Jeremías 46:13-28
“Los egipcios son hombres y no Dios; sus caballos, carne y no espíritu; de manera que al extender Adonay su mano, caerá el ayudador y caerá el ayudado. Todos ellos desfallecerán a una.” (Isaías 31:3)
La guerra había ocasionado estragos en el país, las ciudades habían sido destruidas y la gente exiliada, pero el corazón de los habitantes no había entendido el juicio divino. Aún tenían la tenue esperanza de que sus aliados los fueran a librar de la destrucción total.
El país que había tenido las agallas para enfrentarse al poderoso imperio que se estaba levantando, era Egipto, país que aun daba batalla y nación a la cual habían huido muchos judíos con la esperanza que allá iban a escapar del juicio del Eterno y de la espada del babilonio.
Pero para tragedia de los que buscaron refugio en Egipto, Jeremías se levantó y comenzó una serie de oráculos en contra de muchas naciones, iniciando en contra de Egipto, nación que gustaría la ira y la fuerza de la nueva “vara de Dios” para castigar a las naciones y al pueblo que tenía que ser luz de las naciones.
“Palabra que el SEñOR habló al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para herir la tierra de Egipto: Anunciad en Egipto y hacedlo oír en Migdol, hacedlo oír también en Menfis y en Tafnes; decid: “Ponte en pie y prepárate, porque la espada ha devorado a los que te rodean.¿Por qué han quedado postrados tus valientes? No se mantienen en pie porque el SEñOR los ha derribado.” (Jeremías 46:13-15 LBLA)
En la Haftará pasada, estudiamos, como Ezequiel vertía un oráculo sobre la nación egipcia, y analizamos varias escaramuzas entre este pueblo y Babilonia. Al final dedujimos cual pudo haber sido el tiempo en el cual se cumplió el oráculo que mencionó el profeta en contra del arrogante “Monstruo del Nilo” y como su soberbia fue reducida a ruina, misma que finalizó en un exilio de cuarenta años.
La porción de esta Haftará es una continuación y/o quizás la conclusión del tema que estudiamos la semana pasada en el libro del profeta Ezequiel (Cap. 29) con la única diferencia que ahora es el turno de Jeremías.
Las profecías comprendidas en los capítulos 46:1 al 51:64, se refieren a pueblos o naciones extranjeras, comenzando con Egipto y finalizando con Babilonia. Probablemente el profeta comienza sus oráculos con Egipto, por ser el país al cual había sido llevado. El capítulo 46 contiene dos profecías tocantes a el: La derrota del Faraón Necao por Nabucodonosor en Carquemis, y la subsiguiente larga conquista de Egipto por el mismo rey.
El capítulo 46 del libro del profeta Jeremías, perfectamente lo podemos dividir en dos puntos bien definidos:
- El primer oráculo (ver 3-12) se relaciona evidentemente con la derrota de Egipto por Babilonia en la batalla de Carquemis 606/5 AEC.
- El segundo oráculo (ver 13-26) advierte del ataque babilónico en el territorio mismo de Egipto, en el 568 AEC. Esto fue cuando finalmente el babilonio conquistó, destruyó y exilió durante cuarenta años al pueblo de Egipto (Ezequiel 29:8-12).
En esta ocasión estudiaremos la primera parte del oráculo de Jeremías, esto es: Carquemis y una de sus batallas.
Carquemis (fuerte de Quemos o la fortaleza de Quemos, dios principal de los moabitas 2 Reyes 23:13) era una ciudad con importancia comercial situada en la orilla occidental del alto éufrates (en lo que hoy es la frontera entre Siria y Turquía). Una ruta comercial iba desde Nínive hasta Harán, cruzaba el éufrates en Carquemis y continuaba hasta el valle de Orontes, en el Líbano, desde donde salían otras rutas hacia el Mediterráneo o hacia el Sur, en dirección a Israel y Egipto. Las caravanas que pasaban por allí tenían que pagar impuestos, lo que contribuyó a la riqueza de la ciudad. Hasta que finalmente fue conquistada por los asirios (717 AEC Aprox.)
i. La muerte del rey Josías:
Cuando Egipto se dirigía a Carquemis (609 AEC), fue entonces que el rey Josías, el monarca más justo que gobernó Judá y de quien está escrito que no hubo un rey similar a él en toda la historia de los reyes de Judá (2 Reyes 23:25), salió al encuentro del Faraón Necao.
A pesar de la advertencia que hizo el faraón al rey Josías, este no las atendió y fue herido en la batalla y finalmente murió, como lo registra el escritor sagrado: (2 Crónicas 35:20-24). El rey Josías probablemente llegó a creer que la restauración del culto divino, y el avivamiento de la religión del país, conducirían a un período de paz firme y prosperidad creciente. Sus esperanzas estaban equivocadas.
Fue breve el intervalo hermoso de tranquilidad que siguió a su restablecimiento de la verdadera religión. El faraón Necao, rey de Egipto gobernó en el periodo 610-595 AEC aproximadamente; Necao salió al encuentro del moribundo imperio asirio, la ayuda que daría Egipto a Asiria sería el último intento por recobrar la hegemonía mundial, antes que el creciente imperio babilónico se estableciera como la nueva potencia mundial. En el 612 AEC, una coalición entre los medos y los babilónicos dieron un golpe mortal a los asirios, pues en esa fecha, esta coalición destruyó a Nínive la capital del imperio asirio.
Las tropas que aún quedaban de los asirios se reorganizaron y, en el 609 AEC, asirios y egipcios retarían a babilonia. Probablemente los egipcios para heredar la hegemonía mundial y los asirios para recuperar el poder. En este contexto, Josías salió al encuentro del faraón, con la intención de defender a su nación, quizás él creía que por las reformas religiosas que había hecho obtendría una protección divina, así como había sucedido con Ezequías, que de igual manera había hecho una reforma religiosa, y el Eterno lo libró del rey asirio Senaquerib (2 Reyes 18-19).
El rey Josías no peleó con Necao en Carquemis sino en Meguido, fue al oponerse a Egipto, que se dirigía a una guerra donde también llegarían asirios y babilonios, cuando murió al ser alcanzado por una flecha. El Rey fue trasladado a Jerusalén y sepultado con sus padres. La importancia de Carquemis en este punto no es porque allí murió Josías, sino por oponerse a uno de los invitados a la guerra en ese lugar: Egipto, quien junto a Asiria fueron derrotados por los babilonios.
ii. La derrota del faraón Necao:
El faraón Necao derrotó y dio muerte en Meguido al rey Josías de Judá (609 AEC, ver 2 Reyes 23:29-30), pero poco tiempo después sufrió una derrota decisiva en la batalla de Carquemis 606/5 AEC. Esta batalla es una de las más importantes de la historia, en ella se enfrentaría Egipto y babilonia y de allí en adelante se confirmaría el nuevo poder mundial.
Después de la caída de Asiria, el poder de regir a las naciones de aquel entonces, dependería del vencedor de esta escaramuza. Egipto y babilonia, dos de las potencias mundiales después de la caída de los asirios, entrarían en conflicto y el lugar de reunión de estas dos potencias seria Carquemis. Nabucodonosor II (606/562) fue el príncipe heredero al trono de los babilonios, quien derrotó al faraón Necao, y a partir de ese momento, comenzaría la era de los cuatro grandes imperios descritos en la visón de Daniel (7:2-3), esto es: babilónicos, medo-persas, griegos y romanos.
La derrota del faraón Necao probablemente fue vista por el reino de Judá como el merecido castigo por la muerte del rey Josías, pero de igual manera fue el inicio de la caída de Jerusalén, ya que a partir del 606/5, Babilonia comenzaría una campaña militar en contra de Judá. Nabucodonosor no solamente se levantaría como vara de juicio a las naciones, sino también al pueblo judío, y fue a partir de la guerra de Carquemis, cuando Nabucodonosor venció al faraón Necao, que babilonia se consolidó como potencia (en esa época Nabupolasar legó el reino a su hijo Nabucodonosor). Fue también, a partir de esa fecha, que la debacle del pueblo comenzó, hasta que finalmente en el 586 AEC, los babilonios destruyeron la ciudad, el templo y el exilio del pueblo dio inicio.
Como dijimos al principio, a partir del capítulo 46 hasta el 51, El Eterno decreta juicio en los labios de Jeremías, pero también al final de este capítulo, el Eterno promete la restauración del pueblo de Israel en la era mesiánica. “Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni te atemorices, Israel; porque he aquí, te salvaré de lugar remoto, y a tu descendencia de la tierra de su cautiverio. Y volverá Jacob, y estará tranquilo y seguro, y nadie lo atemorizará.” (Jeremías 46:27 LBLA)
¡Que El Eterno haga que esos días de redención vengan a nosotros!
Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo