nube de la gloria de Dios”.

Es esta manifestación del Eterno lo que une los dos relatos, tanto el de la Parashá como el de la Haftará, como lo veremos a continuación:

  • La Parashá “Pekude” marca el final de la agrupación de porciones de la Torá relativos a la construcción del Mishkán (el Tabernáculo) que los hijos de Israel utilizarían para el culto en el desierto. Después que todas las piezas del Mishkán están en su lugar, y se completa el trabajo de Bezaleel y de Aholiab, leemos acerca de la poderosa presencia del Eterno en aquella tienda dedicada al servicio de Dios: “Entonces la nube cubrió la tienda de reunión y la gloria del SEñOR llenó el tabernáculo. Y Moisés no podía entrar en la tienda de reunión porque la nube estaba sobre ella y la gloria del SEñOR llenaba el tabernáculo.”(éxodo 40:34-35 LBLA).
  • La Haftará para Pekude, describe la finalización de la construcción del primer templo, bajo el reinado de Salomón. Después de haber traído todos los tesoros y las donaciones que David su padre había dejado para la construcción del templo, Salomón reúne a los ancianos de Israel para instalar el arca en el templo. En este caso también, la presencia de Dios se describe en términos físicos y abrumadores: “Y sucedió que cuando los sacerdotes salieron del lugar santo, la nube llenó la casa del SEñOR y los sacerdotes no pudieron quedarse a ministrar a causa de la nube, porque la gloria del SEñOR llenaba la casa del SEñOR.” (1 Reyes 8: 10-11).

En los dos textos, tanto en la Parashá como en la Haftará, encontramos un factor común: En la inauguración tanto del Mishkan en el desierto, como la del Templo de Jerusalén, la gloria de Dios se manifestó de forma visible, esto es, en una nube.

Esta manifestación de la gloria de Dios se dio en estas ocasiones cuando el tabernáculo y el templo fueron dedicados. La nube solo es una manifestación de la gloria de Dios. En las dos ocasiones cuando fueron dedicados los lugares de adoración, la gloria del Eterno se manifestó de una manera visible.

¿Qué es la gloria de Dios? La respuesta a esta pregunta ha abierto un abanico de comentarios, definiciones y explicaciones, y es sin duda uno de los tópicos bíblicos más sorprendentes. Como ya lo dijimos, este tema en particular no tiene una definición o mejor dicho no tiene solamente una definición.

Por ejemplo el “Diccionario bíblico Certeza” define la gloria de Dios de la siguiente manera: “El concepto más importante es el de la gloria del Señor, que denota la revelación del ser de Dios, su naturaleza y su presencia ante la humanidad, a veces con fenómenos físicos.”

Maimónides define la gloria de Dios de la siguiente manera: “Unas veces significa la luz material que Dios hace reposar en cierto lugar para distinguirlo; otras, la esencia y realidad de Dios.” (Guía de los descarriados Cap. LXIV).

De estas dos definiciones podemos concluir que la gloria de Dios puede ser una manifestación de su presencia en un lugar determinado, o una manifestación de su poder infinito, actuando en el mundo físico y finito. Este concepto lo podemos entender mejor con dos ejemplos claros de la escritura:

En primer lugar, la gloria de Dios se hizo manifiesta en el Tabernáculo y en el Templo, su presencia habitaría entre los dos querubines del propiciatorio. El arca del pacto era el objeto más sagrado de todo el mobiliario del Tabernáculo y del Templo, y era precisamente allí donde residía la presencia del Eterno (1 Samuel 4:4). Necesario es aclarar que no residía toda su plenitud, pero si, la intensidad de su presencia era grande, tan es así, que era capaz de aniquilar a cualquier persona que se acercara al arca de una manera insolente o de manera incauta. Leemos en la escritura la narración de la muerte de los hijos de Aarón: Nadab y Abiú, que murieron por ofrecer fuego extraño. (Vayikra 10:1-2). La misma suerte correría Uza, cuando tocó el arca para detenerla y que esta no cayera, y al instante murió. (2 Samuel 6:6)

En segundo lugar su poder glorioso fue el que liberó a los hijos de Israel de la opresión egipcia: “todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto.” (Números 14:22 RV60). Una señal milagrosa o un portento son parte de la manifestación de la gloria de Dios. Cuando nuestro maestro Yeshua hacia milagros, las personas que eran sanadas y que eran testigos glorificaban a Dios. (Mateo 15:31)

Quizás esto sea lo más importante de todo: El concepto o definición de “gloria de Dios” que tengamos o con comulguemos no es lo más importante, lo verdaderamente importante es glorificar al Eterno por sus maravillas, por lo que ha hecho en nosotros y por lo que seguirá haciendo. Bendecir y alabar su nombre es lo que importa más, a eso nos llama la escritura:“Contad su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos.” (1 Crónicas 16:24 LBLA).

Como hijos del Eterno es menester alabar y bendecir su nombre, exaltarlo por sus atributos: su santidad, fidelidad, misericordia, gracia, su amor, la majestad, la soberanía, y su poder. ¡Baruj Hashem!

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará VaYakhel

(Shabat Shekalim 2 Reyes 12: 1-17)

     Este shabat es llamado: “Shabat Shekalim”. Esto es así, cuando el shabat coincide con el rosh jodesh de Adar o cuando el shabat es previo a Adar. Esto implica que estamos cerca de Pesaj. Consecuentemente en este shabat no se estudia la Haftará correspondiente a esta semana, esto es: 1 Reyes 7: 40-50.

La Haftará que se lee en este shabat, es la sección del segundo libro de los reyes en donde se narra la reparación del templo efectuada por el rey Joás y el sacerdote Joiada. Este trabajo fue necesario después que el pueblo entró en una etapa oscura de su historia, cuando los hijos de Atalía pecaron grandemente en contra del Eterno e hicieran averías en el templo de Jerusalén.

Joás fue rescatado de la mano de la malvada Atalía por el sacerdote Joiada, y este lo educó en los caminos del Eterno, lo coronó rey a los seis años de edad, y desde esa temprana edad, Joiada fue el tutor del joven monarca. Esto hizo que Joás sintiera celo por la casa del Eterno que necesitaba una restauración y purificación para poder ofrecer los servicios diarios del templo, después de la profanación hecha por la malvada reina. Y es ese contexto de la Haftará que estudiaremos en este shabat shekalim.


      “En el séptimo año de Jehú comenzó a reinar Joás, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba. Y Joás hizo lo recto ante los ojos del Señor todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada. Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos.” (2 Reyes 12:1-3 LBLA)

Joás (El Eterno ha dado) Hijo de Ocozías, octavo rey de Judá, reinó aproximadamente, alrededor de 837–800 AEC. Cuando Atalía aniquiló la línea real con la muerte de Ocozías, su tía Josaba lo escondió en el templo durante seis años bajo la protección de su marido, Joiada el sumo sacerdote (2 Reyes 11:1–6; 2 Crónicas 22:10–12). A la edad de 7 años fue proclamado rey por Joiada, y Atalía fue ejecutada (2 Reyes 11:7–20; 2 Crónicas 23.1–15).

El reinado de Joás duró 40 años (2 Reyes 12:1), aunque podrían incluirse en esta cifra los 6 años del reinado de Atalía. Existen otros comentaristas que no están de acuerdo con lo dicho antes, esto es que dentro del periodo del rey Joás se incluyen los seis años del reinado de Atalía: “Aparentemente aunque el autor no consideró el reinado de Atalía de seis años un período legítimo de la monarquía, tampoco los incluyó en el reinado de 40 años de Joás.” (Comentario Bíblico Siglo XXI).

Uno de los datos históricos más sobresalientes de su reinado sería la reparación del templo con la ayuda de Joiada (2 Reyes 12:5–16; 2 Crónicas 24:4–14), pero para tragedia de su persona y del pueblo en general, permitió la continuación de prácticas paganas ya que según el relato del segundo libro de los Reyes, él nunca erradicó este culto.

Esto lo llevaría a su ruina final: Al permitir la adoración falsa en el país, fue reprendido por Zacarías, hijo de Joiada, a quien asesinó, como lo registra la escritura: “Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joiada; y él se puso en pie, en un lugar más alto que el pueblo, y les dijo: Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos del SEñOR y no prosperáis? Por haber abandonado al SEñOR, él también os ha abandonado. Mas ellos conspiraron contra él, y por orden del rey lo mataron a pedradas en el atrio de la casa del SEñOR.” (2 Crónicas 24.20–21 LBLA).

Posteriormente, a fin de evitar una invasión siria bajo Hazael, Joás sobornó a este con el tesoro del templo (2 R. 12.18–19). Esta no sería la única vez en la cual el rey de turno toma de los tesoros del templo y los ofrece a un rey enemigo. Antes de Joás, el rey Asa (910-872 AEC) tomó de los tesoros del templo y los envió a Ben-Adad príncipe invasor, como lo registra la escritura: “Entonces Asa tomó toda la plata y el oro que había quedado en los tesoros de la casa del SEñOR y en los tesoros de la casa del rey, y los entregó en manos de sus siervos. Y el rey Asa los envió a Ben-adad, hijo de Tabrimón, hijo de Hezión, rey de Aram, que habitaba en Damasco.” (1 Reyes 15:18 LBLA). Para tragedia del rey Asa esto sería el inicio de su final. También el rey Acaz haría lo mismo con el rey de Asiria, esto es entregar de los tesoros del templo: (2 Reyes 16:8).

Finalmente Joás fue muerto en un complot que tramaron sus oficiales para reemplazarlo (2 Reyes 12:20–21; 2 Crónicas 24.25–26).

JOáS REPARA EL TEMPLO.

      El reinado de Joás tuvo una duración de cuarenta años como lo mencionamos con antelación, esto es 835-796 AEC (Aprox.). Si tomamos en cuenta que el rey salomón inauguró la casa del Eterno en el año 959 AEC, entonces podemos decir que el templo tenia menos de dos siglos de funcionamiento; según RaDaK, tenía 155 años: “Joás decidió renovar la Casa de Dios, ya que necesitaba la reparación por el daño hecho a el por Atalía, hija idólatra del rey Omri y sus hijos. De lo contrario, el templo habría permanecido sin reparación desde que fue construido así solamente unos 155 años de antelación.” (Rabí David Kimji)

¿Cómo es posible que una estructura tan perfecta y de una construcción sin igual llego a deteriorarse tan rápido? ¿Cuál fue el daño causado al templo o como se ocasionaron daños a su infraestructura, que era necesario reparar? La escritura nos da todos los pormenores del daño que había sufrido el templo y quien lo había ocasionado, y sobre todo, porque se había dañado. ¿Por qué fue necesario reparar el templo? La escritura dice que los hijos de Atalía habían “arruinado” parte de la casa de Dios al utilizarla para el culto de Baal: “Porque los hijos de la perversa Atalía habían forzado la entrada a la casa de Dios y aun habían usado para los baales las cosas sagradas de la casa del SEñOR.” (2 Crónicas 24:7 LBLA)

La maldad de Atalía y de sus hijos no conocía límite: El templo de Jerusalén, la casa que se había dedicado para el Eterno donde allí “estaría su nombre” había sido usada para la adoración y culto a los baales. Si esto fuera poco, causaron severos daños a la infraestructura del templo, Esto llevó a que tanto el rey Joás como el sacerdote Joiada iniciaran una campaña de reparación del templo. Esta no sería la única ocasión en donde el templo sería profanado por la adoración falsa (Avodá Zará) y no solo profanado, sino también dañado y posteriormente surgirían reyes que lo repararían.

Lo más triste del asunto es que la profanación y el daño ocasionado al templo no fueron por mano extranjera, sino por el mismo pueblo. Por ejemplo el rey Manases: “Edificó además altares en la casa del SEñOR, de la cual el SEñOR había dicho: En Jerusalén pondré mi nombre.” (2 Reyes 21:4 LBLA), posteriormente el rey Josías sería el encargado de reparar los daños ocasionados al templo: (2 Reyes 22:1-7).

El rey Joás dio la orden para que los trabajos de reparación dieran inicio, pero al parecer los recursos eran limitados y durante un buen tiempo los trabajos se detuvieron o por lo menos tuvieron un lapso de tiempo en el cual no se hizo mayor cosa (2 Reyes 12:6). Este retraso se dio por no contar con los recursos necesarios para tal empresa. La tarea para recolectar dinero para un fondo común “pro templo”, provino por lo menos de dos fuentes: 1) el medio shekel que la torá estableció para cada hijo de Israel mayor de 20 años (Shemot 30:11-16); 2) ofrendas voluntarias.

El primero de los puntos mencionados es más evidente en el relato paralelo del libro de las crónicas, en donde el rey hace pregonar en todo el territorio de Jerusalén y Judá, una colaboración. Esto probablemente sea el medio shekel, esto lo deducimos por lo dicho en la escritura: “Entonces el rey, mandó que hicieran un cofre y lo colocaran afuera, junto a la puerta de la casa del SEñOR. Y proclamaron en Judá y en Jerusalén que trajeran al SEñOR la contribución que Moisés, siervo de Dios, impuso sobre Israel en el desierto. Todos los oficiales y todo el pueblo se regocijaron y trajeron sus contribuciones y las echaron en el cofre hasta llenarlo.” (2 Crónicas 24:8-10 LBLA)

Todo el pueblo atendió al llamado y depositaban su colaboración en el cofre que Joiada había puesto cerca del altar y este se llenada con mucha rapidez, y así obtuvieron los fondos necesarios para la reparación de la casa del Eterno. Todo el pueblo estaba contento al poder contribuir para la reparación del templo. “Y todos los días de Joiada ofrecieron holocaustos en la casa del SEñOR continuamente.” (2 Crónicas 24:14)

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Ki Tisá

1 Reyes 18:1-39 (Ashkenazí); 1 Reyes 18:20-39 (Sefardí)

      Existen hombres que han surgido a la palestra con honores, con un nombre que se ha hecho esplendido, por su poder, por la influencia que ellos han generado en miles o quizás millones de personas.

Ellos son aquellos que muestran su palmarés, y exhiben en sus salas las medallas, los títulos y los reconocimientos con los cuales han sido premiados. Sus éxitos no son desconocidos para la sociedad y para la cultura general.

Reyes, capitanes, generales, científicos, son hombres que han cambiado el rumbo del planeta y que desde su aparición, la historia ha sido diferente. Los relatos de su vida, parecen quimeras, historias que llenan de entusiasmo al lector común o al auditórium que se rinde delante de ellos.

Pero hay otros hombres que interrumpen la historia de una manera abrupta, tal es el caso del profeta que ahora estudiaremos en uno de los episodios de su vida que ha llenado pulpitos y ha hecho que la fe que claudicaba surja de la duda y vuelva a decir que solo hay un Dios vivo y verdadero. El profeta ha hecho que judíos y cristianos lo vean como un icono dentro de los eventos futuros, el precursor del Mesías, aquel que hará volver el corazón de los hijos a los padres y de los padres a los hijos.


      ” Y sucedió que después de muchos días, la palabra del SEñOR vino a Elías en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y enviaré lluvia sobre la faz de la tierra. Y Elías fue a mostrarse a Acab. Y el hambre era intensa en Samaria.” (1 Reyes 18:1-2 LBLA)

Elías (Eliyahu: Adonay es Dios) cuyo ministerio se desenvolvió en la época del rey Acab (874-853 AEC) en el reino del norte de Israel. Elías nació en Tisbe y se describe como morador de Galaad (1 Reyes 17:1). “Además de la referencia a Elías en 1 Reyes 17:1 como el “tisbita”, que era de los moradores de Galaad”, no existe información sobre su origen. Esta referencia, incluso, es oscura. El texto masorético sugiere que aunque Elías residía en Galaad, el lugar de su nacimiento era otro (quizás Tisbé de Neftalí). La Septuaginta tiene en sus registros el nombre ek thesboµn teµs galaad, lo que indica Tisbé de Galaad.” (Carlos Salazar)

El ministerio profético de Elías está registrado en 1 Reyes 17–19; 21; 2 Reyes 1–2. El ciclo de Elías presenta seis episodios en la vida del profeta: su predicción de sequía y su posterior huida, el encuentro en el monte Carmelo, la huida a Horeb, el incidente de Nabot, el oráculo acerca de Ocozías, y su traslado o arrebatamiento.

El ministerio de Elías se desarrolló en un momento histórico poco apropiado para declararse “siervo de Dios” ya que el rey Acab, influido por su mujer Jezabel, autorizó edificar un templo dedicado a Baal en Samaria, y también alentó la adoración a Asera (1 Reyes 16:32-33). Jezabel alentó a un gran grupo de falsos profetas, cuatrocientos cincuenta de Baal y cuatrocientos de Asera (1 Reyes 18:19–20), y posteriormente instigó hacia la oposición abierta al Eterno.

Los verdaderos profetas fueron asesinados, los altares dedicados al Eterno fueron derribados (esto debe entenderse en su contexto, todo lo que describe la escritura aquí sucedió en el reino del norte y consecuentemente allí no había un lugar determinado para la adoración al Eterno.), y Elías tuvo que huir para salvar su vida. La escritura registra que por lo menos cien profetas, fueron ocultados por Abdías, mayordomo de Acab que temía a Dios, como reza el texto: “Sucedió que cuando Jezabel destruyó a los profetas del SEñOR, Abdías tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta en una cueva, y los sustentó con pan y agua.” (1 Reyes 18:4 LBLA).

Elías y los profetas de Baal

      “Acab envió mensaje a todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si el SEñOR es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra.” (1 Reyes 18:20-21 LBLA)

El monte Carmelo no es una montaña solamente sino una cadena montañosa. Es imposible saber con exactitud dónde se juntaron Elías y los sacerdotes de Baal; hay evidencia de que el monte Carmelo solía ser un lugar tradicional para el culto de Baal. Si ese es el caso, Elías les estaba dando a los profetas de Baal la ventaja de pelear en su propio terreno.

No sólo los profetas extranjeros, sino gente de todo Israel se congregó en el monte Carmelo (v. 19). Elías no acusa directamente al pueblo de ser apóstata sino de vacilar entre dos opiniones. Esto sugiere que lo que trataban de hacer, era adorar a los dos, al Eterno y a Baal. El profeta no ha sido el único en cuestionar esta vacilación entre dos pensamientos, también nuestro Maestro Yeshua nos advierte del error diciendo: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro.” (Mateo 6:24)

Elías preguntó ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? El significado de esta expresión es el estar confuso y no tomar decisión alguna. En realidad, los hijos de Israel adoraban a los ídolos (Baal y Asera) y temían al Dios eterno, en alguna manera, al mismo tiempo.

Los habitantes del reino del norte creían entonces que no había ningún problema en adorar al Eterno y a Baal (2 Reyes 17:33). En su cosmovisión, para cada una de las necesidades existía un “dios”, así como para las distintas etapas de la vida y de agricultura. Elías trató de destruir por completo ese pensamiento sincretista. El pueblo decidiría: El Eterno o Baal.

La posibilidad de cualquier victoria de Elías, es ínfima desde la perspectiva natural: cuatrocientos cincuenta profetas de Baal (1 Reyes 18:22), en contra del único profeta del Eterno en todo el territorio de Israel. Nadie en su sano juicio haría un reto de tal magnitud; pero no era una lucha cuerpo a cuerpo, sino una lucha entre el Dios verdadero y un ídolo muerto, entre cuatrocientos cincuenta irracionales, y un hombre celoso por su Dios.

Elías propuso que se mataran dos bueyes, y que fueran colocados sobre dos altares distintos sobre la leña: Uno para Baal y el otro para Adonay. Si el fuego descendía sobre cualquiera de los altares, sería la señal que determinaría cuál era el Dios verdadero, a quien es necesario servir. Como la propuesta parecía en todo sentido razonable, fue recibida por el pueblo con aprobación unánime.

Este reto traería a la memoria del pueblo la ocasión de la inauguración del tabernáculo: La torá menciona que el fuego de Dios salió y todo el pueblo fue testigo de una señal sobrenatural: (Vayikra 9:24)

Los sacerdotes de Baal comenzaron la ceremonia invocando a su dios. En vano continuaron invocando su deidad insensible desde la mañana hasta mediodía, y desde mediodía hasta la tarde, lanzando los más agudos gritos, haciendo gestos fantásticos y aun mezclando su sangre con la del sacrificio, pero no se oyó ninguna respuesta, ni descendió ningún fuego. Elías exponía la locura y el engaño de ellos con la ironía más severa: “Y sucedió que ya al mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: Clamad en voz alta, pues es un dios; tal vez estará meditando o se habrá desviado, o estará de viaje, quizá esté dormido y habrá que despertarlo.” (1 Reyes 18:27 LBLA).

Como el día estaba ya muy avanzado, Elías empezó sus operaciones invitando al pueblo a acercarse a ver el procedimiento entero; primero reparó un viejo altar de Dios que probablemente Jezabel había demolido, tomó doce piedras según el número de las tribus de Israel. Después, habiendo arreglado la carne del buey cortada en pedazos, hizo que echaran cuatro cántaros de agua sobre el altar y en la zanja alrededor. Una vez, dos veces, tres veces, se hizo esto, y cuando él levantó una ferviente oración, descendió el fuego del cielo: “Entonces cayó el fuego del SEñOR, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y lamió el agua de la zanja. Cuando todo el pueblo lo vio, se postraron sobre su rostro y dijeron: El SEñOR, él es Dios; el SEñOR, él es Dios.” (1 Reyes 18:38-39 LBLA).

El episodio de Elías y los falsos profetas culmina con una afirmación de fe: “Adonay Hu HaElohim” (El Eterno es Dios). Eso no quiere decir que el enfrentamiento entre el monoteísmo y el paganismo ha concluido. Las luchas y los desencuentros seguirán hasta el cumplimiento de lo dicho por el profeta: “El Eterno será Rey sobre toda la tierra, en aquel día El Eterno será uno, y uno su nombre.” (Zacarías 14:9 RV60).

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

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