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Números 19:1-22:1

Haftara: Mika (Miqueas) 5:6-6:8

¿Bautismo por los muertos?

La parashá de esta semana es quizás una de las más enigmáticas de todas las que encontramos en el ciclo de la Torá. En ella leemos de algunas cosas que no parecen tan entendibles cuando consideramos la narración con lentes superficiales. ¿Por qué una serpiente de bronce? ¿Por qué el castigo contra Moshé y Aarón es tan severo? ¿Qué significa el estatuto de la vaca roja? ¿Es esto alguna “fórmula mágica” para hacer desaparecer la impureza? ¿En qué sentido el contacto con cadáveres impurificaba? ¿Es pecado estar impuro? ¿Por qué una vaca roja? Todas estas preguntas han sido hechas cuando esta parashá llega a nuestras mesas de estudio y cuando consideramos los escritos de los sabios.

En esta ocasión estudiaremos el tema de la vaca roja, sin duda alguna el más grande mandamiento supra-racional (Más allá de la razón) que encontramos en la Torá. Estudiaremos su contexto, explicaciones dadas por los estudiosos, su relación con el Mesías y la luz que arroja sobre un pasaje a menudo concebido como obscuro en los escritos apostólicos.

Encontramos el estatuto de la vaca roja en Números 19. En síntesis podemos resumir el proceso de la siguiente manera: Una vaca roja perfecta, sobre la cual no hubiera sido puesto yugo, debía de ser inmolada fuera del tabernáculo, su sangre sería esparcida hacia la entrada del tabernáculo y luego sería quemada. Su sangre y todo su contenido eran quemados con madera de cedro, hisopo y escarlata. Las cenizas serían mezcladas con agua. ¿Para qué se haría todo esto? Dichas aguas serían utilizadas para rociar a todo aquel que tuviera contacto con un cadáver y contrajese la mayor de las impurezas rituales: Contacto con un humano muerto o con restos del mismo. La aspersión se haría en el día tercero y en el séptimo por una persona limpia. Al final del proceso y los detalles, el hombre quedaba ceremonial y ritualmente apto para entrar al santuario.

Es bueno aquí recordar que las impurezas de las que hablamos son relevantes especialmente con un templo en pie. Las impurezas son rituales y no morales. No había ningún pecado en impurificarse ritualmente, hay impurificación ceremonial cuando una pareja tiene relaciones íntimas, cuando había un parto, cuando había un flujo genital, etc. No es, ni era un pecado impurificarse; lo que si era una transgresión, era impurificarse y entrar al tabernáculo profanándolo. Sin un tabernáculo o un templo, un buen número de impurificaciones no tienen mayor relevancia ritual para nuestros días.

Sin duda alguna muchas preguntas surgen al respecto al considerar el proceso como un todo y sus detalles. Los jajamim (sabios del pueblo judío) han establecido claramente que el estatuto de la vaca roja pertenece a la categoría de mandamientos “Jukim” (decretos). Este tipo de mandamientos son los preceptos que están más allá de nuestra razón en un 100% y que no pueden ser inferidos por un simple raciocinio lógico (como no matar o no robar, por ejemplo). Sin embargo, podemos tratar de aprender lo que es más evidente del estatuto considerando el contexto y los aportes de estudiosos a este tema.

En su inmensa mayoría (y algunos eruditos dirán que en su totalidad) los conceptos de impureza ritual están relacionados con contacto literal o simbólico con muerte o abandono de vida. Hemos visto en parashot anteriores como el contacto con salida de vida o con muerte, incluso simbólicamente, causaba impureza ritual. En ese mismo contexto, debemos entender el estatuto de la vaca roja: Dentro de la esfera de la impureza ceremonial relevante cuando hay un templo en pie y que conlleva la presencia manifiesta de Hashem en dicho lugar.

La impureza causada por un cadáver es llamada por los jajamim “Padre de padres de impureza”. Es la mayor impureza por su cantidad de días, transmisión y por el proceso necesario para eliminarla. Como hemos visto, la presencia de Hashem que habitaba en el templo tenía una intensidad muy grande. La muerte y sus rastros no tienen lugar en la presencia del Dios vivo; lo inmortal, puro y trascendente no puede morar con lo mortal o impuro. Si el templo/tabernáculo no era expiado siguiendo los procesos de purificación, la presencia de Hashem terminaría por irse.

Para el caso especifico de la impurificación por muerto, podemos descubrir que los componentes de la vaca alazana aluden a vida, incorruptibilidad y preservación. Es decir, la “cura” para la impureza ritual causada por la muerte es precisamente formada por aspectos llenos de vida, literal y simbólicamente.

Leemos por ejemplo en la Torá:

“Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca alazana, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo;” (Números 19:2)

La primer pregunta lógica es: ¿Por qué una vaca roja? La respuesta más plausible es que el color de la vaca alude a la sangre. La sangre es donde la vida, el alma animal, la fuerza de vida que habita tanto en hombres como animales, tal como está escrito:

“Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Levítico 17:11).

A parte de su color, la vaca tenía que tener dos características adicionales: No tener falta y no haber recibido yugo. No tener falta alude a no tener defecto, la muerte es el peor de los males y el principal defecto de nuestro mundo actual. La vida por otro lado es el mejor don. La muerte puede ser asimilada a un yugo que todos debemos de cargar, desde el primer pecado cometido en el mundo. Todos heredamos este yugo y cargamos con nuestra naturaleza mortal, tal como está escrito:

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12).

“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.” (1 Corintios 15:49)

El color, su falta de yugo, su falta de tacha alude a vida e incorrupción. Como podemos notar, las tres características de la vaca alazana aluden a vida, algo que debemos de esperar pues las impurezas tienen que ver con muerte y la purificación tiene que ver con vida.

Si seguimos considerando los detalles del ritual, encontraremos más alusiones a vida e incorruptibilidad. Leemos en la Torá:

“Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca.” (19:6).

Los tres elementos que se mencionan tienen que ver con vida y purificación. La madera de Cedro es un elemento que se preserva mucho en el tiempo, dicha madera es considerada como muy duradera y como tal, es una alusión a lo imperecedero. El hisopo es símbolo de purificación, limpieza y conlleva la connotación de preservación de salud y vida. El escarlata tiene el color rojo que alude a la sangre, donde se encuentra la vida (Nefesh). Vemos como nuevamente, encontramos poderosas alusiones a la vida en los detalles de las aguas de la vaca roja. Si añadimos que la vaca roja es el único caso en el que la sangre no se derrama o se esparce, sino que es incluida en la quema del animal, la alusión a contenido de vida, es inequívoca.

Con todo este contenido simbólico, la Torá estaba dando un gran mensaje en todo lo que tenía que ver con las impurezas: La muerte no es ideal y Hashem está en el proceso de terminar con ella, la muerte es el “último enemigo” a ser vencido. Nuestro mundo mortal en el que vivimos no es el ideal, el pecado y la muerte son nuestros verdaderos y máximos enemigos. El finalmente vencerá a la muerte, el lo hará pues es el Elohim de la vida, no de los muertos (Marcos 12:27).

Este mundo era perfecto en un inicio pero el pecado, y su fruto la muerte, estropearon el plan original. Sin embargo, todo el sistema ritual y simbólico de las impurezas y expiaciones del tabernáculo donde el contacto con muerte o abandono de vida, es visto como un problema a ser cubierto, habla poderosamente sobre la intención de Hashem de acabar con la muerte y el pecado para siempre, tal como está escrito:

“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:54-55).

“Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará El Eterno el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque El Eterno lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es El Eterno a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.” (Isaías 25:8-9)

Antes que los profetas y los apóstoles enseñaran la resurrección, la victoria final sobre el pecado y la muerte y todo lo relacionado con ello, Hashem lo había enseñado en su Torá por medio del sistema de purificación del Mishkan. ¡Que Elohim más poderoso y sabio! ¡El finalmente triunfará sobre la muerte y nosotros estaremos ahí para disfrutar de su reino!

Para nosotros como discípulos de Nuestro Maestro, la realidad es aún más clara y certera: Nosotros sabemos que El Eterno no solamente derrotará a la muerte sino que dicha victoria ha comenzado ya. Yeshua El Mesías, el primogénito de entre los muertos, fue levantado de la tumba al tercer día sin ver corrupción (Salmo 16:10) como primicias de la resurrección final, tal como se nos dice:

“Mas ahora El Mesías ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.” (1 Corintios 15:20).

Como vemos en el proceso de la vaca roja, la purificación de la muerte ocurría con rociamientos en dos etapas: Uno al tercer día y otro al séptimo (Números 19:12). La purificación ritual por causa de muerto no era obtenida con una sola aspersión sino en dos etapas. De la misma manera, la purificación total de la muerte, esto es la resurrección, ha seguido un orden de etapas y no ha sido realizada en un solo hecho. El Mashiaj resucitó de los muertos, al tercer día de su muerte, como primogénito de entre los muertos. La humanidad tendrá una resurrección al séptimo milenio desde que el padre de todos pecó y murió, tal como se nos dice:

“Pero cada uno en su debido orden: El Mesías, las primicias; luego los que son del Mesías, en su venida.” (1 Corintios 15:23).

En este sentido, hay una alusión a estas etapas de resurrección en el proceso de aspersión de la vaca roja. Hashem ha comenzado ya la victoria sobre la muerte, la resurrección de los muertos ha irrumpido en nuestro mundo con Yeshua HaMashiaj, nuestro Señor y Salvador.

La resurrección es uno de los pilares de la fe judía, es uno de los 13 principios de fe enumerados por Maimonides puesto que es el que da sentido a toda la existencia actual. El escritor de Hebreos consideró la resurrección de los muertos, una de las doctrinas básicas de la fe (Hebreos 6:1-2).

La resurrección de los muertos tiene un impacto en cada área de nuestra fe y de nuestro actuar. Si hay resurrección y un juicio venidero, nuestra vida tiene un sentido más allá de nosotros, más allá de lo que vemos ahora. Si hay resurrección, cada oportunidad de hacer una obra de benevolencia, cada mandamiento observado con gozo, cada palabra pura, tiene un significado eterno; de igual manera, cada mala acción es algo sumamente lamentable. Si hay resurrección, al final habrá una recompensa para los justos y un merecido para los malvados, la inequidad, la injusticia no existirán para siempre. Si hay una resurrección, entonces no debemos de temer a los que matan solo el cuerpo sino a “aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el gehinom” (Mateo 10:28).

En el judaísmo, la creencia en la resurrección es un axioma. Incluso es reflejada en el cuidado y en la honra que se le da un cadáver. En el judaísmo existe un profundo respeto por un cadáver y se considera un gran mandamiento dar honra a un ser querido que nos deja; todo lo que se hace, se ejecuta para dar honra al difunto. El cuerpo, es tratado con mucho valor pues será unido nuevamente al alma en la resurrección.

Una de las costumbres más emblemáticas consiste en la formación de la “Jevra Kadisha”, que significa “La hermandad santa” o “La sociedad santa”. Esto es un conjunto de personas voluntarias para encargarse de todos los asuntos que tienen que ver con el cuerpo: cuidar de él, encargarse que nunca este solo, leer salmos cerca del féretro, etc.

Al comenzar, los miembros hacen una inmersión simbólica en un Mikve (Tevilá, conocida por su nombre griego “Bautismo”) y proceden con el lavado ritual del cuerpo para luego cubrirla con sus vestiduras para el entierro. Leemos por ejemplo de esta costumbre en el libro de Hechos donde se nos dice:

“Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de haberla lavado, la pusieron en una sala.” (Hechos 9:37).

Al final, los que terminan de cuidar del cuerpo vuelven a hacer Tevilah de purificación simbólica por haber tenido el placer de haber cuidado a alguien y cubrirlo para su resurrección. En tiempos del templo, las cenizas de la vaca roja eran rociadas sobre ellos, puesto que al tener contacto con un muerto, se adquiere impureza ritual.

Todos estos rituales únicamente tienen sentido, si y solo si, habrá un resurrección. Si no hay, y el cuerpo es simplemente el remanente de algo que nunca más será, el ritual es completamente vano. Esto arroja luz sobre uno de los versos de los escritos apostólicos que más ha intrigado a los estudiosos por siglos. Argumentando a favor de la creencia en la resurrección, Pablo dice lo siguiente:

“De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?” (1 Corintios 15:29).

Este pasaje ha sido todo un reto para intérpretes bíblicos. La mayoría de veces se ha entendido como si había un grupo que se bautizaba en lugar de otras personas muertas. Los mormones llegan más allá: Ellos indican que Pablo no estaba únicamente relatando dicha práctica, sino también prescribiéndola como válida. Es por eso que ellos hacen bautismos en lugar de personas que no pudieron hacerlo en sus vidas.

Lamentablemente, el verso ha sido malinterpretado por la desconexión con el judaísmo a la que la comunidad gentil creyente en Yeshua fue sometida históricamente. El verso no habla de personas haciendo Tevilah (bautismo) de conversión y fe en Yeshua, en lugar de otras personas; Pablo hace referencia a la purificación ritual hecha por las personas que entraban en contacto con un cadáver luego de cuidarlo y lavarlo. En los días de Pablo, estas personas también debían de ser rociadas con las cenizas de la vaca roja para poder acceder nuevamente al templo, sin impureza ceremonial.

Entonces el verso no habla de inmersiones en representación de un muerto, sino en inmersiones por causa de contacto con un muerto. Lo que Pablo esta argumentando aquí es algo como esto: “Si los muertos no resucitan, ¿Entonces cuál es el sentido de cuidar a los cuerpos tanto y llegar a impurificarse ritualmente por ellos? ¿Qué necesidad hay de hacer inmersión por causa de ellos? Si los muertos no resucitan ¿para qué tanta molestia? Si los muertos no resucitan ¿Por qué está prescrita en la Torá una purificación por contacto? Si la muerte es un estado normal y seguirá siendo así ¿Por qué purificarse de ella? ¿No es esto muestra de que la muerte dejará de ser un día? ¿No es esto muestra de la resurrección?”.

Cuando restauramos el contexto del verso, el significado es obvio para nosotros y cobra bastante sentido. Hashem ha dado todas las pistas en su palabra, el ha dado suficiente evidencia para que estemos seguros de nuestra victoria final sobre la muerte. Dicha victoria se ha logrado ya, por medio de nuestro Señor, la tumba no pudo vencerlo y tampoco nos vencerá eternamente a nosotros.

El Eterno causará que todos sean traídos delante de su Mesías en el día del juicio. El anciano de días ha dado el juicio al “Hijo del hombre” (Daniel 7:9-14). El Eterno juzgará al mundo por medio del varón que ungió, resucitándole de los muertos. ¿Cómo te has preparado para ese juicio? ¿Está tu nombre escrito en el libro de la vida? Debemos de entregar nuestra vida al Eterno por medio de su Mesías y experimentar el nuevo nacimiento, la renovación y regeneración espiritual. En El Mesías, el arrepentimiento y perdón de pecados está asegurado a todos aquellos que crean en él (Juan 3:16, Hechos 10:33, Hechos 16:33, Isaías 53:1-10, Tito 3:5).

En ese día, será muy reconfortante y será lleno de gozo eterno, ver a nuestro Justo Mesías con su mirada aprobando nuestra fidelidad a la palabra de su padre, nuestra fe en su sacrificio, expresándonos con su mirada la ternura del Eterno y su gran amor. El dirá a todos los que en verdad lo hicieron el Señor y Salvador de sus vidas: “Entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).

שבת  שלום

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

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