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Números 30:2-32:32

Haftara: Jeremías 1:1-2:3

Autoridad patriarcal vs Machismo.

Esta parashá cuenta con básicamente tres puntos principales: Las leyes de los votos y juramentos, la guerra contra Midian y la petición de tierra por las 2 tribus y media. Generalmente se lee junto con la parashá Masei, a excepción del año que tiene doble Adar.

Esta parashá contiene temas que son propensos a ser malinterpretados o confundidos con males modernos, dando como resultado culpabilidad por asociación en algunas ocasiones, o incluso, socavación de principios bíblicos importantes para nuestra época. Uno de estos casos es la suposición de “machismo”  en la Torá.

Es común oír muchas nociones erróneas sobre la biblia y el judaísmo en torno a la mujer. Dichas críticas vienen de grupos feministas en su mayoría, de algunas mujeres creyentes con una visión bastante liberal y superficial de la escritura y de hombres quienes pretenden justificar su estilo de vida en las páginas sagradas.  Un recuento de los versos “seudo-machistas” de la biblia está más allá de los alcances de este estudio, pero nos enfocaremos en uno en esta ocasión: La autoridad patriarcal expresada en las leyes de los votos.

La Torá dice lo siguiente en esta parashá:

“Mas la mujer, cuando hiciere voto a El Eterno, y se ligare con obligación en casa de su padre, en su juventud; si su padre oyere su voto, y la obligación con que ligó su alma, y su padre callare a ello, todos los votos de ella serán firmes, y toda obligación con que hubiere ligado su alma, firme será. Mas si su padre le vedare el día que oyere todos sus votos y sus obligaciones con que ella hubiere ligado su alma, no serán firmes; y El Eterno la perdonará, por cuanto su padre se lo vedó.” (Números 30:3-5).

“Pero si fuere casada e hiciere votos, o pronunciare de sus labios cosa con que obligue su alma; si su marido lo oyere, y cuando lo oyere callare a ello, los votos de ella serán firmes, y la obligación con que ligó su alma, firme será. Pero si cuando su marido lo oyó, le vedó, entonces el voto que ella hizo, y lo que pronunció de sus labios con que ligó su alma, será nulo” (30:6-8)

Una cosa es clara al leer estos versos: El padre o el marido tiene autoridad sobre la mujer de anular promesas. Esto es inconcebible a mentes posmodernistas que considerarían tal cosa machista o parte del “patriarcado” (termino odiado por feministas). Al fin de cuentas ¿Qué derecho tiene “un hombre” para anular promesas, votos, juramentos que una mujer haga? ¿Podía una mujer anular un voto a un hombre? ¿No es esto una clara falta de igualdad?

Es aquí donde tenemos un problema cultural y contextual a la hora de arribar a la biblia. El problema estriba en una diferenciación esencial: La diferencia entre el patriarcado bíblico y el machismo moderno. Pareciera que estamos hablando de la misma cosa y que es meramente un juego de palabras, pero estas dos cosas no podrían ser más diferentes.

El postmodernismo nos enseñó dos cosas totalmente erróneas en torno a la relación entre sexos: En primer lugar machismo, y su respuesta desesperada igualmente errónea, el feminismo. Ambas son hinchazones de hombría y femineidad. Lo que esta hinchado parece grande pero no está sano.

En una esquina tenemos al típico macho con su cigarro Marlboro, diciendo que puede tener las mujeres que quiere, que puede hacer con su sueldo lo que se le dé la gana y que él manda en la casa. Si a esto le añadimos violencia hacia su cónyuge, el cuadro es el peor imaginable. En la otra esquina, la mujer que dice que ambos somos iguales, ella no deja que ningún hombre la “pisotee”. Pensar que un hombre ha sido capacitado por Dios para ciertas actividades de manera especial, es inconcebible.

La biblia es ajena a ambas ideas: Desde la cosmovisión bíblica tanto hombre como mujer valen lo mismo delante del Eterno, la mujer fue creada por causa del hombre (1 Corintios 11:9), y el hombre proviene de la mujer (1 Corintios 11:12). Ambos tenemos capacidades especiales para realizar tareas de manera más fácil (algo obvio hasta por naturaleza y fisionomía) y el ideal de El Eterno está en complementarnos en amor y fidelidad, no en negar nuestras obvias diferencias.

La biblia repite una y otra vez la idea de que la cabeza del hogar es el hombre, tal como está escrito:

“porque el marido es cabeza de la mujer, así como El Mesías es cabeza de la congregación” (Efesios 5:23).

“Pero quiero que sepáis que el Mesías es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza del Mesías.” (1 Corintios 11:3).

Al mismo tiempo, la biblia no tiene cabida para el machista puesto que ser cabeza de familia tiene mandamientos muy específicos en la Torá y en el judaísmo. En primer lugar, un hombre tiene que proveer para su casa, debe de proveer para su mujer vestido, alimento y cumplir su deber conyugal con ella.  Estas son las cosas que los escritos apostólicos mencionan sobre el tema:

“Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también el Mesías a la congregación,” (Efesios 5:28-29).

“Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.” (Colosenses 3:19)

“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1 Pedro 3:7).

Estos versos enseñan los siguientes mandatos para un marido:

  1. Amar a su mujer (obviamente serle fiel y tratarla con cariño y estima).
  2. Sustentar a su mujer
  3. Cuidar a su mujer
  4. No ser áspero con su mujer.
  5. Dar honor a la mujer
  6. Tratarla como vaso frágil
  7. Si esto no se hace: ¡Dios podría no escuchar las oraciones del hombre!

La visión bíblica no concibe a un marido violento, irresponsable, ebrio, pedante, simple, holgazán ni nada por el estilo. Decir que la biblia es machista es hablar con ignorancia o con falsedad de la cosmovisión de la misma. En síntesis, el machismo es rudeza, maltrato e irresponsabilidad; el patriarcado bíblico es autoridad, amor y responsabilidad ¡No podrían ser más diferentes!

Es curioso incluso saber que el judaísmo tiene en gran estima a la mujer. La mujer por ser más sensible es más propensa a responder positivamente a temas de espiritualidad. El hombre judío tiene más mandamientos que la mujer, no porque sea más sino porque según los sabios necesita más.

Al comparar la torá y el resto de la escritura con los códigos legales antiguos, notamos una notable innovación y elevación en torno a la mujer. La mujer puede casarse según su deseo y no por obligación (Génesis 24:57-58, Números 36:6) mientras que en otras sociedades tal innovación era muy difícil.

Otra de las cosas en donde la Torá es increíblemente superior en torno a la mujer, es que quita el poder absoluto del hombre casi universal en sociedades antiguas. Por ejemplo, en esta parashá vemos como el hombre únicamente podía anular un voto el día en que lo oía, su poder es reducido y debe de utilizarse únicamente si el voto o juramento podría provocar a la postre un daño en su esposa; haciendo esto, tenía el poder para proteger a su esposa.

A parte de esto, el texto de la Torá pareciera indicar otra novedad. En esta parashá es la única vez en toda la Torá en donde Moshe se dirige a “los príncipes de las tribus de los hijos de Israel” (30:1). Muchos rabinos se han preguntado porque dirigirse a los príncipes de las tribus para las leyes de los votos y ni siquiera ordenarles que trasladen dichas leyes a sus respectivas familias tribales.

Una opinión muy acertada indica que el objetivo de Moshé, era que los cabezas de las tribus fueran velantes de la aplicación correcta de estas leyes para evitar problemas conyugales entre el hombre y su mujer o problemas familiares entre el padre y su hija. Al haber la posibilidad de problemas familiares por desacuerdos en promesas, votos o juramentos, Moshé quiso comunicar las leyes a las cabezas tribales para que ellos estuvieran equipados para administrar justicia y llevar paz a la familia. Esto reduciría aun más el papel autónomo del hombre quien estaba plenamente sujeto a la ley y a los príncipes tribales. Esto enseña que para que el ideal de la familia bíblica sea funcional, deben existir autoridades espirituales y civiles para velar y no permitir abusos o cosas no deseadas.

¿A qué mujer no le gustaría un hombre que tenga como propósito amarla, respetarla, proveer para ella, cuidarla y darle honra? Es debido a esto que en el pueblo judío, una mujer casada es sinónimo de bendición. El problema entró cuando el hombre en la sociedad empezó a abusar de esa autoridad dada por el Eterno y todo se corrompió. El feminismo de hoy en día es un problema igual o peor ya que esta totalmente desconectado de la razón y tiene todo el potencial de ser utilizado por agendas oscuras que buscan destruir la familia.

Todo creyente que va a formar una familia debe de saber que su esposa no será un juego y no es algo accesorio en su vida. En el momento en el que se casa adquiere responsabilidades de por vida delante de Dios y de los hombres. El deberá esforzarse por proveer a su ayuda idónea, hacerla feliz, amarla y ser varonilmente la cabeza de ese hogar con amor y respeto.

En el sentido místico o espiritual, El Mesías es llamado “el esposo de la congregación” en muchos lugares. Esto es para acentuar que él es la cabeza espiritual y ética de todos sus discípulos y para dar una idea del inmenso amor que tiene por nosotros al preocuparse de nuestras necesidades y nutrir nuestra alma con vida eterna a través de su sacrificio. Esta alusión espiritual sería imposible si dejara de ser cierto que el hombre es la cabeza del hogar, designado para cuidar de él y hacer feliz a su esposa e hijos.

¡Que El Eterno mande prontamente al Mesías, el esposo espiritual de la congregación!

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

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