Top

Malaquías 3:4-18

” En la contemplación de la Divinidad hay algo extraordinariamente beneficioso para la mente. Es un tema tan amplio que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo se ahoga en su infinitud. Nosotros podemos abarcar y enfrentar otros temas; en ellos sentimos una especie de autosatisfacción y proseguimos con nuestro camino pensando: “he aquí que yo soy sabio”. Pero cuando nos aproximamos a esta ciencia de las ciencias y encontramos que nuestra plomada no puede medir su profundidad y que nuestro ojo de águila no puede ver su altura, nos alejamos pensando que el hombre vano quisiera ser sabio, pero que es como un burrito salvaje y entonces exclama solemnemente: “soy de ayer y no sé nada”. Ningún tema de contemplación tenderá a humillar la mente en mayor medida que los pensamientos de Dios… Todas las criaturas cambian. El hombre, especialmente en lo relacionado a su cuerpo, siempre está experimentando una revolución. Muy probablemente no hay una sola partícula en mi cuerpo que haya estado allí hace unos pocos años. Esta estructura ha sido desgastada por la actividad, sus átomos eliminados por la fricción, partículas frescas de materia se han acumulado constantemente en mi cuerpo y así ha sido renovado. Su sustancia ha cambiado. Este mundo está hecho de un material que siempre está discurriendo como un arroyo. Unas gotas están huyendo mientras otras las están persiguiendo, manteniendo siempre lleno el arroyo, pero siempre cambiando en sus elementos.

“Pero Dios es perpetuamente el mismo. No está hecho de ninguna sustancia o materia, sino que es puro espíritu, un espíritu esencial y etéreo y, por tanto, él es inmutable. él permanece por siempre el mismo. No hay arrugas en Su frente eterna. La edad no lo ha debilitado ni los años lo han marcado con los recuerdos de su vuelo. él ve que pasan las edades, pero en lo que a él concierne, es siempre ahora. él es el gran Yo Soy, el Gran Inmutable.” (Charles H. Spurgeon)

Nuestra fe, nuestra razón, nuestros sentimientos y todo nuestro ser se muestra fascinado cada vez que tratamos de entender a nuestro Creador, Señor y Dios. Nuestras mentes limitadas quedan atónitas cuando tratamos de comprender la grandeza de nuestro Dios y lo único con lo que podemos responder es: ¡Admiración y Adoración! Y esta nos lleva a expresar nuestra fascinación en alabanza.

Entre más velos se quitan de nuestros ojos, más belleza, más profundidad, mas majestuosidad y santidad, se revela delante de nuestra humillada humanidad. Entre sus atributos y perfecciones encontramos su poder, sabiduría, sin sombra de cambio o variación; eterno, sin principio y sin fin, el es Ein Sof.

A través de la naturaleza y lo que nuestros sentidos pueden apreciar, podemos conjeturar que el creador de este universo tan perfecto es un diseñador sabio, pero no estamos solos en la revelación de la naturaleza, sino también, a través de su revelación escrita podemos descubrir (lo que él permite que conozcamos) muchos de sus atributos. En esta ocasión, la Haftará de esta semana nos enseña uno de sus atributos más sorprendentes y este es: la inmutabilidad de nuestro poderoso y santo Dios.


“Entonces será grata al SEñOR la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño y como en los años pasados. Y me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo veloz contra los hechiceros, contra los adúlteros, contra los que juran en falso y contra los que oprimen al jornalero en su salario, a la viuda y al huérfano, contra los que niegan el derecho del extranjero y los que no me temen–dice el SEñOR de los ejércitos. Porque yo, el SEñOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” (Malaquías 3:4-6 LBLA)

Malaquías viene del hebreo “Malají”: Mi mensajero. No se sabe nada del autor de este libro. Muchos eruditos dudan que se haya llamado “Malaquías”. La mayoría cree que Malaquías es un nombre agregado tiempo después para darle título a este libro. Si fuera así, el libro sería anónimo, situación muy rara entre los libros proféticos. Dentro del judaísmo, la tradición enseña que Malaquías fue parte de los hombres de la gran asamblea.

En contraste con la mayoría de los demás libros proféticos del TaNaK (A.T.) Malaquías no ofrece indicadores claros a la fecha de su composición. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos concuerda en que Malaquías probablemente fue contemporáneo de Nehemías a mediados del siglo V antes del Mesías.

La existencia inferida del templo en Malaquías 1:10; 3:1, 8, dan una fecha posterior a la reconstrucción en 515/6 AEC. La evidencia más convincente para dar una fecha a Malaquías, es que fue escrito después de la construcción del templo. Además de esto, el libro también refleja circunstancias similares a las vividas por Esdras y Nehemías. Los pecados mencionados en Malaquías y también mencionados por Esdras y Nehemías son:

  • La corrupción de los sacerdotes (Malaquías 1:6-2:9; Nehemías 13:4-9, 29, 30)
  • Matrimonios de fe mixta (Malaquías 2:10-12; Esdras 9-10; Nehemías 10:30; 13:1-3, 23-27)
  • Abuso de los marginados (Malaquías 3:5; Nehemías 5:1-13)
  • No pagar los diezmos (Malaquías 3:8-10; Nehemías10:32-39; 13:10-13)

Es imposible determinar una fecha exacta para este libro, pero es muy probable por la evidencia antes citada, que haya sido compuesto durante el contexto de las intervenciones de los grandes líderes Esdras y Nehemías. Por lo menos, parecería que proviene de dicha época.

En medio de todos los oráculos que el profeta da a los que habían vuelto del exilio, y en medio de todas estas exhortaciones, el profeta Malaquías divisa una luz, una esperanza y una futura restauración íntegra y concreta. La seguridad del cumplimiento de estas promesas está sustentada en la fe y en la inmutabilidad del Eterno. Como está escrito: “Porque yo, el SEñOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” (Malaquías 3:6)

La inmutabilidad de Dios

      La inmutabilidad de Dios es el principio de que Dios no cambia. Sigue siendo el mismo hoy, así como lo fue hace mil años. La naturaleza de Dios no cambia, ni tampoco cambian Su carácter ni Sus atributos. Ser inmutable es ser siempre el mismo, sin experimentar ningún tipo de cambio o mutación. Cuando algo cambia, se hace mejor, peor, o diferente. Pero debido a que Dios es perfecto, no puede hacerse mejor ni convertirse en un ser más santo.

Para ampliar y clarificar de una manera más amplia y teológica citare las siguientes definiciones:

  1. “La inmutabilidad es aquella perfección por medio de la cual, Dios se despoja de todo cambio no solamente en su Ser, sino también en sus perfecciones, propósito y promesas. En virtud de este atributo queda exaltado sobre todos los sucesos, y está libre de todo aumento o disminución, de todo crecimiento o decadencia en su Ser y en sus perfecciones. Su conocimiento y planes, sus principios morales y voliciones permanecen para siempre los mismos. Hasta la razón nos enseña que ningún cambio es posible en Dios, puesto que todo cambio conduciría a mejor o a peor. Pero en Dios, que es la absoluta Perfección, son imposibles por igual las mejoras o las deterioraciones.” (Luis Berkhof, Teología sistemática, Pág. 53, versión electrónica)
  2. “Aquél que es eterno, constante y en modo alguno sujeto a mudanza; inmutable en Su Esencia, y, pues que consiste únicamente en Su Esencia, inmutable de todas maneras; que no cambia en relación con las cosas, pues que no hay género alguno de relación entre él y cualquier otro ser, corno se explicará luego, y por ende, no puede tener lugar en él cambio alguno a causa de tales relaciones. De donde se saca que él es inmutable, desde todos los puntos de vista, según expresamente lo declara: “Yo, el Señor, no cambio” (MAL. III, 6).” (Maimónides, Guía de los descarriados, Cap. XI)

Estos conceptos y la doctrina de la inmutabilidad, tienen un asidero dentro de la escritura; entre los textos más usados para respaldar dicha doctrina están los siguientes:

  • “Desde la antigüedad tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin.” (Salmos 102:25-27 LBLA)
  • “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.” (Jacob [Santiago] 1:17 LBLA)

Y no podemos dejar de mencionar el texto de nuestra Haftará (Malaquías 3:6), el cual es uno de los pasajes bíblicos que más apoya esta doctrina. En este asunto el profeta no solamente está asentando una doctrina bíblica y uno de los atributos más grandiosos del Eterno, sino también está dejando claro un mensaje al pueblo judío que recientemente acaba de salir del exilio.

La inmutabilidad de Dios no es sólo una seguridad que consuela con respecto a las bendiciones que Dios ha prometido; también es una advertencia seria de que él cumplirá su palabra con respecto al juicio del pecado. Cuando Dios le habló a Judá con relación al juicio que vendría sobre los pueblos por sus pecados, él habló de un juicio cierto, que no cambiaría porque él no cambiaría de opinión.

El pueblo sabía perfectamente que los designios del Eterno no cambian, cuando el “mazo” divino cayó, y el juicio fue decretado sobre ellos, no hubo cambio, ni vuelta atrás; la destrucción de la ciudad y el Templo, y el exilio fueron una realidad, como lo registra el profeta Jeremías:

“Porque así dice el SEñOR: Una desolación será toda la tierra, pero no causaré una destrucción total. Por eso se enlutará la tierra, y se oscurecerán los cielos arriba, porque he hablado, lo he decidido, y no me arrepentiré, ni me retractaré de ello.” (Jeremías 4:27-28 LBLA)

La inmutabilidad de Dios es también una advertencia asombrosa de que Dios cumplirá su palabra con respecto al juicio del pecado. Por otro lado, su inmutabilidad es una seguridad que nos garantiza que sus promesas se cumplirán, así como el pueblo sabia y conocía que el juicio del Eterno era irrevocable, así también la redención y restauración del pueblo son y serán una realidad, como lo registra la Torá:

“Entonces el SEñOR tu Dios te hará volver de tu cautividad, y tendrá compasión de ti y te recogerá de nuevo de entre todos los pueblos adonde el SEñOR tu Dios te haya dispersado. Si tus desterrados están en los confines de la tierra, de allí el SEñOR tu Dios te recogerá y de allí te hará volver. Y el SEñOR tu Dios te llevará a la tierra que tus padres poseyeron, y tú la poseerás; y él te prosperará y te multiplicará más que a tus padres.” (Devarim 30:3-5 LBLA)

“La inmutabilidad divina, al igual que la nube que se interpuso entre los israelitas y el ejército egipcio, tiene un lado oscuro como uno claro. Asegura la ejecución de Sus amenazas tanto como el desarrollo de Sus promesas y destruye la esperanza que acarician los impíos, que él será indulgente hacia Sus frágiles y erradas criaturas y que estos serán tratados con mucha más liviandad que como lo declara Su propia Palabra. Nos oponemos a estas presuntuosas y falsas especulaciones. La verdad solemne es que Dios es invariable en veracidad y propósito, en lealtad y justicia.” (Arthur W. Pink, Gleanings in the Godhead (Chicago: Moody Press, 1975), p.37.).

La inmutabilidad de Dios nos da consuelo y seguridad en saber quiénes somos y quién es Dios. Saber que Dios no cambia nos proporciona un ancla espiritual y moral en una cultura rápidamente cambiante. Cuando nos sentimos arrastrados en muchas direcciones y buscamos respuestas, podemos saber que Dios es constante, confiable, y fiel para ayudarnos cuando se lo pedimos.

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *