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Shemot (Exodo) 30:11-34:35

 Haftara: Melajim Alef (1 Reyes) 18:20-39

¿Gracia vs Ley?

En esta parashá leemos muchas cosas en la Torá siendo quizás la más relevante el pecado del becerro de oro cometido por los hijos de Israel, cuando aguardaban a Moisés quien tardó en descender del monte donde recibía la Torá. Muchísimos comentarios se han expuesto a lo largo de los siglos a cerca del becerro de oro, tanto dentro del cristianismo como en el judaísmo. En esta ocasión, tocaremos un tema que a menudo provee mucha confusión, esto es el tema de la “Gracia de Dios”.

Muy a menudo en círculos del cristianismo, se suelen oír pensamientos como: “la gracia vino con Jesús porque antes era el tiempo de la ley”, “la gracia es lo contrario a la ley”, “la ley de Moisés no contiene gracia” y otros. En síntesis, frecuentemente la gracia es la antítesis de la Torá (Ley). Un verso bíblico es usado mucho para enfatizar estos conceptos como contrarios, esto es Juan 1:17 donde se dice: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Yeshúa El Mesías.”

La explicación es obvia para algunos: “la ley vino con Moisés, la gracia con Yeshúa”. ¿Es esto así? ¿No encontramos el concepto de gracia en las páginas del Tanaj, conocido como “El antiguo testamento”? Veremos que en efecto hay más gracia de la que podemos imaginar en el Tanaj y luego veremos qué quiso decir Yohanan (Juan) en el capítulo 1 de su libro.

En principio, debemos decir tajantemente una realidad: La gracia de Dios no es un concepto exclusivo ni nuevo de los escritos apostólicos, conocidos como “Nuevo testamento”. Vemos a un Dios lleno de gracia desde el inicio de la Torá y en el transcurso de la historia de Israel. Por ejemplo, leemos con respecto a Noé lo siguiente: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de El Eterno.” (Génesis 6:8).

Claramente desde la narración del diluvio, vemos a un Dios todopoderoso, lleno de gracia hacia sus criaturas. Esto no ha escapado a los sabios judíos quienes dijeron en el Midrash: “Noaj fue salvado, no porque lo merecía, sino porque halló gracia.” (Bereshit Raba 28:8).

La palabra hebrea para gracia es “Jen” que significa: “gracia, favor, hermosura, agrado, simpatía, belleza”. Podemos ver la palabra claramente expresando belleza en el proverbio 31 donde leemos: “Falso es la belleza (Jen) y vana la hermosura, la mujer con temor al Eterno es la digna de alabanza” (Proverbios 31:30).

Claramente el concepto de gracia incluye el concepto de ser aceptado, ser visto con agrado y hallar favor delante de alguien. Este concepto es el mismo cuando se trata de la gracia divina, encontrar gracia delante de Dios, significa que Él nos vea con agrado, con hermosura, encontramos favor delante de él para tratarnos con gracia. ¡Bendito sea El por su infinita gracia!

En esta parashá, claramente la Torá describe a El Eterno como un Dios lleno de gracia cuando enumera lo que el judaísmo conoce como los trece atributos de misericordia (Midot HaRajamim).

El judaísmo encuentra en los atributos revelados a Moisés en Éxodo 34: 6-7, una de las más bellas y exactas descripciones de la naturaleza de Dios. Ahí leemos: “Y pasando El Eterno por delante de él, proclamó: ¡El Eterno! ¡El Eterno! Dios, misericordioso (hb. Rajum) y lleno de gracia (hb Janun); tardo para la ira, y grande en bondad y verdad; que guarda bondad a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado”.

La palabra “Janun” es precisamente derivada de la palabra gracia en hebreo (“Jen”). Claramente Moisés recibió la revelación de un Dios lleno de gracia que se vuelve del juicio y perdona inmerecidamente. Si observamos el castigo que Dios anuncia originalmente, y lo que Moisés obtiene al final, veremos cómo Moisés, sin ningún tipo de méritos de parte de los hijos de Israel, pudo interceder delante del Eterno quien perdonó y dio de su gracia.

Primeramente, El Eterno dijo a Moisés: “Ahora pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y haré de ti una gran nación” (32:10). Moisés intercede apelando a la honra del nombre de El Eterno diciendo ¿qué dirán los egipcios si haces esto? Y apelando al pacto hecho con Abraham, Isaac y Jacob (32:11-13). La respuesta de El Eterno es volverse de la ira anunciada inicialmente (32:14) y el no aniquilará en un juicio sumario al pueblo. Podemos llamar a esto “primera intercesión”.

Luego El Eterno anuncia: “yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino.” (33:2-3). El Eterno mismo enviaría un ángel con el pueblo, pero su presencia no iría con ellos, el pueblo era de dura cerviz y Él no andaría en medio de ellos por el riesgo a consumirlos en su ira por sus múltiples malas acciones. Moisés intercede nuevamente diciendo: “Y dijo Moisés a El Eterno: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.” (33:12-13).

El Eterno ahora dice que su presencia irá con Moisés, tal como está escrito: “Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.”. Es decir a parte del ángel que enviaría, El Eterno acepta que su presencia vaya pero con Moisés únicamente. Esta podemos llamarla la segunda intercesión.

A continuación, Moisés sigue intercediendo y no se conforma con que El Eterno vaya únicamente con él y pide que El Eterno ande con él y con el pueblo diciendo: “¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?” (33:16. Énfasis añadido).

El Eterno responde que Moisés ha encontrado gracia delante de él y que también hará esto último diciendo: “También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre.” (33:17). Podemos llamar a esto la tercer intercesión; después de esto, Moisés increíblemente ¡Pide aún más! No satisfecho con lo obtenido, Moisés pide una revelación de la gloria de El Eterno, una comprensión más íntima de quien es este Dios tan lleno de amor con el que ha estado dialogando.

Él dice: “Te ruego que me muestres tu gloria.” (33:18). El Eterno accede diciendo que el dejará ver un pequeño destello de su gloria (metafóricamente “su espalda”) pero jamás su ser (metafóricamente “su cara”) pues no hay hombre que pueda vivir al contemplar esto (33:19-20). El Eterno accede haciendo pasar su bondad delante de Moisés quien estará detrás de la peña y revela los trece atributos que vimos anteriormente. Podemos llamar a esto la cuarta intercesión.

Después de esto, cabría la pregunta: ¿Puede alguien en verdad decir que Moisés y los hijos de Israel no conocieron la gracia de Dios? ¿Podríamos decir que el concepto de gracia es nuevo y no conocido por Moisés después de toda esta “gracia sobre gracia”? Absolutamente no.

La gracia de Dios no es contraria a la ley de Dios. La Torá es la guía de santidad para los hijos de Dios para que podamos obedecerlo dentro de sus normas y caminos. La gracia es aquel favor que encontramos delante de él, que hace que nos trate como no nos merecemos, sino con un favor inmerecido y no obtenido por nosotros mismos. La Torá está ahí para señalar al pecado, la gracia está ahí para perdonar al pecador que se arrepiente.

Así ha sido, así es y así será por siempre. Esto no es desconocido al judaísmo, por ejemplo, leemos en una fuente judía: “Sin misericordia divina, un pecado no podría simplemente desaparecer de las escalas de la justicia meramente porque el pecador se ha arrepentido” (Jumash Stone Edition, 509. Traducción del autor).

Es totalmente falso que en el Tanaj no hay gracia: la vemos con Noaj, con Moisés, con David, con Sansón, con Abraham, con Jacob, con Daniel, etc. Lo que sucede es que en los registros apostólicos y con la venida del Mashiaj podemos percibir más claramente la gracia de Dios que siempre ha existido.

¿Cómo es que Juan contrapone los dos conceptos entonces? En primer lugar, debemos decir que la palabra “pero” no está en el manuscrito de Juan. Es decir, la palabra “pero” ha sido agregada como un intento de clarificación, pero no fue escrita por el apóstol mismo. Es por eso que la versión textual reina Valera lee el verso así: “porque la ley por Moisés fue dada; gracia y verdad vinieron por Yeshúa El Mesías” (Juan 1:17, versión textual).

Como vemos, Juan no está haciendo una contraposición de dos cosas opuestas, sino que está comparando dos cosas complementarias y sucesivas en el tiempo. El pueblo recibió el primer pacto (El Eterno comprometiéndose a hacer de Israel una nación especial, y el pueblo comprometiéndose a cumplir la Torá) y la Torá por mediación de Moisés. Este pacto era absolutamente bueno, pero hubo un problema que registra Jeremías: “ellos invalidaron mi pacto” (Jeremías 31:32).

El pueblo entrará en la era mesiánica en un Nuevo pacto en donde el menor de ellos tendrá una revelación de El Eterno como nunca antes, ya que ninguno tendrá necesidad de decir “conoce al Eterno, pues todos me conocerán”. La base de este nuevo pacto fue la sangre ofrecida por el Mesías mismo, fuente de gracia y verdad para Israel quien podrá incondicionalmente disfrutar de perdón nacional de pecados cuando se cumpla lo escrito: “Todo Israel será salvo” (Romanos 11:26) y también: “porque perdonaré la iniquidad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34).

En este sentido, Juan no está diciendo que Moisés no conoció la gracia, o que la gracia es contraria a la Torá. Lo que él está diciendo es que la recepción de la Torá se dio por medio de Moisés y el sacrificio que provee gracia incondicional y el nuevo pacto vino por medio de Yeshúa. Esto es complementario y no contradictorio o contrario entre sí.

Alternativamente, una segunda opción podría ser la intención de Juan: Moisés dio al pueblo la revelación de la Torá donde se dicen dos cosas aparentemente contradictorias. Leemos que Dios es “misericordioso (hb. Rajum) y lleno de gracia (hb Janun); tardo para la ira, y grande en bondad y verdad” (Exodo 34:6) y al mismo tiempo leemos que “de ningún modo tendrá por inocente al culpable”. (Exodo 34:7) y que incluso visita la maldad del pecador generaciones después (Si sus descendientes no se arrepienten claro).

¿Cómo es posible que El Eterno perdone la rebelión, la culpa y el pecado, y al mismo tiempo diga que de ningún modo tendrá por inocente al culpable? ¿No es esto una anulación de su justicia o de su gracia? Esto es lo que se percibió con claridad con la venida de Yeshúa. La gracia (al perdonar al pecador) y la verdad (al castigar el pecado en Yeshúa) se juntaron y pudimos ver cuál es la base legal por la que El Eterno puede ser justo y lleno de gracia al mismo tiempo. Yeshúa tomó nuestro pecado, recibiendo el juicio y veracidad de Dios, mientras que nosotros recibimos por su merito la gracia, tal como se nos dice: “La bondad y la verdad se han encontrado, la justicia y la paz se dieron un beso” (Salmo 85:10).

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21).

En otras palabras, lo que Juan está diciendo, es que Moisés reveló la Torá donde se encuentra la descripción de los trece atributos; sin embargo, fue hasta la revelación de Yeshúa y su sacrificio, que comprendimos como “la gracia y verdad” podían juntarse, y como no había contradicción entre la justicia y la gracia de Dios. De Yeshúa y de “su plenitud tomamos todos y gracia sobre gracia” (Juan 1:16).

Finalmente podemos ver un tercer significado adicional o alterno: Lo dicho por Juan puede tener que ver con la interpretación de la Torá que el Mesías dio. Quizás Juan está diciendo que la Torá (como texto o código de ley) fue dada por Moisés, mientras que la explicación de la Torá que revela la gracia y verdad de Dios como nunca antes, vino por medio del Mesías. Esto es similar a lo que dice el Midrash (una antigua fuente judía): “La Torá que la persona estudió en este mundo es aire frente a la Torá del Mashíaj” (Kohelet Raba 11:7).

De una cosa podemos estar seguros: La gracia de Dios no es el plan “B” del Eterno ante el fracaso de la Torá, y Juan 1:17 no respalda este pensamiento. La gracia de Dios es algo que siempre ha sido manifestado en cierto grado, y se dejó ver como nunca antes, aquel día en aquel madero donde la justicia y la misericordia se juntaron y cuando nuestro Maestro dijo: “Consumado es” (Juan 19:30) proveyendo la fuente de gracia, misericordia, bondad y verdad para Israel y el mundo.

Es por la gracia del Mesías y su sangre, que podemos encontrar perdón de todas nuestras transgresiones de la Torá (pecados) que hemos cometido. Es en él, que todos pueden encontrar perdón y siempre un medio de expiación y reconciliación eterna, tal como se nos dice:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

“Pero ahora, aparte de la Torá (es decir no por nuestro esfuerzo en adherirnos a los preceptos), se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Torá y por los profetas (esto es anunciada en ellos); la justicia de Dios por medio de la fe en Yeshúa El Mesías, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (como diría el Rey David (Salmo 143:2): “No se justificará delante de ti ningún ser humano”), siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Yeshúa El Mesías,” (Romanos 3:21-24. Paráfrasis añadida).

 

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

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