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Haftará Shabat Pará (Ezequiel 36:16-38)

Entre los acontecimientos más grandes de la historia bíblica, y quizás de la historia universal, el detonante de la redención final y de la restauración de todas las cosas, es la restauración futura de Israel.

Entre los requisitos que la escritura menciona para la restauración de Israel, está el arrepentimiento nacional, esto es, un arrepentimiento a gran escala en el pueblo judío. Esto desencadenará una serie de eventos hasta que finalmente regrese el Mesías quien tomara el trono de David su padre y reinará desde Jerusalén a todas las naciones.

Grandes eventos escatológicos como la unificación de todas las tribus, el final del exilio. Israel será recogido de todos los lugares en donde el Eterno los esparció son algunas de las cosas más increíbles del porvenir. El arrepentimiento nacional traerá todo esto, y entonces el Eterno los recogerá de todas las naciones en donde han habitado después de la destrucción del templo y del exilio. Los profetas no solo vaticinaron juicio, sino también redención, y esta redención no es solamente geográfica y política, sino también nacional y espiritual, cuando él los reúna en su tierra, los purifique de todas las inmundicias y les dé un corazón y un espíritu nuevo.


“Porque os tomaré de las naciones, os recogeré de todas las tierras y os llevaré a vuestra propia tierra. Entonces os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas.” (Ezequiel 36:24-26 LBLA)

Este es el tercer shabat de los cuatro días de reposo especiales donde se realiza tanto una lectura adicional y especial de la Torá y una Haftará especial. Además de la lectura de la Torá para este Shabat, se lee una porción adicional del libro de Bamidbar (19:1-22). La lectura especial de la Torá habla de impureza ritual/ceremonial física; El profeta Ezequiel en la Haftará, por el contrario, habla de la impureza espiritual y moral. Pero en medio de todo el juicio, el Eterno anuncia la redención del pueblo, el fin del exilio y la gloriosa restauración de la nación entera.

El Eterno a través del profeta esta vaticinando la restauración futura de Israel, y no solamente su restauración física, sino también espiritual, no solamente restauraría el trono de David, reconstruiría el templo y los plantaría en su tierra, sino también daría un corazón puro y un espíritu dedicado a la Torá.

Esta idea se expresa en el siguiente Midrash: “La Escritura nos dice que una vez que la gente aprendió que Dios les había perdonado por el pecado del becerro de oro, y que el Santo Bendito Sea él, les había pedido para construir el tabernáculo para que él pueda hacer que su presencia habitara entre ellos, en gran medida se regocijaron y todos salieron con gran presteza para llevar todo su dinero … y porque contribuyeron con todo su corazón y con todas sus espíritus, Dios ha destinado plantar en ellos un corazón nuevo y espíritu. Es por esto que está escrito: “daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros.”” (Midrash Hagadol a éxodo 35:20, Margulies ed p 743)

El texto de esta Haftará no solamente nos habla de la restauración futura de Israel, sino también del nuevo nacimiento que hemos experimentado todos los que hemos nacido del agua y del espíritu. La regeneración personal que hemos experimentado como creyentes es un anticipo de esta regeneración nacional que tendrá el pueblo judío.

El nuevo nacimiento

      El nuevo nacimiento es literalmente una nueva vida dada por Elohim a través de la fe que depositamos en el sacrificio de Yeshua HaMashiaj. El nuevo nacimiento es una experiencia espiritual, el proceso en el cual pasamos de muerte a vida (Juan 5:24), cuando somos trasladados del reino de las tinieblas al reino de su amado hijo. (Colosenses 1:13)

El nuevo nacimiento es el resultado de la justificación que el Eterno nos da cuando reconocemos que somos pecadores y que necesitamos el perdón de aquel contra quien hemos pecado. Este perdón lo obtenemos al reconocer el sacrificio expiatorio que Yeshua realizó por nosotros. (Colosenses 1:11-14)

La salvación y el nuevo nacimiento están íntimamente ligados, no podemos nacer de nuevo, sino hemos sido salvos y no podemos pretender ser salvos, sino hemos nacido de nuevo. Nuestra naturaleza espiritual es completamente renovada, nuestro espíritu recibe una transformación, que no es efectuada por algo natural, sino sobrenatural, como lo registra la escritura:

“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.” (Juan 1:12-13 LBLA)

El nuevo nacimiento nos da un estatus de hijos de Dios. Todos aquellos que por fe hemos nacido de nuevo, hemos recibido el espíritu de la adopción, y este espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios (Romanos 8:14-16).

El nuevo nacimiento y la salvación están íntimamente relacionados, pero a estas alturas quizás nos estamos preguntando ¿cómo puedo nacer de nuevo y ser liberado del pecado? A criterio personal existe un texto en los escritos apostólicos que resume todo el proceso de salvación, sin olvidar que este es un proceso que tiene un contexto diferente en cada uno de los casos, pero aun así podemos encontrar factores comunes que analizaremos en este punto.

“En él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, la buena nueva de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:12-13 LBLA)

Como hemos dicho, el proceso de la salvación lo podemos encontrar en este texto, por el hecho que la porción bíblica inicia desde “oír la palabra de verdad” hasta obtener “el sello del Espíritu santo” que nos garantiza la redención final.

En primer lugar, necesitamos oír la palabra del Eterno. En la biblia encontramos todas las herramientas y los requisitos para poder obtener la salvación. Oír la palabra del Eterno, nos da la fe necesaria para creer y para obtener la salvación: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17)

Las escrituras no solo nos brindan la fe necesaria para aceptar el don de la salvación, sino que también revelan nuestra condición delante de Dios, y esto es, que somos pecadores: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

En segundo lugar, cuando la palabra nos confronta y nos dice que por nuestros pecados estamos separados eternamente de Elohim y que estos nos han alejado de nuestro creador, como lo dice el profeta: “Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios” (Isaías 59:2 LBLA) procedemos a arrepentirnos.

Al saber nuestros pecados y nuestra rebelión a sus mandamientos, esto nos debe de llevar a la reflexión y al arrepentimiento, así como sucedió con los habitantes de Nínive, como lo registra el libro del profeta Jonás. El llamado al arrepentimiento fue el mensaje de todos los profetas (Isaías 1:18), e incluso fue el mensaje primario de nuestro Maran Yeshua. (Marcos 1:15). De igual manera fue el mensaje de los apóstoles: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados.” (Hechos 3:19).

En tercer lugar, después de oír su palabra, ser confrontados por nuestra situación delante del Eterno y su llamado al arrepentimiento, llegamos a la necesidad de creer en un salvador, y este salvador es Yeshua. Como dijera Pedro a los miembros del sanedrín: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.” (Hechos 4:12 LBLA).

Yeshua nuestro Señor y Salvador es el único que nos puede dar salvación y vida eterna; esta es una de nuestras doctrinas fundamentales y era la postura oficial de los apóstoles, como lo registra el libro de los Hechos: “creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Yeshua.”(Hechos 15:11 N.V.I.).

Bajo las alas de Dios de Israel
Francisco Hidalgo

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