Jeremías 34:8-22, 33:25-26
La experiencia es la evidencia, así reza un adagio popular, y en efecto la experiencia es una poderosa evidencia. El pueblo judío sabía perfectamente bien que era no ser dueño de su vida.
Habían permanecido en la servidumbre de Egipto durante siglos, y finalmente conocieron la libertad, a través de hechos poderosos y sorprendentes. Hoy la historia era diferente, ellos eran libres, pero habían tomado de entre sus hermanos a personas de escasos recursos que eran sus esclavos, y el momento de declarar libertad había llegado.
¿Qué iba a suceder? ¿Se pregonaría libertad en todo el territorio o algo más iba a suceder?
El rey y el pueblo se reunieron en el templo y llegarían a un acuerdo, este acuerdo tendría como resolución la libertad de todos los esclavos y esclavas del país; pero algo inusual ocurriría ese año, y esto sería, que, así como acordaron dar libertad, así también fue la pronta reacción para volver atrás, y anular el pacto de libertad. En ese contexto entra en el escena el profeta Jeremías anunciando el juicio que vendría sobre el rey Sedequías y el reino del sur (Judá).
“Palabra que vino a Jeremías de parte del SEñOR, después que el rey Sedequías había hecho un pacto con todo el pueblo que había en Jerusalén para proclamarles libertad: que cada uno debía poner en libertad a su siervo y a su sierva hebreos, para que nadie retuviera a un judío, hermano suyo, en servidumbre.” (Jeremías 34:8-9 LBLA)
El rey Sedequías fue el último rey de Judá, su reinado se extendió unos once años (598/7–587/6 a.M.), fue colocado en el trono por Nabucodonosor en lugar de Joaquín, su sobrino. Luego el rey de Babilonia puso como rey en lugar de Joaquín a Matanías, su tío, y le cambió el nombre por el de Sedequías. (2 Reyes 24:17)
Su reinado lo comenzó a la edad de veintiún años (2 Reyes 24:18) después de una campaña militar, en la cual el rey de Babilonia, se llevó cautivo a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey, a las mujeres del rey, a sus oficiales y a los poderosos de la tierra. (2 Reyes 24:15), y a todos los hombres de guerra, artesanos y herreros.
A pesar de haber recibido el reino en un estado caótico y debilitado por las guerras con los babilonios y las personas que estos se habían llevado cautivos, él no fue conocido como un rey que buscaba la voluntad del Eterno, caso contrario, es conocido como un rey que menospreció la palabra del profeta Jeremías y esto hizo que su reinado finalizara con la destrucción de la ciudad y del templo, y él se convertiría en el último rey que utilizaría el trono de David. El reino había perdido la gloria que una vez tuvo, pero él no se arrepintió.
Nabucodonosor invadió Judá con su ejército y puso sitio a Jerusalén. El sitio fue levantado por un tiempo para hacer frente a los egipcios que se acercaban (Jeremías 37:5), pero, como predijo Jeremías (34:21-22) cuando el hambre dentro de la ciudad alcanzó su punto máximo, el muro fue perforado y la ciudad cayó (2 Reyes 25:3-4; Jeremías 52:6-7). El templo fue saqueado y quemado y el pueblo llevado al exilio (2 Reyes 25:17-20).
Sedequías huyó hacia el Jordán, donde fue capturado y llevado al cuartel de Nabucodonosor en Ribla. Allí sus hijos fueron ejecutados en su presencia. Luego le sacaron los ojos y lo llevaron a Babilonia (2 Reyes 25:4-7; Jeremías 52:7-11).
Como dijimos antes él heredó o mejor dicho él fue puesto por Nabucodonosor como rey de Judá, no experimentó ningún temor al Eterno y a las cosas santas; tanto fue así, que puso en prisión al profeta Jeremías (Jeremías 32:1-4), solamente por decirle que el rey de los caldeos los iba a destruir.
El texto de Jeremías, nos da pie para una especulación, por supuesto una especulación probable y apegada a la torá. Y es que probablemente lo que sucedió en ese momento fue un año de shemitá. El pueblo juntamente con el rey reconoció la importancia que ese año tenía, esto es: la remisión. Estaban sitiados y un último respiro de santidad de parte del rey Sedequías y del pueblo en general brotaría de sus almas, esto era dar libertad al esclavo hebreo, a aquel por lo difícil del momento quizás se había vendido como esclavo y que al séptimo año este tenía que salir libre y su deuda quedaba saldada: “Si un hermano tuyo, hebreo o hebrea, te es vendido, te servirá por seis años, pero al séptimo año lo pondrás en libertad”. (Devarim 15:12 LBLA)
La ciudad estaba sitiada, el rey no prestaba oído a la palabra del Eterno, y en lugar de atender las palabras del profeta, lo colocó en prisión y parece ser que fue en este contexto que ocurrió una violación grave de parte de los pocos habitantes que había en la ciudad. Ellos hicieron un pacto: dejar en libertad a los esclavos que habían adquirido, pero posteriormente se echaron a para atrás y los volvieron a esclavizar y el juicio fue eminente. Se arrepienten de dar libertad a los esclavos y no solo se arrepienten, sino que también los hacen volver a la esclavitud, ¿Qué fue lo que sucedió? Hoy pregonan libertad y mañana los vuelven a esclavizar. (Jeremías 34:11) ¿Qué fue lo que causó que una resolución tan buena haya sido abolida en tiempo record?
Existe la posibilidad que esto haya sucedido cuando el aliado estratégico de Sedequías, esto es el faraón de Egipto, salió para defender a la ciudad; quizás cuando el faraón se levantó con su ejército para pelear con Nabucodonosor, el pueblo sintió que el sitio llegaría a su fin, que Egipto vencería a los babilonios y que su ayuda no venía de guardar los preceptos de la torá, sino de confiar en el hombre. Probablemente esa fue la razón por la cual se retractaron del trato que habían hecho de liberar a los esclavos.
Jeremías sería el encargado de derribar su esperanza y de establecer que el babilonio los iba a destruir, y que el faraón de Egipto no tenía el poder de salvarlos del juicio decretado: “Entretanto, el ejército de Faraón había salido de Egipto, y cuando los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén oyeron la noticia acerca de ellos, levantaron el sitio de Jerusalén. Entonces vino la palabra del SEñOR al profeta Jeremías, diciendo: Así dice el SEñOR, Dios de Israel: Así diréis al rey de Judá, que os envió a mí para consultarme: He aquí, el ejército de Faraón que salió en vuestra ayuda, volverá a su tierra de Egipto. Y volverán los caldeos y pelearán contra esta ciudad, la capturarán y le prenderán fuego.” (Jeremías 37:5-9 LBLA)
Este evento también es registrado por Flavio Josefo: “Al saber esto el rey de los babilonios marchó en su contra devastó la región y ocupó las plazas fuertes, y llegó a la misma ciudad de Jerusalem con el propósito de sitiarla. El egipcio, cuando supo de las tribulaciones en el que se encontraba su aliado Sedequías, con su gran ejército se dirigió a Judá a fin de obligar a levantar el asedio. En vista de esto el babilonio se retiró de Jerusalem y, en campaña contra los egipcios, peleó con ellos y los expulsó de toda Siria” (Antigüedades, Libro X, 7:3)
Es probable que esto haya acontecido en el 588 AEC dos años antes de la caída de la ciudad; como dijimos antes es muy probable que esto haya hecho que el rey y el pueblo se retractaran de dejar en libertad a los esclavos. Trágicamente esa decisión tuvo un precio muy caro, como el profeta se los hace saber: “Así dice el SEñOR: Vosotros no me habéis obedecido proclamando libertad cada uno a su hermano y cada uno a su prójimo. He aquí, proclamo contra vosotros libertad declara el SEñOR a la espada, a la pestilencia y al hambre; y haré de vosotros motivo de espanto para todos los reinos de la tierra.” (34:17 LBLA)
Al no haber cumplido el precepto de dar libertad a los esclavos, El Eterno daría libertad a algo sumamente nefasto: Espada, Pestilencia y hambre. El profeta cita el texto de Shemot 21:2, pero a la misma vez les recuerda que sus padres no cumplieron ese precepto y que ahora ellos estaban (o estuvieron) a punto de cumplirlo, pero al final se retractaron y esto haría que el juicio se liberara en su totalidad y la destrucción estaba a la vuelta de la esquina. Sedequías y el pueblo tuvieron la oportunidad de brillar con un último destello de santidad pero no quisieron.
Volver atrás, es una hermosa frase retórica, pero en el caso del Sedequías y el pueblo, volver atrás fue una muestra de un corazón endurecido. Promulgaron libertad, pero con esa misma pasión los volvieron a esclavizar y esto sería la gota que derramaría el vaso. La ira del Eterno se encendió contra aquella generación que veía y trataba a los más sencillos y necesitados del pueblo como objetos y no como personas que tenían dignidad. Quizá todos esos abusos hacia los siervos inspirarían a Pablo a decir: “como más que un esclavo, como un hermano amado… tanto en la carne como en el Señor”. (Filemón 1:6 LBLA)
Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo