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28 Oct, 2018

Haftará Yitro

Sefardita Isaías 6: 1-13; Askenazi Isaías 6:1-13-7:1-6; 9: 5-6

      El profeta Jeremías dijo: ¿Quién estuvo en el secreto de Adonay, y vio, y oyó su palabra? (23:18). Quizás han sido pocos los que han tenido ese privilegio, tener una visión del poder y la gloria del Eterno Dios, el creador de los cielos y las tierra.

Entrar en la intimidad del Eterno, conocer su voluntad, escuchar su voz audible, y reconocer que no soy digno de semejante privilegio, esto es, contemplarlo en la hermosura de su santidad, debe ser maravilloso. Ver los seres angelicales, escuchar las melodías celestiales y reconocer que solamente somos mortales que hoy estamos y mañana desaparecemos.

Ese privilegio lo han tenido pocos hombres, soy muy pocos, pero han tenido una revelación del trono de Dios, y han quedado fascinados y han reconocidos que ese, es su último momento de vida. Porque nadie puede ver a Dios y vivir, nadie que tenga pecado en su alma puede contemplar al Santo de Israel.

Isaías sabía perfectamente que su vida estaba en juego, porque pensaba que sus ojos habían visto al Dios eterno, sus oídos habían escuchado las alabanzas de los cielos, pero él y su pueblo eran de labios impuros, pero en esa visión, experimentó la misericordia del Eterno, y se extendió su vida para anunciar el favor de Dios a Israel y a las naciones.


      “En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el SEñOR de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria.” (Isaías 6:1-3 LBLA)

Yeshayahu (Isaías: Adonay es salvación) es el nombre hebreo de Isaías, hijo de Amoz. Isaías y Miqueas fueron contemporáneos (compárese Isaías 1:1 con Miqueas 1:1). La actividad profética de Isaías fue precedida por la de Amós y Oseas (Amos 1:1; Oseas 1:1).

Amós y Oseas profetizaron principalmente contra las tribus del norte; Isaías y Miqueas concentraron sus profecías especialmente contra Judá y Jerusalén (1.1). Isaías declara que ha profetizado durante los reinados de “Uzías (Azarías 792-750), Jotam (750-735), Acaz (735-715) y Ezequías (715-697), reyes de Judá” (1.1). Algunos consideran que recibió el llamado a ejercer como profeta en el año en que murió el rey Uzías, 750 AEC Aprox. (6:1-8).

En la primera mitad del siglo VIII tanto Israel (reino del norte), bajo Jeroboam II (793-753), como Judá, bajo Uzías (reino del sur, 792-750), disfrutaron de gran prosperidad. Esto se debió en buena medida a la no intervención de los asirios durante un período considerable.

Podemos describir mejor el reinado de Uzías como la época más próspera que conoció Judá desde la división de la monarquía, después de la muerte de Salomón. Bajo Uzías y Jotam, la prosperidad y el lujo abundaron en Judá; este estado de cosas se refleja en Isaías 2:6-8.

En el año 750 AEC, la muerte del rey Uzías (6:1) marcaría una transición y se comenzaría a poner fin a una época de bonanza en que tanto Judá como Israel habían disfrutado de unos 50 años de respiro al verse libres de agresiones en gran escala. Pronto sería sólo un recuerdo: El resto del siglo estaría dominado por la voracidad de los reyes asirios: Tiglat-pileser III (745-727), Salmanasar (727-722), Sargón II (722-705) y Senaquerib (705-681). Sus ambiciones no se reducían a simples saqueos sino a formar imperios; para la consecución de sus fines, sacarían de cuajo poblaciones enteras llevándolas cautivas y castigando el más mínimo signo de rebelión con inmediatas y espantosas represalias.

Algunos eruditos bíblicos fechan la última aparición del profeta en la época de la campaña contra Jerusalén hecha por Senaquerib en 701 AEC, pero no se sabe con exactitud. Esto deja abierta la posibilidad de lo descrito por la tradición judía la cual dice que Isaías fue aserrado en dos en el reinado de Manasés: “Shimon ben Azzai dijo: He encontrado un pergamino de la genealogía, y estaba escrito: ‘Fulano de tal es un mamzer, [habiendo nacido] de [una unión prohibida con] una mujer casada, y estaba escrito: “la enseñanza de Rabí Eliezer ben Jacob es pequeña en cantidad, y limpia”. Y en ella también estaba escrito: “Manases mató a Isaías”” (Yevamot 49b).

Algunos eruditos encuentran una referencia a esto en Hebreos 11:37. El hecho que Manases haya aserrado a Isaías es una especulación y no podemos asegurar al 100% que fue así. Probablemente Isaías hubiera incluido a Manasés en su lista de reyes, bajo los cuales ejerció su ministerio (1:1). En esa lista no aparece Manases, por ende no podemos asegurar que su ministerio se extendiera hasta su reinado (697-642 AEC); sin embargo no podemos negar la posibilidad de esta postura por la fuerza de la tradición.

El llamado del profeta

      Isaías siente temor al tener una visión tan hermosa, y este temor es lógico, él pensaba estar viendo en su máxima expresión al creador del universo, y sabe a la perfección que nadie puede verlo y vivir.

El conoce su condición y la condición del pueblo, esto es: un mortal con pecados y necesitado de un redentor; la condición del pueblo era eso, y más: El pueblo se había volteado a la adoración falsa, la idolatría era una de las muchas atrocidades de las que se les podía acusar.

Esa terrible visión de la majestad divina sobrecogió al profeta con una sensación de su propia vileza. Estamos acabados si no hay un Mediador entre nosotros y este Dios santo. Un vistazo de la gloria celestial basta para convencernos que toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia. Es en ese entonces en donde Dios actúa y un ser angelical (serafín) vuela, toma un carbón del altar celestial y toca los labios del profeta: “Entonces voló hacia mí uno de los serafines con un carbón encendido en su mano, que había tomado del altar con las tenazas; y con él tocó mi boca, y dijo: He aquí, esto ha tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado.” (Isaías 6:6-7 LBLA)

El profeta recibió de parte del cielo una limpieza de labios y el perdón de los pecados, esto inundó de paz al profeta y pudo contemplar más detenidamente la adoración de los serafines dirigida al Eterno, y no solo eso, sino que también escuchó una conversación divina, en donde se solicitaba a un emisario que llevara ese mensaje de purificación y perdón.

Si somos acuciosos notaremos que existieron algunos pasos para que el profeta aceptara su llamado, e iniciara su misión como vocero celestial. Primero una revelación, segundo aceptar su condición de pecador y esto lo llevó al arrepentimiento, tercero aceptar la misión. Y es este quizás el proceso que todos hemos experimentado.

  1. Revelación: todos aquellos que hemos depositado nuestra fe en el único Dios verdadero, hemos tenido una revelación de ese Dios, esa revelación pudo haber sido de muchas maneras. Teológicamente hablando podemos citar dos: revelación general y revelación especial.
  2. Arrepentimiento: el arrepentimiento solo es posible cuando reconocemos y aceptamos nuestro pecado, sino reconocemos nuestro pecado, y sobre todo que necesitamos del perdón divino, no podemos tener un arrepentimiento completo.
  3. Aceptar nuestro llamado: todos los creyentes tenemos un llamado muy especial y esto es la edificación del cuerpo del Mesías y hacer crecer el reino de Dios aquí en la tierra. Esto lo podemos lograr si aceptamos la misión que nos encomendó nuestro santo maestro: “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones en mi nombre” (Mateo 28:19)

Como hijos del Eterno Dios de Israel y parte de la comunidad de los santos, tenemos una misión muy importante en nuestras manos. Así como nosotros en otro tiempo estábamos muertos en nuestro delitos y pecados (Efesios 2:1), y en la gran misericordia del Eterno alguien nos dio la revelación de la buena nueva de salvación y salimos del reino de las tinieblas, al reino de su amado hijo, así también debemos de anunciar a otros las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9).

Nuestra misión y nuestro llamado es anunciar las buenas nuevas del reino. Y hasta el día de hoy el llamado celestial es igual, y no ha cambiado a través de las generaciones y este es: “Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” el cielo espera que nuestra respuesta sea igual a la del profeta: “Heme aquí; envíame a mí.” (Isaías 6:8)

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Beshalaj

Jueces 4:4 – 5:31

      La mujer ejerce una tremenda influencia sobre el hombre: Esto es un hecho indubitable. En muchos acontecimientos importantes de la historia de la humanidad encontramos, cuando estudiamos desapasionadamente, a la mujer ejerciendo su influencia sobre el hombre. La historia y la experiencia se dan la mano en su testimonio a este respecto.

¿ Podemos decir que la mujer ejerce tal influencia en la humanidad, que en muchos de sus hechos está presente aunque esté ausente. Es decir, podremos no verla a primera vista; pero si estudiamos bien el asunto la encontraremos ejerciendo su influencia en muchos de esos acontecimientos. Lo fue antes y lo es ahora, y en nuestros tiempos su protagonismo supera a los de antaño, en nuestros días muchas se han formado un camino grandioso.

En nuestra Haftará encontramos a una mujer ejerciendo mucha influencia en una batalla militar, dando las instrucciones divinas para que un hombre tomara cartas en el asunto y reuniera a un buen ejército para salir a la guerra y vencer. También veremos a otra mujer dentro del mismo episodio que ajusticia al capitán del ejército enemigo y es así que hay paz dentro de la nación de Israel, esto producto de un acto de una mujer.


      “Débora, profetisa, mujer de Lapidot, juzgaba a Israel en aquel tiempo; y se sentaba debajo de la palmera de Débora entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a pedir juicio.” (Jueces 4:4-5 LBLA)

El shabat en el cual leemos la Parashá Beshalaj es conocido como “shabat shirá”, no solo porque contiene “Shirá laYam” (el canto del mar), el cántico de Moisés y los hijos de Israel después de cruzar el mar, sino probablemente porque también en esta Haftará encontramos el cántico de Débora (Shirá Débora) después de vencer a Sisará comandante del ejército de los cananeos.

Hay un claro paralelo en los detalles de ambas canciones. Son poesías que describen victorias milagrosas sobre un enemigo que intenta exterminar al pueblo de Israel. En la Torá, el enemigo es Faraón y su ejército que caen en el Mar (Shemot 14:28-30), en el texto de la Haftará en el arroyo Cisón (Jueces 4:13). Uno de los rasgos distintivos entre ambas batallas es que, en la del Mar de juncos (mar rojo) el pueblo de Israel estuvo parado y expectante esperando el milagro y la intervención divina.

A pesar que los hijos de Israel salieron armados de la tierra de Egipto (Shemot 13:18), dice el texto: “Adonay peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.” (Ibíd. 14:14).

En la batalla de los tiempos de Débora y Barac, fueron los hijos de Israel los que lucharon, los que respondieron a la orden divina de enfrentar al enemigo y combatir. Casi sin armas se alistaron. “¿Se veía escudo o lanza entre cuarenta mil en Israel?”(Jueces 5: 8)

Otro paralelo entre la Parashá y la Haftará en este caso es evidente: En ambos textos se relatan situaciones angustiantes para los hijos de Israel, adversarios implacables, fuerzas militares de magnitud y salvación dramática para ellos. Esta salvación se concretiza a través de hombres y mujeres, profetas de Dios y portadores de Su palabra. En la Parashá estos hombres y mujeres fueron Moshé, Aarón y Miriam (María) la profetisa; en la Haftará la personalidad descollante es Débora la profetisa quien inspira, con el mensaje Divino que ella transmite, a Barac hijo de Abinoam.

Débora:

      A interpretar la divina voluntad, ya había llegado a tener una influencia extensa, y gozaba del respeto general; hasta el punto de que vino a ser el espíritu animador del gobierno, y ejercía todos los deberes especiales de juez, y profeta. Se había reservado el derecho de dirigente militar. Deborah se incluye entre las siete mujeres profetisas de Israel enumeradas por los rabinos: Sara, Miriam, Débora, Ana, Abigail, Hulda y Ester (Meguilá 14a)

El canto de Débora:

      “El Cantar de Débora se ha convertido en uno de los elementos fundamentales de la poesía del pueblo judío. Los rabinos lo incluyen en su lista de las diez canciones: la canción de Israel en Egipto, el Cantar en el mar, la canción junto al pozo, el cántico de Moisés, la canción de Josué, el Cantar de Débora, la Canción de David, el Cantar de los Cantares, la canción de Josafat, y una nueva canción para el futuro.” (Mekhilta de Rabí Ishmael, Masekhta de Shirah, Beshalah)

El poder de una mujer

      El Eterno ha capacitado a las mujeres con belleza y encantos, y estos pueden ser armas de doble filo, su belleza puede ser útil para el bien y para el mal; de igual forma, sus encantos pueden usarse para construir o para destruir. Una mujer tiene la capacidad de edificar un hogar o de destruirlo, una mujer tiene la capacidad para que un hombre alcance su máximo potencial o para reducirlo a un bocado de pan. (Proverbios 6:26)

Para ilustrar esto último, estudiaremos a una de las mujeres más impías que la biblia registra, esto es: Jezabel y en segundo lugar analizaremos a una mujer sabía que carece de nombre en el registro bíblico.

I. Jezabel: la reina malvada

Jezabel Hija de Et-baal, rey-sacerdote de Tiro y Sidón (1 Reyes 16:31). Se casó con Acab para ratificar la alianza entre Tiro e Israel, mediante la cual Omri, padre de Acab, trató de equilibrar la hostilidad de Damasco hacia Israel (880 AEC Aprox.). Se arregló que ella continuaría adorando a su Dios nativo Baal en Samaria, su nuevo hogar (1 Reyes 16:31–32).

Ella no solo hizo que el corazón de su esposo se volcara a la adoración de los baales y la diosa Asera, sino también todo el pueblo se volvió a la adoración falsa.

Está adoración la consiguió en base al temor, ya que ella amenazaba a muerte a todo aquel que se negara a seguir su culto a estos dioses falsos. La maldad de esta mujer era tanta que tenía como meta asesinar a todos los profetas del Eterno (1 Reyes 18:4-13), entre los profetas que huyeron por este tipo de amenazas está ni más ni menos que Elías. (1 Reyes 19:2-3)

II. Una mujer sabía

Así como existen hombres y mujeres de renombre dentro de la escritura, así también existen hombres y mujeres de los cuales la biblia nos priva de conocer sus nombres. Encontramos profetas de los cuales solamente se les llama: varón de Dios (1 Samuel 9:6; 1 Reyes 13:1) La fémina que estudiaremos, así como muchos personajes, no tiene un nombre con el cual identificarla. No es su nombre lo que la inmortalizó sino el papel que desarrolló dentro de la historia bíblica.

El drama de esta mujer sabia se desarrolló en Abel betmaaca, una ciudad fronteriza en el norte de Israel, aproximadamente a 7 km al oeste de Dan. A esa ciudad había huido Sebá hijo de Bicri, este era un renegado de la tribu de Benjamín que no reconocía el reinado de David, tal como indica el capítulo en cuestión: No tenemos nosotros parte en David, ni heredad con el hijo de Isaí (2 Samuel 20:1). Sebá huyó de Joab general de los ejércitos de David, recorrió varias ciudades de Israel hasta llegar a Abel betmaaca, Joab al darse cuenta que el renegado se encontraba allí, sitió la ciudad, y al parecer tenía todas las intenciones de destruirla. Fue precisamente allí que sale con mucho temple y segura de sí misma nuestra sabia mujer, y sobre todo valiente. No cualquiera tenía la hidalguía para pedir audiencia con Joab. (2 Samuel 20:16-22)

Desconocemos el nombre de la mujer sabia, pero superó al más importante general de David; halló una solución, convenció a sus vecinos de cómo debían actuar, realizó lo que Joab no había podido hacer y salvó a su ciudad de la muerte. Si no hubiese sido por su intervención probablemente la ciudad hubiera caído a filo de espada por el general Joab, la ciudad estaba sitiada y el general de los ejércitos de David tenía un antecedente muy violento, pero una mujer utilizó uno de sus atributos: sabiduría. Y salvó la ciudad.

Si una mujer sabia tiene la capacidad de salvar a una ciudad, ¿cuánto más puede ser de provecho en una comunidad o en su familia? Ella tiene el poder de edificar o destruir, si es sabia edifica, construye y sostiene. Y si no es sabia: destruye: Como escribió el autor del libro de proverbios: “La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba.” (14:1)

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Bo

Jeremías 46:13-28

      “Los egipcios son hombres y no Dios; sus caballos, carne y no espíritu; de manera que al extender Adonay su mano, caerá el ayudador y caerá el ayudado. Todos ellos desfallecerán a una.” (Isaías 31:3)

La guerra había ocasionado estragos en el país, las ciudades habían sido destruidas y la gente exiliada, pero el corazón de los habitantes no había entendido el juicio divino. Aún tenían la tenue esperanza de que sus aliados los fueran a librar de la destrucción total.

El país que había tenido las agallas para enfrentarse al poderoso imperio que se estaba levantando, era Egipto, país que aun daba batalla y nación a la cual habían huido muchos judíos con la esperanza que allá iban a escapar del juicio del Eterno y de la espada del babilonio.

Pero para tragedia de los que buscaron refugio en Egipto, Jeremías se levantó y comenzó una serie de oráculos en contra de muchas naciones, iniciando en contra de Egipto, nación que gustaría la ira y la fuerza de la nueva “vara de Dios” para castigar a las naciones y al pueblo que tenía que ser luz de las naciones.


      “Palabra que el SEñOR habló al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para herir la tierra de Egipto: Anunciad en Egipto y hacedlo oír en Migdol, hacedlo oír también en Menfis y en Tafnes; decid: “Ponte en pie y prepárate, porque la espada ha devorado a los que te rodean.¿Por qué han quedado postrados tus valientes? No se mantienen en pie porque el SEñOR los ha derribado.” (Jeremías 46:13-15 LBLA)

En la Haftará pasada, estudiamos, como Ezequiel vertía un oráculo sobre la nación egipcia, y analizamos varias escaramuzas entre este pueblo y Babilonia. Al final dedujimos cual pudo haber sido el tiempo en el cual se cumplió el oráculo que mencionó el profeta en contra del arrogante “Monstruo del Nilo” y como su soberbia fue reducida a ruina, misma que finalizó en un exilio de cuarenta años.

La porción de esta Haftará es una continuación y/o quizás la conclusión del tema que estudiamos la semana pasada en el libro del profeta Ezequiel (Cap. 29) con la única diferencia que ahora es el turno de Jeremías.

Las profecías comprendidas en los capítulos 46:1 al 51:64, se refieren a pueblos o naciones extranjeras, comenzando con Egipto y finalizando con Babilonia. Probablemente el profeta comienza sus oráculos con Egipto, por ser el país al cual había sido llevado. El capítulo 46 contiene dos profecías tocantes a el: La derrota del Faraón Necao por Nabucodonosor en Carquemis, y la subsiguiente larga conquista de Egipto por el mismo rey.

El capítulo 46 del libro del profeta Jeremías, perfectamente lo podemos dividir en dos puntos bien definidos:

  1. El primer oráculo (ver 3-12) se relaciona evidentemente con la derrota de Egipto por Babilonia en la batalla de Carquemis 606/5 AEC.
  2. El segundo oráculo (ver 13-26) advierte del ataque babilónico en el territorio mismo de Egipto, en el 568 AEC. Esto fue cuando finalmente el babilonio conquistó, destruyó y exilió durante cuarenta años al pueblo de Egipto (Ezequiel 29:8-12).

En esta ocasión estudiaremos la primera parte del oráculo de Jeremías, esto es: Carquemis y una de sus batallas.

Carquemis (fuerte de Quemos o la fortaleza de Quemos, dios principal de los moabitas 2 Reyes 23:13) era una ciudad con importancia comercial situada en la orilla occidental del alto éufrates (en lo que hoy es la frontera entre Siria y Turquía). Una ruta comercial iba desde Nínive hasta Harán, cruzaba el éufrates en Carquemis y continuaba hasta el valle de Orontes, en el Líbano, desde donde salían otras rutas hacia el Mediterráneo o hacia el Sur, en dirección a Israel y Egipto. Las caravanas que pasaban por allí tenían que pagar impuestos, lo que contribuyó a la riqueza de la ciudad. Hasta que finalmente fue conquistada por los asirios (717 AEC Aprox.)

i. La muerte del rey Josías:

      Cuando Egipto se dirigía a Carquemis (609 AEC), fue entonces que el rey Josías, el monarca más justo que gobernó Judá y de quien está escrito que no hubo un rey similar a él en toda la historia de los reyes de Judá (2 Reyes 23:25), salió al encuentro del Faraón Necao.

A pesar de la advertencia que hizo el faraón al rey Josías, este no las atendió y fue herido en la batalla y finalmente murió, como lo registra el escritor sagrado: (2 Crónicas 35:20-24). El rey Josías probablemente llegó a creer que la restauración del culto divino, y el avivamiento de la religión del país, conducirían a un período de paz firme y prosperidad creciente. Sus esperanzas estaban equivocadas.

Fue breve el intervalo hermoso de tranquilidad que siguió a su restablecimiento de la verdadera religión. El faraón Necao, rey de Egipto gobernó en el periodo 610-595 AEC aproximadamente; Necao salió al encuentro del moribundo imperio asirio, la ayuda que daría Egipto a Asiria sería el último intento por recobrar la hegemonía mundial, antes que el creciente imperio babilónico se estableciera como la nueva potencia mundial. En el 612 AEC, una coalición entre los medos y los babilónicos dieron un golpe mortal a los asirios, pues en esa fecha, esta coalición destruyó a Nínive la capital del imperio asirio.

Las tropas que aún quedaban de los asirios se reorganizaron y, en el 609 AEC, asirios y egipcios retarían a babilonia. Probablemente los egipcios para heredar la hegemonía mundial y los asirios para recuperar el poder. En este contexto, Josías salió al encuentro del faraón, con la intención de defender a su nación, quizás él creía que por las reformas religiosas que había hecho obtendría una protección divina, así como había sucedido con Ezequías, que de igual manera había hecho una reforma religiosa, y el Eterno lo libró del rey asirio Senaquerib (2 Reyes 18-19).

El rey Josías no peleó con Necao en Carquemis sino en Meguido, fue al oponerse a Egipto, que se dirigía a una guerra donde también llegarían asirios y babilonios, cuando murió al ser alcanzado por una flecha. El Rey fue trasladado a Jerusalén y sepultado con sus padres. La importancia de Carquemis en este punto no es porque allí murió Josías, sino por oponerse a uno de los invitados a la guerra en ese lugar: Egipto, quien junto a Asiria fueron derrotados por los babilonios.

ii. La derrota del faraón Necao:

El faraón Necao derrotó y dio muerte en Meguido al rey Josías de Judá (609 AEC, ver 2 Reyes 23:29-30), pero poco tiempo después sufrió una derrota decisiva en la batalla de Carquemis 606/5 AEC. Esta batalla es una de las más importantes de la historia, en ella se enfrentaría Egipto y babilonia y de allí en adelante se confirmaría el nuevo poder mundial.

Después de la caída de Asiria, el poder de regir a las naciones de aquel entonces, dependería del vencedor de esta escaramuza. Egipto y babilonia, dos de las potencias mundiales después de la caída de los asirios, entrarían en conflicto y el lugar de reunión de estas dos potencias seria Carquemis. Nabucodonosor II (606/562) fue el príncipe heredero al trono de los babilonios, quien derrotó al faraón Necao, y a partir de ese momento, comenzaría la era de los cuatro grandes imperios descritos en la visón de Daniel (7:2-3), esto es: babilónicos, medo-persas, griegos y romanos.

La derrota del faraón Necao probablemente fue vista por el reino de Judá como el merecido castigo por la muerte del rey Josías, pero de igual manera fue el inicio de la caída de Jerusalén, ya que a partir del 606/5, Babilonia comenzaría una campaña militar en contra de Judá. Nabucodonosor no solamente se levantaría como vara de juicio a las naciones, sino también al pueblo judío, y fue a partir de la guerra de Carquemis, cuando Nabucodonosor venció al faraón Necao, que babilonia se consolidó como potencia (en esa época Nabupolasar legó el reino a su hijo Nabucodonosor). Fue también, a partir de esa fecha, que la debacle del pueblo comenzó, hasta que finalmente en el 586 AEC, los babilonios destruyeron la ciudad, el templo y el exilio del pueblo dio inicio.

Como dijimos al principio, a partir del capítulo 46 hasta el 51, El Eterno decreta juicio en los labios de Jeremías, pero también al final de este capítulo, el Eterno promete la restauración del pueblo de Israel en la era mesiánica. “Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni te atemorices, Israel; porque he aquí, te salvaré de lugar remoto, y a tu descendencia de la tierra de su cautiverio. Y volverá Jacob, y estará tranquilo y seguro, y nadie lo atemorizará.” (Jeremías 46:27 LBLA)

¡Que El Eterno haga que esos días de redención vengan a nosotros!

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará VaEra

Eequiel 28:25 – 29:1-21

      El reino de los caldeos se había levantado como nación que reclamaba la hegemonía mundial. Después del ocaso asirio, el mundo no tenía a un imperio que les subyugara y en ese panorama ambiguo surgiría uno de los reyes más grandes, la nueva vara de juicio que El Eterno utilizaría para castigar a su pueblo y a las demás naciones enemigas de sus hijos.

Nabucodonosor seria el nuevo monarca que tendría el poder absoluto del mundo de aquel entonces. Judá sabía que este rey los haría tributarios, y para evitar esto, ellos buscaron ayuda en Egipto, una nación que tenía las agallas de enfrentar a cualquier imperio, y sobre todo, una nación con la cual habían existido alianzas estratégicas.

Para tragedia de Judá que aún tenía esperanzas de refugiarse en ese país, Ezequiel vaticinó destrucción sobre él, y aunque parezca inverosímil; Judá, el reino del sur, sería castigado con un exilio de setenta años, y el pueblo en el cual ellos confiaban y buscaban ayuda, sería llevado cautivo por cuarenta años. Quizás no sería un exilio como lo sufrieron los judíos, pero si sería un duro golpe a Faraón, rey de Egipto, el gran monstruo que yace en medio de sus ríos, ya que esto derrocaría su arrogancia y su egolatría.


      “En el décimo año, el décimo mes, a los doce días del mes, vino a mí la palabra del SEñOR, diciendo: Hijo de hombre, pon tu rostro contra Faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto. Habla y di: Así dice el Señor DIOS: He aquí, estoy contra ti, Faraón, rey de Egipto, el gran monstruo que yace en medio de sus ríos, que ha dicho: Mío es el Nilo, yo mismo me lo hice.” (Ezequiel 29:1-3 LBLA)

Jeremías En tiempo de Ezequiel, Egipto era una potencia en declinación lenta. A pesar que el imperio Asirio ejerció el dominio durante un periodo de unos dos siglos, Egipto era un país que ofrecía resistencia, a cualquier imperio; no en vano los hijos de Israel siempre buscaban apoyo en ellos.

En la cumbre de su poder su esfera de influencia se había extendido a todo lo largo del Mediterráneo oriental. Cuando los babilonios reemplazaron a los asirios como poder dominante en las políticas militares del Medio Oriente, Egipto quiso frenar el avance de los babilonios. El resultado fue una compleja lucha de poder y los estados más pequeños en la región, tales como Judá, tuvieron que escoger cuidadosamente a sus aliados.

El libro de Ezequiel contiene un total de siete oráculos contra Egipto, más que a ningún otro país. (29:1-16; 30:20-26; 31:1-18; 32:17-32; 585; 32:1-16; 571; 29:17-21; 30:1-19)

El oráculo de Ezequiel en esta Haftará fue dicho en el año décimo, en el mes décimo, a los doce días del mes, esto es: el 12 de Tevet del 588 AEC. Esta fecha es muy importante porque los babilonios iniciaron el sitio contra Jerusalén dos días antes, como lo registra el escritor sagrado: “el día diez del mes décimo, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército contra Jerusalén, la sitió.” (2 Reyes 25:1-2 RV95)

Fue en ese año cuando el babilonio sitió la ciudad como lo menciona la escritura, y también fue en ese tiempo, cuando el ejército egipcio emprendió una campaña militar en contra de babilonia.

Trágicamente para ambos pueblos, Nabucodonosor fue a pelear contra Egipto y lo derrotó y el sitio contra Jerusalén no cesó hasta la destrucción total de la ciudad y el exilio Judío. Este pasaje histórico lo registra Flavio Josefo en su obra, Antigüedades de los Judíos: “Al saber esto el rey de los babilonios marchó en su contra devastó la región y ocupó las plazas fuertes, y llegó a la misma ciudad de Jerusalén con el propósito de sitiarla. El egipcio, cuando supo de las tribulaciones en las que se encontraba su aliado Sedequías, con su gran ejército se dirigió a Judá a fin de obligar a levantar el asedio. En vista de esto el babilonio se retiró de Jerusalén y, en campaña contra los egipcios, peleó con ellos y los expulsó de toda Siria” (Libro X, 7:3)

Este dato es de mucho interés, porque el pueblo Judío había puesto su esperanza en Egipto. Desde el siglo octavo y el séptimo, los hijos de Israel confiaban en el poderío egipcio tal como lo registra el profeta Isaías:

  • “¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda! En los caballos buscan apoyo, y confían en los carros porque son muchos, y en los jinetes porque son muy fuertes, pero no miran al Santo de Israel, ni buscan al SEñOR.” (Isaías 31:1-3 LBLA)
  • “He aquí, tú confías en el báculo de esta caña quebrada, es decir, en Egipto, en el cual, si un hombre se apoya, penetrará en su mano y la traspasará. Así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.” (Isaías 36:6 LBLA)

      Pero esto no solo fue en los días de Isaías, sino también en los días de Jeremías y Ezequiel, como lo registra la Haftará de esta semana: “Entonces sabrá;n todos los habitantes de Egipto que yo soy el SEñOR, porque han sido sólo vara de caña para la casa de Israel. Cuando te tomaron en la mano, te quebraste, y desgarraste todas sus manos; y cuando se apoyaron en ti.” (Ezequiel 29:6:7 LBLA).

Un gran número de judíos escaparon a Egipto para salvar sus vidas y sobre todo para salvarse del exilio babilónico; la confianza del pueblo estaba en el faraón rey de Egipto, puesto que a pesar de algunas derrotas que este había sufrido frente a Nabucodonosor, era un país que no había sido destruido, como fue la suerte de otras naciones.

Esto nos lleva a la conclusión que muchos judíos se instalaron en Egipto por temor a alguna represalia de parte de los caldeos. Ellos creyeron que en Egipto serian libres del castigo divino, pero fue haya donde Jeremías vaticinó, que el juicio divino los iba a alcanzar y no solo eso, sino que lanzó una profecía contra Egipto y como el babilonio los iba a destruir. (Jeremías 43:9-12). Ezequiel aumenta y clarifica el juicio que caería por la arrogancia del faraón rey de Egipto: “Entonces sabrán que yo soy el SEñOR. Porque dijiste: “El Nilo es mío y yo lo he hecho… Y haré de la tierra de Egipto una desolación en medio de tierras desoladas; y sus ciudades, en medio de ciudades devastadas, estarán desoladas por cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones y los esparciré por las tierras.” (Ezequiel 29:9-12 LBLA)

Probablemente el cumplimiento del oráculo de Ezequiel se dio en el 568 AEC. “Un trozo de papiro que se exhibe en el museo británico de Londres menciona el hecho de que Nabucodonosor emprendió actos de represalia contra Egipto en el año 37 de su reinado (568-567 a.c.), durante el gobierno del faraón Amasis.” (Comentario de la Biblia NVI. edición de estudio, Pág. 1,240). (Véase Jeremías 43:8-13)

Si somos acuciosos notaremos que la porción de la Haftará existen dos fechas importantes: a) 10 de Tevet del 588 AEC (Ezequiel 29:1); b) 1 de Nissan del 571 AEC (Ezequiel 29:17). Esta segunda fecha es de mucha importancia porque en ese año finalizó un largo sitio en contra de Tiro, y es entonces donde el Eterno dice que dará a Egipto como recompensa a los babilonios, por su ardua labor contra Tiro. (Ezequiel 29:18-20). Existen posturas en las cuales encontramos dos fechas del sitio de Nabucodonosor a Tiro:

  1. La primera dice que el periodo de tiempo fue de 15 años (586-571 AEC)
  2. La segunda dice que fueron 13 años (probablemente desde el 583 cuando emprendió una campaña militar contra Egipto, hasta el 571, esto sería 13 años [583-571 AEC])A pesar del largo periodo del sitio, el babilonio no obtuvo muchos réditos, puesto que los de Tiro sacaron muchas de sus riquezas. Como lo menciona el profeta: “y ni para él ni para su ejército hubo paga de Tiro, por el servicio que prestó contra ella.” (Ezequiel 29:18-20). “Es decir, en proporción con la empresa y el tiempo y energía que él invirtió en el asedio de Tiro. No que realmente fracasa en él… sino que muchos de los recursos tirios habían sido gastados o transportados a sus colonias en naves, de modo que quedaba poco para compensar a Nabucodonosor por los trece años de su sitio.” (Comentario exegético y explicativo de la Biblia tomo 1, Pág. 909-910)

    En conclusión podemos declarar que es muy probable que en 568 AEC se cumpliera lo dicho por Ezequiel con respecto a que Egipto iba a ser llevado cautivo cuarenta años (29:9-11). Egipto fue llevado al exilio como era la costumbre del rey Nabucodonosor. La profecía nos enseña a confiar únicamente en El Eterno y no apartarnos de él.

    Bajo las alas de Dios de Israel
    Francisco Hidalgo

 

28 Oct, 2018

Haftará Shemot

Jeremías 1:1 – 2:3

      “Nuestro llamamiento es incierto respecto al lugar, pues Dios llama a algunos de sus barcos, a otros de sus tiendas, a otros de detrás de sus mesas y a otros de la plaza del mercado… para que estemos seguros de que, sea donde sea que él nos llame, tenemos el deber de seguirle; el tiempo y el lugar no importan.” (Juan Bunyan)

¿De dónde nos ha llamado el Eterno a servir en su ministerio? ¿A dónde estábamos antes de estar aquí, y ahora que estamos aquí, que haremos para entronizar el reino de Dios en la tierra? ¿Por qué no aceptamos el llamado del Eterno? ¿Cuál es temor que tenemos o sentimos? ¿Cuáles son las excusas que presentamos para no aceptar su llamado?

Si hemos evadido su llamado y hemos presentado una y mil excusas para no aceptarlo, no se preocupe, no es el único, ni el ultimo y le aseguro que hay muchos como nosotros, a los cuales nos costó mucho trabajo reconocer la voluntad del Eterno para nuestras vidas, pero que al final aceptamos y estamos aquí firmes en su gracia.

Así como sucedió con los personajes que estudiaremos en esta Haftará.


      “Y vino a mí la palabra del SEñOR, diciendo: Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te puse por profeta a las naciones. Entonces dije: ¡Ah, Señor DIOS! He aquí, no sé hablar, porque soy joven. Pero el SEñOR me dijo: No digas: “Soy joven”, porque adondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te mande, dirás.” (Jeremías 1:4-7 LBLA)

Jeremías (Yirmiyahu, Irmiahu: “Adonay exalta”), hijo de Hilcías, era uno de los sacerdotes, residente en Anatot, tierra de Benjamín (1:1). No confundir con el sumo sacerdote Hilcías quien encontró el Sefer Torah ([libro de la Ley] 2 Reyes 22:8), pues si hubiese sido el mismo, se le hubiera dado el título: “el sumo sacerdote”. Además, su residencia en Anatot, demuestra que pertenecía a la línea de Abiatar, depuesto del sumo sacerdocio por Salomón (1 Reyes 2:26–35), a raíz de lo cual esa función pasó a la línea de Sadoc.

Jeremías profetizó al reino de Judá durante los reinados de Josías (640-609 AEC), Joacaz (609), Joacim (609-597), Joaquín (597) y Sedequías (597-587). Las palabras iniciales del libro (Jeremías 1:2) nos dicen que su ministerio comenzó en el año 627 AEC (Aprox.), el decimotercero del rey Josías. Jeremías recibió su llamamiento profético en Anatot (1:2); y juntamente con Hilcías el sumo sacerdote, la profetisa Hulda y probablemente el profeta Sofonías, contribuyó a llevar adelante la reforma religiosa emprendida por Josías (2 Reyes 23:1–25). Su obra, por lo tanto, cubrió 40 años, y coincidió con los últimos años del reino de Judá. Jeremías puede así ser considerado como uno de los profetas del exilio, juntamente con Ezequiel y Daniel, estos últimos desarrollaron su ministerio en Babilonia.

Cuando Dios llamó a Jeremías, Josías (640–609 AEC), ya había introducido reformas religiosas (2 Crónicas 34:4-7) en los 13 años en los que había ocupado el trono de Judá. Pero no fue hasta el 622 AEC, en el decimoctavo año de su reinado, que inició una reforma sistemática en materia religiosa y moral en Judá (2 Reyes 23). Josías es sin duda, uno de los reyes más justos que la historia bíblica revela.

La conexión entre la Haftará y Parashá Shemot, dentro de la tradición sefardita es evidente: tanto Moisés como Jeremías se resisten y se excusan antes de asumir su misión de profetas. Ambos arguyen que no pueden o no saben hablar.

  • Moisés dice que es: tardo en el habla y torpe de labios (Shemot 4:10)
  • Jeremías dice que: He aquí, no sé hablar (Jeremías 1:6)

Los dos no solo argumentan su incapacidad de transmitir un mensaje, sino también, se consideran pequeños para una obra tan grande:

  • Moisés argumentó: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? (Shemot 3:11)
  • Jeremías dijo: Soy muy joven (Jeremías 1:6)

Y por último, sintieron temor de enfrentarse a una autoridad que ejercía dominio. El Eterno les garantiza que estará con ellos:

  • A Moisés El Eterno le dice: Yo estaré contigo (Shemot 3:12)
  • A Jeremías El Eterno le dice: No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte (Jeremías 1:8)

En nuestra Haftará encontramos el llamado que el Eterno hace a Jeremías, y como este comienza a argumentar, para no aceptar su llamado. No es la primera persona ni la última que tiene un llamado y presenta excusas para no aceptar. Como lo mencionamos antes, Moisés presentó por lo menos cinco excusas, y argumentó con el Eterno para no aceptar el llamado a ser el libertador y caudillo del pueblo de Israel. Jeremías también pone como excusas su edad, su dificultad de expresión, y finalmente su temor a no ser oído por el pueblo. Como lo dijimos antes no son los únicos, dentro de la historia bíblica encontramos a otros personajes, entre ellos, Gedeón.

     “Y el SEñOR lo miró, y dijo: Ve con esta tu fuerza, y libra a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te he enviado yo? Y él respondió: Ah Señor, ¿cómo libraré a Israel? He aquí que mi familia es la más pobre en Manasés, y yo el menor de la casa de mi padre. Pero el SEñOR le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a Madián como a un solo hombre.” (Jueces 6:14-16 LBLA)

Las escusas que presentó Gedeón fueron: su pobreza y su edad. Además su autoestima era baja, y no solo utilizó excusas para huir de su llamado, sino que fue más allá y pidió señales, para saber si en verdad la palabra del ángel del Eterno era cierta y confiable.

En primer lugar el ángel del Eterno le iba a demostrar que era real, al pedirle que pusiera carne y panes en un piedra, el ángel tocó con su báculo la piedra donde estaba la carne y los panes y ardió en fuego consumiéndolo todo (Ibíd. 6:20-22); Y en segundo lugar, Gedeón utilizó un vellón para confirmar su llamado (6:36-40), hasta que finalmente aceptó y se convirtió en el caudillo y libertador de Israel, salvándolos de sus enemigos.

Después de exponer estos ejemplos de personajes que al principio rechazaran su llamado, argumentando y excusándose, menester nuestro es reflexionar y responder algunas preguntas:

  1. ¿Ha sentido el llamado del Eterno? ¿Cuál es su llamado?, si su respuesta es positiva y acepta que tiene un llamado entonces, surgen otras interrogantes ¿Cuál es y cómo lo desempeña? ¿Ha sido llamado a ser predicador, maestro, proclamador de la buena nueva, diacono, etc? ¿Lo ha aceptado y lo desempeña diligentemente o solamente lo ha tomado, pero poco o nada le interesa desempeñarlo de una manera óptima?
  2. ¿Cuáles han sido las excusas que hemos presentamos para no servir en la comunidad? Por ejemplo: no puedo servir en la comunidad por mi trabajo ¿Es más importante su trabajo que el servicio al Eterno?, pero seamos un poco bíblicos y digamos que las excusas que presentamos son similares a las de Jeremías y Gedeón: Podemos argumentar con respecto a la edad y decir que somos muy jóvenes o por el contrario decir que ya estamos viejos, o tal vez poner nuestra condición económica como pretexto.
  3. ¿Cuáles han sido nuestros pretextos y escusas para ya no servir después que hemos recibido la investidura ministerial? En los ejemplos de los personajes bíblicos que hemos expuesto, presentaron excusas previas a su ministerios, aunque después cruzaron valles de depresión, lo superaron y se convirtieron en gigantes de la fe. También hemos visto las excusas más comunes de nuestro contexto. Pero ¿qué decir de los pretextos que exponemos para abandonar nuestro ministerio? ¿Por qué lo abandonamos? ¿no llenó nuestras expectativas? O ¿existió alguna fricción con mi estilo de vida? Rabí Shaúl nos enseña algo: “Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Yeshua, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios.” (Hechos 20:24 LBLA)

El Eterno tiene un llamado para cada uno de nosotros, a pesar de nuestras áreas de oportunidad, el Eterno espera de nosotros la misma respuesta del profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí.” (Isaías 6:8)

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

 

28 Oct, 2018

Haftará VaYehi

1 Reyes 2:1-12

Llegamos al final del “hombre conforme al corazón de Dios” y escuchamos sus últimas palabras, recomendaciones, consejos, sugerencias, y exhortaciones que salieron de boca de David a su hijo y heredero al trono: Salomón. El ocaso del dulce cantor de Israel y el amanecer del rey más sabio, un hombre que ahora estaba legando su reinado a su hijo, un reinado que el Eterno había confiado en sus manos, un reinado que él nunca usurpó, pero ahora en su lecho de muerte experimentaría la última sedición.

Hoy el dulce cantor de Israel comenzará a caminar por la senda que todos los mortales tendremos que andar. La Parashá y la Haftará se unen para describirnos las instrucciones, previas a su muerte, de dos grandes a sus hijos: Jacob y David.

A menudo es un ejercicio interesante comparar diferentes relatos bíblicos de los mismos eventos para ver lo que podemos aprender de ellos. En la Haftará, leemos del mensaje del lecho de muerte del rey David a su hijo Salomón quien pronto sería rey. En la Parashá encontramos los últimos días de vida y las últimas instrucciones (Bendiciones) de Jacob a sus hijos. Y lo que une a los relatos es la muerte de estos dos gigantes de la fe bíblica.


      “Y acercándose los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón, diciendo: Yo voy por el camino de todos en la tierra. Sé, pues, fuerte y sé hombre. Guarda los mandatos del SEñOR tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas, para que el SEñOR cumpla la promesa que me hizo, diciendo: Si tus hijos guardan su camino, andando delante de mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, no te faltará hombre sobre el trono de Israel.” (1 Reyes 2:1-4 LBLA)

Estos son los primeros capítulos del libro de los Reyes, pero paradójicamente son los últimos días del “dulce cantor de Israel”. A pesar de ser los últimos días del monarca conforme al corazón del Eterno, no fueron quietos ni tranquilos.

En primer lugar, hubo una disensión que resolver: Su hijo Adonías se proclamó rey. Por la rápida acción del profeta Natán y Betsabé, la sublevación se erradicó y por orden de David, Salomón seria el heredero legitimo al trono.

En segundo lugar no basta la coronación del heredero al trono, sino que ahora, el dialogo giraría en el ambiente más íntimo de la familia, de padre a hijo. Los consejos de David serían las últimas palabras que Salomón escucharía de su padre, estos consejos girarían alrededor de la obediencia al Eterno, el andar en sus caminos, y para que esto sea una realidad, David le dice a Salomón que: sea fuerte y que sea hombre. Esta fortaleza y esta hombría serían necesarias para que nunca se apartara de los caminos del Dios de su padre David.

Pero no solamente daría consejos del temor al cielo, sino también, sus últimas palabras tienen mucho que enseñarnos a nosotros y esto es, cuando el monarca dice: “Yo sigo el camino de todos en la tierra.” El camino que todos los mortales tenemos que recorrer es la muerte, esta senda se inauguró en el mismo momento que Adán trasgredió el mandato del Eterno, Dicha transgresión abrió la puerta por la que todos los seres humanos experimentemos el sinsabor de la muerte. Como está escrito: “Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12 RV95)

     “Cada hombre; sin una revelación sobrenatural, no importa cuán filósofo sea, sabe que la muerte es la entrada en lo desconocido. Es el portal a las tinieblas. Los hombres tienen que entrar por este portal, conscientes de que tienen en ellos una vida imperecedera combinada con todos los elementos de la perdición.” (Charles Hodge)

Sin la necesidad de ser fanáticos o escépticos, religiosos o incrédulos, la muerte resulta algo muy natural, puesto que: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez.” (Hebreos 9:27). Desde el punto de vista ideal, resulta algo sumamente antinatural, ya que la muerte es la paga del pecado (Romanos 6.23). Ambas perspectivas aparecen en la Biblia, y ninguna de las dos debe ser pasada por alto.

Como muchos comentaristas han dicho, en las páginas de la biblia no solamente se habla de una muerte, sino de dos: la muerte física y la muerte espiritual. Estos dos tipos de muerte que registra la escritura no son algo nuevo, sino que lo encontramos desde los albores de la creación. El comentarista judío, Filón de Alejandría, encuentra, la primera y la segunda muerte, en el capítulo segundo del libro de Bereshit (Génesis).

     “Por otra parte, dice “en el día en que comiereis de él moriréis con muerte”. (Gen. II, 17.) Sin embargo, habiendo comido no sólo no mueren, sino además engendran hijos y se constituyen en origen de nuevas vidas. ¿Qué decir ante esto? Que hay dos especies de muerte: la propia del hombre y la propia del alma. La del hombre consiste en la separación del alma y del cuerpo; la del alma en la ruina de la virtud y la adquisición del vicio. Por eso también dice no sólo “morir” sino “morir con muerte” indicando que se trata no de la muerte común sino de la muerte especial y por excelencia, que es propia del alma que se ha sepultado en todas las pasiones y los vicios. Y esta muerte es casi lo opuesto de la otra. Aquélla, en afecto, consiste en la separación de los elementos combinados que son cuerpo y alma; ésta, por el contrario, es el encuentro de ambos, con la victoria del inferior, es decir, el cuerpo, y la derrota del superior, o sea, el alma.” (Filón de Alejandría, Legum Allegoriae XXXIII)

La muerte primera, la muerte natural es la separación del cuerpo y del alma, la separación de lo material y lo inmaterial. Es el final de todos los mortales; el deterioro físico y la eventual disolución final son inevitables. El día cuando nuestro cuerpo deje de vivir se cumple lo que está escrito: “El hombre, nacido de mujer, corto de días y lleno de turbaciones, como una flor brota y se marchita, y como una sombra huye y no permanece… Ya que sus días están determinados, el número de sus meses te es conocido, y has fijado sus límites para que no pueda pasarlos.” (Job 14:1-5 LBLA)

La muerte segunda es cuando el alma es eternamente separada de Dios y es aniquilada, esto es para los creemos que el alma será destruida (Salmos 34:16; Malaquías 4:1; Mateo 10:28). Para otros es cuando el alma es separada de Dios y es echada al lago de fuego para un castigo consciente de duración eterna (Mateo 25:46; Marcos 9:43). Existe un factor común y este es: El alma es separada de Dios para siempre y eternamente. En el libro de apocalipsis encontramos la referencia más explícita de la segunda muerte: “Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera resurrección; la muerte segunda no tiene poder sobre éstos sino que serán sacerdotes de Dios y del Mesías, y reinarán con El por mil años.” (Apocalipsis 20:6 LBLA).

La muerte es algo con lo cual el hombre ha tenido que bregar, pero el Eterno no dejaría que su creación fuera destruida con la muerte. Si la muerte es la paga del pecado, esto nos lleva a deducir que si el pecado es vencido la muerte es quitada, tal como lo diría Rabí Shaúl: “Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Yeshua HaMashiaj Señor nuestro.” (Romanos 6:22-23 LBLA)

Ahora bien, la posesión de la vida eterna no anula la muerte física. Está en contraposición a un estado espiritual y no a un acontecimiento físico. Lo que se infiere de todo esto es que la muerte que es consecuencia del pecado va más allá de la muerte del cuerpo. Pero la fe en Yeshua y la regeneración, nos garantiza que no veremos la muerte segunda.

La historia nos da evidencia de lo antes dicho, todos los justos y los santos que han sido redimidos por el sacrificio vicario del mesías, han tenido que pasar por el oscuro naufragio de la muerte, pero volverán a la vida, resucitaran y tendrán vida eterna: “Y esta es la promesa que El mismo nos hizo: la vida eterna.” (1 Juan 2:25 LBLA).

Pero también existe la posibilidad que como creyentes no veamos la muerte, como lo dijo Tomas de Aquino: “La muerte es el castigo consiguiente al pecado original. Mas no todos los que proceden de Adán seminalmente morirán; pues aquellos que estén vivos a la venida del Señor no morirán jamás.” (Suma Teológica II, C.81 a.3), y también está escrito: “He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos” (1 Corintios 15:51 LBLA)

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Vayigash

Ezequiel 37:15-28

La conciliación entre José y Judá en el comienzo de la Parashá, que nace de la preocupación del primero por el destino de su hermano, en última instancia prefigura la unidad. El mensaje de Ezequiel en la Haftará de esta semana anuncia la unidad entre las doce tribus que acontecerá en la Era Mesiánica.

Cuando consideramos los grandes acontecimientos de la historia de José, que provocaron el acercamiento entre este y sus hermanos, podemos comprender la naturaleza monumental de las expectativas de Ezequiel para la futura reconciliación de Israel.

En nuestro caso hemos decidido tomar la sección del profeta Zacarías, porque el comentario pasado fue del libro de los reyes (1Reyes 3:15-4:1) y ahora hemos decidido hacer justicia y poder contar con los dos comentarios, y posteriormente seguir indagando en ellos y obtener un conocimiento integro.

Este episodio presagia el conflicto entre el reino del norte, Israel, de quien José era el fundador simbólico, y el reino del sur de Judá. Para los profetas, este conflicto era una tremenda preocupación ya que los dos reinos no eran el ideal del Eterno. La historia de unidad de Yosef y Judá en la Torá, era quizás un bello recuerdo que hacía surgir el anhelo de la reunificación. Ezequiel considera este problema tan grave que vio la reconciliación entre las dos partes del pueblo de Israel, como algo a solucionarse en su totalidad en la restauración mesiánica de la nación.


“Y vino a mí la palabra del SEñOR, diciendo: Y tú, hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella: “Para Judá y para los hijos de Israel, sus compañeros.” Toma luego otra vara y escribe en ella: “Para José, vara de Efraín, y para toda la casa de Israel, sus compañeros.” Júntalas la una con la otra en una sola vara para que sean una sola en tu mano.” (Ezequiel 37:15-17 LBLA)

Ezequiel (Yehezkel: “Al cual Dios fortalecerá” o “Dios prevalecerá”) es sin duda alguna uno de los grandes. Todo lo que sabemos acerca de él viene de evidencia que encontramos en su libro: Su padre era Buzi (1:3), Ezequiel era sacerdote (1:3) y fue llamado a ser profeta. Su trasfondo sacerdotal se muestra en su preocupación por la pureza ceremonial (4:14) y el énfasis sobre el templo (40-48). Estaba casado, pero su esposa murió durante el curso de su ministerio (24:15-18). Ezequiel fue llevado cautivo en la segunda envestida que Nabucodonosor rey de Babilonia, realizó a Jerusalén, (598 AEC).

Ezequiel era sacerdote; seguramente, de los descendientes de Sadoc que eran los sacerdotes que estaban en actividad en el templo de Jerusalén. Ezequiel, el profeta, residía en Babel, en el seno de los exiliados, en un lugar llamado Tel Aviv, (3:15) a orillas del río Quebar (Kebar). Ezequiel fue contemporáneo de Jeremías y Daniel, pero Jeremías había profetizado ya unos treinta años antes que Ezequiel, y continuó por seis o siete años más después de él. Las predicciones de Daniel, en su mayoría, son posteriores a las de Ezequiel, aunque es de aclarar que Daniel llegó a Babilonia antes de Ezequiel, pues el primero fue llevado cautivo en la primera envestida militar de los babilonios (606 AEC).

Ezequiel es uno de los profetas que junto a Daniel, vertieron sus oráculos en el seno mismo del imperio babilónico, los dos experimentaron la tragedia de ser llevados cautivos por los caldeos; sin embargo, fueron los encargados de exhortar al pueblo y de dar un mensaje de esperanza. Ambos vaticinaron el fin del exilio, la restauración del pueblo Judío, y sobre todo, la restauración completa de los hijos de Israel al final de los tiempos cuando el rey Mesías gobierne desde Jerusalem a todas las naciones.

El tema por excelencia de la porción que se ha tomado del profeta para esta Haftará es la unificación de las dos casas: Efraín y Judá.

El rey salomón tuvo el enorme privilegio de ser el hijo de la promesa mesiánica que El Eterno hizo a David, asimismo tuvo el privilegio de construir la casa del Eterno en la ciudad de David (Jerusalén); pero así como es de grande el privilegio, así también es de grande la responsabilidad. Para tragedia del monarca y del país, en el clímax de su reinado, el corazón del monarca se apartó del camino del Eterno y se fue tras dioses ajenos. Esto trajo como consecuencia que el reino de Israel se dividiera.

El profeta Ahías vaticinó la división del reino en el ocaso del gobierno de Salomón. “Entonces Ahías tomó el manto nuevo que llevaba sobre sí, lo rasgó en doce pedazos, y dijo a Jeroboam: Toma para ti diez pedazos; porque así dice el SEñOR, Dios de Israel: “He aquí, arrancaré el reino de la mano de Salomón y a ti te daré diez tribus” (1 Reyes 11:30-31 LBLA)

El reino se dividiría en el gobierno del heredero, Roboam hijo de Salomón, y esta sería su división geográfica y política: Jeroboam tomaría diez tribus conformando el reino del norte (Israel, Efraín), tal como lo profetizo Ahías; y Roboam hijo de Salomón, las dos tribus restantes que conformarían el reino del sur (Judá).

Esta división sucedió en el año 930 AEC (Aprox.) y desde entonces serian dos naciones soberanas e independientes. Trágicamente, sus caminos serian acortados por los imperios florecientes de sus respectivas caídas, y su vida como naciones independientes no fue de mucha duración. En el 722 AEC, el imperio asirio fue la vara de juicio que el Eterno usaría para poner fin al reino del norte. “Hasta que el SEñOR quitó a Israel de su presencia, como El había hablado por medio de todos sus siervos los profetas. E Israel fue llevado de su propia tierra al destierro, a Asiria, hasta hoy.” (2 Reyes 17:23 LBLA).

“El fin del reino del norte fue precipitado por la volubilidad de Oseas, su último rey. Este dejo de pagar los tributos a Asiria y conspiró para obtener el apoyo de los Egipcios contra sus conquistadores. Salmanasar, el nuevo monarca asirio, marchó contra Israel y puso sitio a Samaria en 724… La capital de Israel resistió el cerco asirio durante tres años, pero fue tomada por el general Sargón a principios del otoño 722. De acuerdo con la política de Asiria… (27,280 cautivos según los anales asirios) fueron trasladados a las provincias orientales del imperio. Los deportados nunca volvieron en masa del cautiverio, sino que desaparecieron para siempre de la historia.” (Pablo Hoff, Libros Históricos, Pág. 218)

Por estos acontecimientos es que, hasta el día de hoy a las tribus del reino del norte se les conoce como “las diez tribus perdidas de Israel”. También es cierto que desde ese trágico acontecimiento la esperanza de volver, y habitar en su tierra es parte fundamental del mensaje de los profetas y la tradición del pueblo Judío contiene discusiones sobre esta reunión de las doce tribus de Israel que vaticinó Ezequiel: “Así dice el Señor DIOS: He aquí, tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra. Y haré de ellos una nación en la tierra, en los montes de Israel; un solo rey será rey de todos ellos; nunca más serán dos naciones, y nunca más serán divididos en dos reinos. (37:21:22 LBLA)

El Talmud y los Midrashim por ejemplo, entienden y esperan que las diez tribus vuelvan a ser restauradas:

  • “Rabí Eliezer dijo: “Como este día”: Así como el día se oscurece e ilumina, también las diez tribus que están en las tinieblas volverán a iluminarse en el futuro.” (Sanedrín 110b)
  • “Tus ojos son palomas: Tal como la paloma vuelve a su casa, así es Israel. Tal como dice en Oseas 11:11: ‘Como una paloma de la tierra de Asiria’. ésas son las diez tribus. ‘Y les haré habitar en sus casas, palabra de Dios’.” (Shir Hashirim Rabá 4).
  • “Rabí Simeón, hijo de Menasiah dijo: Israel no va a ver una bendición hasta que regresen a buscar las tres cosas que ellos rechazaron. Como dice en Oseas: “Después volverán los hijos de Israel, y buscarán al Eterno su Dios, y a David su rey; y temerán al Eterno y a su bondad en los últimos días” (Oseas 3: 5). Esto significa: “Después volverán los hijos de Israel, y buscarán al Eterno su Dios”, este es el Reino de los Cielos. “Y a David su rey”; Este es el reino de la casa de David. “Y temerán al Eterno y a su bondad en los últimos días” Esta es la construcción del Tercer Templo.” (Midrash Shmuel 13, Yalkut Shemoní 2)

La reunificación de todas las tribus de Israel no es un evento futuro que es azaroso, ni esta fuera del contexto mesiánico; por el contrario, no podemos hablar de la restauración final, sin entender la unificación de las tribus de Israel. Donde antes había habido dos reinos, la era mesiánica verá una sola nación unificada, para nunca más ser dividido bajo el gobierno de un rey davídico. Esto es un componente indispensable de la proyección de Ezequiel de la era mesiánica.

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Miketz

1 Reyes 3:15-4:1

“Existen los sabios según ellos mismos, a los cuales la Biblia llama necios. Existen los sabios según los demás, a los cuales la Biblia alaba. Existen los sabios según los conocimientos, de los cuales la Biblia dice que han de perder toda su ciencia cuando mueran. Existen los sabios según Dios, a los cuales los hombres llaman locos, y la Biblia llama nacidos de nuevo. Esta última es la sabiduría verdadera y real porque durará para siempre en el cielo. Para ser sabio según el cielo, has de ser loco para este suelo. Para ser sabio en el Señor debo aceptar todo su amor.”(Anónimo)

Al parecer la sabiduría se ha apartado de este mundo o el mundo se ha alejado de la sabiduría. Las personas de estos tiempos buscan el poder a través de tretas, violencia y maldad. Desde el más pequeño hasta el más grande, parece que estamos “programados”para alcanzar lo que queremos a costa de lo que sea.

Olvidando por completo que la sabiduría de lo alto nos puede llevar a alcanzar nuestros más grandes ideales. El Eterno quiere que lo conozcamos y que busquemos de su conocimiento, él quiere que podamos tener una relación más cercana, y que la sabiduría sea lo que busquemos y anhelemos, más que cualquier cosa material como nos lo enseña el rey más sabio:

“Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; Y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.”(Proverbios 8:11)


Este texto propuesto como Haftará para la Parashá de esta semana, casi nunca es leído, porque “Miketz”suele leerse en el shabat de Januká y la Haftará correspondiente a esta festividad es la del profeta Zacarías (2: 14-4:7). Por esta razón, es que hemos tenido a bien estudiar el texto del libro de los reyes, en donde se narra un incidente que dejo de manifiesto la sabiduría del rey Salomón.

La conexión entre la Parashá y la Haftará, yace en por lo menos tres elementos:

  1. El sueño de dos reyes: Por un lado está el faraón rey de Egipto, y por el otro, está Salomón rey de Israel.
    “Y se despertó Salomón, y he aquí que era un sueño.”(1 Reyes 3:15)
    “Y el faraón se despertó y se dio cuenta que era un sueño.”(Génesis 41:7)
  2. De José se dice que era sabio y de Salomón se dice lo mismo:
    “Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú.”(Génesis 41:39)
    “Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.”(1 Reyes 3:28)
  3. la sabiduría manifestada por los protagonistas de estos dos relatos: José y Salomón.
    El primero probó la sabiduría que el Eterno había depositado en él, interpretando correctamente los sueños del Faraón. El segundo demostró su sabiduría al juzgar un caso en extremo difícil, en el, dos madres discutían por la maternidad de un niño, al final el veredicto fue correcto.

Salomón: el rey que pidió sabiduría.

Salomón fue el tercer rey de Israel, su reinado lo ejerció del 971–931 AEC, hijo de David y Betsabé (2 Samuel 12.24); también llamado Jedidías (amado de Adonay) por Natán el profeta (Ibíd. 12.25). Salomón no aparece en la narración bíblica hasta los últimos días de David (1 Reyes 1.10), a pesar del hecho de que nació en Jerusalem (2 Samuel 5.14) a principios del reinado de su padre.

i. Su ascenso al trono:

El camino que Salomón debió recorrer para llegar al trono no fue en manera alguna fácil. La oposición de Absalón fue continuada por el mayor de los hijos sobrevivientes de David, Adonías (2 Samuel 3:4), quien hizo un intento de apropiarse del trono cuando aún vivía su padre. El organizó una “coronación”cuando David estaba cerca de morir (1 Reyes 1:5) con el apoyo de Joab, el general de David, quien había dado muerte a Absalón (2 Samuel 18:14–15), y el influyente sacerdote Abiatar.

Adonías reunió mucha gente en apoyo de su causa, y llegó a organizar una fiesta de coronación en la localidad de Rogel (1 Reyes 1:9). Pero Salomón tampoco se había quedado sin aliados: Benaía, hijo de Joiada, era uno de sus aliados y quien tenía la vista puesta en él; Sadoc quizás quería una posición sacerdotal prominente. El que hablaba en nombre de ellos era Natán el profeta, confidente de David y Betsabé (1 Ibíd. 1:11). Luego que Natán y Betsabé recordaron a David su promesa con respecto a Salomón, el rey dio instrucciones para la ascensión de Salomón al trono, y las selló con un juramento (Ibíd. 2:28).

ii. Su reinado fue pacífico y próspero:

Salomón, quien había heredado un gran imperio de su padre, aparentemente no llevó a cabo campañas militares de gran envergadura. Su responsabilidad consistía en conservar las extensas fronteras de Israel y aprovechar su posición preponderante durante el vacío de poder creado por el eclipsamiento temporario de Egipto y otras naciones.

Los dos pilares sobre los cuales se apoyó la política exterior de Salomón fueron las alianzas amistosas y el mantenimiento de un poderoso ejército. Pablo Hoff nos dice “Este mantenía un poderoso ejército. Además del ejército formado por David, Salomón organizo unidades móviles de combate formadas en total por 1,400 carros y 12,000 jinetes, los cuales estaban distribuidos en lugares estratégicos. En las excavaciones de Meguido, una de las ciudades donde Salomón mantenía sus caballos (1 Reyes 10:26,28), los arqueólogos han descubierto las ruinas de los establos de Salomón. Todavía existen las hileras de las piedras a las que se amarraban los caballos y los pesebres de piedra donde comían. Las caballerizas podían albergar unos 450 caballos.”(Pablo Hoff, Los libros históricos, Pág. 158)

Uno de los rubros que Salomón más explotó, fue el comercio. Conociendo perfectamente la significación del control estratégico de Israel sobre el puente terrestre entre Egipto y Asia, se propuso explotar al máximo su posición. El ejerció su dominio sobre las principales rutas comerciales. Sus alianzas con Hiram de Tiro pusieron a su disposición las flotas que le permitieron virtualmente monopolizar también las rutas marítimas.

El gran empuje que él dio al comercio, fue el medio de enriquecer el tesoro real, hasta el grado que el oro y la plata eran comparadas con las piedras como lo describe el libro de 2 Crónicas: “Y acumuló el rey plata y oro en Jerusalén como piedras, y cedro como cabrahígos de la Sefela en abundancia. (2 Crónicas 1:15).

El reino de Salomón era sin lugar a dudas “la época de oro”de Israel. En ningún reinado y bajo ninguna autoridad, el pueblo había llegado a vivir en paz, seguridad y prosperidad; tanto es así, que posteriormente los profetas utilizaron, las características de su reino, para proyectar el reinado del futuro rey de Israel: El Mesías.

“Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón.”(1 Reyes 4:25)

Posteriormente los profetas utilizarían la descripción que da el escritor del libro de los Reyes para describir la era Mesianica. La prosperidad y paz del Reino de Salomón, prefigura y es sombra del reino del Mesías hijo de David, tal como está escrito:

“Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Adonay de los ejércitos lo ha hablado.”(Miqueas 4:4)

“En aquel día, dice Adonay de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera.”(Zacarías 3:10)

La prosperidad y la paz que gozó durante todo su reinado, han hecho que incluso los profetas (inspirados divinamente) comparen la era Mesiánica con el reinado de Salomón. No solamente hubo paz y prosperidad, sino que también los reyes de su entorno admiraban su sabiduría y deseaban verlo y oírlo (1 Reyes 4:34). Esto es también sombra de la era Mesianica donde reyes vendrán ante el Rey Mesías, como se nos dice:

“Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia. Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las naciones, y conducidos a ti sus reyes.” (Isaías 60:10-11)

iii. La sabiduría del Rey Salomón:

Una de las cualidades más destacadas del rey Salomón es sin lugar a dudas, su sabiduría. Su poder económico y militar lo hicieron un hombre importante, pero su sabiduría lo llevo a otro nivel, tanto las personas comunes, como líderes y gobernantes querían escuchar su sabiduría:

“Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios. Aun fue más sabio que todos los hombres, más que Etán ezraíta, y que Hemán, Calcol y Darda, hijos de Mahol; y fue conocido entre todas las naciones de alrededor. Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco. También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces. Y para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de su sabiduría.”(1 Reyes 4:30-34)

La sabiduría de Salomón parece haber sido tan resplandeciente como su poder y gloria. Su tacto en el trato con sus temas y su relación con todo lo que se conocía en relación con los árboles, frutas, flores, animales, peces y aves le dio gran renombre. Fue genio en la composición de proverbios y canciones, era conocido mucho más allá de los límites de su propio reino. Su sabiduría se decía que había superado a la de los hijos de Oriente y toda la sabiduría de Egipto. La gente venía de todas partes para ver al hombre más sabio del mundo.

Quizás la visita más conocida fue la de la Reina de Saba quien viajó casi 1.500 kilómetros de distancia, para poner a prueba la sabiduría del gobernante de Israel. (1 Reyes 10:1-8)

A pesar de que el escritor del libro de los Reyes da una gran cantidad de proverbios (3,000), y sus canciones (1,005), solamente tenemos hasta el día de hoy, tres libros de su autoría: Proverbios, Eclesiastés y cantares.

Dos extensas colecciones en Proverbios (10:1–22:16; 25:1–29:27) se atribuyen a él, y la colección entera lleva su nombre como principal contribuyente (1:1). Cantares y Eclesiastés han sido tradicionalmente atribuidos a él, aun cuando en este último no se mencione su nombre.

El caso de las dos mujeres infames.

“En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él. Y dijo una de ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer morábamos en una misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa. Aconteció al tercer día después de dar yo a luz, que ésta dio a luz también, y morábamos nosotras juntas; ninguno de fuera estaba en casa, sino nosotras dos en la casa. Y una noche el hijo de esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él. Y se levantó a medianoche y tomó a mi hijo de junto a mí, estando yo tu sierva durmiendo, y lo puso a su lado, y puso al lado mío su hijo muerto. Y cuando yo me levanté de madrugada para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; pero lo observé por la mañana, y vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey.”(1 Reyes 3:16-20)

Después que él despertó de un sueño, tuvo lugar el primero de los casos en donde el rey pondría de manifiesto su sabiduría, y a la vez fue el incidente que lo catapultó a la fama nacional e internacional.

Dos mujeres se presentaron delante de él discutiendo por la maternidad de un niño, las dos eran madres, solo que el hijo una de ellas había muerto.

Salomón tenía que emitir un veredicto sobre quien era la verdadera madre. El caso era en sobremanera difícil: En primer lugar no habían testigos, en segundo lugar, era de noche y mientras una dormía sucedió el intercambio.

La manera como él resolvió el caso es lo increíble del asunto. El rey solicitó una espada y dijo que se partiera en dos al niño, y que se le diera la mitad a una y el resto a la otra mujer. En seguida la verdadera madre habló, diciendo que mejor se lo dieran a la otra mujer.

Algunos comentaristas apelan al amor de madre y que fue esto lo que Salomón intuyó, y lo llevó a reconocer a la verdadera madre. Otros comentan que desde que vio a las dos mujeres, él sabía quién era la madre verdadera.

Don Isaac Abarbanel comenta del caso: “Si, en realidad, pensáramos que el rey Salomón va a determinar por medio de este procedimiento la identidad de la madre “real”, despertando la compasión y piedad de la misma, esto no sería prueba de una sabiduría sorprendente, ni causaría gran efecto sobre el pueblo de Israel, que reconoce, a través de este juicio la sabiduría de su rey. Empero, en mi opinión, lo que habría sucedido es que el rey Salomón captó la verdad de los argumentos al observar los rostros de estas mujeres, sus palabras y sus gestos y llegó a una conclusión. Pero él recurre a este procedimiento para demostrar a los ministros y dignatarios que lo acompañaban que sus conclusiones tenían asidero. La verdad ha sido develada por una inspiración Divina que el rey tuvo por su profundo conocimiento del alma humana.”

Sin lugar a dudas, lo que llevó al rey a dar un veredicto certero, fue el espíritu del Eterno que había sido derramado sobre el rey y ese don de sabiduría que él poseía.

“Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquélla el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre. Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.”(1 Reyes 3:27-28)

Los rabinos antiguos decían que el Mesías tendría una capacidad sobrenatural insuperable para discernir este tipo de cosas. Su base era lo dicho por Isaías, tal como está escrito:

“No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra;”(Isaías 11:3-4).

Los rabinos explican que el Mesías tendría un “olfato espiritual”para poder discernir entre una persona buena y una mala, entre la verdad y la falsedad. Incluso podría conocer los pensamientos del corazón del hombre porque en él morarían los siete espíritus de Dios (Isaías 11:1-2)

Nuestro Maestro Yeshua tenía precisamente esta capacidad sobrenatural, ya que él conocía los pensamientos de las personas:

“Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. Conociendo Yeshua los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?”(Mateo 9:3-4)

Esta es otra sombra profética que encontramos en Salomón: Asi como Salomón tenía discernimiento sobrenatural, el Mesías Yeshua recibiría el espíritu de Elohim para juzgar y conocer incluso el corazón del hombre.

La oferta de sabiduría, no solo es hecha a Salomón, sino también a todos los que conformamos el cuerpo del Mesías: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.”(Jacobo [Santiago] 1:5)

¿Por qué la mayoría de nosotros no pedimos sabiduría? Probablemente porque no es algo tangible y en nuestros días al ser humano se le valora por lo que tiene y no por lo que sabe. Se nos olvida que tenemos que buscar el conocimiento, y sobre todo anhelar la sabiduría que desciende de lo alto.

Otro factor muy importante es que a veces buscamos la sabiduría equivocada ¿Acaso hay más de una sabiduría? Ya’akov HaTzadik en su carta hace mención de dos sabidurías:

“¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.”(Jacob [Santiago] 3:13-17)

El autor describe dos tipos de sabiduría: una que desciende de lo alto y otra terrenal. Muchos buscamos la primera: la jactanciosa, aquella que nos llena de orgullo y que eleva nuestra autoestima y nos “convierte en seres superiores”; pero la sabiduría que viene de lo alto, es amable y benigna, llena de misericordia y buenos frutos. Es mi recomendación y anhelo que busquemos de la segunda y así engrandecer el reino de los cielos en la tierra.

Que Hashem nos dé su sabiduría por los meritos de aquel que dijo: “Algo más grande que Salomón está aquí”(Mateo 12:42)

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Vayeshev

Amós 2:6-3:8

Su vida giraba en la quietud de las praderas y lo más peligroso que había conocido, era la amenaza de algunas fieras amenazando su rebaño. Un extraño día tuvo un llamado de los cielos y su vida cambio de una manera radical.

Ahora no se preocupaba por unos animales que amenazaban y amedrentaban a otros animales, sino que ahora sus ojos veían como los hombres oprimían, explotaban y denigraban a sus prójimos, y también como el amor y la reverencia al Eterno se había transformado en un culto extraño.

Samaria era la capital del reino del norte y la opulencia era grande, máxime al añadir que la guerra se había alejado y la prosperidad económica y política habían avanzado en sobremanera; lastimosamente, así también había crecido la desigualdad económica entre el pueblo y este se dividía entre los que explotaban a los pobres y débiles, y los que eran explotados por sus condiciones paupérrimas.

La época se caracterizaba por la perversión de la justicia por medio del soborno vía influencia, la expropiación de los terrenos de los pobres y la opresión de los obreros. No solamente existía una ingratitud hacia sus hermanos y compatriotas, sino también muchos habían hecho a un lado al Creador del universo cayendo en los placeres más bajos.

Es en ese momento que el Eterno envía a Israel al profeta Amos con una reprensión muy seria y un oráculo que definía y encerraba toda la maldad del pueblo, como está escrito: “Porque yo sé de vuestras muchas rebeliones, y de vuestros grandes pecados; sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder su causa a los pobres. “(Amós 5:12)


Introducción: Datos del profeta y Su ministerio
Del profeta Amós únicamente se sabe lo dicho en sus escritos. Era originario de Tecoa (1:1; compárese 2 S. 14:2; 2 Cr.11:6) a unos 10 km al sur de Jerusalén. Amós, aunque vivía en el Reino del Sur (Judá), fue comisionado para proclamar el mensaje de Dios al Reino del Norte (Israel). Esto se debió en gran medida, por los falsos profetas que abundaban en el reino del norte, haciendo la presencia de un verdadero profeta, una necesidad latente.

Las tierras de los alrededores proporcionaban pastos para el ganado, cuyo cuidado formaba parte del oficio de Amós (1.1). La importancia de dicha información es que Amós no tenía un trasfondo de actividad profética, hasta entonces no se consideraba profeta, ni había sido educado en las escuelas proféticas, como él mismo lo registra:

“Entonces respondió Amós y dijo a Amasías: Yo no soy profeta, ni hijo de profeta, sino que soy boyero y cultivador de sicómoros. Pero Adonay me tomó cuando pastoreaba el rebaño, y me dijo: Ve, profetiza a mi pueblo Israel.” (Amos 7:14).

A diferencia de otros profetas que no dan mención explícita de la fecha de su ministerio, Amos nos brinda la fecha en la cual él profetizó, la encontramos al inicio de su libro. En el, nos brinda información valiosa para fechar la época en la cual el Eterno lo saca de su oficio habitual, y lo convierte en un emisario suyo para llevar un mensaje al reino del norte (Israel)

“Palabras de Amós, que fue uno de los pastores de Tecoa, de lo que vio en visión acerca de Israel en días de Uzías, rey de Judá, y en días de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto.” (Amos 1:1)

En primer lugar es bueno recordar que para la época de Amos, Israel estaba dividido en dos reinos: El reino del norte, al cual también se le conocía como: Israel, Efraín y su capital era Samaria y, el reino del sur, y sus diversos nombres: Judá, la casa de David y su capital Jerusalem.

Por el texto antes citado, podemos ubicar su ministerio en los años del Rey Uzías (Rey de Juda) y Jeroboam II (Rey de Israel). El primero reinó 52 años en Juda desde el año 792 AEC al 750 AEC, Jeroboam por su parte, reinó 41 años desde el 793 al 753 AEC.

A parte de mencionar el periodo de los reyes, el profeta da otro detalle que nos ayuda a fechar con mayor exactitud la fecha de su ministerio, esto es “el terremoto” mencionado por Amos. Este terremoto fue muy notorio en la historia del pueblo, tanto así, que también es mencionado años más tarde por Zacarías (Zac. 14:5, 520 AEC. Aprox.).

Flavio Josefo hace mención de este terremoto, y en su narración él sostiene que en este sismo, Uzías rey de Judá fue castigado con lepra por ofrecer incienso (2 Crónicas 26:19).

“Entre tanto un gran terremoto conmovió la tierra, y entenebreciéndose el templo resplandeció la luz del sol que cayó sobre su rostro; enseguida lo invadió la lepra.” (Antigüedades libro 9, Cap. 10:4)

Tanto la información histórica como la arqueológica sugieren una fecha alrededor del 760 AEC para este terremoto. Si nos acomodamos a esta fecha, esto nos llevaría a concluir que el profeta inició su ministerio en el 762 AEC

El Mensaje de la Haftara.
Su contexto histórico, lo podemos dividir en tres partes fundamentales:

  1. La corrupción moral:
    La corrupción moral que narra el profeta no tiene parangón alguno. El padre y el hijo se acostaban con la misma mujer (Amós 2:7). Una práctica similar tenían los cananeos, consecuentemente, esto hizo que la religión se corrompiera y el sincretismo aumentará.
  2. Corrupción religiosa:
    Un comentarista nos dice sobre esto lo siguiente: “La decadencia religiosa aumentaba juntamente con la “opresora pirámide social”. Los santuarios florecieron (Amós 4:4-5; 5:21-24), pero no con un culto puro al Señor. La adoración al dios de la fecundidad, Baal, se practicaba en muchos lugares del norte… Muchos israelitas tenían poca comprensión de las provisiones de la ley. El mismo rey era patrón del culto degenerado ofreciendo empleo a sus sacerdotes y profetas profesionales para obtener su bendición y apoyo (Amós 7:10–13; Miq. 3:5–11).” (Comentario bíblico mundo hispano, tomo 13, Oseas—Malaquías, Pág. 74)
  3. La injusticia: La época se caracterizaba por la perversión de la justicia por medio del soborno y la influencia política, de la expropiación de los terrenos de los pobres y la opresión de los obreros. El profeta trata la injusticia al pobre y al más débil (Amós 5:12)

La conexión entre la Parashá VaYeshev y esta sección de los profetas, es evidente. Como se recordará, los hermanos presentaron dos propuestas para librarse de José. Los partidarios de la primera propuesta (Simeón y Leví, según algunas fuentes) querían matar a José, mientras Judá retrocede ante una medida tan drástica y sugiere que lo vendan. Obviamente, para el bienestar personal de José, el plan de Judá es preferible, ya que es sin duda mejor ser un esclavo en la casa de Potifar que un cadáver arrojado a un pozo.

“Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.”(Bereshit 37:26-28)

Mientras que leemos en la Haftara:

“Así ha dicho Adonay: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos.” (Amós 2:6)

En la tradición judía, José es conocido como Yosef Hatzadik (José el Justo), y el profeta dice que en su tiempo el justo era vendido por dinero, lo mismo hicieron los hermanos de José, al venderlo a los Ismaelitas por veinte piezas de plata. Por otra parte, como ya lo hemos señalado, esta profecía critica acertadamente las transgresiones a los preceptos que el judaísmo llama: “Ben Adam la haveró” (entre el hombre y su prójimo). En el caso de la Parashá, Los hermanos de José pecan contra él vendiéndolo siendo justo; en la Haftara, los opresores de la generación de Amos venden al justo por un par de Zapatos.

Amós enumera los pecados de Israel:
“Así ha dicho Adonay: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes; y el hijo y su padre se llegan a la misma joven, profanando mi santo nombre. Sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar; y el vino de los multados, beben en la casa de sus dioses. Yo destruí delante de ellos al amorreo, cuya altura era como la altura de los cedros, y fuerte como una encina; y destruí su fruto arriba y sus raíces abajo. Y a vosotros os hice subir de la tierra de Egipto, y os conduje por el desierto cuarenta años, para que entraseis en posesión de la tierra del amorreo. Y levanté de vuestros hijos para profetas, y de vuestros jóvenes para que fuesen nazareos. ¿No es esto así, dice Adonay, hijos de Israel? Mas vosotros disteis de beber vino a los nazareos, y a los profetas mandasteis diciendo: No profeticéis.” (Amós 2:6-12)

Antes de llegar al juicio contra Israel, el profeta había hablado a siete naciones, sus pecados fueron puestos a luz y su juicio de igual manera. Ahora había llegado el momento del reino del norte (Israel), y aunque parezca inverosímil, sus pecados eran iguales o quizás peores, que los de las naciones vecinas a las cuales se les había decretado juicio.

Si quisiéramos hacer un resumen de los pecados descritos por el profeta, estos los podríamos clasificar en dos: 1) Idolatría; 2) corrupción jurídica, social y moral. Haciendo una lista más sistemática, el profeta enumera seis pecados los cuales contextualizaremos y veremos como la generación de Amos, estaba violando los derechos de sus cohabitantes y por ende los mandamientos de la torah.

i. Vender a los pobres como esclavos (Devarim 15:7-11)
ii. Explotar a los pobres (Shemot 23:6; Devarim 16:19)
iii. Practica de pecados sexuales (Vayikra 20:11-12)
iv. No devolver las prendas hipotecadas (Shemot 22:26-27; Devarim 24:12-13)
v. Adorar a otros dioses (Shemot 20:3-5)
vi. Poner tropiezo a los Nazareos y profetas

Al estudiar cada uno de los pecados en los cuales el pueblo había caído, nos damos cuenta que había transgredido la torah en todos los aspectos, esto es: incumplimiento a los mandamientos tocantes al prójimo y los mandamientos tocantes al Eterno.

“Entre el hombre y Dios”
Dentro de los pecados que el profeta reprocha a las tribus del norte (Israel), no solo estaban aquellos en los cuales estaban involucrados seres humanos, sino también la relación entre la creatura y su hacedor. Esta relación a veces es la que se pasa por alto por ser tan obvia y hasta cierto punto se convierte en algo “trivial”.

Frecuentemente se pasa por alto en nuestra sociedad, el incumplimiento de los preceptos entre el hombre y Dios; a menudo escuchamos frases como “No le hago daño a nadie viviendo así” ignorando que la relación entre la humanidad y Dios es virtualmente inseparable. Malos actos contra Dios tienen repercusiones en el entorno que nos rodea queramos o no.

La idolatría es la peor muestra de un corazón endurecido y no agradecido a Dios por su poder y bondades y el pueblo había llegado a ese extremo tan peligroso: “Se acuestan junto a cualquier altar; y el vino de los multados beben en la casa de sus dioses. (Amos 2:8)

“Temían a Adonay, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados. (2 Reyes 17:33)

El pueblo se había alejado tanto de su creador que incluso impedían que los que se habían apartado para su servicio lograran su cometido. Entre el pueblo había personas que buscaban de todo corazón el rostro del Eterno, la manera como lo demostraban era haciendo votos de nazareos y otros se levantaban como profetas.

A los nazareos, ofrecían vino y a los profetas impedían que profetizaran (2:12), no querían saber ni oír nada de lo divino, sino que, querían seguir en su idolatría y sincretismo religioso que al final los llevaría al caos y la destrucción como nación a manos de los Asirios.

Israel mejor que nadie sabía perfectamente que solo existía un Dios todopoderoso que los había rescatado de Egipto y los había consagrado como su especial tesoro dándoles la revelación de la torah en el monte Sinaí. En esa torah que dio al pie del monte, El Eterno dejó muy claro que como nación (e individuos) no podían rendir culto a otro Dios:

“Yo soy Adonay tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Adonay tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”. (Shemot 20:2-5)

Entre el hombre y el hombre
Como todos sabemos, existen mandamientos que tenemos la responsabilidad de cumplir en base al amor al prójimo, esto es, todo aquello en lo cual demostramos nuestro amor hacia cada una de las personas que nos rodean. No solamente tenemos que amarles y respetarles, sino también evitar todo aquello que les ocasione algún daño, ya sea físico o espiritual.

El amor al prójimo es el cumplimiento de la torah, en ese rubro, tal como lo menciona Ya’akov HaTzadik: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. (Jacob [Santiago] 2:8. ver también: Romanos 13:10)

Y este era el problema o uno de los problemas centrales de la sociedad en los días de Amós: se habían olvidado de la torah, y esto consecuentemente había hecho que la sociedad fuera un caos concerniente a las relaciones interpersonales. Los más poderosos veían como objetos a las personas con menos recursos, y por ende, no les daban el valor que merecían y su dignidad era casi nula.

Esto es muy peligroso en varios aspectos: En primer lugar cuando denigramos la dignidad humana y no damos el valor que las personas merecen, ocasionamos un impacto en la sociedad y nos convertimos en personas que valoramos a la gente por sus posesiones y/o posiciones económicas y no por su valor como seres que fueron hechos a la imagen de Dios.

En segundo lugar, al reducir a las personas a un objeto para enriquecerse, el materialismo crece haciendo que la sociedad se degrade grandemente. Las personas son sujetos a quienes respetar y no “números” o cifras estadísticas. Es triste ver como en nuestra sociedad, el materialismo hace que perdamos totalmente el enfoque de lo que una persona vale intrínsecamente.

Como bien lo expresará un Rabino: “La actitud de los que tienen el poder y los medios hacia los pobres es no sólo una de insensibilidad y la insistencia en estricta justicia, sino de la explotación. Esencialmente, ellos ven a los pobres (junto con el resto de la población) no como personas que son socios en su sociedad, sino como objetos para la explotación y el avance de la situación de los fuertes y poderosos. No es el elemento humano de los pobres que se presenta ante sus ojos, pero una unidad económica débil que libremente puede ser explotado.” (Rav Moshé Lichtenstein)

Trágicamente, la sociedad en los días de Amós era una sociedad floreciente, pero a la misma vez existía una injusticia social y económica que llevó a los aristócratas a vender a su hermano más pobre por un par de sandalias, oprimir al más débil y cometer las injusticias más grandes en contra de los más desprotegidos.

Nuestro Rabí y salvador Yeshua, resumió en pocas palabras estos dos conceptos, y definió dos mandamientos en los cuales se resume todo lo antes explicado, esto es: el amor al Eterno y el amor al prójimo, tal como lo registra el evangelio de Marcos:

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” (Marcos 12:30-31)

Que El Eterno nos haga más sensibles a su palabra y a las necesidades de nuestro hermano.

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

28 Oct, 2018

Haftará Va Yishlaj

Obadía 1:1-21 (Sefard.); Hoshea 11:7-1212 (Ashken.)

¿Cuál es el origen de la burla? Es una pregunta que tiene muchas respuestas, pero siendo muy francos solo existe una, y esta es: el mal que habita en nosotros, nuestro Yetzer hará (inclinación al mal).

Cuando nosotros nos burlamos de alguien, no amamos lo suficiente a nuestro semejante, porque alguien que ama no puede burlarse, mofarse, ni mucho menos reírse del mal ajeno.

Y lo que convierte esto en algo más vil e inhumano, es alegrarse del mal ajeno y ocasionar daños más severos a aquel que es víctima del infortunio, y que está pasando una situación indecorosa, vergonzosa o dolorosa.

La tierra de Judá estaba siendo oprimida, sitiada y destruida, y mientras esa situación oprimía y llevaba al exilio a ese pueblo, como tiro de gracia, surgió el rencor de su hermano Edom. Los descendientes de Esaú se alegraron en la desgracia del pueblo judío, y si eso fuera poco, se convirtieron en verdugos para quienes escapaban de la espada del enemigo; Edom se convirtió en cómplice al rebuscar entre los despojos de los que sufrían la destrucción, y por ende, su castigo seria en sobre manera grande y desastroso. Tal como lo menciona el profeta:

“Como te alegraste sobre la heredad de la casa de Israel, porque fue asolada, así te haré a ti; asolado será el monte de Seir, y todo Edom, todo él; y sabrán que yo soy Adonay.” (Ezequiel 35:15)

La Haftará de esta semana trata precisamente del juicio sobre Edom. La conexión entre la Parashá y esta sección de los profetas es la historia de Edom, con la cual culmina el último capítulo de esta Parashá en Bereshit (Génesis) 36. En la Parashá vemos el inicio de la nación Idumea y en la Haftará se describe el juicio que llevara a esta nación, a la destrucción y la desolación total.

Su orgullo, soberbia y rencor serían erradicados y nunca volvería a surgir dentro de la historia como nación. Aun así, su legado se levanta en el corazón de todos aquellos que, de una o de otra manera, sienten el mismo odio y rencor por la nación atesorada y se burlan de su mal y se alegran cuando esta sufre una o varias bajas en sus filas, ya sea, por algún atentado terrorista o por un ataque directo.

Pero así como Edom fue confinado a un destino fatal, de igual manera sucederá con aquellos que tienen en su corazón un antisemitismo latente y galopante, de no arrepentirse.


Abdías (Obadiá: siervo de Adonay) es el libro más pequeño del TaNaK (A.T.), pero a pesar de su corta redacción encierra una gran cantidad de desafíos teológicos, y una historia grandiosa con respecto a la nación Idumea (Edom). Desde la exhortación hasta el desdén demostrado en contra de su hermano Israel, el profeta vaticina el juicio de la nación y posteriormente su destrucción.

Introducción al profeta: su persona y la fecha de su ministerio
El profeta no da ninguna referencia a su identidad, esto hace que surjan muchas especulaciones. En la tradición judía se dice en el talmud, que Abdías era un Judío converso, su nacionalidad era Idumea, y fue un oficial del palacio del reino del norte en el tiempo del rey Acab (1 Rey. 18:3–16).

Sin embargo, la identificación con el profeta no puede ser establecida. Recordando que Abdías era y es un nombre bastante común, la identificación hecha en el talmud es altamente especulativa. Algunos teólogos lo ubican como un contemporáneo de Jeremías, esto por la evidencia interna del libro en donde él escribe y describe lo que sucedió en la conquista babilónica. Por otro lado, otros estudiosos lo ubicaban en otros tiempos, en algunas escaramuzas que se dieron entre Judá y otros reinos que la historia y la biblia registran.

Ordenando la información antes vertida, daremos las tres posibles fechas en las que pudo desarrollarse el ministerio del profeta:

  1. Ordenando la información antes vertida, daremos las tres posibles fechas en las que pudo desarrollarse el ministerio del profeta:
    La base de esta identificación proviene del primer libro de Reyes donde se nos dice: “Y Acab llamó a Abdías su mayordomo. Abdías era en gran manera temeroso de Adonay. Porque cuando Jezabel destruía a los profetas de Adonay, Abdías tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los sustentó con pan y agua.” (18:3-4)
    Como mencionamos anteriormente, el nombre Abdías es muy común y la identificación es muy especulativa. Adicionalmente, el carácter del libro de Abdías parece sugerir una época posterior a la de Elías y Eliseo.
  2. Algunos teólogos sostienen que Abdías profetizó después de la destrucción de Jerusalén a manos de los babilonios (586 AEC). Esta fue la postura de Calvino, quien pensaba que Abdías había sido testigo ocular de la catástrofe del exilio babilónico y la destrucción del templo.
    Esto ha dado pie a que muchos comentaristas ubiquen el ministerio del profeta en el surgimiento del imperio neo Babilónico (esto sería desde 625 hasta la destrucción y exilio de Judá 586 A.M.). Esto lo haría un contemporáneo con Jeremías; para esta postura hay buena evidencia, no solo por lo que Abdías expresa en su libro (V. 12), sino también por una seria de expresiones similares entre los dos profetas. Considérese por ejemplo los siguientes paralelos:

    a. Abdías 1ª                     – Jeremías 49:7
    b. Abdías 1b-4                 – Jeremías 49:14-16
    c. Abdías 5                      – Jeremías 49:9
    d. Abdías 6                      – Jeremías 49:10
    e. Abdías 8                       – Jeremías 49:7
    f. Abdías 9ª                     – Jeremías 49:22b
    g. Abdías 16                     – Jeremías 49:12

    En conclusión, según esta posición, Abdías desarrolló su ministerio probablemente entre el surgimiento de Babilonia (625 A.M.) como potencia mundial y la caída de Jerusalem (586 A.M.) y hasta probablemente, la destrucción de Edom por manos de los Babilonios cinco años después de la caída de Judá.

  3. En tercer lugar están aquellos que sugieren fechas alternas basados en incursiones a Judá donde se menciona a Edom, leemos por ejemplo:
    “Hubo tres ocasiones en la historia de Judá en que se dio una situación semejante. La primera sucedió durante el reinado de Joram (853-841 A. de C.) Edom se reveló contra Judá durante ese tiempo (2R. 8:20-22; 2 Cr. 21:8-10), y los de Arabia y filistea devastaran seriamente la tierra (2 Cr 21:16-17). La segunda ocasión fue durante el reinado de Acaz (743-715 A. de C.), en ese tiempo, Edom estuvo implicado en un ataque contra Judá (2 Cr. 28:16-17) y los filisteos invadieron la tierra (2 Cr. 18:18). La tercera ocasión fue cuando Jerusalem cayó a manos de Nabucodonosor en el año 586 A. de C. (2 R. 25:1-21; 2 Cr. 36:15-20). La ciudad sufrió grandísimos daños en aquella ocasión, pero no hubo ningún ataque directo de parte de Edom, aunque parece ser que los Edomitas se alegraron de que Judá fuera destruida por babilonia (cf. Sal. 137:7)” (Leó J. Wood, Los profetas de Israel, Pág. 272-273)

Como lo hemos visto resulta difícil identificar la fecha exacta en la que el profeta desarrolló su ministerio. Debido a las incursiones Edomitas en territorio judío no es posible determinar con total exactitud la fecha del ministerio de Abdías.

En Mikdash Meat, consideramos la segunda posición como la más probable: Esto es, que el profeta desarrolló su ministerio en la época de la destrucción de la ciudad por manos de los Babilonios (586 AEC).Esta parece la más indicada por la envergadura que tuvo este ataque, este conflicto duro casi veinte años desde el 606 A.M cuando ocurrió la primera envestida, luego hubo una segunda (598 A.M.) y finalmente la destrucción de la ciudad y el templo y finalmente el exilio (586 A.M.).

Juicio contra Edom
“Visión de Abdías. Adonay El Señor ha dicho así en cuanto a Edom: Hemos oído el pregón de Adonay, y mensajero ha sido enviado a las naciones. Levantaos, y levantémonos contra este pueblo en batalla. He aquí, pequeño te he hecho entre las naciones; estás abatido en gran manera. La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra? Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Adonay (1:1-4)

Edom era la región situada al sureste de Judá, que habitaron los descendientes de Esaú. La capital Idumea tenía el nombre de Sela en hebreo, más conocida por su nombre en griego, Petra. Su situación resultaba casi inaccesible; el acceso normal era a través de un desfiladero, cuyas escarpaduras se levantaban a unos 90 metros de altura. En aquellas cimas los habitantes se creían inexpugnables; y de ahí su autosuficiencia.

Su soberbia tenia fundamentos de roca, la ciudad era casi inaccesible, y ellos se gloriaban de eso, sabían que ningún mortal podía derrotarlos, pero en realidad su historia cambió, cuando se levantaron ejércitos que cumplirían los oráculos de los profetas divinos que advertían su destrucción. A pesar de su confianza en su inexpugnable ciudad y sus dotes de sabiduría, su orgullo sería humillado y cortado de raíz para que nunca su ciudad volviera a ser construida.

Su soberbia tenia fundamentos de roca, la ciudad era casi inaccesible, y ellos se gloriaban de eso, sabían que ningún mortal podía derrotarlos, pero en realidad su historia cambió, cuando se levantaron ejércitos que cumplirían los oráculos de los profetas divinos que advertían su destrucción. A pesar de su confianza en su inexpugnable ciudad y sus dotes de sabiduría, su orgullo sería humillado y cortado de raíz para que nunca su ciudad volviera a ser construida.

Abdías no era, ni es, el único profeta que vaticina el final de Edom. Abdías encuentra motivos de su destrucción en su orgullo, arrogancia, soberbia, cosas que lo llevaron a burlarse e incluso a ser partícipe del declive de su hermano Israel.

Amós da otra lista por la cual Edom iría a la destrucción, y su juicio sería ser destruido por fuego, tal como lo declara en su libro:

“Así ha dicho Adonay: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque persiguió a espada a su hermano, y violó todo afecto natural; y en su furor le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor. Prenderé fuego en Temán, y consumirá los palacios de Bosra.” (Amos 1:11-12)

Los cargos por los cuales Edom sería castigado son parecidos a las mencionadas por Abdías, pero Amos resume en una frase lo que había llevado a Edom a la enemistad con Israel: Guardar rencor en contra de su hermano.

Y fue ese rencor lo que lo llevó a perseguir a los hijos de Israel y burlarse en el día de su infortunio o en los días en los cuales Israel había vivido momentos de tensión militar, ofensivas que lo habían dañado y lo llevaron finalmente al exilio.

Sobre Edom se vierten oráculos similares a los de Babilonia y Nínive, esto es que nunca sería reedificado, sino que se convertiría en ruinas perpetuas. Nunca en la historia esas naciones se han vuelto a erguir, sino que siguen estando en la soledad de las arenas que una vez las vieron florecer. Como lo dijo el profeta Yirmiyahu:

“Y se convertirá Edom en desolación; todo aquel que pasare por ella se asombrará, y se burlará de todas sus calamidades. Como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra y de sus ciudades vecinas, dice Adonay, así no morará allí nadie, ni la habitará hijo de hombre.” (Jeremías 49:17-18)

Jeremías fue testigo de lo ocurrido a la ciudad de Jerusalem y probablemente también presenció o escuchó como Edom había actuado en contra de su pueblo, cuando este estaba siendo humillado por Nabucodonosor.

No solo Jeremías había experimentado el quebranto de su pueblo, sino también Ezequiel. El había sido llevado cautivo en la segunda incursión militar de los Babilonios (598 AEC [2 Reyes 24:14]). Es muy probable que Ezequiel también fuera testigo del desdén de Edom y por ello Adonay habló a través de él y da uno de los oráculos más extraordinarios en contra de Edom.

“Así ha dicho Adonay el Señor: Por lo que hizo Edom, tomando venganza de la casa de Judá, pues delinquieron en extremo, y se vengaron de ellos; por tanto, así ha dicho Adonay el Señor: Yo también extenderé mi mano sobre Edom, y cortaré de ella hombres y bestias, y la asolaré; desde Temán hasta Dedán caerán a espada. Y pondré mi venganza contra Edom en manos de mi pueblo Israel, y harán en Edom según mi enojo y conforme a mi ira; y conocerán mi venganza, dice Adonay el Señor.” (Yehezkel 25:12-14)

Para más información sobre el increíble cumplimiento de las profecías sobre Edom, consultar el comentario a la parasha Vayishlaj en: Parasha Vayishlaj

Los ocho no debiste
Después de haber vaticinado el castigo por su crueldad con su hermano, el profeta enumera “ocho no debiste” (esto se puede obtener en algunas versiones castellanas y no es así en el TaNaJ hebreo, pero lo hacemos con fines didácticos para extraer lecciones prácticas para nuestro diario vivir), en cada uno de ellos el profeta menciona lo que Edom nunca tuvo que haber echo a su hermano Ya’akov.

Estas acusaciones están en los versos 12 al 14, y estos rezan de la siguiente manera:

  1. No debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio;
  2. No debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron.
  3. Ni debiste haberte jactado en el día de la angustia.
  4. No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento;
  5. No debiste haber mirado su mal en el día de su quebranto,
  6. Ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad.
  7. Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen;
  8. Ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia.

Estos versos nos dan la pauta para entender al profeta cuando lo asocia a la soberbia y al orgullo, sobre todo cuando le reprocha su odio hacia su hermano; resulta difícil de creer que los Edomitas se alegraran del mal que estaba sufriendo su hermano. Judá estaba en la peor situación de su historia, la destrucción, la conquista y el exilio se habían unido para castigar al pueblo que se había apartado de su hacedor y que ahora estaba rindiendo cuentas por el rompimiento del pacto.

Edom cometió el peor error de su existencia, esto es, no mantener el pacto de hermanos que habían concertado sus padres fundadores. Ellos como individuos se reconciliaron, pero los descendientes de Esaú mantuvieron una actitud negativa hacia sus hermanos, y ahora quedaba demostrada. No solo se burlaban de la desgracia de Judá, sino también se unieron al saqueo y finalmente se convirtieron en el tiro de gracia, hacia sus hermanos.

“Oh Adonay, recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalem, Cuando decían: Arrasadla, arrasadla Hasta los cimientos.” (Salmos 137:7)

Los que lograban escapar de la espada del invasor, caían ante la espada de Edom, hoy en día no queda duda que su maldad sería castigada y que su soberbia solo sería parte de la historia. Así se cumplió el oráculo del profeta Yehezkel:

“Así ha dicho Adonay el Señor: Para que toda la tierra se regocije, yo te haré una desolación. Como te alegraste sobre la heredad de la casa de Israel, porque fue asolada, así te haré a ti; asolado será el monte de Seir, y todo Edom, todo él; y sabrán que yo soy Adonay.” (Ezequiel 35:14-15)

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

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