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08 Sep, 2020

Parasha Vayelej

Devarim (Deuteronomio) 31:1-30

Haftará: Oseas 14:2-10, Miqueas 7:18-20, Joel 2:15-27

Hakhel: Reunidos ante el Rey.

     La parashá de este shabbat es la más corta de todo el ciclo de torá. Con únicamente 30 versículos, la parashá Vayelej es la más corta de todo el ciclo anual de lecturas que el pueblo judío sigue. Sin embargo, podemos aprender grandes lecciones a pesar de su modesto tamaño.

Como se ha mencionado, el libro de Deuteronomio sigue el patrón de un pacto antiguo entre un Rey y un pueblo vasallo. La similitud es demasiado equivalente para atribuirlo a la casualidad, y es de hecho, una de las evidencias internas sobre la antig¨edad del libro. En la antigüedad, cuando un Rey poderoso se convertía en el Señor de una nación, se solía concertar un pacto con cierto formato establecido. El siguiente desglose es a grandes rasgos lo que dicho pacto contenía:

Preámbulo.
Prologo de la historia entre el Rey y la nación.
Estipulaciones generales.
Estipulaciones específicas.
Sanciones (bendiciones y maldiciones).
Recapitulación.
Instrucciones para garantizar la continuidad del pacto.

Cuando vemos el patrón, es inescapable ver como el libro de Devarim está constituido siguiendo este estándar de pacto antiguo. En esta parashá llegamos al final de este formato: cuidados para garantizar la continuidad del pacto. En la parashá Veyelej, Moshé da instrucciones de cómo hacer para que las generaciones venideras, que no oyeron ni vieron la voz de Dios ni los truenos de Sinaí, continúen conocedores del pacto y de sus exigencias.

Leemos en la torá:

“Y les mandó Moisés, diciendo: Al fin de cada siete años, en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, cuando viniere todo Israel a presentarse delante de El Eterno tu Dios en el lugar que él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos. Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a El Eterno vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a El Eterno vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella.” (Devarim [Deuteronomio] 31:10-13)

Moshé instituye aquí el mandamiento conocido como “hakhel”, la reunión de todo Israel en el año de Shemitá en la fiesta de los tabernáculos. Hombres, mujeres, niños y extranjeros estarían ahí y oirían la palabra del Eterno para que aprendieran a temer al Eterno su Dios. Al estar en compañía de todo Israel y oyendo la palabra de Hashem, ellos experimentarían una especie de repetición de lo que pasó en el monte Sinaí. El pacto sería renovado, por así decirlo cada siete años.

La idea de Moshé es: “No basta si tus padres recibieron la torá en el monte Sinaí, tú debes hacer tuya la revelación de Hashem, ven y escucha lo que él dice para tu vida”. Cada Israelita tendría la oportunidad de tener una experiencia colectiva y de mucha bendición para su vida espiritual.

La tradición judía interpretó que este mandamiento debía de ser cumplido, en la historia posterior de Israel, por el Rey mismo. El Rey, la figura con la posición más elevada y que haría congregar al pueblo, sería el designado para leer la palabra de Hashem.

En el siglo primero, muchos tuvieron una experiencia increíble: ellos oían en las sinagogas al gran Rabino de Nazaret, Yeshua nuestro Mesías y Salvador. ¿Te imaginas lo que debió haber sido esa increíble exposición? Muchas veces he pensado que daría cualquier cosa por tener una máquina del tiempo, y poder ir a ver el discurso de nuestro Maestro en el camino a Emaús. He presenciado a grandes predicadores, grandes expositores de la palabra en el cuerpo del Mesías y el impacto espiritual ha sido muy grande para mi vida, ¡Cuánto más oír al Maestro en quien moraba toda la plenitud de la divinidad!

Muchos tuvieron esta oportunidad y quedaban atónitos. Los alguaciles dijeron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46). Su presencia, su unción, sus palabras estaban tan cargadas de poder de lo alto, que hacía que fuera una experiencia sorprendente. Incluso Pilato, un ser vil y cruel como sabemos por los escritos de Filón y Flavio Josefo, se sintió cautivado por la personalidad apacible, mansa y a la misma vez imponente de nuestro Señor.

¿Te imaginas tener este privilegio? Tengo buenas noticias para ti, todo esto que se presenció en el siglo primero es meramente un anticipo de la gran experiencia que todos nosotrostendremos en el milenio, en el reino Mesiánico. En la era mesiánica, el Mesías, coronado de gloria y esplendor, sentado en el trono de David, conducirá el mandamiento de Hakhel y nos llenaremos de dicha. ¡Baruj Hashem!

Tan solo imagínalo: Miles y miles de personas en Jerusalén alabando al Eterno, dando gracias por los grandes días que han llegado, cada quien mora debajo de su vid y debajo de su higuera como dicen los profetas (Miqueas 4:4, Zacarías 3:10). Hay paz mundial y comitivas de todas las naciones han subido a celebrar la fiesta de los tabernáculos (Zacarías 14:16), el enemigo está atado por lo que las tentaciones han sido minimizadas. El enfoque de cada criatura es conocer a Dios.

Una gran multitud se reúne en el templo de Jerusalén e incluso afuera del mismo. De repente ves una gran cantidad de sacerdotes y levitas cantando y alabando al Eterno. Ellos dicen: “Agradezcan al Eterno porque es bueno”, todos contestamos: “¡Porque su bondad es para siempre!” Gran regocijo hay en medio de canticos y acciones de gracias.

A continuación, el rey de Israel con marcas en sus manos aparece. El danza un poco como David su padre y se une al gozo de todo Israel y las naciones del mundo que han llegado a adorar a Hashem y a escuchar su palabra. El Rey toma el rollo de la torá y dice: “Baruj ata Adonay Elohenu Melej HaOlam asher bajar banu mikol ha’amim venatan lanu et Torató. Baruj ata Adonay noten haTorá”. El más grande Amen de toda la historia es escuchado por todos.

El Rey comienza a disertar cosas increíbles, palabras llenas de gracia y verdad, cosas que han estado ocultas desde la fundación del mundo. En él se cumple lo que los rabinos dijeron: “la torá que la persona aprende en este mundo es vana comparada a la torá del Mesías” (Midrash Kohelet Rabá 11:7). En el Rey de Israel se cumple también la tan famosa profecía: “porque de Sión saldrá la torá y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3).

Esto será lo que pasará cuando el Rey de reyes, señor de señores, fiel y verdadero, la raíz de David regrese a este tierra, ¿Cuánto anhelas estos días? ¿Cuánto anhelas que el mundo sea restaurado y que El Eterno mande a su Mesías? Si lo anhelas, puedes ayudar en el programa de redención del mundo para que todo se dé. Más que estar esperando al Mesías, él nos está esperando a nosotros.

¡Que el reino del Eterno venga pronto y su majestad llene toda la tierra!

Shabbat Shalom!

 

07 Sep, 2020

Parasha Nitzavim

Devarim (Deuteronomio) 29:10 – 30:20

Haftara: Isaías 61:10-63:9

Circuncisión nacional del corazón
La parasha de este shabat se encuentra entre las más cortas de todo el ciclo de la Torah. “Nitzavim” es tan pequeña que es leída la mayoría de los años junto a la parasha Vayelej que es aún más pequeña y comprende únicamente los 30 versos del capítulo 31 de Devarim (Deuteronomio). Sin embargo, no exageramos al decir que la parasha Nitzavim es una de las más importantes de toda la Torah.

El tema principal de la parasha puede resumirse en dos palabras: Teshuvah (arrepentimiento)  nacional. Como hemos mencionado en otros lugares, el arrepentimiento es uno de los temas principales de las escrituras, lo hallamos en la Torah de Moisés, virtualmente no existe un tan solo profeta que no contenga el tema de volverse a Hashem y arrepentirnos del mal hecho y empezar a caminar rectamente delante de él haciendo el bien.

La palabra “Teshuva” viene de “shub” que significa “volver”. La palabra implica cambio de mente, cambio de comportamiento y cambio total de la voluntad. Muchas veces es enseñado que la palabra para “arrepentimiento” en los escritos apostólicos es el griego “Metanae” que significa “Cambio de mente”. En algunas ocasiones se enseña que el arrepentimiento predicado por Yeshua y sus apóstoles, es cambiar de mente y perspectiva y creer en Yeshua como salvador y nada más. Dado que Nuestro maestro no habló griego, sabemos que palabra utilizó cuando en el principio de su ministerio dijo: “Arrepentíos porque el Reino de los cielos esta a las puertas”. El hablaba arameo y hebreo y en su mentalidad judía, el arrepentimiento es más que cambio de mente, incluye cambio de voluntad y de conducta.

El arrepentimiento es tan importante que es la base de la “buena nueva” del Reino predicada tanto por Juan el Bautista como por nuestro Maestro. En una frase el evangelio es: “Arrepentíos porque el Reino de los cielos se ha acercado”. Yeshua dijo que sus discípulos debían de predicar “arrepentimiento y perdón de pecados en su nombre en todas las naciones comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47). El arrepentimiento es considerado por el escritor de la carta a los hebreos como el principio elemental más básico de la enseñanza del Mesías (Hebreos 6:1-2). ¡Ciertamente el arrepentimiento debe de ser importante al tener un lugar tan vasto en la escritura!

En el siglo primero, Yeshua predicó la necesidad del arrepentimiento en Israel, él sabía que si el pueblo se arrepentía nacionalmente hablando, es decir, con un número considerablemente alto de hijos de Israel, la era Mesiánica sería instaurada en breve. En pocas palabras, el intervalo entre su muerte y resurrección y su segunda venida sería consumado en esa generación. Si había arrepentimiento, los discípulos no acabarían de recorrer las ciudades de Israel cuando el hijo del hombre sería revelado con poder (Mateo 10:23). El lloró sobre Jerusalén diciendo que si hubiese habido arrepentimiento la reunión de los exiliados y la era Mesiánica habrían llegado pero la nación no quiso (Mateo 23:37-39).

Yeshua sabía que la final redención nacional de Israel debía de ser precedida por arrepentimiento nacional. Es por eso que su mensaje en un inicio no fue: “Crean en mi y tendrán vida eterna cuando mueran”, sino “arrepentíos porque el Reinado de los cielos esta a las puertas”. Ahora, sería bueno preguntarnos ¿De dónde sacaron Yeshua y Juan El Bautista, que la redención nacional debía de ser precedida del arrepentimiento nacional del pueblo judío? Muy probablemente de esta parasha puesto que es uno de los lugares más claros para sacar esa idea.

Los primeros seis versos del capítulo 30 de Deuteronomio, tienen una importancia vital para entender la redención final. Todos los sabios judíos están de acuerdo en que es una profecía sobre la redención final, la reunión de los exiliados, la regeneración y arrepentimiento nacional y la era Mesiánica ¡Vaya seis versos con tantos temas escatológicos juntos! No estamos exagerando cuando decimos que los demás profetas expanden el tema del exilio y redención final de estos 6 versos de la Torah.

Leemos en la Torah:
“Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado El Eterno tu Dios, y te convirtieres a El Eterno tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces El Eterno hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido El Eterno tu Dios. Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá El Eterno tu Dios, y de allá te tomará; y te hará volver El Eterno tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres. Y circuncidará El Eterno tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a El Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Deuteronomio 30:1-6)

La redención nacional de Israel, la era Mesiánica, está claramente condicionada a una vuelta nacional al Eterno. Como efecto de este arrepentimiento en masa, El Eterno reúne a los hijos de Israel que aún quedan en las naciones, se compadece de Israel, causa una regeneración nacional nunca antes vista en Israel (circuncisión del corazón) y hace que todo Israel ande en los mandamientos del Eterno con todo su corazón y alma.

Maimonides considera tan importantes los versos del capítulo 30 que los usa como una de las máximas pruebas sobre la venida del Mesías en la Torah, él nos dice en su Mishne torah:

“Y el que no cree en él, o el que no espera su venida, niega no solamente los profetas, sino también la Torah y a Moisés nuestro Maestro. Ya que la Torah testifica sobre él [El Mesías] como está escrito [En Deuteronomio 30:3-5]: Entonces El Eterno hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido El Eterno tu Dios. Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá El Eterno tu Dios, y de allá te tomará; y te hará volver El Eterno tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres.” (Mishne Torah, Hiljot Melajim 11:1)

Ezequiel amplia esto en su libro donde está escrito:

“Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36:24-27).

Las frase “os daré corazón nuevo, quitare el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” es equivalente a la frase “Y circuncidará El Eterno tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia”, ambos textos hablan de un regeneración espiritual a nivel nacional nunca antes vista en Israel, en la era Mesiánica.

Tanto Juan como Yeshua, estaban bien versados en estas palabras y sabían que el arrepentimiento no era un accesorio teológico más, no era una opción, no era algo que jugaría un papel secundario en la redención final, el lugar principal le estaba asignado, y por ello, tuvo el lugar principal en su proclamación de las buenas nuevas del reino del Eterno.

El tema de la redención final, la era Mesiánica, la reunión del pueblo judío son temas tan extensos en los profetas, que es increíble el desconocimiento de estos temas entre muchos creyentes gentiles en Yeshua. Al reducir el evangelio a salvación-personal-y-nada-más esto es ignorado por muchos inconscientemente.

Las escrituras nos dicen que en la era Mesiánica, el pueblo judío alcanzará su potencial espiritual como nunca antes, el Mesías gobernará desde Jerusalén, una era de paz y prosperidad será impuesta, el lobo morará con el cordero, las naciones subirán al monte de Sión para aprender los caminos del Eterno, la tierra será llena del conocimiento del Eterno como las aguas cubren la mar (Isaías 11:5-10). Las buenas nuevas no son únicamente la noticia de nuestra salvación personal, son mucho más que eso, estamos hablando acerca de la redención y la reparación del mundo entero.

La Torah promete una circuncisión del corazón para todo Israel. ¿Qué es la circuncisión de corazón? En un sentido es tener un corazón sensible a la voluntad del Eterno, también puede implicar un poder sobrenatural para poder obedecer al Eterno y andar en sus mandamientos; además, en el sentido final y pleno, es la erradicación permanente del instinto al mal y el pecado en los seres humanos que se dará finalmente en el mundo venidero.

Najmanides comenta sobre la circuncisión del corazón que recibirá Israel diciendo:

“En la era Mesiánica, la inclinación natural del hombre será escoger el bien, y el corazón no codiciará lo que es inapropiado… y esto es a lo que se refiere la circuncisión de la cual se habla aquí, debido a que la codicia (y deseos materiales) son como el prepucio del corazón. La circuncisión del corazón es que el corazón no codicie ni desee [lo prohibido]… esto es a lo que se refiere la escritura en Jeremías 31:33 ‘pondré mi Torah en ellos y en sus corazones la escribiré’… Ezequiel dice similarmente: Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. El nuevo corazón se refiere a la nueva naturaleza” (Najmanides sobre Deuteronomio 30:6).

En los escritos apostólicos, Pablo menciona que mientras la regeneración nacional del pueblo judío se concreta, todo judío o gentil creyente en Yeshua puede disfrutar de un anticipo de la circuncisión del corazón. Pablo llama a esto “circuncisión del corazón”, “lavamiento”, “regeneración”. Nuestro Maestro lo llamó “Nuevo nacimiento”. Veamos algunos versos que hablan sobre esto:

“sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.” (Romanos 2:29).

“En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión del Mesías” (Colosenses 2:11).

“nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,” (Tito 3:5).

En Romanos 2:29 Pablo indica (Al igual que Moisés en Deuteronomio 10:16) que algo más que la circuncisión de la carne es requerida por Dios para todo judío: El Desea que no solamente su carne sea circuncidad como señal de pacto, sino que desea que su interior sea sensible a él y su espíritu. Esto no quiere decir que Pablo considere la circuncisión en la carne abolida, puesto que el circuncidó a Timoteo (Hechos 16:1-3) y demostró andar conforme a la Torah delante de todos en Jerusalén (Hechos 21:17-25). Lo que está hablando Pablo aquí, es que El Eterno desea en el caso de todo hijo de Israel circuncisión en la carne y también circuncisión de su corazón.

En colosenses y en Tito, Pablo escribe que en nuestra conversión, El Eterno hace algo extraordinario en nuestro interior: El echa el corazón pecaminoso y nos lava regenerándonos por su espíritu. Cuando alguien cree en El Eterno y que su Mesías ha pagado por sus pecados, se arrepiente de todo corazón y le entrega su vida al Eterno, pidiendo que entre en su vida y lo lave, Hashem no se hace esperar.

La biblia indica que un “nuevo nacimiento” ocurre en nosotros, ya no somos los mismos, un cambio interior sobrenatural se comienza a dar en nosotros indescriptiblemente. Todos los que hemos experimentado esto, no podemos alcanzar a definirlo con palabras, es algo más allá del lenguaje.

Cada discípulo de Yeshua, recibe por los meritos de él y por su sangre puesta por expiación y perdón de pecados, un nuevo corazón, una nueva vida, somos una nueva creación, tal como está escrito:

“De modo que si alguno está en el Mesías, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)

Desafortunadamente, desde el primer ciclo la mayoría de círculos cristianos han entendido la circuncisión del corazón como antagónica a la circuncisión de la carne. Nada está más lejos de la verdad, precisamente la intención de la circuncisión del corazón es que guardemos los mandamientos del Eterno, en el caso de todo hijo físico de Abraham, esto incluye la circuncisión literal en su cuerpo. Es una total contradicción decir que tenemos la circuncisión del corazón si no tenemos un deseo profundo de guardar los mandamientos de la Torah según Ezequiel 36.

Según la Torah y los profetas, nuestra nueva naturaleza debe de ser la razón que nos lleve a cumplir los mandamientos del Eterno, no a declararlos abolidos o irrelevantes. En el Mesías, tenemos fuerzas renovadas, una porción del espíritu que moraba en él, una ética trazada de cómo vivir la Torah espiritualmente y de contribuir con El Eterno en su plan para reparar el mundo.

Shabbat Shalom!
Isaac Bonilla Castellanos

31 Ago, 2020

Parasha Ki Tavo

Devarim(Deuteronomio) 26:1 – 29:8

Haftará: Isaias 60:1 – 22

Alegrándonos delante del Eterno.

Seguramente la alegría es algo que todos añoramos, algo que deseamos tener en contraposición a la tristeza, y algo que deseamos mantener el mayor tiempo posible. Pero simplemente ¿Cómo podemos mantenernos la mayor parte de nuestro tiempo alegres? ¿Existe algo que puede hacer que nuestro ser interior este a menudo con gozo? La parashá de este shabbat podría llamarse de muchas formas: la parashá de las bendiciones y maldiciones, la parashá de los dos montes, etc. Sin duda alguna, también podríamos llamarla: “La parashá de la alegría”.

La parashá Ki Tavo es pequeña en comparación a otras porciones de la Torá de Deuteronomio y tiene básicamente tres divisiones: primicias y diezmos, maldiciones y bendiciones nacionales por cumplimiento del pacto con El Eterno, y el pacto de Moab con la nueva generación previo a la entrada a la tierra. La lista de maldiciones de esta parashá y todo su cumplimiento en los exilios del pueblo judío, es el tema más popular a la hora de comentar esta parashá. En esta ocasión hablaremos sobre la alegría y el gozo de corazón a la hora de alabar al Eterno.

La parashá comienza prescribiendo el mandamiento de las primicias. Leemos en la Torá:

“Cuando hayas entrado en la tierra que El Eterno tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que El Eterno tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que El Eterno tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre.” (Deuteronomio 26:1-2)

Al entrar a la tierra y cuando tuvieran su cosecha, los hijos de Israel tendrían que traer las primicias delante del Eterno. Normalmente esto acontecía en el tiempo de Shavuot (Pentecostés) cuando todos los agricultores de Israel traían sus primicias de los frutos la tierra. La manera de identificar las primicias es descrita en la Mishna, la practica era poner un listón en el tronco del primer producto de la tierra que madurara y floreciera (Mishna Bikkurim 3:1), de esta manera el agricultor sabía a ciencia cierta cuál era la primicia de sus frutos.

Seguidamente la Torá relata que cada uno debía de presentarse delante del cohen (sacerdote) que hubiera en sus días y decir: “Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a El Eterno el Dios de nuestros padres; y El Eterno oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y El Eterno nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh, El Eterno. Y lo dejarás delante de El Eterno tu Dios, y adorarás delante de El Eterno tu Dios.” (Ibid. 26:5-10).

Esta bella declaración debía ser dicha delante del Eterno en el lugar que Él había escogido. Después de la declaración litúrgica, las primicias eran dejadas y entonces se procedía a adorar “delante del Eterno tu Dios”. La declaración contiene un resumen de los humildes inicios de Israel, los peligros que enfrentó, la liberación del Eterno y el cumplimiento de sus promesas.

Inmediatamente después la Torá añade: “Y te alegrarás en todo el bien que El Eterno tu Dios te haya dado a ti y a tu casa” (26:11). Este verso provee el antídoto para estar gozosos continuamente: Alegrarnos en el bien que El Eterno nos ha dado.

Ciertamente no estamos descubriendo la rueda con esta declaración, alegrarnos en el bien de Dios, parece como un viejo cliché teológico quizás no más importante que otros. Superficialmente, no estamos mencionando algo importante y digno de reflexión; sin embargo, lo contario es cierto: La alegría en el bien de Dios es algo sumamente importante.

A menudo los seres humanos somos como pequeños hámsters, nuestro “dueño” es un cruel y déspota manipulador que nos encierra en una pequeña jaula llamada “sociedad” y nos pone en una rueda que se llama “rutina” y nos pone un incentivo delante de nosotros para que corramos siempre en pos de el. Ese dueño generalmente tiene el nombre de “consumismo” o “postmodernismo” y su incentivo es “más cosas” o “más vanagloria”. Y ahí estamos, corriendo en nuestra bonita rueda de ejercicio.

El afán de la vida hace que sea fácil olvidarnos de lo que, si somos, ya tenemos, ya hemos alcanzado, el Dios que tenemos por Padre y nos mantiene enfocados en lo que ¡no somos, no tenemos, no hemos alcanzado, y en lo que Dios, al que llamamos padre, “no nos ha dado”!

Esto nos convierte en esclavos emocionales y mentales de “lo-que-aún-no” y nos distrae o nos hace olvidar el “¡ya-está!”, si esto sigue así sin interrupción alguna, seremos personas generalmente insatisfechos, la “satisfacción” solo durará el momento en donde adquieras algo, ¡para luego pasar a enfocarte en lo que aún no tienes!

¿Qué pasa si un buen día te levantas millonario con esa misma mentalidad y ahora lo que te falta “materialmente” hablando es casi nada? Wow, el vacío será incluso peor: Antes por lo menos tenías una nuez delante de tu rueda materialista de Hámster, ahora ya no hay más por alcanzar, ya está. Si no aprendes a alegrarte en “el bien que El Eterno tu Dios te haya dado” podrías entrar en una gran depresión.

¿Te has preguntado por qué tantos famosos millonarios simplemente están siempre haciendo ridiculeces, arruinando su vida con drogas, tomando antidepresivos y hasta suicidándose? Creo que una canción puede decirnos la respuesta. En el año 2000 Britney Spears sacó una canción llamada “Lucky” (afortunada); en ella se describe a una superestrella que es muy afortunada por todo lo que ha alcanzado pero que es infeliz, muchos críticos consideraron que Spears estaba cantando su experiencia personal; al juzgar por su vida en los siguientes años, parecieran tener razón.

En el coro de la canción se dice: “She’s so lucky, she’s a star But she cries, cries, cries in her lonely heart, thinking If there’s nothing missing in my life Then why do these tears come at night”, traducido esto es: “Ella es tan afortunada, ella es una estrella, pero llora, llora, llora en su corazón solitario, pensando: Si no hay nada que falte en mi vida, entonces ¿por qué vienen estas lágrimas en la noche?

La una vez popular canción expresa la increíble soledad y el sentido de vacío que se genera cuando reducimos al “ser humano” en una “obra humana” o en un conjunto de “bienes para humanos”. Llegar a la cima sin Dios, puede ser peligroso, ya que es vacía, de satisfacción fugaz y sin sentido, es eso lo que han estado ahí descubren.

Fuimos diseñados para algo más, algo más sublime, más infinito, más eterno, es por ello que por más que queramos, no podemos llenar el vacío eterno, invisible y espiritual de nuestra alma con cosas temporales, visibles y materiales.

El famoso matemático Blaise Pascal lo dijo así: “Existe un vacío en el corazón de todos los hombres que no puede ser llenado por ninguna otra cosa creada sino por Dios mismo, el Creador”. Salomón lo dijo filosóficamente: “Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres… y ha puesto eternidad en el corazón de ellos” (Eclesiastés 3:10-11). Solo Dios puede llenar el vacío del corazón que suspira por lo eterno y lo imperecedero.

Antes de proseguir debemos de hacer una aclaración: en ningún momento estamos endosando el conformismo o diciendo que está mal tener sueños, metas, visiones, luchar por prosperar o mejorarte a ti y a los tuyos. La visión de la biblia no es alabanza del conformismo, sino la búsqueda de mejorar nuestra vida de la mano de Dios, adorándolo, bendiciéndolo y alegrándonos en Él y embarcándonos en su plan de redención del mundo. Es muy distinto ser agradecido por lo que se tiene y esforzarse por lo que falta, a menospreciar lo que tenemos y ser infelices por lo que falta.

Cuando consideramos esto y luego miramos a las sencillas palabras de la Torá: “Y te alegrarás en todo el bien que El Eterno tu Dios te haya dado a ti y a tu casa” podemos aprender una gran lección. ¿Te imaginas lo que pasaría si te dieras un tiempo diario para agradecerle a Dios todo lo que te ha dado? ¿Has imaginado una lista de lo que tienes que agradecerle y estar feliz por ello? ¿Has meditado en todo lo bendecido que ya eres? ¿Has reparado en cómo ha bendecido a los tuyos? Si podemos hacer que el agradecimiento y la alegría por las bendiciones de Dios, estén de continuo en nuestra vista, habremos encontrado la manera más dulce de vida y llenado nuestro vacío interior.

El Salmo 148 poéticamente llama a toda la creación a alabar al Eterno, incluso “el sol”, “la luna”, “las estrellas” deberían alabarlo. ¿Por qué? El salmista dice: “Por qué él mandó y fueron creados” (Salmo 148:5). Tan solo el hecho de haber sido creados es suficiente motivo para alabar al Eterno ¡Cuánto más nosotros que hemos disfrutado del bien del Eterno como seres humanos! Ayer mientras dormiste, sin hacer nada, tu corazón no se detuvo, tus pulmones siguieron respirando y tienes el gran regalo de estar vivo, ¿Acaso no es esto ya una gran bendición?

En esta parashá vemos como alegrarnos delante del Eterno incluso es un mandamiento. El gran Najman de Breslov no erró al decir: “Un gran mandamiento es estar gozosos siempre”. Cuando los peregrinos llegaban a Jerusalén para la fiesta de Shavuot (Pentecostés) tenían la oportunidad de adorar delante del Eterno por todo el bien que había hecho a Israel y a ellos personalmente. Hay buenas razones por las que nosotros deberíamos hacer lo mismo constantemente.

Curiosamente, la parashá retoma el gozo y alegría de corazón un poco después cuando narra las maldiciones que vendrían sobre el pueblo judío por desobedecer y transgredir el pacto con El Eterno. Ahí se nos dice que las maldiciones vendrían: “Por cuanto no serviste a El Eterno tu Dios con alegría y con gozo de corazón” (Devarim [Deuteronomio] 28:47). ¿Puede haber alguna duda sobre la importancia del gozo de corazón por las bendiciones del Eterno?

Esta parashá nos habla poderosamente a todos nosotros: A aquellos que aún no han entregado su vida al Eterno, no se han arrepentido de sus pecados y han recibido la regeneración, el perdón de pecados, ni la redención de su alma por medio de Yeshúa nuestro Mesías. No hay nada más importante en esta vida que estar en paz con El Eterno, arrepentirnos de nuestros pecados y ser redimidos por la sangre que quita toda condenación. La biblia enseña que debemos reconciliarnos con Dios, pedirle que nos limpie con la sangre de su hijo y recibir la dadiva de vida eterna.

El Eterno ha prometido que todos aquellos que se arrepienten de sus pecados, reconocen a su Mesías Yeshúa como el sacrificio por sus pecados, invocándole en oración sincera, reciben vida eterna y perdón de pecados (Juan 3:16, 6:40, Romanos 3:23-24, romanos 10:9, Hechos 16:29-31). Si aún no lo has hecho, te invitamos a que lo hagas y permitas al Eterno justificarte y darte de su amor y crear una relación con Él.

La parashá también tiene una gran lección para aquellos que experimentamos el nuevo nacimiento y hemos recibido la regeneración de nuestras vidas (Juan 3:3, Tito 3:5), la parashá hace que reflexionemos en las siguientes preguntas ¿Qué tanto agradecemos a Dios por todo lo que hace por nosotros? ¿Hemos caído de nuestro primer amor? ¿Es él, el objeto de nuestra “suprema alabanza”? ¿Hemos dejado algunas veces que el afán de la vida nos distraiga y socave nuestra relación con el Eterno? Si esto es así, es un buen momento para volver a donde estábamos, a darnos cuenta de que Papá sigue estando ahí, con su dulce sonrisa esperando nuestra madurez y que podemos ser mejores hijos.

שבת  שלום

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

24 Ago, 2020

Parasha Ki Tetze

Devarim (Deuteronomio) 21:10-25:19

Haftara: Isaías 54:1-10

Maldecido por Dios es el colgado
En esta semana leemos en la Torah sobre la restricción de dejar más de un día, a alguien que ha sido condenado y ha sido colgado en un madero para servir de escarmiento público. El contexto y significado de este mandato, su uso en los escritos apostólicos, como también la polémica Anti-Yeshua que ha significado desde el primer siglo, hace que sea digno de ser estudiado de manera extensiva. Es nuestra intención hacerlo en esta ocasión.

Antes de cualquier cosa debemos ver el texto en sí mismo y conocer el trasfondo del mandato.

Leemos en la Torah: “Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que El Eterno tu Dios te da por heredad.” (Devarim [Deuteronomio] 21: 22-23).

Este texto es perfectamente entendible en el contexto histórico de oriente medio de la época de Moshe. Era una costumbre conocida hacer, que cuando una persona cometía un crimen capital, fuera colgado en un madero. ¿Con qué objetivo? Esto era para que sirviera de escarmiento público a las demás personas y que se retrajeran de hacer lo que el condenado a muerte había hecho.

Por ejemplo, si alguien había asesinado a alguien y era condenado a muerte y luego colgado en un madero, se estaba enviando un mensaje poderoso: “Esta es la forma en que acabarán todos los homicidas, sino quieres acabar así, no lo hagas”.

Podemos ver claramente un ejemplo de esto en el libro de Josué donde se nos dice:

“Y al rey de Hai lo colgó de un madero hasta caer la noche; y cuando el sol se puso, mandó Josué que quitasen del madero su cuerpo, y lo echasen a la puerta de la ciudad; y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy.” (Yehoshua [Josué] 8:29).

Es importante aclarar, que el condenado era colgado en el madero después de muerto y no antes ni durante su muerte. El hecho de colgarlo era algo que era adicional a su muerte y no tenía que ver con el proceso, el método o el medio de su ejecución.

¿En qué medida la Torah se aparta de las tradiciones de ese tiempo? Un cuerpo podía pasar colgado días enteros sin que fuera bajado. Por el hecho de que la tierra de Israel es una tierra santa, y que en el tabernáculo moraba la presencia manifiesta del Dios vivo y Todopoderoso, no era permitido dejar a un muerto mucho tiempo sin ser sepultado. En el sistema de impuro/puro del tabernáculo y luego del templo, el contacto literal o simbólico con muerte o salida de vida, conlleva impureza ceremonial.

Como hemos explicado en los comentarios a Levítico, si alguien entraba en contacto simbólico o literal con muerte o abandono de vida (cadáver, flujo de sangre, flujo de semen, cuerpo de animal impuro muerto) este adquiría impureza ritual (no confundir con impureza moral o espiritual).

Por su crimen de muerte, su culpabilidad, por servir de escarmiento, se dice que “Maldecido por Dios es el colgado”. ¿En qué sentido lo es? En el sentido de que El Eterno ha traído malos sucesos, mala fama, mal nombre sobre el condenado por lo horrible de su delito.

En los días de Yeshua, los romanos habían llevado un paso más allá lo del madero y el escarmiento. Los romanos no colgaban a las personas después de muertos, sino que las clavaban a un madero y las dejaban morir. A este proceso bestial e inhumano se le conoce como “Crucifixión”. El sufrimiento y el mensaje de escarmiento era aún más crudo y claro, Roma utilizaba mucho esto para reprimir a grupos que buscaban levantarse contra el imperio en Sedición. Miles de galileos fueron crucificados en el siglo primero para dejar claro que aquel que se levantaba contra Roma, pagaría el más alto de los precios. El famoso caso de Espartaco cae en la misma categoría.

La crucifixión era en palabras de Flavio Josefo: “la más miserable de todas las maneras de morir” (Guerras 7.5.4). Cicerón la llamaría “el castigo más cruel y repulsivo de todos”. La crucifixión era la peor de las muertes concebidas incluso entre el mundo pagano, estaba reservada a lo peor de lo peor dentro del imperio romano. Si ser colgado después de muerto era considerado un sinónimo de escarnio y de maldición divina, ¡Cuánto más ser colgado y clavado al madero y morir ahí!

Esto fue un motivo común de tropiezo entre el pueblo judío a la hora de aceptar a Yeshua como Mesías, y aún lo es. “¿El Mesías colgado en un madero? ¿Estás bromeando? La Torah dice que es maldecido por Dios el que es colgado en un madero. ¡Ciertamente el Mesías no debe de ser tan “maldecido” que digamos ya que será el Rey aprobado por Dios!”. Concebir que el Mesías sea un maldecido por Dios, es en el mejor de los casos, problemático desde una cosmovisión judía. Pablo lo sabía y por eso escribió: “Pero nosotros predicamos al Mesías crucificado, para los judíos ciertamente motivo de tropiezo, y para los gentiles locura” (1 Corintios 1:21).

Vemos que a finales del siglo primero e inicios del segundo, aún existía esta objeción inmediata a la fe en Yeshua entre el pueblo judío. Por ejemplo, Trifo el judío (para algunos el Rabi Tarfón del Talmud) en su dialogo con Justino Mártir dice:

“Pero en si el Mesías debería ser tan vergonzosamente crucificado, en eso es que tenemos duda. Porque quien sea que es crucificado es dicho en la ley que es maldecido, así que soy extremadamente incrédulo en este punto. Es bastante claro, por cierto, que las escrituras anuncian que el Mesías tenía que sufrir; pero desearíamos aprender si ustedes pueden probarnos si era por el sufrimiento maldecido en la ley” (Dialogo con trifo 89).

Las palabras de Trifo revelan la cosmovisión convencional judía del primer siglo sobre la crucifixión de Yeshua. ¿Cómo es posible que El Eterno permitiera que el Mesías fuera sometido a la más vil de las muertes? ¿Puede el Ungido de Dios ser maldecido por Dios? Los escritos apostólicos nos proveen esta respuesta: El Eterno permitió esto para que el Mesías tomara la maldición de nuestros pecados sobre él, tal como está escrito:

“El Mesías nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Yeshua El Mesías la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” (Gálatas 3:13-14)

La interpretación popular de este verso, explica que Pablo está diciendo que la Torah era una maldición, y que Yeshua vino a librarnos de esa maldición; por tanto, no tenemos más que preocuparnos por los mandamientos de la Torah, judíos y gentiles por igual. Sin embargo, este no parece ser el sentido, puesto que no se dice que hemos sido redimidos de observar mandamientos de la ley, sino que hemos sido redimidos de la maldición de la ley, esto es nuestra pena por desobedecer los justos y santos mandatos de Dios.

En el contexto de la carta de Gálatas, algunos prosélitos (personas de origen gentil convertidas en judíos siendo adultos y creyentes en Yeshua) explicaban a los gentiles creyentes que debían de convertirse en judíos vía circuncisión y formar parte del pueblo físico del Eterno, esto es Israel, para tener asegurada una entrada en el mundo venidero. Su teología de salvación era: “debes ser parte de Israel para ser salvo y tener una adherencia modesta a los mandamientos. Si no lo haces, no tienes parte en el mundo venidero, o en el mejor de los casos, no estás del lado de la certeza”.

Eruditos como E.P Sanders han definido esta postura como “Nomismo de pacto”, esto es, la creencia en que para tener parte en el mundo venidero se tiene que estar “dentro” para ser aceptado por Dios. Debes de haber nacido judío, o convertirte legalmente por medio de la circuncisión y observar mandamientos en un nivel básico para tener parte en el mundo venidero. En una frase su teología era: “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.” (Hechos 15:1).

Pablo responde a estas personas que imaginaban la judeidad como un pasaje directo al paraíso, de manera muy tajante: “Si dependemos de la Torah o de ser judío para ser salvos, tenemos un pequeño lio, la Torah tiene una maldición para todo aquel que no permanece en los mandamientos para hacerlos (Gálatas 3:10) . Más que un ticket de bienvenida, ser judío y guardar el pacto de la Torah es una gran responsabilidad”.

Pablo explica como Hashem en su gran misericordia nos libro de la condenación de la Torah por nuestra desobediencia. El permitió que el Mesías, aquel de quien se dice en Isaías 53 que nunca “hizo maldad ni hubo engaño en su boca” (53:9), cargara no solamente nuestros pecados, sino la infamia, el vituperio, el juicio y la maldición de los mismos ¡Cuan Bueno es nuestro Dios y su misericordia por medio de Yeshua su Mesías!

Ciertamente la noción de que el Mesías pueda ser “maldecido por Dios” es algo pasmoso. Sin embargo, debemos recordar que en la tradición judía se le asignan al Mesías nombres igualmente sorprendentes. Uno de ellos es “Jivra” que significa “Leproso”, asignándole repudio de parte del pueblo judío, sufrimientos que serían tan espeluznantes que se pensaría que está siendo castigado por Dios. De hecho Isaías profetiza que el Mesías sufriría de una manera que daría lugar a pensar que está siendo castigado por Dios porque es un malvado, tal como está escrito:

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por llagado (Nagua), por herido de Dios y abatido.” (Isaías 53:4)

El profeta Isaías también describe aflicciones que el Mesías sufriría pero no por que las merezca, sino porque está cargando “el pecado de todos nosotros” para que por su llaga seamos nosotros sanados (Isaías 53:5-6).Además de esto, fuentes judías reconocen que Zacarías 12:10 donde se menciona a “aquel a quien traspasaron” se refiere al Mesías sufriente, o al Mesías Ben Yosef.

De manera que después de considerarlo, un Mesías que tiene una muerte escandalosa y violenta, llena de escarnio por su propio pueblo y cargando los pecados del mundo, no carece de precedentes en la literatura judía ni de base textual en las escrituras. Pablo se dio cuenta de todas estas cosas y por eso dijo: “El Mesías nos libro de la maldición de la Torah, hecho por nosotros maldición” (Gálatas 3:13).

Si pudiéramos hablar con Trifo y presentar razones por las cuales la muerte del Mesías por crucifixión no contradice la escritura sino que es consistente con la misma, podríamos decir que Isaías habla de una muerte violenta, con mucho dolor y que causa que el pueblo judío piense que el que está siendo castigado, está siendo ajusticiado o “llagado” por Dios. En segundo lugar, Zacarías 12:10 llama al Mesías sufriente “Traspasado” una descripción consistente con un crucificado. En tercer lugar, si el Mesías había de llevar la maldición y juicio de nuestros pecados, no hay otra muerte descrita en la Torah que conlleve maldición, excepto a ser colgado de un madero.

El Eterno ha dado perdón de pecados, redención, salvación, liberación, santificación por medio del único hombre que nunca pecó, pero que fue entregado por amor de nosotros. El mismo dijo que: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:14-16).

Judíos y gentiles por igual, podemos encontrar la certeza del perdón eterno de nuestros pecados, y la experiencia de la regeneración al venir al Eterno amparados en el sacrificio de su Ungido. Todos aquellos que un día lo hicimos, sabemos que tenemos vida nueva, y vida en abundancia. La maldición de Dios fue quitada por el Bendito de Dios y ahora llama a todas sus creaturas a venir a él, arrepentidos de corazón para recibir vida eterna.

Si aún no lo has hecho ¿Qué estás esperando? Los brazos del Eterno y de su Ungido están dirigidos hacia todo aquel que se humilla y se arrepiente de sus pecados. El toca a la puerta y llama, quiere que todos oigamos su voz

Shabbat Shalom!
Isaac Bonilla 

17 Ago, 2020

Parasha Shoftim

Deuteronomio 16:18-21:9

Haftara: Isaías 51:12-52:12

Ni una yud: Salomón y su rollo de Torá

En esta semana estudiamos la porción (parashá) “Shoftim” que significa “jueces”. El libro de Devarim continúa siendo legislativo y prescribiendo a los hijos de Israel leyes varias para diversas situaciones. En la parashá de esta semana encontramos leyes sobre los jueces y alguaciles, sacerdotes y primicias, leyes sobre testigos, como discernir entre un verdadero profeta y uno falso, ciudades de refugio, entre otras.

Entre las leyes que encontramos, quisiéramos considerar esta vez las leyes para el Rey de Israel. En el capítulo 17 de Devarim, la torá legisla ciertos mandatos para el Rey de Israel, tal como está escrito:

“Ciertamente pondrás por rey sobre ti al que El Eterno tu Dios escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no podrás poner sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano. Pero él no aumentará para sí caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos; porque El Eterno os ha dicho: No volváis nunca por este camino. Ni multiplicará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia. Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a El Eterno su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.” (Deuteronomio 17:15-20).

El Eterno manda por medio de Moisés, que el Rey de Israel deberá  cumplir requisitos específicos para evitar que “se eleve su corazón” y crea que él está por encima de la ley del Eterno. Ni siquiera el rey de Israel estaría exento de cumplir los mandamientos de la tora de Moisés, el mismo tendría que escribir un libro de Torá para poder meditar en la ley del Altísimo todos los días de su vida. Dios no tiene hijos con “fuero espiritual”, esto es claro en la parashá de esta semana.

El Mesías de Israel, es en primera instancia el rey de Israel. La palabra “Mashiaj” significa “Ungido” y se utiliza para referirse a sacerdotes, profetas y reyes. La palabra “Mashiaj” también tiene un significado más estricto en la cultura judía y se refiere al último Rey de Israel, el Mesías, el Rey que traerá paz a Israel y al mundo e instaurará la era Mesiánica. Como discípulos de nuestro Maestro, nosotros sabemos que el Mesías ha venido en la persona de Yeshúa de Nazaret, y que prontamente se manifestará por segunda vez a Israel.

En este sentido, las leyes para los reyes de Israel tienen relación con nuestro Maestro Yeshúa El Mesías. El dejó claro que había venido a cumplir la Torá de Moisés, dar un entendimiento óptimo de la misma y corregir errores de interpretación en el conocido “Sermón del monte”. El Rey de Israel debía  meditar en la Torá del Eterno y andar en sus estatutos; nuestro Maestro vivió siempre guardando la torá, al punto de no cometer pecado y poder entregar su vida en expiación eterna por los pecados de Israel y del mundo.

La torá, los mandamientos de nuestro padre Celestial eran su constante delicia y los guardaba como un Tsadik (justo) insuperable. Para evitar que, por su énfasis en los aspectos éticos de la torá, algunos pensaran que estaba aboliendo el resto de los mandamientos, dijo categóricamente en el inicio del sermón del monte lo siguiente:

“No penséis que he venido para abrogar la Torá o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Torá, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.” (Mateo 5:17-19).

Muy probablemente nuestro Maestro por su espíritu profético vio claramente como en el futuro mucha confusión se daría en torno a su relación con la torá. La rama principal del judaísmo y del cristianismo consideran que él (en otras variantes Pablo) abolió la torá y la consideró obsoleta, algo que tenía que perecer, un odre viejo, etc. Nada podría estar más lejos de la verdad ya que él consideraba a la torá como eternamente obligante. El no pudo ser más explícito, preciso y categórico en Mateo 5:17.

En el lenguaje español estamos familiarizados con la frase “No entendí ni jota”; muy probablemente la frase tiene raíces en la traducción castellana de Mateo 5:17, donde Yeshúa dice que ni “una jota” pasará de la torá. Dicha frase debe de haber sonado en hebreo como “ni una yud pasará de la Torá”. La letra “Yud” es la letra más pequeña del alefbeto hebreo y es casi un pequeño trazo de tinta. La letra más pequeña en el alfabeto griego es la iota así que al traducirse el dicho al griego, se trató de mantener la esencia del dicho.

Lo que nuestro Maestro está diciendo es: “Ni el más mínimo mandamiento de la torá pasará mientras existan estos cielos y esta tierra”, esto es, hasta que venga el Mundo venidero, después del reinado Milenial del Mesías. La torá es la norma de santidad que Dios espera, en ella hay mandamientos para toda la humanidad, y mandamientos especiales obligantes únicamente para el pueblo judío. Dios no ha olvidado su santidad y no ha abandonado su rol de castigar el pecado y galardonar la obediencia a sus mandamientos.

Existe un Midrash (narración homilética judía) que provee información interesante sobre el dicho de Yeshúa en Mateo 5:17. Los rabinos se preguntaban ¿Cómo es que Salomón pudo apartarse tanto del Eterno al final? ¿Acaso no era tan sabio? ¿Acaso no cumplió el mandamiento de escribir un rollo de la torá para sí mismo? ¿Cómo es que ignoró el precepto de “no multiplicar mujeres” de manera tan flagrante? El Midrash contesta con una narración ficticia pero que trata de dar una idea de lo que pasó y enseñar una verdad moral.

Leemos en el Midrash: “Cuando Elohim dio la torá a Israel, El dio tanto mandamientos positivos como negativos, y dio algunos mandamientos para un Rey, como se dice: ‘ni hará volver al pueblo a Egipto para multiplicar caballos para sí mismo, porque El Eterno ha dicho no volváis más por ese camino. Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe’. Pero Salomón se levantó y estudió la razón por la que Dios dio este mandamiento diciendo: ¿Por qué Elohim manda ‘no multiplicará mujeres para sí mismo’? ¿No era para guardar su corazón de desviarse?, Bien, yo multiplicaré esposas y mi corazón no se desviará” (Shemot Raba 6:1).

La lógica de Salomón fue: “El Eterno solamente prohibió multiplicar mujeres para evitar que el corazón se desvié de Él. Si mi corazón no se desvía, puedo tener las mujeres que yo quiera”. Para él, saber la razón detrás del mandamiento, lo capacitaba para no tener que cumplirlo.

Al llegar a esta lógica, el Midrash continúa relatando como Salomón empezó su extravío del Eterno de manera sutil y lenta. Al analizar la torá, y mientras hacía una copia de la misma por el mandato bíblico, Salomón cambió intencionalmente una letra de la torá para hacerla calzar con su nueva “teología”. Salomón cambio la yud de la palabra “Yarbé” (no multiplicará) por una letra “Alef”, haciendo que el texto (Deut. 17:17) leyera: “¡¡¡Yo multiplicaré para sí mismo esposas y su corazón no se desviará!!!”. Al hacer que esta pequeña letra de la torá fuera cambiada, Salomón estaba abrogando un mandamiento, torciéndolo y haciéndolo inaplicable ¡Vaya cambio pequeño!

El Midrash continúa relatando lo siguiente: “En ese momento, la Yud de la palabra yarbé subió a lo alto y se postró delante del Santo Bendito sea, y dijo ‘¡Amo del universo! ¿Acaso no dijiste que jamás ninguna letra sería abolida de la torá? Mira Salomón se ha levantado y ha abolido una. ¿Quién sabe? Hoy él ha abolido una letra, mañana él abolirá otra ¡hasta que toda la Torá sea nulificada!’ El Santo, Bendito sea, respondió, Salomón y mil como él pasarán, pero la más pequeña tilde no será borrada de ti” (Shemot Raba 6:1).

Ciertamente no debemos  creer que esta historia es literalmente cierta (el propósito del Midrash no es ser literal, sino exponer una alegoría o parábola para dar una enseñanza) pero contiene una riqueza increíble. En primer lugar, podemos comprender su punto principal: La desviación de los mandamientos del Eterno generalmente no ocurre abruptamente sino sutilmente. Seguramente Salomón no se levantó un día y dijo: “Ayer todo estaba bien con El Eterno, ¡creo que ofreceré incienso a Astoret hoy!”

Lo que es cierto para Salomón es cierto para todos nosotros: Debemos  cuidarnos de desviar nuestro corazón, incluso mínimamente ya que no sabemos a qué nos arrastrará al final ese pequeño paso al mal camino.

En segundo lugar, el Midrash es curiosamente observado en la realidad teológica de nuestro tiempo. Varios círculos del cristianismo piensan que debido a que ahora entendemos las razones por las que El Eterno ordenó algo, no debemos de considerar el mandamiento para cumplirlo.

Muchos cristianos no conciben como un judío creyente en Yeshúa siga circuncidando a sus hijos varones. “¿Acaso no sabe que la verdadera circuncisión es la del corazón?” Es oído a menudo. Hacer esta pregunta es como decir: “¿Acaso no saben los cristianos que el verdadero bautismo es el del espíritu santo?”. Claro que el judío sabe que la circuncisión en la carne, ordenada por Dios a todo descendiente de Abraham, alude a una mayor circuncisión. Ese tema se conoce desde Moisés quien dijo: “Circuncidad el prepucio de vuestro corazón” (Deuteronomio 10:16).

El entendimiento de un mandamiento no justifica la anulación del mandamiento. De ser así, podría decirse lo mismo del bautismo (en hebreo Tevilá) ¿Acaso no es el bautismo de conversión en nombre de Yeshúa, un símbolo del nuevo nacimiento? ¿Deberíamos de dejar de practicar el rito cuando ya entendemos su significado? ¡De ninguna manera! Todo lo contrario, lo guardaremos mejor por estamos plenamente conscientes de cual debe de ser nuestra motivación y el significado del mismo.

En tercer lugar, es curioso ver como la lógica de la “letra yud” en el Midrash ha sido verificada en ciertos círculos liberales tanto judíos como cristianos. En el Midrash, la letra yud dice que, si Salomón ha empezado borrando una letra, seguirá hasta anular toda la torá. Cuando consideramos las bodas de personas del mismo sexo aprobadas por círculos liberales del cristianismo y de judaísmo reformista, nos damos cuenta de la realidad del Midrash. Todo verdadero creyente en El Eterno debe guardarse de comenzar a desviarse en un aspecto puesto que no sabemos a qué nos llevará después.

Finalmente, el Midrash nos provee una extraordinaria fuente de contexto sobre el dicho de Yeshúa. Es muy probable que la historia fuera conocida en los días de Yeshúa y que él mismo estuviera aludiendo al Midrash en su forma primitiva. A diferencia de Salomón hijo de David, Yeshúa Ben David no ha venido a abolir ni siquiera una yud de la Torá, todo lo contrario, Él ha venido a cumplirla. Al considerar el midrash, el punto de Yeshúa es visto con una intensidad desconocida hasta el momento.

Nuestro maestro dejó claro que los mandamientos de la Torá seguían siendo obligantes. Todos los primeros discípulos judíos de Yeshúa siguieron guardando la Torá y considerándose parte del pueblo judío. Esto incluso ha sido admitido por un Rabino Ortodoxo (No creyente en Yeshúa) moderno en los términos más categóricos. Leemos por ejemplo:

“Los primeros alumnos de Jesús tampoco tenían intención de abandonar las leyes de la Torá; (Hechos 6:13-14, Hechos 21:20-24) Irónicamente, las enseñanzas que el libro del Nuevo Testamento de los Hechos categoriza como un ‘informe falso’ en relación con las enseñanzas de los seguidores de Jesús, es ahora la doctrina oficial del cristianismo. Los primeros seguidores de Jesús no creían que después de que Jesús llegó, las leyes de la Torá ya no eran vinculantes. Por el contrario, su pregunta era si incluso seguidores no israelitas de Jesús tienen que mantener todas las leyes de Moisés.” (Rab Yosef Eliyah en http://torájudaism.org/index.php/articles/41-islam/56-why-do-jews-reject-jesus-as-messiah. Traducción libre).

Nuestro Maestro fue fiel a la torá hasta su muerte. Por su expiación de pecados hemos recibido la purificación espiritual y hemos recibido el espíritu de El Eterno que ha inscrito la Torá en nuestros corazones. Somos un rollo de Torá escrito por el Mesías de Israel y debemos  andar como corresponde a nuestro llamado.

¡Que El Eterno haga que su Ungido se aproxime para que la torá fluya desde Tsion como nunca antes!

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

12 Ago, 2020

Parasha Ree

Deuteronomio 11:26- 16:17

Haftara: Isaías 54:1-55:5

En un abrir y cerrar de ojos.

La parashá Re’e contiene la transición de la exhortación a la obediencia al Eterno hecha por Moisés, y la introducción a una serie de leyes de diversos tipos. En el capítulo 12, Devarim se torna legislativo y deja por un momento de ser el relato de las exhortaciones, amonestaciones y exclamaciones de Moisés.

En la parashá encontramos leyes sobre el lugar que El Eterno escogería para poner su nombre en la tierra de Kenaan, leyes sobre falsos profetas que anuncian al pueblo servir a otros dioses y dejar la Torá, una repetición de las leyes dietéticas, el año de la remisión y una repetición sobre las fiestas de peregrinaje, donde tres veces al año, cada varón judío debe de presentarse delante de El Eterno (Deuteronomio 16:16).

En esta ocasión hablaremos sobre el recuerdo de la Pesaj hecha por Moisés en el capítulo 16 de Devarim (Deuteronomio). Moisés repite las tres fiestas de peregrinaje en vista de que el pueblo está a punto de entrar a la tierra prometida, con el objetivo de recordar a los hijos de Israel, que tendrán que aparecer delante de El Eterno en el lugar que el escogiere. Cuando estaban en el desierto tenían que simplemente ir al tabernáculo de reunión; sin embargo, al entrar a la tierra, deberán ir a la tribu y a la ciudad escogida por El Eterno.

Hablando con respecto a la pesaj (pascua), leemos en la Torá lo siguiente:

“No comerás con ella pan con levadura; siete días comerás con ella pan sin levadura, pan de aflicción, porque aprisa saliste de tierra de Egipto; para que todos los días de tu vida te acuerdes del día en que saliste de la tierra de Egipto.” (Deuteronomio 16:3).

Moisés recuerda a los hijos de Israel no comer pan con levadura pues habían salido a prisa de Egipto. Debemos de recordar que una de las razones para comer pan sin levadura con la Pesaj, fue que la salida de Egipto fue tan rápida que no dejó tiempo ni para leudar la masa, tal como está escrito:

“Y cocieron tortas sin levadura de la masa que habían sacado de Egipto, pues no había leudado, porque al echarlos fuera los egipcios, no habían tenido tiempo ni para prepararse comida.” (Exodo 12:39)

La salida de Egipto fue a prisa, sin esperar ni un segundo más, cuando la hora de la redención llegó, nadie podía detenerlo. La salida nacional de Israel, corresponde a la salvación personal de cada discípulo de Yeshúa, somos sacados “a prisa” de la condenación del pecado, y del mundo y la cultura del pecado. Debemos de salir a prisa y no procurar volver nunca más.

Un curioso comentario en Mejilta (recopilación de Midrashim) provee una fuente excepcional de enseñanza. En Mejilta se dice que El Eterno adelantó la hora de la salida de Egipto debido a que cuando la redención llega él no la retarda ni tan siquiera “un abrir y cerrar de ojos”. La frase “un abrir y cerrar de ojos” significa que algo ocurre instantáneamente y es encontrada en otros lugares. Por ejemplo leemos que el arrepentimiento toma efecto “en un abrir y cerrar de ojos” (Pesikta Rabbati 163b).

Existe un acontecimiento que Yeshúa llamó “el nuevo nacimiento” en su encuentro con Nicodemo (Juan 3:1-15). El hablaba de una transformación radical de vida, un hecho que marca el rumbo espiritual de una persona para siempre, así como el arrepentimiento y la salida de Egipto fueron cuestiones de “un abrir y cerrar de ojos”, la regeneración espiritual de todos los creyentes en Yeshúa ocurre en el instante en donde rendimos nuestra vida al Eterno, nos arrepentimos de nuestros pecados y reconocemos a Yeshúa el ungido, como El Señor de nuestras vidas y la fuente de perdón de pecados en su sacrificio.

El nuevo nacimiento es un “acto” que sucede una vez en la vida y no un “proceso” que se tarda toda la vida. La regeneración que nos convierte en hijos de Elohim es un acto, la santificación y nuestro crecimiento espiritual es un proceso que dura toda la vida (Filipenses 1:6).

Lo que Yeshúa llamó nuevo nacimiento es la regeneración que sucede en cada creyente, es una transformación que brinda paz mental, seguridad espiritual y pureza moral; cada verdadero creyente en Yeshúa experimenta esto ocasionado por el espíritu santo prometido por El Eterno. Es una experiencia sobrenatural que es causada por El Eterno a todos aquellos que le rinden su vida. Rab Shaul escribe de esto cuando dice:

“Pero cuando se manifestó la bondad de Di-s nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Yeshúa El Mesías nuestro Salvador,” (Tito 3:4-6)

Los profetas anunciaron que en el reino mesiánico, Israel nacionalmente disfrutaría de perdón de pecados (Jeremías 31:34), se tendría la circuncisión de corazón (Deuteronomio 30:6) y una renovación espiritual pasaría, por obra del espíritu de Elohim en los corazones de los hijos de Israel (Ezequiel 36:26-28). Cada creyente en Yeshúa, judío y gentil por igual, disfruta de una experiencia personal y de un anticipo de la era Mesiánica. ¡Bendito sea El Eterno por su liberación!

La escritura de hecho habla de la liberación del pecado y sus efectos en etapas: en tiempo pasado, presente y futuro. De acuerdo a los escritos apostólicos, fuimos liberados (salvados) de la condenación del pecado (Romanos 8:1, 2 Corintios 5:21, Colosenses 2:14, Tito 3:5), somos salvados del poder del pecado por el espíritu de Elohim que mora en nosotros (2 Timoteo 1:7, Romanos 8:14), esto nos capacita para resistir la tentación y poder vencer al pecado por la fuerza que viene del cielo. Finalmente, también se nos habla que seremos salvados de la presencia del pecado, en la resurrección, la cual es la redención de nuestros cuerpos (Romanos 8:23, Romanos 5:9). La salvación del pecado y sus efectos es pasada, presente y futura.

Es importante diferenciar entre el nuevo nacimiento que acontece en cada hijo de Dios, en Yeshúa, y el “nuevo crecimiento”, el cual es un proceso de santificación y madurez espiritual que dura toda nuestra vida. El primero es un acto, el segundo es un proceso.

El Eterno ha derramado su gracia en Yeshúa nuestro Mesías, a todo aquel que viene a Él por medio del ungido, el Cohen Gadol celestial según el orden de Melquisedec, El Eterno ha prometido perdón de pecados y certeza de salvación en su nombre (Isaías 53:3-8, 59:20, Juan 3:16, 6:40, Romanos 10:9, Hechos 13:39). Para los sedientos de perdón y vida, las aguas de la salvación han sido derramadas a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén con arrepentimiento y perdón de pecados en su nombre (Lucas 24:46-47).

Así como el inicio de la redención de nuestra vida ocurre instantáneamente, “en una abrir y cerrar de ojos”, la resurrección ocurrirá también instantáneamente tal como se nos dice:

“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Corintios 15:51-52).

¡Que la redención final venga prontamente y en nuestros días!

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

03 Ago, 2020

Parasha Ekev

Devarim (Deuteronomio) 7:12-11:25

Haftara: Yeshayahu (Isaías) 49:14-51:3

No solo de pan vivirá el hombre, sino del hacedor del pan.
La tercera parasha del libro de Devarim tiene por nombre “Ekev” que se traduce como “como consecuencia” o “por causa de”. La palabra “Ekev” es muy similar a la palabra “akev” que quiere decir “talón”; esto ha dado pie a muchas parábolas y alusiones que podemos encontrar en los midrashim.

La parasha narra consecuencias de la bendición nacional que vendría al pueblo si vivían a la altura de las expectativas espirituales de pacto. Contiene fuertes exhortaciones de Moshe contra la “auto-justicia” y cualquier sentimiento de merecer la tierra prometida, haciendo un pequeño recuento de cómo el pueblo se reveló contra Hashem desde la salida de Egipto y como estaban vivos por la misericordia de Hashem, las promesas a los patriarcas y la intercesión de Moshe.

Finalmente la parasha concluye con el “Vehaya Im Shamoa” que es la segunda porción de la oración del Shema en la liturgia judía. Dicho verso es básicamente una paráfrasis de alcances colectivos del primer párrafo del Shema (Deuteronomio 6:4-9). Añade bendiciones nacionales que caerían sobre el pueblo por causa de tener fidelidad de pacto.

Una de las frases más famosas encontradas en la parasha es la que se registra en el recuento de los 40 años hecho por Moshe, tal como está escrito:

“Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de El Eterno vivirá el hombre.” (Devarim [Deuteronomio] 8:3).

¿Qué es lo que quiso decir Moshe con “No solo de pan vivirá el hombre”? Si tomamos un literalismo extremo y desprendido del contexto histórico, ¡Nadie vive únicamente de comer pan! Además ¿acaso el mana no era pan también? ¿Por qué contrastar el mana, que es pan, para enseñar que no solo de “pan” vivirá el hombre?

Debemos de entender que en la cultura judía “pan” equivale a decir “comida” o “alimento”, esto es claramente evidenciado en el libro de Samuel donde se nos dice:

“Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel día; porque Saúl había juramentado al pueblo, diciendo: Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo el pueblo no había probado pan.” (1 Samuel 14:24).

“Entonces habló uno del pueblo, diciendo: Tu padre ha hecho jurar solemnemente al pueblo, diciendo: Maldito sea el hombre que tome hoy alimento. Y el pueblo desfallecía.” (1 Samuel 14:28).

Claramente pan y alimento se consideran sinónimos y términos intercambiables en la narrativa de Samuel. Esto debido a que es un hebraísmo muy conocido decir “pan” para referirse a la comida en general.

En vista de este dato, podríamos parafrasear lo dicho por Moshe como: “No solo de comida vivirá el hombre”. Esto explica en parte el porqué de la frase dicha por él, pero nos deja una pregunta esencial: El mana no volverá a bajar de nuevo ¿Qué es lo que Moshe esperaba que el pueblo supiera o entendiera entonces? En otras palabras, si el mana ya no cae ¿acaso no es cierto que el hombre SI vive de pan, puesto que ya no hay mana del cielo?

A pesar de que ya no hay mana en el sentido portentoso y literal de la palabra, existe un mana que sigue existiendo y es lo que Moshe quería que el pueblo judío entendiera para siempre. Este mana es la provisión sobrenatural del Eterno.

Todo lo que vino a ser, existe por la palabra del Eterno. Hashem creó el mundo a través de su palabra, El es el creador de todo lo que existe. El sustenta todas las cosas por el poder de su palabra y en su mano “esta el poder para fortalecer todo lo que existe” (1 Crónicas 29:12).

Muchas veces la cultura post-modernista, materialista y consumista que nos rodea nos lleva al sutil engaño de que vivimos por nuestros trabajos, nuestras capacidades, nuestro intelecto, nuestra fuerza, nuestros medios, etc. Esta parasha nos recuerda de que no dependemos de nuestro trabajo, sino de aquel que nos da trabajo; no dependemos de la comida, sino del creador de la comida. Eso es lo que significa que “no solo de pan vivirá el hombre”; a pesar de tener circunstancias adversas y de aparente estrechez, todo creyente tiene asegurado que: “Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Yeshua El Mesías.” (Filipenses 4:19).

En Hashem nuestra provisión está asegurada, el tiene cuidado de nosotros y como dijo Shimón Kefa, podemos echar en él toda nuestra ansiedad (1 Pedro 5:7). Cuando entendemos que nuestra vida está guardada en la buena voluntad del Eterno, nuestro afán o stress, por el mañana y por nuestras necesidades disminuye.

El Salmo 147 dice: “El da a la bestia su mantenimiento, a las crías del cuervo que dan voces” (147:9). Versos después dice: “Adonay se complace en los que le temen, en aquellos que esperan en su bondad… El da en tu territorio la paz; te hará saciar con lo mejor del trigo” (147:11, 14).

Es curioso ver como en primer lugar, el salmista dice que Adonay da comida a animales que nos parecen tan repulsivos como los cuervos. ¡Hashem está preocupado por lo que comerá el cuervo el día de hoy! Inmediatamente el salmista dice que él sacia a su pueblo con lo mejor del trigo. Al establecer este orden es como si estuviera diciendo “Si El Eterno está preocupado por lo que comerán el cuervo y su familia ¿Cuánto más estará preocupado por lo que comeremos tú y yo el día de hoy?”.

Es muy probable que este salmo estuviera en la mente de nuestro Maestro cuando hizo una Drasha (exposición o enseñanza) excepcional sobre el tema de la provisión. Leemos que él dijo:

“Dijo luego a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?” (Lucas 12:22-24).

Hashem vela por nosotros, podemos contar con él en momentos de estrechez, en momentos de crisis, en momentos de angustia. El solo está esperando a que reaccionemos positivamente y busquemos refugio en él. El no abandona a los que le temen y escuchará nuestro clamor.

El desorden de prioridades con los que el postmodernismo nos rodea debe de ser retado seriamente. La prioridad número uno de todo creyente es servir a Hashem, lo demás vendrá por añadidura, tal como está escrito:

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33)

¡Que El Eterno nos haga entender que vivimos por el creador y no por la creación!

Shabbat Shalom!
Isaac Bonilla

27 Jul, 2020

Parasha VaEtjanan

Devarim (Deuteronomio) 3:23-7:11

Haftara: Yeshayahu (Isaías) 40:1-26

Shema Israel: La cultura del oír.
La parasha de esta semana comprende muchos tópicos importantes, encontrándose quizás entra las parashot más importantes ética, moral y teológicamente hablando. La parasha Vaetjanan siempre es leída en el shabbat posterior a Tisha Be’av, conocido como “Shabbat Najamu”. El shabbat toma su nombre de la Haftara (sección de los profetas) del profeta Isaías que comienza con la palabra “Najamu” (“Consolaos”).

Sin lugar a duda podemos fácilmente imaginar el contenido más importante de esta parasha para el pueblo judío: El Shema Israel. El Shema Israel es una parte trascendental en el judaísmo, el judío crece y muere diciendo la famosa declaración que se encuentra en Deuteronomio 6:4 donde se dice: “Shema Israel Adonay Elohenu Adonay ejad” que traducido es “Escucha Israel El Eterno nuestro Dios, El Eterno uno es”.

Es tanto lo que podemos comentar sobre el Shema que este estudio se centrará solo en los aspectos fundamentales del famoso verso del quinto libro de la Torah. Como dijimos, el verso del Shema Israel se encuentra en Devarim 6:4, el verso es parte de una de las oraciones más importantes del judaísmo. Cada judío observante recita el Shema por lo menos dos veces al día en conjunto con otros versos de la Torah. Devarim 6:4-9, 11:13-21 y Bamidbar 15:37-41, son los tres versos recitados en la oración de la mañana y en la noche, cumpliendo así el mandamiento de:

“hablaras de ellas cuando estés sentado en tu casa, cuando andes de camino, al acostarte y al levantarte” (Devarim [Deuteronomio] 6:7).

El carácter corto y categórico del Shema hizo que se convirtiera en el grito monoteísta del pueblo judío. Soportando los embates de la asimilación a culturas y creencias ajenas a la fe judía, el pueblo siempre respondía con “Oye Israel El Señor nuestro Elohim, El Señor es uno”.Miles de mártires judíos, quienes se negaban a abandonar la fe en la edad media y convertirse a la adoración gentil, murieron quemados diciendo estas mismas palabras. Sin duda alguna, el Shema Israel está arraigada al pueblo judío como ninguna otra oración.

Esto hizo que el pueblo comenzara a ver en el Shema, la declaración teológica de la fe judía y el monoteísmo. El Shema rápidamente se convirtió en una especie de credo judío básico, no importa si eres un erudito de Torah, un judío estudioso de Torah promedio, o un completo extraño al mundo de la Torah; lo más fácil de recordar y lo más importante que tienes que saber es: Oye Israel, El Eterno nuestro Dios, El Eterno es uno.

Algunas personas piensan que la máxima declaración monoteísta en la Torah radica en el Shema Israel; sin embargo, debemos de preguntarnos: Cuando Moshe lo dijo ¿tenía el objetivo de ser una declaración de creencia o un mandamiento? Reducir el Shema a una declaración de fe o doctrina puede tener sus inconvenientes cuando consideramos las siguientes cosas:

  • Tanto los sabios judíos como Yeshua nuestro Maestro, hablaron del Shema siendo un mandamiento. ¿En qué sentido la declaración del Shema es un mandamiento? ¿Qué acción demanda “Oye Israel El Señor nuestro Dios El Señor es uno”? ¿Acaso no es meramente el Shema algo que hay que creer y no algo que hay que hacer?
  • Versos atrás en la parasha, Moshe ha tocado el punto de la creencia monoteísta en los términos más categóricos posibles diciendo: “Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que El Eterno es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.” (Devarim 4:39). ¿Es el Shema simplemente una manera alterna de decir esto o hay algo más en su naturaleza?

Consideremos esto: El verso de Devarim 4:39 es quizás la máxima declaración monoteísta de la Torah; reparando en varios aspectos de este verso parece ser el más claro verso en toda la Torah sobre la creencia en un solo Dios. ¿Estamos exagerando al decir esto? ¿Podemos dar evidencia de la Torah y la tradición judía sobre nuestra aseveración? Analicemos algunas cosas sobre este verso:

  • El contexto del verso viene hablando de la revelación del monte Sinai donde todo el pueblo oyó la voz del Eterno pero no vio ninguna figura (4:10-12). Luego habla de cómo El Eterno hizo algo para que siempre creyeran en Moshe y en la Torah: Una revelación colectiva en donde todo el pueblo (y no solo un individuo) oyó su voz en el monte y como él sacó al pueblo de Egipto con brazo poderoso. Después de esto, Moshe dice que todo esto fue para demostrar que no hay otro Dios sino Adonay.
  • El verso comienza haciendo un llamado a creer o a saber esto diciendo: “Sábelo hoy (Veyada’ta Hayom)”. Si hay un verso que Moshe quería que el pueblo creyera, sin duda alguna es este, pues comienza haciendo un llamado a saber eso y llevarlo al corazón.
  • El verso utiliza el nombre “HaElohim” y no solamente “Elohim” para enfatizar que está hablando sin lugar a dudas del Eterno. Otras creaturas en la escritura son llamadas Elohim (Moshe, los jueces de Israel, los ángeles) pero al utilizar el enfático “HaElohim”, se evita cualquier tipo de ambigüedad.
  • El verso es claro en decir que no hay otro “HaElohim” ni en los cielos ni en la tierra, haciendo completamente infinita su esfera de alcance.
  • Cada vez que en una sinagoga se ora y se recita el “Alenu” (oración final de cada servicio) se dice: “El es nuestro Dios; no hay otro más. Verdad es nuestro Rey, y no hay nada fuera de Él, tal como está escrito en la Torá: Sabe hoy y llévalo a tu corazón que El Eterno es Dios, arriba en los cielos y abajo en la tierra; no hay nadie más”. Si en todos los libros de oración del mundo, en el Alenu se usa este verso como la prueba definitiva del monoteísmo, es debido a que los sabios entendieron que este verso proveía una declaración insuperable de la creencia judía.

Como vemos hay buenas razones para pensar que el verso más claro, explicito y excepcional a la hora de declarar el monoteísmo de la fe judía es Devarim 4:39 y no el Shema Israel. Esto no quiere decir que El Shema no tenga connotaciones claras de Monoteísmo o que no tiene nada que informarnos sobre el tema; simplemente debemos darnos cuenta que si ese es su único objetivo, habría un verso aún más claro en capítulos anteriores.

Si el objetivoprimario del Shema no es ser la máxima declaración de Monoteísmo ¿entonces cual es? Antes de contestar esta pregunta, es necesario recordar que la grandeza del Shema radica en que es más que un verso de creencia, es un verso de acción y el MAS GRANDE MANDAMIENTO.Comentando esta realidad, una nota de la biblia judía de estudio (Jewish Study Bible) nos dice:

“Lectores modernos consideran el Shema como una afirmación de monoteísmo, un punto vista que es anacrónico. En el contexto de la antigua religión israelita, sirvió como una proclamación pública de lealtad exclusiva a Hashem como el único Señor de Israel.” (Adele Berlin and Marc Zvi Brettler, eds., The Jewish Study Bible [New York: Oxford U. Press, 2004], 380).

Esta declaración es asombrosa viniendo de una biblia judía de estudio y a la vez muy iluminadora. En síntesis declara que la intención primordial de Moshe a la hora de decir el Shema, no fue dar un credo, o una aseveración de monoteísmo; su objetivo principal fue recalcar la exclusiva lealtad, fidelidad y obediencia del pueblo judío a Hashem.

Esto tiene todo el sentido del mundo cuando vemos lo que sigue al Shema Israel: “Y amarás a El Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” (Devarim [Deuteronomio] 6:5).

En otras palabras lo que Moshe está diciendo en el Shema no es: “Hijos de Israel crean que El Eterno es uno” (algo que ya había dicho en Devarim 4:39), sino algo muchísimo más poderoso:

“Hijos de Israel, oigan atentamente: Puesto que El Eterno nuestro Dios es uno, nuestra fidelidad entera está únicamente dirigida hacia ÉL, debemos amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. En vista de que no tenemos otro Dios, todo nuestro ser debe de estar unificado en servirle. No tenemos dos dioses o dos señores de manera que tengamos conflicto de decisión o de amor. ¡Tenemos un solo Dios y nuestra fidelidad y obediencia están cien por ciento hacia él!”

¿Ahora si es un mandamiento verdad? Cuando percibimos la intención primaria del Shema vemos como todo encaja perfectamente. Cada vez que cierres tus ojos para decir El Shema al levantarte, después del Alenu, antes de acostarte, recuerda que El Eterno espera muchísimo más que una mera creencia intelectual, el espera completa obediencia y fidelidad.

Es debido a esto que nuestro Maestro no titubeó al decir que El Shema es el mandamiento más grande de todos, no hay esfera de nuestra vida que no sea afectada por el Shema Israel, no hay deseo que no sea afectado, no hay pasión que no sea afectada, no hay pensamiento que no sea afectado, no hay ilusión que no sea afectada. El Shema nos dice hacia quien debe de estar toda nuestra fidelidad en momentos de tentación, duda o dilema moral.

Es por esto que nuestro Santo Maestro dijo:

“Yeshua le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” (Marcos 12:29-31).

El Shema tiene un mensaje claro para nuestras vidas. En cada momento de dilema moral o de tentación debemos de oír que tenemos un solo Dios y que hacia ÉL es nuestra fidelidad. Al amarlo con todo el corazón, el alma y nuestras fuerzas, estaremos capacitados para obedecerlo y cumplir todos sus mandatos según nuestras fuerzas con el poder del espíritu que se nos ha dado.

Es por esto que el Shema comienza diciendo: “Escucha” y no “Observa”. Muchas veces nuestros ojos pueden engañarnos, muchas veces la percepción que recibimos del mundo puede hacernos dudar de la buena voluntad del Eterno, de su deseo para nuestras vidas, de sus leyes y de sus decretos. Esto fue precisamente lo que aconteció a los espías, al ver la altura de los anaceos y las ciudades amuralladas, su fe decayó totalmente destinando a la generación del éxodo, a perecer en el desierto.

La fe viene por el oír la palabra del Eterno (Romanos 10:14). Es por esto que el enviado de Yeshua a los gentiles, Shaul de tarso, escribió:

“porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).

Cada vez que esto sucede debemos de acordarnos de una sola palabra: Shema. Escuchemos atentamente la voz del Eterno, su Torah, su palabra, sus promesas, sus mandamientos, su suave suspiro en nuestro oído, su voluntad que se revela a nosotros.

El Rab Jonathan Sacks lo describió quizás insuperablemente cuando dijo:

“La mayoría de las civilizaciones han sido culturas del ojo. El judaísmo, con su creencia en el Dios invisible que trasciende el universo, y su prohibición contra las representaciones visuales de Dios, es supremamente una civilización de la oreja. Los patriarcas y los profetas no vieron a Dios; ellos lo escucharon. Por lo tanto, el verbo clave en el judaísmo es Shema, “escucha”. Para darle fuerza dramática a la idea de que Dios es escuchado, no visto, cubrimos nuestros ojos con la mano mientras decimos estas palabras” (The Koren Siddur, with Introduction, Translation, and Commentary by Rabbi Sir Jonathan Sacks [Jerusalem: Koren Publishers, 2009], 471.)

¡Que El Eterno haga que vivamos el gran mandamiento amándole con todo nuestro ser!

Shabbat Shalom!
Isaac Bonilla

20 Jul, 2020

Parasha Devarim

Devarim (Deuteronomio) 1:1-3:22                                  Haftará: Isaías 1:1-27

Duras palabras de amor.

En esta semana comenzamos a explorar el último libro de la Torá, cuyo nombre en hebreo es “Devarim” que traducido es “palabras”. La primer parashá posee el mismo nombre y narra una pequeña recapitulación de ciertos sucesos acontecidos en la travesía por el desierto y registrados en los primeros libros de la Torá de Moisés.

Por esta razón, en las traducciones modernas se le llama “Deuteronomio”, que significa “Segunda ley” o “repetición de la ley” (Este nombre es derivado de la versión Septuaginta). En gran medida, el libro de “Devarim” es una repetición comentada y ampliada por Moisés; en el encontramos sucesos acontecidos en Éxodo, levítico y Números así como también, más leyes necesarias para la nueva generación que estaba a punto de entrar a la tierra prometida.

El título en hebreo para el libro también es pertinente desde el punto de vista devocional y espiritual. El libro de Devarim está compuesto en gran medida de consejos, reprensiones y exhortaciones hechas por Moisés a la nueva generación de Israelitas. Moisés da muchas reprensiones recordando el pecado de la generación que salió de Egipto y como El Eterno no se agradó de ellos, sino que dijo: “No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres” (1:35).

En buenas porciones del libro de “Devarim”, Moisés tiene palabras duras para los hijos de Israel, quizás no son las palabras que convencionalmente desearíamos encontrar en la despedida de un gran líder y caudillo; sin embargo Moisés amaba tanto al pueblo de Israel, que estaba dispuesto a ser claro con ellos para evitar que su historia fuera una repetición de la generación que salió de Egipto. Moisés tenía duras palabras de amor, el amor se preocupa por el otro y está dispuesto a palabras no tan cómodas cuando se trata de cuidar, proteger y corregir algo que hará daño.

Sin duda alguna, el suceso más funesto registrado y recordado por Moisés en esta parashá es lo acontecido a los diez espías y el castigo de la generación del desierto por su incredulidad y perversidad. Moisés vuelve a recordarlo para hacer hincapié en no repetir esos mismos errores y hacer que la ira santa y justa del Eterno venga sobre su pueblo otra vez.

En esta misma línea, la Haftará (sección de los profetas) de esta semana es el famoso pasaje de Isaías donde él arremete en una fuerte reprensión contra el pueblo judío y sus gobernantes en el siglo VIII antes de la era común. Las duras palabras de Moisés y de Isaías, buscaban hacer que él pueblo escapara del juicio, tuviera arrepentimiento y confiara en El Eterno, su escudo y su ayuda.

No es coincidencia que en todos los años la parashá Devarim coincida con el shabbat previo a Tisha Be’Av (9 de Av). El día noveno del quinto mes del calendario judío es sin duda alguna el más trágico en el calendario, muchas catástrofes acontecieron al pueblo en ese día. El primer templo fue destruido por los babilonios en el año 586 AEC, el segundo templo fue destruido en el año 70 de nuestra era por los romanos, la fortaleza de Betar cayó en este día, los judíos fueron expulsados en el año 1492 de la tierra de España en un Tisha Be’av, entre otras cosas.

Según la tradición (Mishná Ta’anit 4:6) también el reporte de los diez espías fue dado en un Tisha Be’Av. En este sentido, el primer Tisha Be’Av fue trágico porque se decidió el juicio contra la generación entera por no haber creído en las buenas palabras de El Eterno, sino en el pesimismo y la falta de fe de los 10 espías.

En memoria de todas estas desgracias, y para meditar en nuestros caminos y volvernos del mal, Tisha Be’av es un día de ayuno para todo el pueblo judío. La biblia lo llama: “el ayuno del mes quinto” (Zacarías 8:19).

Cada año en el shabbat previo a Tisha Be’av tenemos la oportunidad de meditar en nuestros caminos, tener una seria inspección, volvernos de nuestro orgullo y malos hábitos, decidir caminar íntegramente delante del cielo, enmendar nuestras veredas torcidas.

Moisés e Isaías nos recuerdan lo que ha pasado cuando no atendemos la voz del cielo, cuando persistimos en nuestra obstinación, cuando oímos claramente lo que debemos hacer pero terminamos haciendo lo que queremos hacer. El Shabbat previo a Tisha Be’av (Shabbat Jazon) es el shabbat de las duras, y a la vez, suaves palabras de amor.

Duras porque nos duele ver cómo nos hemos alejado de lo que debemos ser, duras porque estamos plenamente conscientes del daño causado, duras porque no podemos creer que hicimos cosas que nunca concebimos, nunca planeamos, pero que finalmente realizamos. Al mismo tiempo, son suaves y dulces palabras; nos gustan porque nos quedamos totalmente asombrados de que con todo y lo malo, aún hay esperanza para nosotros, porque no podemos comprender el inefable amor del Eterno que sigue esperando pacientemente que hagamos Teshuvá. Una hora de arrepentimiento en este mundo, dirán los sabios, es más que toda la vida en el mundo venidero (donde ya no podremos tener el mérito de arrepentirnos, pues nuestra naturaleza será reformada).

Como hemos mencionado en la parashá Shelaj leja, la generación del desierto tiene una gran similitud con la generación que vio el ministerio y obras de nuestro Maestro. La generación del desierto es descrita como perversa tal como la generación de nuestro maestro. Ambas generaciones tuvieron los despliegues de milagros más grandes de la historia bíblica, ambas generaciones no creyeron, son descritas como malas, y pierden la promesa hecha. El cumplimiento no será perdido, será dado a otra generación.

Tanto Juan el Bautista como Yeshúa vinieron predicando un sencillo mensaje: “Arrepentíos porque el reino de los cielos (la era mesiánica) esta a las puertas”. Este era el sencillo mensaje conocido como “la buena nueva del reino” o “El evangelio del reino”. El mensaje consistía en algo como esto: “El reino de los cielos, esto es la era Mesiánica de paz y justicia perdurable está a las puertas, a punto de hacerse manifestar, el Mesías ha llegado, si como Nación respondemos con Arrepentimiento, la era Mesiánica se manifestará con todo su esplendor”.

Esta “Buena nueva” fue similar a lo que Moisés dijo a la generación del desierto como está escrito: “Mira, El Eterno tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como el Eterno el Dios de tus padres te ha dicho” (Deuteronomio 1:21).

Sin embargo como sabemos, ambas buenas nuevas del Eterno no fueron creías por ambas generaciones. El resultado fue el mismo: Juicio contra la generación y el retardo del cumplimiento de las promesas del Eterno a otra. En el caso de la generación del desierto, la tierra prometida fue dada a otra generación, en el caso de la generación de nuestro Maestro, fue ni más ni menos que la era Mesiánica la que será dada a otra generación.

Nuestro Maestro sabía que la falta de arrepentimiento nacional de Israel haría inevitable el juicio del Eterno, la vara del juicio y los futuros destructores del templo, no serían esta vez los babilonios, sino alguien mucho peor: El imperio romano. Contemplando proféticamente lo que los romanos harían, el lloró, se lamentó sobre Jerusalén, e incluso en la hora de su muerte llamó a las hijas de Tsion a no llorar por él, sino por lo que los romanos harían a sus hijos. Leemos en los escritos apostólicos lo siguiente:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.” (Mateo 23:37-39).”

“Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,” (Lucas 19:41-43).

“Pero Yeshúa, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.” (Lucas 23:28-29).

Si alguien lloró, se lamentó y sintió en su corazón el Tisha Be’av del año 70 por anticipado, este fue nuestro Santo Maestro. El vio como el templo sería destruido, básicamente lo que estaba diciendo fue: “¡Cuánto quise que la redención final viniera pero no quisiste al no hacer Teshuvá! Por tanto, el exilio será profundizado y el Bet HaMikdash será destruido. La redención final aguardará hasta el día que me digáis: ¡Baruj Haba Beshem Adonay!”.

Para Yeshúa la destrucción del templo no era la necesidad teológica de un sistema fallido, era la destrucción de la casa de su padre. El exilio del pueblo judío y que Jerusalén fuera hollada por los gentiles era la más terrible desgracia. Lastimosamente, como dirá el talmud, esa generación fue culpable de “Sinat Hinam”, esto es odio gratuito, y lejos de hacer Teshuvá, esa generación hizo todo lo posible para traer la ira del Eterno.

La respuesta desesperada de los zelotes intentando vencer a los romanos por sus propias fuerzas y sin la aprobación del cielo, es similar a la derrota que la generación del desierto sufrió en Horma (14:39-45). Nuevamente la obstinación siguió a la incredulidad y la falta de arrepentimiento de la generación.

Nuestro Maestro, al igual que Moisés, advirtió que El Eterno no estaría con ellos en esta obstinación, al no haber adoptado el programa del cielo para recibir las promesas del Eterno, la obstinación no era la opción. Yeshúa advirtió claramente que: “Cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.”(Lucas 21:20-21).

La historia atestigua que los judíos creyentes en Yeshúa huyeron a Pela cuando vieron la convulsión que llegaba a Jerusalén. Atendiendo a la advertencia de Yeshúa, la mayoría de sus discípulos escapó de la horrible suerte de la obstinación de los zelotes y la destrucción de los romanos.

Lo acontecido en el año 70 es algo tan terrible, que cualquiera que lea lo que Josefo describe en su libro “Guerras de los judíos” se conmoverá grandemente. El estima que más de un millón de judíos murieron en la destrucción del templo, 97,000 fueron vendidos como esclavos para servir en trabajos duros o de entretenimiento en el coliseo. El templo fue destruido hasta la última piedra y los romanos pusieron sus abominaciones en el lugar y sacrificaron a dioses paganos. Más tarde, Adriano llamaría a Jerusalén “Aelia Capitolina”, en honor a sus dioses.

Cuando consideramos a todos los que murieron del hambre en esos días de verano y de calor, podemos entender las palabras de nuestro Maestro cuando dijo: “Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.” (Lucas 23:30).

El hambre, el calor, la sangre en el templo, el sitio de los zelotes, los falsos profetas comprados por los zelotes dando falsas esperanzas de paz, como en el tiempo de Jeremías, la espada, la humillación, el exilio, todo es demasiado horrible para ser verdad… Pero lo fue.

En este Shabbat tenemos el llamado de las duras palabras de Moisés, Isaías y de nuestro Maestro y Redentor Yeshúa El Mesías. Preparémonos para el ayuno meditando en nuestros caminos, lamentando por Sión pues los que se lamentan por Jerusalén, serán consolados juntamente con ella, tal como se dice:

“Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella” (Isaías 66:10)

 

 

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

 

14 Jul, 2020

Parasha Masei

Números 33:1-36:13

Haftara: Jeremías 2:2-28; 3:4.

Fuentes y palmeras: judíos y gentiles y su rol en la redención.

En esta semana arribamos a la última parashá del libro de Bamidbar, generalmente esta parashá es leída junto a la parashá Mattot. En un año judío que tiene doble mes de Adar, es leída individualmente. En ella leemos un recuento de las jornadas de los hijos de Israel, instrucciones sobre la entrada a la tierra y los limites, las ciudades que se darían a los levitas, ciudades de refugio y la reglamentación sobre el matrimonio de mujeres herederas de tierra, como las hijas de Zelofehad.

Dentro del recuento de las salidas, algunas estaciones de los hijos de Israel son recordadas con comentarios breves de Moisés, mientras que otras son simplemente mencionadas. Una de estas estaciones es Elim, tal como está escrito:

“Salieron de Mara y vinieron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí.” (Números 33:9).

En Elim había doce fuentes de agua (‘Enot Mayim) y setenta palmeras (Temarim). Frecuentemente se entiende que esto es una alusión a las doce tribus de Israel y las setenta naciones. Como hemos mencionado anteriormente, en el judaísmo decir “setenta naciones” es equivalente a “toda la humanidad”; esto debido a que en Génesis 10 se contabilizan a 70 naciones sin contar a Shem y Heber, ancestros de Israel.

El cuadro descrito en Elim provee una hermosa analogía del ideal de El Eterno para Israel y las naciones: Israel es la nación escogida para traer al mundo su palabra y al Mesías. Espiritualmente, las doce tribus de Israel son doce fuentes de aguas que traen al mundo entero lo necesario como un canal de bendición. Las naciones se benefician de la nación sacerdotal y obtienen ricas bendiciones de Israel.

Esto no es nuevo, desde el inicio El Eterno dijo a Abraham: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:2-3).

El Eterno dice que haría de Abraham “una gran nación” (Israel) y que en él, serían benditas todas las familias de la tierra (la humanidad). Este fue el ideal de El Eterno en los albores de este mundo y algo trascendental a la hora de comprender su programa redentor. En síntesis, Israel es la nación sacerdotal para bendecir al mundo, su elección no es la exclusión del mundo, sino el medio para bendecir al mundo.

Esto ha sido a menudo mal interpretado por muchas personas, la distinción sana y sin discriminación entre judíos y gentiles es objeto de confusión desde el primer siglo hasta este mismo día. Podemos identificar por lo menos tres etapas de creencias erróneas en torno a esta división puesta por El Eterno:

1.      Nomismo de pacto.

En el siglo primero existía una creencia errónea en muchos judíos, la erudición moderna (E. P Sanders por ejemplo) lo ha llamado “Nomismo de pacto”. ¿Qué es esto? Es la creencia de salvación por ser judío o convertirse en judío. Es decir, Israel es el pueblo de pacto, para tener parte en el mundo venidero basta con ser del pueblo y tener una adherencia mínima a los mandamientos para asegurar permanecer en el. Si alguien no es judío, entonces debe de proceder a circuncidarse, esto es, convertirse legalmente en judío y entrar al pueblo de pacto y permanecer ahí.

Esto explica el porqué de las palabras de Juan el Bautista: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.” (Mateo 3:7-9).

Esto también explica porque muchos creyentes en Yeshúa insistían en circuncidar a los hermanos gentiles que se adherían al movimiento de Yeshúa. La circuncisión en este contexto significa conversión al judaísmo. De esto leemos que muchos enseñaban: “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.” (Hechos 15:1). Para ellos ser judío y mantenerse dentro del pueblo de pacto por adherencia modesta a los mandamientos, equivalía a un destino eterno favorable. En otras palabras, Nomismo de pacto es como decir: “no puedes ser salvo si no eres judío”.

Esto explica porque Pablo luchó incansablemente para erradicar esta teología nociva del movimiento de Yeshúa. Pablo claramente percibía que la voluntad del Eterno no es que todos fueran judíos, las profecías de la era Mesiánica hablan de un Israel restaurado, con el Mesías reinando en Jerusalén, el tabernáculo caído de la casa de David siendo levantado en el reinado Mesiánico y gentiles viniendo a Jerusalén y aprendiendo del Mesías. Decenas de profecías de la era Mesiánica incluyen a Israel y las naciones. Si todo el mundo se convierte al judaísmo, perdiendo su nacionalidad y pasando a ser parte de Israel, ¡no habría más naciones!

Pablo entendió esto, al igual que Jacobo en Hechos 15 y luchó por el derecho de los creyentes gentiles a permanecer siendo gentiles. Al grupo de gentiles que abandonan la idolatría, viven según las leyes universales de la Torá y adoran al Dios de Israel, se les llama en la teología judía “Temerosos de Dios” (Yire Elohim), este título es conocido desde antaño y también mencionado por Pablo (Ver Salmo 135: 19-20, Salmo 118:1-4, Hechos 13: 16).

  1. P Sanders en su libro Paul and Palestinian Judaism presenta evidencia sobre la existencia de “Nomismo de pacto” en los primeros siglos, y como Pablo no estaba de acuerdo con esto.

En síntesis la creencia errónea del primer siglo, ahora conocida como “Nomismo de pacto” empañaba y hasta borraba la diferencia entre judío y gentil, al decirle al gentil que debía hacerse judío.

2.      Teología del reemplazo o “Supersesionismo”.

Después del error de la primera parte del siglo, otra creencia errónea y peligrosa surgió ahora del lado gentil. Ignacio y Justino Mártir fueron los dos principales promotores de esta visión. La teología del reemplazo, conocida también como “Superssesionism” entre los anglosajones, es la creencia que indica que Dios ha desechado al pueblo judío y lo ha reemplazado con la iglesia. El pueblo judío no tiene más derechos de pacto con El Eterno y ahora deben convertirse en cristianos para ser parte del pueblo de Dios. La mayoría de formas de esta teología también niegan el derecho del pueblo judío a la tierra de Israel.

Los libros de los padres de la iglesia están empapados de esta manera de pensar en su gran mayoría. La forma más ruda y violenta de esta, se encuentra quizás en los escritos de Crisóstomo, llamando al pueblo judío “los asesinos de Dios” y diciendo “Dios odia a los judíos y yo también los odio”.

La teología del reemplazo aún subsiste sutilmente en círculos protestantes y católicos. En la edad media, una “prueba” de conversión para un judío que había pasado a ser cristiano, era comer cerdo u otra cosa que significaba una clara violación de la Tora. Con esto, la iglesia presentaba a cada judío converso como un trofeo y como símbolo de su superioridad sobre el pueblo de Israel.

La teología del reemplazo socava y elimina la diferencia entre judío y gentil, al decirle al judío que debe de volverse gentil para ser aceptado por Dios. A esto se le ha llamado “Galatanismo inverso” ya que promueve lo contrario de los oponentes de Pablo en Galacia: El judío debe de hacerse gentil para ser aceptado por Dios.

3.      “Una  Sola ley” (One law theology)

La teología “Una sola ley” es una creencia muy popular entre círculos de gentiles mesiánicos. Su auge es reciente relativamente hablando; la mayoría de adherentes a esta teología son gentiles mesiánicos que previamente formaban parte del protestantismo clásico pero lo abandonaron en malos términos por sus errores en torno a la Torá y al pueblo judío (ciertos caraítas son una excepción a esta regla, al creer una forma de esta postura).

Esta teología declara que no hay diferencia de aplicación en los mandamientos de Dios. Tanto judíos como gentiles deben de guardar toda la Torá de igual manera, el “cuento” de las siete leyes de Noé, o de mandamientos que aplican únicamente al pueblo judío y no a los gentiles, es concebido como “mito rabínico”.

Esta creencia surge de un énfasis desmedido a ciertos versos de la torá en donde se menciona la frase “una sola ley”; los versos más comunes son Éxodo 12:49 y Números 15:15-16. Veamos esos versos:

“Más si algún extranjero morare contigo, y quisiere celebrar la pascua para El Eterno, séale circuncidado todo varón, y entonces la celebrará, y será como uno de vuestra nación; pero ningún incircunciso comerá de ella. La misma ley será para el natural, y para el extranjero que habitare entre vosotros.”(Exodo 12:48-49).

“Un mismo estatuto tendréis vosotros de la congregación y el extranjero que con vosotros mora; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; como vosotros, así será el extranjero delante de El Eterno. Una misma ley y un mismo decreto tendréis, vosotros y el extranjero que con vosotros mora.” (Números 15:15-16).

Al examinar el contexto de Exodo 12:48-49 y de Números 15:15-16 nos damos cuenta que ambos hablan de aspectos particulares y específicos y que no buscan ser la generalidad. Exodo nos habla de la celebración de la Pesaj (traducida como “Pascua”) y Números nos habla de las ofrendas traídas al tabernáculo y luego al Templo. Si (y solo si) un extranjero quería participar de dichas cosas, debía de hacerlo con las mismas reglas de un hijo de Israel. Si quería comer la Pesaj, debía de tener el mismo requisito que un hijo de Israel: ser circuncidado; de igual manera, si quería traer una ofrenda, debía hacerlo con las mismas reglas.

El simple hecho que tenga que especificarse que para esas circunstancias, debía haber una sola ley, prueba que para otras no había la misma obligación. Por ejemplo, un no judío no tenía que utilizar tzitzit (borlas) en sus vestidos (Números 15:37-41); tampoco está obligado a poner Mezuza en su casa (Deuteronomio 6:9), ni tampoco estaba obligado a guardar todos los mandamientos de identidad israelita, que cada judío debe hacer. Dichos versos, no pueden usarse para implicar el hecho de una misma obligatoriedad ante la Torá.

En la Torá encontramos leyes para toda la humanidad, leyes adicionales para el pueblo judío, leyes adicionales para levitas, sacerdotes, el sumo sacerdote, el Rey de Israel, etc. Nadie es culpable por transgredir un mandamiento que no es obligante para él, sino para otro grupo (Para más información ver nuestro artículo “¿Una sola ley?”

En círculos mesiánicos que se adhieren a la teología “Una sola ley”, parece haber un mal entendido de identidad en todo su andamiaje. La razón por la que muchos quieren ser reconocidos en el pueblo físico del Eterno (Israel), o quieren ser llamados “judíos”, es porque no entienden que ser gentil también incluye un rol profético asombroso.

Al haber descubierto la rica savia del olivo, Israel y la hermosura de la torá, el creyente de origen gentil puede pensar que no hay un llamado profético para alguien de las naciones, a no ser que se haga judío por lo menos en la práctica. Al considerar tantas profecías de restauración de Israel, el fin del exilio, la reunificación de los exiliados, el reino de Israel, la vuelta de las tribus a su tierra, el creyente gentil se siente fuertemente impactado y sea como sea, debe de buscar compartir ese destino.

Lo que a menudo no es enseñado entre estos círculos es una verdad muy importante: Hay un rol profético de Elohim para el judío, y también hay un rol profético para un no judío. Ambos son importantes en el plan del Eterno, ambos tienen un llamado, ambos tienen que cumplir un propósito permaneciendo siendo lo que son. El creyente gentil atraído por las raíces hebreas de su fe, debe de saber que incluso ¡hay profecías del plan de El Eterno que solo un no judío puede cumplir!

¿Cuáles son estas profecías? Echemos un vistazo a una de ellas:

“Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de El Eterno tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado.” (Isaías 55:3-5).

Al inicio de la profecía, El Eterno habla a Israel diciendo que hará un “pacto eterno” (alusión al “nuevo pacto” hecho con Israel en Jeremías 31:31). Luego dice que el Mesías, poéticamente llamado “David”, sería puesto como testigo a los pueblos y Maestro a las naciones. Gente que no conoció de El Eterno, de Israel y de Jerusalén, correrán a aprender los caminos de El Eterno para su vida.

¿Quién puede ser el cumplimiento de esta profecía sino un no judío? Gente que no conoció, será atraída a El Eterno por su Mesías, quien sería el “Maestro de las naciones”. El Mesías vendrá a restaurar a Israel y también a ser luz de las naciones y Maestro de las mismas. AMBAS COSAS SON CIERTAS.

En segundo lugar, un no judío creyente en Yeshúa, es el más capacitado para influir en su propia cultura y hacer que el reino de los cielos sea establecido en todo su esplendor. En tercer lugar, un gentil creyente debe de ser el máximo baluarte contra el antisemitismo en su país (Un judío no podría, porque se puede decir: ¡Claro es judío, como no se va a defender!).

Un gentil creyente es el cumplimiento de un cumulo de profecías. En Hechos 15, Jacobo ve como Amos profetizó que el tabernáculo caído de David estaba siendo levantado en Yeshúa El Mesías. Esto es acompañado por gentiles que invocan el nombre del Eterno (Hechos 15: 14-18). Si Yeshúa es el Mesías, se debe esperar que se cumpla esto; entorpecer esto, es poner un tropiezo al reino de los cielos. Pablo lo sabía, Jacobo lo sabía, Pedro lo sabía ¡Lástima que muchos no parecen saberlo!

Tan es así, que Pablo nos dice cual era la regla general que él daba a judíos y gentiles:

“Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las congregaciones: ¿Fue llamado alguno siendo circunciso? No quite las marcas. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide.” (1 Corintios 7:17-18).

Esto era lo que Pablo estableció en todas las congregaciones, cada uno debe permanecer en el estado en el que fue llamado. El judío “no debe de borrar las marcas de la circuncisión”, esto es, debe de seguir siendo judío observando toda la Torá, incluyendo los mandamientos de señal de pacto que son los distintivos de todo hijo de Israel, y que lo diferencian de las naciones (esto ha sido obscurecido por la traducción “Quédese circunciso”). El no judío no debe de convertirse en judío. Cada uno permanece en el estado en el que fue llamado.

Esto no quiere decir que el judío es superior o vale más delante de Dios. En el cuerpo del Mesías hay distinción entre judíos y gentiles, hombre y mujer, pero no hay discriminación. Unidad e igualdad no es similar-idad.

Esto tampoco quiere decir, que no hay posibilidad de conversión al judaísmo en el cuerpo del Mesías. La regla general de Pablo y del judaísmo en sí, puede tener excepciones en donde un gentil puede convertirse en judío. Sin embargo esta es la excepción a la norma, y no la norma misma. El solo hecho de que únicamente encontramos una excepción en todos los escritos apostólicos debe de hacernos ver la clara norma general y la rareza de la excepción (Si consideramos que Timoteo no era “tan gentil que digamos”, pues su madre era judía, la excepción es más marcada. Ver Hechos 16:1-4).

Finalmente, esto tampoco implica que un gentil está excluido de la mayoría de aspectos de la Torá. A pesar de que un gentil creyente está obligado a los mandamientos universales (No matar, no idolatría, no comer sangre, no robar, etc.) esto no significa que está excluido de guardar más, si es su deseo y si se hace correctamente.

Más aun, Rab Yehiel Tsvi Lichtenstein ha argumentado que cuando Jacobo da los 4 mandamientos en Hechos 15, lo hace con la presuposición que los creyentes gentiles debían guardar los mandamientos de un gentil que vive dentro de Israel (Ger Toshav). Un no judío que residía en Israel debía guardar mas mandamientos que un gentil que no vivía en Israel. Para más información se puede escuchar nuestra serie de dos audios sobre el tema:

Hechos 15-Una nueva mirada Pte 1

Hechos 15-Una nueva mirada Pte 2

Finalmente, autoridades como Shelomo Bar Ron y Chaim Kanievsky, establecen que un no judío puede guardar incluso algunos mandamientos que son únicamente obligantes para el judío (tefilin, Tzitzit, Mezuza) si es su decisión, siempre y cuando se haga correctamente evitando dar la idea de que son judíos (Por ejemplo, poniendo Mezuza dentro de su casa y no afuera).

Conclusión.

Tanto judíos como gentiles tenemos un papel importante y trascendental en el programa de redención de El Eterno. El pueblo judío debe seguir cumpliendo con toda la Torá y con la halaja en el sentido estricto del concepto y los creyentes gentiles, deben de andar en justicia ordenadamente.  No hay espacio para los sentimientos de inferioridad o superioridad cuando entendemos esto.

Como bien lo expresara la judía creyente en Yeshúa, Jordan Levy: “los gentiles tienen una igual porción y llamado con los judíos para reparar el mundo y traer el reino de Dios” (Messiah Journal 112, “The Crowning jewels of the Nations”, Jordan Gale Levy, First Fruits of Zion, 800.775.4807, www.ffoz.org. Traducción libre).

Que El Eterno haga que más y más personas entiendan el llamado divino para sus vidas, sepamos construir Shalom, y hagamos que su Ungido Yeshúa de Nazaret se aproxime.

¡Amen Ken Yehi Ratzon!

שבת  שלום

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

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