14 Mar, 2020
Parasha Pekude
Éxodo: 38:21-40:38
Haftara: 1 Reyes 7:51-8:21
Accediendo a la presencia de Dios.
En esta parashá leemos de algo maravilloso sucedido delante de los ojos del pueblo. Todos los hijos de Israel pudieron contemplar algo que nunca había sido presenciado por ningún ser humano desde los días de Adam. Este hecho daría sentido a los primeros capítulos del libro de Levítico y causaría que ciertos procedimientos fueran instituidos por el pueblo para manejarlo apropiadamente.
¿A que nos referimos? Hacemos referencia a la presencia del Eterno que vino a morar en el tabernáculo (Mishkan) con una intensidad tan grande, como en ningún otro lugar de la tierra. Este acontecimiento es descrito con detalles en los últimos versículos del libro de Éxodo, donde leemos:
“Finalmente erigió el atrio alrededor del tabernáculo y del altar, y puso la cortina a la entrada del atrio. Así acabó Moisés la obra. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de El Eterno llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de El Eterno lo llenaba.” (Éxodo 40:33-35).
¿Puedes imaginarte el suceso? ¿Puedes imaginarte ver un lugar lleno de la gloria del Eterno literal y visiblemente? ¿Te imaginas estar en frente de semejante lugar? ¿Tendrías coraje para acercarte, si ni siquiera Moisés puede entrar por la intensidad de la presencia de Dios? ¿Has estado en un lugar donde acercarte inapropiadamente a la divinidad pueda incluso quitarte la vida?
En pocos lugares la enorme brecha entre Dios y nosotros puede verse de manera tan grafica. No importa si eres Moisés mismo, un mortal está separado de poder acceder a la presencia de Dios por su pecado y sus impurezas físicas, contacto con muerte o abandono de vida, que harían que la presencia de Dios lo fulminen.
A menudo, cuando digo esto, personas relacionadas con los escritos apostólicos y con profecías de Ezequiel me dicen: “¿Cómo puedes decir eso? ¿Acaso no crees que el Espíritu Santo esta en nosotros como dice la escritura? ¿No has leído que tenemos las arras de la promesa del espíritu santo en Efesios? ¿Acaso no dice Ezequiel 36 que él mismo pondrá, su espíritu en nosotros? ¿Cómo puedes decir que no podemos acceder a la presencia de Dios en nuestro cuerpo?”
Para aclarar a lo que nos referimos, dos cosas deben de ser establecidas: Primero, es totalmente cierto que la escritura dice que todo aquel que ha sido regenerado por Elohim (Dios), recibe el espíritu santo (Ruaj Hakodesh) prometido por Dios. Todo aquel que le entrega su vida al Eterno y reconoce a su Mesías como el único sacrificio por sus pecados para tener parte en el mundo futuro, experimenta el don del espíritu santo, tal como está escrito:
“A todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” (1 Corintios 12:13).
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, la buena nueva de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13. Traducción del autor).
A lo largo de todo este estudio, en ningún momento se está poniendo en tela de juicio, la realidad del Espíritu Santo en todos los creyentes judíos y gentiles que conforman el cuerpo del Mesías.
Segundo, lo que queremos dar a entender es que la intensidad de la presencia de Dios que habitaba en el tabernáculo o en el templo, no es la misma que mora en cada creyente al día de hoy. Si esto fuese así, nos fulminaría de inmediato por su increíble poder y por nuestra incapacidad de tolerar una presencia tan santa y pura y con tanta intensidad. Es pues una diferencia de grado de intensidad de la que estamos hablando.
El tabernáculo, en los días del desierto, y el templo en los días de Salomón, eran lugares en donde la presencia de Dios era experimentada como en ningún otro espacio de nuestro mundo. La imposibilidad en nosotros mismos para acércanos a Dios es claramente apreciada en la narración de esta parashá.
El gran comentarista D Thomas Lancaster resumió esto magistralmente cuando nos dice: “Estamos inhabilitados de acercarnos a él. Él es vida, nosotros somos mortales. Él es puro; nosotros impuros. Él es infinito; nosotros somos finitos. Él es santo; nosotros comunes. Él es trascendente; nosotros no. Él hombre no puede, en sí mismo, entrar en su presencia” (“What about the sacrifices?”, Daniel Lancaster, pág. 5. First Fruits of Zion, 800.775.4807, www.ffoz.com. Traducción del autor)
Los hijos de Israel estaban a punto de experimentar algo no conocido por Enoc, Noé, Shem, Abraham, Isaac, Jacob, Judá ni por ningún antiguo: La presencia de Dios morando con intensidad sobre un espacio de la tierra. Ahora la pregunta surge ¿Para qué tener dicho lugar cuando no puedes aproximarte a él? ¿O acaso había una manera de acceder a este lugar seguramente por algún medio? La respuesta es sí, y este medio para garantizar la seguridad del adorador, y que la presencia de Dios siguiera morando en el tabernáculo, es el tema de más de la mitad del libro de Levítico. Nos referimos a los sacrificios, en hebreo “Korbanot”.
Después de ver la trascendencia de Dios y el problema de la excelsa santidad de su presencia al final del libro de Éxodo, podemos hacer una rápida introducción del principal objetivo de los sacrificios descritos en la Torá de Moisés. Dichas ofrendas, han estado entre las cosas más malinterpretadas de la escritura debido a la inserción de pensamientos posteriores y por el desconocimiento del contexto hebreo de la biblia. Es nuestra intención comenzar a aclarar este fascinante tema.
Es bueno recordar aquí lo que mencionamos en el comentario de la parashá Tetsavé. Una opinión muy popular (en su mayoría en círculos cristianos) es la que va de la siguiente manera: “Cuando un Israelita pecaba antes que Jesús viniera, el tenía que ir al templo y presentar un sacrificio por sus pecados y alcanzar vida eterna; una vez venido Jesús, eso ya no es necesario pues él se ofreció por nosotros para siempre.”
Según esta noción, antes de venir nuestro Maestro, la vida eterna se obtenía ofreciendo sacrificios que expiaban eternamente por el pecado de cada Israelita (claro está, acompañando esto con arrepentimiento). El conjunto de sacrificios se ofrecía para este fin. Toros, machos cabríos, vacas, cabras y demás tenían que morir por el hombre, antes de la venida de Yeshúa, para que este fuese salvo en el juicio final.
Venido el Mesías ya no hay necesidad de ningún sacrificio más. El sacerdocio Aarónico ha quedado obsoleto y ahora el servicio del templo es totalmente innecesario. En esta postura, los sacrificios ofrecidos por Aarón eran la condición, o incluso la causa instrumental para la salvación eterna.
Hay varios problemas con esta posición:
- Si Yeshúa vino a abolir el sacerdocio Aarónico, entonces se contradijo a sí mismo cuando dijo: “No penséis que he venido para abrogar la Torá o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Tora, hasta que todo se haya cumplido.” (Mateo 5:17-18). Las palabras de Yeshúa son claras: ningún mandamiento de la Torá pasará mientras hayan cielo y tierra, esto incluye al sacerdocio Aarónico.
- Esta postura ignora el hecho de que una de las promesas del “Nuevo pacto” incluye el servicio de los cohanim y los levitas. Leemos en Jeremías lo siguiente: “Porque así ha dicho El Eterno: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel. Ni a los sacerdotes y levitas faltará varón que delante de mí ofrezca holocausto y encienda ofrenda, y que haga sacrificio todos los días.”(Jeremías 33:17-18).
En la misma promesa, El Eterno anuncia que no faltará a David un varón que se siente en su trono, ni a los sacerdotes un varón que ofrezca holocausto; mientras haya día y noche (33:20-21) ¡Vaya manera más enfática de describir la continuidad del servicio del sacerdocio Aarónico! Ezequiel visualiza el templo que será construido en la era mesiánica, con todas las ofrendas siendo llevadas a cabo por sacerdotes hijos de Aarón (Ezequiel 40-46). Claramente, Jeremías y Ezequiel, ven a un sacerdocio Aarónico en funciones en la era Mesiánica cuando hablan de esos días y del Nuevo Pacto. ¿Cómo se podría decir que está abolido entonces?
- Esta postura tiene una falla lógica y basta con un nombre para hacerla colapsar: Daniel. El profeta Daniel estuvo la mayor parte de su vida en Babilonia y murió sin ver el templo construido nuevamente por Zorobabel. Si los sacrificios eran el medio de expiación eterna ¿Cómo fue posible la salvación de Daniel quien salió en el 606 AEC, siendo un muchacho para Babilonia, exiliado por Nabucodonosor?
- Un verso de los registros apostólicos cuestiona seriamente esta postura. Leemos en el libro de Hechos: “Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar sacrificios (gr. Prosphora). Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron PURIFICADO en el templo, ” (Hechos 24:17-18. énfasis y paréntesis añadidos)”. Para algunos la noción de Pablo ofreciendo un sacrificio cumpliendo un voto de Nazareo y diciendo que se estaba purificando es completamente confusa e inaceptable. Si los discípulos mismos no renunciaron a la vida del templo sino que siguieron participando activamente ¿Cómo entonces se podría decir que ellos vieron cancelado el sacerdocio Aarónico?
Estas cuatro razones hacen imposible la postura convencional en torno al sacerdocio Aarónico. Sin embargo, hacen que surjan nuevas preguntas como las siguientes: “¿No era el sacerdocio Aarónico un medio de expiación eterna de pecados?”, “¿Cómo es posible que los apóstoles siguieran participando de estas ofrendas después de la muerte de Yeshúa?”, “¿No son acaso redundantes y hasta ofensivas a la sangre del Mesías?”, “¿Hay alguna manera de buscar una reconciliación entre estas dos cosas?”, “¿Se puede reconciliar la expiación eterna y única de la muerte del Maestro y el sacerdocio Aarónico?”. Veamos la respuesta a estas preguntas inmediatamente.
Kapará (Expiación): Purificación ritual para la presencia del Eterno.
La razón primordial del sacerdocio Aarónico era muy concreta: Mantener la purificación ritual tanto en el tabernáculo/templo, como en los hijos de Israel, para que la presencia de El Eterno continuara morando en medio de su pueblo. Los sacrificios que hablan de expiación, se refieren primariamente a purificación ritual y protección para estar en la presencia del Eterno y no profanar el lugar de su habitación. Sin todos estos sacrificios, se corría el riesgo de impurificar demasiado el lugar santo y hacer que la presencia del Eterno abandonara el lugar.
En el mismo libro de Shemot (Éxodo), podemos ver el concepto de expiación, no como perdón de pecados, sino como protección y purificación ritual. Está escrito lo siguiente: “Cada día ofrecerás el becerro del sacrificio por el pecado, para las expiaciones; y purificarás el altar cuando hagas expiación por él, y lo ungirás para santificarlo. Por siete días harás expiación por el altar, y lo santificarás, y será un altar santísimo: cualquier cosa que tocare el altar, será santificada.” (Éxodo 29:36-37).
Ciertamente el altar no tiene ningún pecado ni falta, para hacer expiación por él. Aún así, la Torá nos dice que se haría expiación por él durante siete días. ¿Cómo debemos entender esto? La respuesta es que la palabra “Kapar” (expiación) significa literalmente “cubrir”. Por ejemplo, esta palabra se encuentra en la narración del arca de Noé, donde El Eterno le dice:
“Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la cubrirás (vekafartá) con brea por dentro y por fuera.” (Génesis 6:14).
Vemos como la raíz de la palabra “kapará” (expiación), no significa únicamente remoción de culpa o perdón de pecados, sino que tiene un significado primario en su etimología: Cobertura para protección. Es en este sentido, que se tiene que entender la expiación en el sacerdocio Aarónico: Cobertura, purificación ritual para poder estar delante de la presencia del Eterno y no impurificar el lugar o algo peor.
El escritor de hebreos nos dice claramente que las ofrendas hechas por los cohanim hijos de Aarón, no pueden quitar los pecados en el sentido de salvación eterna; lo que ellas proveían era purificación física y ritual/ceremonial de pecado e impurezas físicas. Las ofrendas de animales nunca fracasaron para dar vida eterna, nunca fue su intención hacerlo, su esfera de expiación y purificación era la esfera física y ritual. En síntesis, jamás tuvieron la intención de ser medios de vida eterna. Leemos por ejemplo:
“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre del Mesías, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Elohim (Dios) vivo?” (Hebreos 9:13-14).
“porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.” (Hebreos 10:4).
Es debido a esto, que los discípulos no vieron ninguna contradicción entre la muerte de Yeshua y los sacrificios ofrecidos en el templo: Ambos se mueven en esferas diferentes, uno en purificación física y ritual del pecado e impurezas, y el otro en purificación y salvación eterna del alma.
Por esta razón, Pablo pudo purificarse ritualmente en el templo sin que esto significase ninguna negación de la obra redentora de nuestro santo Maestro, Señor y Salvador Yeshua HaMashiaj. El punto del escritor de hebreos no es: “Los sacrificios del templo son malos y el de Yeshua es bueno”; sino: “Los sacrificios del templo son buenos pero el de nuestro Adon (Señor) Yeshua es mejor pues provee algo superior: Salvación Eterna a todos los que creen en su sacrificio”. ¡Bendito sea el Eterno por su salvación!
La razón primordial de los sacrificios en la Torá de Moisés era proveer purificación ritual en el tabernáculo y hacer posible la interacción entre el pueblo y la presencia de El Eterno. Sin embargo, otro objetivo secundario es también establecido en la tradición judía y en la carta a los hebreos.
¿Tabernáculo arriba y tabernáculo abajo?
Un segundo propósito de los sacrificios, el sacerdocio Aarónico y el tabernáculo erigido por Moisés, es ser una imagen, sombra o replica del tabernáculo celestial. Es decir, el tabernáculo debía funcionar como verdadera proyección e imagen de lo sucedido en el tabernáculo celestial; el lugar donde El Eterno mora en los cielos de los cielos.
Leemos en la tradición judía sobre esta relación:
“Esto es lo que Dios dijo a Moisés, ‘Así como lo has visto aquí arriba, copia el patrón abajo, si haces una réplica abajo de lo que está arriba, yo dejaré mi asamblea celestial y causaré que mi presencia more en medio de ustedes’” (Shemot Raba 35:6 comentando Éxodo 25:40).
La carta a los hebreos tiene un fuerte y asombroso paralelo con el Midrash. Ahí leemos: “Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la Torá; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.” (Hebreos 8:4-5).”
Es debido a esto, que no hay ninguna contradicción entre el templo de Jerusalén y el tabernáculo celestial, entre los sacrificios y la muerte de Yeshua. Ambas cosas son complementarias en lugar de contradictorias y podemos aprender increíbles verdades espirituales al penetrar en los significados de las ofrendas del templo.
Los sacrificios, en un sentido, son sombra de lo que nuestro Mesías hizo por nosotros en la cruz en aquel día en donde la justicia y la misericordia se juntaron. Para entender aun mejor su sangre derramada por nosotros y sus alcances, es necesario comprender bien los sacrificios comandados en la Torá.
En las siguientes parashot, cuando iniciamos el interesante libro de Vayikra (Levítico), profundizaremos en cada uno de los tipos de sacrificios, corregiremos ciertas nociones erróneas y veremos de qué manera la purificación ritual trabajaba en los días del templo de Salomón y el tabernáculo.
Quiera El Eterno regalarnos su entendimiento en Levítico como nos lo dio en el libro de Shemot (Éxodo), el cual finalizamos diciendo junto a todo el pueblo judío:
JAZAK, JAZAK VENITSJAZEK!!!! (¡FORTALECETE, FORTALECETE Y SEAMOS FORTALECIDOS!)
שבת שלום
¡Shabbat Shalom!
Isaac Bonilla