Números 25:10-30:1
Haftará: 1 Reyes 18:46-19:21
La cabeza de la congregación.
En la parashá Pinjas leemos como El Eterno dice a Moisés que su muerte está cerca y que será reunido a su pueblo. Moisés intercede ante él solicitando un hombre que sea su sucesor y que tenga las características espirituales para poder ser un buen pastor del pueblo. El Eterno responde diciendo que Él ya tiene dicho hombre.
Leemos en la Torá: “Entonces respondió Moisés a El Eterno, diciendo: Ponga El Eterno, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación de El Eterno no sea como ovejas sin pastor. Y El Eterno dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él;” (Números 27:15-18).
El Eterno explica a Moisés que Yehoshúa Ben Nun (Josue hijo de Nun) era el hombre indicado, él era el hombre en donde había “espíritu” y que podría salir y entrar delante de la congregación. El Eterno instruye a Moisés acerca de una imposición de manos para transferirle la autoridad, majestad (Hod) y el cargo a Josué frente a toda la congregación.
Josué estaría sobre la congregación y sería la cabeza de Israel, el pueblo físico de El Eterno, la luz de las naciones y nación de pacto sacerdotal.
La palabra congregación es la palabra para traducir dos palabras en hebreo: Edá y Kahal. Ambas palabras han sido traducidas como “congregación” y como “asamblea”. En griego, una palabra comúnmente usada para traducirlas es “Ekklesia”, de donde obtenemos nuestra palabra para “Iglesia”.
Podemos ver esto claramente en los escritos apostólicos donde leemos lo siguiente:
“Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación (Gr. Ekklesia) en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos;” (Hechos 7:38).
Fácilmente el verso pudo haberse traducido como “Iglesia” en las versiones castellanas pues es la misma palabra que encontramos en muchos otros lugares en donde si encontramos la traducción “iglesia” en los escritos apostólicos (Efesios 5:23, 32, 1 Corintios 10:32). La razón por la que no se tradujo así en Hechos 7:38 es por una agenda teológica muy marcada: Al traducirla como “Iglesia” se estaría aceptando la relación entre Israel (La “Iglesia” con la que estuvo Moisés) y la congregación de gentiles creyentes en Yeshúa, tal relación no es bien vista en la mayoría de círculos del cristianismo histórico.
La parte de la teología que estudia la relación o la no relación entre Israel y la “Iglesia” se conoce como “Eclesiología”. En la mayoría de círculos cristianos se enseña que Israel y la iglesia son dos entes completamente diferentes y sin relación alguna. En el mejor de los casos hay una pequeña relación entre ambos grupos pero mayoritariamente los tratos de Dios con un grupo no afectan al otro y viceversa.
Esta es una área de mucha controversia y de muchísima confusión, al mismo tiempo es de gran importancia pues trata de cuestiones de identidad dentro del cuerpo del Mesías. Según la concepción que tengamos de nosotros mismos, procederemos a actuar tarde o temprano. Como dijera el proverbista: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” (Proverbios 23:7).
La mayor parte de la confusión se debe a malinterpretar ciertas verdades encontradas en los escritos apostólicos. Por ejemplo, desde el final del primer siglo y el inicio del segundo siglo, los creyentes no judíos comenzaron a moverse lejos del pueblo judío desarrollando la teología del reemplazo, conocida también como “supersesionismo” en el mundo anglosajón.
Justino Mártir, Ignacio de Antioquía y otros empezaron rápidamente a enseñar que Israel era un pueblo que ya no tenía un pacto vigente con Dios, a menos que individualmente fueran convertidos al cristianismo. La iglesia paso a ser el “Israel espiritual”, mientras que el pueblo judío era el “Israel carnal” o simplemente “Los judíos”.
Es bueno aclarar que no todos los creyentes no judíos en el Mesías unánimemente creían esto. Tenemos evidencia hasta tan tarde como el siglo VI de creyentes gentiles guardando fiestas judías y otras cosas en compañía de sus hermanos judíos (Para mayor información sobre esto ver nuestro estudio sobre las festividades y los creyentes gentiles de los primeros siglos en http://temerososdedios.com/2018/10/29/las-festividades-y-los-creyentes-gentiles-de-los-primeros-siglos/). Sin embargo, con el paso del tiempo, dicha creencia fue siendo más y más normativa dentro del cristianismo.
Por otro lado, en círculos de raíces hebreas y otros grupos que se identifican como “Mesiánicos” ha ocurrido lo contrario: Muchos leyendo la clara relación que hay entre el pueblo judío y los creyentes no judíos, han afirmado que ahora todos son parte de Israel y tienen igual responsabilidad ante la Torá.
Varios argumentos son esgrimidos por esta causa: “¿Acaso no la “Iglesia” es Israel?”, “No hay tal cosa como Israel y la Iglesia, pues ambas son la misma cosa”, “Si Rab. Shaul dice que los creyentes gentiles han sido injertados en Israel, ¿Cómo no van a guardar las mismas leyes del pueblo en que han sido injertados?”
Claramente al decir esto, un cristiano promedio sabrá que El Eterno dio mandamientos específicos al pueblo judío como nación sacerdotal y nación de pacto, y que nunca vio como obligantes para las demás naciones. La más mínima lectura de las cartas de Shaul de Tarso (Pablo) deja clara la distinción (aunque no discriminación) entre la responsabilidad de judíos y gentiles ante El Eterno y su Torá.
¿Cómo hemos de entender todo esto? ¿Qué es lo que la escritura nos dice sobre esto? ¿Cuál debe de ser una “Eclesiología” sana del movimiento de judíos y no judíos creyentes en Yeshúa y que sostiene la vigencia de los mandamientos de la Torá? ¿Es Israel la iglesia? ¿Es la iglesia una parte de Israel? Es nuestra intención responder estas importantes preguntas en el estudio de la parashá.
Antes de comenzar a definir este importante tópico debemos de sentar dos cosas básicas que la escritura confirma más allá de toda duda:
- El pueblo judío sigue siendo el pueblo de El Eterno. El Eterno no ha acabado su trato con el pueblo judío incluso a pesar de la no aceptación actual de la mesianidad de Yeshúa (Romanos 11:1-2, Jeremías 31:35-37).
- En ningún lugar de los escritos apostólicos, Pablo, ni ningún otro apóstol llama a un creyente gentil: “Israelita”, “hijos de Jacob”, “Hijos de Israel”, ni “judío”. La mención de ser “Hijos de Abraham” según la promesa, alude claramente a la promesa hecha a Abraham de que en su simiente serían bendecidas todas las familias de la tierra. Es decir, claramente “Hijos de Abraham” es un término espiritual para referirse a los gentiles que se han acercado al Dios de Israel por medio de la simiente singular de Abraham, Yeshúa El Mesías.
Al considerar estas dos verdades de la escritura, la concepción tradicional de círculos del cristianismo en torno a Israel, es claramente deficiente. El pueblo judío sigue siendo el pueblo de pacto, el pueblo físico de El Eterno. Cada miembro del pueblo judío por haber nacido judío de padres judíos, disfruta de las bendiciones del pacto de Sinaí (Crecer en la cultura bíblica, pertenecer al pueblo transmisor de la escritura, formarse dentro de una comunidad en santidad, y tener a El Eterno como “su Dios y el de sus padres”). Es por esto que en un sentido, todo el pueblo judío es “La congregación (Iglesia) de Dios”.
Ahora, claramente hay versos en los escritos apostólicos que aparentemente desafían esta postura. El más claro de ellos es quizás 1 Corintios 10:32, donde está escrito:
“No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia (congregación) de Dios;”
Este verso pareciera indicar que hay tres grupos: El pueblo judío, las naciones o los gentiles, y la congregación de Dios. Si esto es así, Pablo está diciendo que el pueblo judío no es equivalente a la congregación de Dios (ya que hay judíos que actualmente no son parte de la “congregación de Dios” en ese verso). ¿Cómo podemos entender este texto a la luz de lo que hemos venido hablando?
La respuesta es la siguiente: En el sentido físico, el pueblo judío es la congregación de Dios, cada judío ya sea por nacimiento o por conversión legal al judaísmo, forma parte del pueblo de Dios terrenalmente hablando. En el sentido celestial y milenial, la congregación de Dios, está formada por todos los creyentes en Yeshúa, tanto judíos como gentiles.
En 1 Corintios 10, Pablo menciona:
“Mirad á Israel según la carne: los que comen de los sacrificios ¿no son partícipes con el altar?” (1 Corintios 10:18).
Pablo claramente hace una distinción entre la comunidad de Corinto y lo que él llama “Israel acorde a la carne”. Carne en este contexto no es sinónimo de pecado, o instinto al mal, simplemente es una manera de decir: “Israel físicamente hablando”. Al decir “Israel según la carne” el estaba aludiendo claramente al pueblo judío, del cual él era parte.
Desde el punto de vista físico, el pueblo de El Eterno es la nación de pacto, Israel, esto es, el pueblo judío. Si nos limitamos a considerar una perspectiva terrenal, el pueblo judío es la congregación de Dios.
Sin embargo, es preciso añadir que en un sentido diferente, Pablo habla en 1 Corintios 10:32 de una congregación que incluye a los creyentes gentiles en Yeshúa, esta es la congregación celestial de El Eterno, formada por judíos y no judíos creyentes en Yeshúa.
Pablo tuvo que ejemplificar mucho la relación espiritual que un creyente gentil tiene con Israel. Por un lado, un creyente gentil no es “judío”, ni “Israelita”, ni “Judío espiritual”; por otro lado, él sabía que El Eterno los había acercado a Él por la sangre del Mesías, disfrutaban de ciertas bendiciones espirituales al igual que Israel, y que eran pueblo del Eterno de entre las naciones.
Por un lado, en el sentido físico y legal, un creyente gentil no es Israel; por otro lado, el tiene una gran relación con Israel, El Dios de Israel, El Mesías de Israel, la Ley de Israel, y las bendiciones de Israel. ¿Cómo expresar o ejemplificar esta situación de No-ser-parte-de pero al mismo tiempo disfrutar-cosas-similares-y-estar-relacionado-con? Pablo recurrió a dos ejemplos.
El primero es hecho en el famoso pasaje de Romanos 11 donde Pablo describe una hermosa analogía para ayudar a entender este punto. Israel es un Olivo, un símil muy utilizado por los profetas, la rica savia son las bendiciones espirituales del pueblo del Eterno. Los creyentes gentiles son “ramas injertadas” a este olivo. No son parte natural del Olivo (Pablo le llamará “Contra naturaleza”) pero a la misma vez participan con el olivo. Pablo escribe:
“Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo,” (Romanos 11:17)
“Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” (Romanos 11:24).
Es aquí donde vemos que en el sentido celestial la congregación del Eterno o la congregación Mesiánica, Israel de Dios, o como queramos llamarle, está formada por judíos creyentes en Yeshúa (ramas naturales no desgajadas) y gentiles creyentes en Yeshúa (ramas injertadas). A este pueblo celestial del Eterno, Pablo le llamaría: “Israel de Dios” (Gálatas 6:16). “Israel espiritual” podría ser usado; sin embargo, las tristes connotaciones históricas de ese título lo hace digno de evitar.
Es bueno recordar que la analogía del olivo es eso, una analogía. Derivar de ahí que los gentiles ahora son judíos y son hijos de Israel, es suponer más de lo que Pablo trató. La analogía trata de explicar como un no judío puede obtener las bendiciones espirituales de Israel: Hay una conexión espiritual y celestial con El Eterno por medio del Mesías, El Rey de Israel.
El segundo ejemplo al que Pablo recurre es al de la “Ciudadanía (politeia) de Israel”. En los días de Pablo, había ciertas ciudades que eran elevadas por Cesar y todo nacido ahí gozaba de “ciudadanía (politeia) romana”, también dicha ciudadanía podía conseguirse por otros medios como ser un liberto de Cesar o uno de sus descendientes. Dicha ciudadanía significaba un gran cumulo de beneficios en la sociedad del primer siglo. El Rey de Roma, concedía esta ciudadanía y el portador de ciudadanía romana poseía un estatus especial con todo y no ser Romano.
Leemos por ejemplo que Pablo era judío de nacimiento (Es decir un “no-romano”) pero tenía ciudadanía romana, tal como está escrito:
“Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.” (Hechos 22:25-29).
“Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros.” (Hechos 22:3).
Pablo no era Romano, pero tenía ciudadanía romana. El preservaba su identidad como judío pero el Rey de Roma le había otorgado beneficios y una relación con Roma. Es en este contexto que Pablo dice a los efesios:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,” (Efesios 2:19)
Yeshúa el Rey de Israel, ha dado ciudadanía en el Israel milenial a todos los creyentes en su nombre y que han recibido perdón de pecados en su nombre. Así como Pablo mantenía su identidad judía mientras tenía ciudadanía romana, los creyentes de origen gentil se mantienen como miembros de las naciones, pero con una conexión espiritual con Israel por medio de su Rey, el mismo que traerá el Israel Mesiánico, la Jerusalén restaurada.
Daniel Lancaster acertadamente dice sobre esta relación: “El reino de Israel será el poder imperial sobre todos los gentiles. Pablo veía a los gentiles creyentes en el Mesías como ciudadanos de ese futuro reino de Israel. A pesar de que no eran judíos, ellos obtenían ciudadanía en el Israel de Reino, de igual manera en que los sujetos al imperio romano (como él mismo) podían obtener ciudadanía romana”. (“Grafted in”, pág. 5, Daniel Lancaster, First Fruits of Zion, 800.775.4807, www.ffoz.org.)
Obviamente dicha ciudadanía es válida en el sentido celestial, espiritual y milenial. ¡No quiere decir que todo creyente gentil puede reclamar ciudadanía Israelí a Benyamin Netanyahu o judeidad a un Posek Halaja (Alto juez de Israel)! Tampoco significa que El Eterno espera que todos los gentiles creyentes se conviertan en judíos, sino que le sirvan como gentiles temerosos de Dios, amándole y guardando los mandamientos que aplican a ellos.
Con estos dos ejemplos, Pablo establece la relación existente entre Israel y los gentiles creyentes en Yeshúa. Por un lado, en el sentido físico los creyentes gentiles no son parte de Israel. Por otro lado, en el sentido de Reino, celestial, los creyentes en Yeshúa tienen una fuerte conexión con Israel, disfrutan de las bendiciones por medio del Mesías, y son conciudadanos con sus hermanos judíos del Israel Milenial.
Desde un punto de vista físico y terrenal, El pueblo judío es la congregación de Dios. Desde el punto de vista celestial, los creyentes gentiles forman parte de la congregación Mesiánica de El Eterno y disfrutan de bendiciones espirituales y anticipos del reino de los cielos al lado de sus hermanos judíos creyentes en Yeshúa.
Esto no quiere decir que un creyente gentil sea menos que un creyente judío. La distinción no es discriminación, tanto judíos como gentiles, poseemos un llamado de El Eterno, un cumplimiento profético en su plan, mandamientos en su ley que aplican a cada uno de nosotros, el amor de Elohim y su Mesías. Un creyente gentil debe afirmar su identidad en el Mesías y no correr en pos de falsas identidades que no tienen sustento serio en la escritura y en el plan profético de El Eterno.
Así como Yehoshúa Ben Nun era el hombre sobre la congregación, Yeshúa de Nazaret es la cabeza de la congregación Mesiánica. El es la cabeza y nosotros somos espiritualmente hablando el cuerpo del Mesías. En numerosas ocasiones el Mesías es llamado “Cabeza de la congregación”.
Leemos por ejemplo:
“y él es la cabeza del cuerpo que es la congregación, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;” (Colosenses 1:18)
“porque el marido es cabeza de la mujer, así como El Mesías es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.” (Efesios 5:23)
El es nuestro Rey, nuestro guía y la cabeza de nuestra congregación. Por su sangre hemos sido hechos “reyes y sacerdotes” y hemos obtenido perdón de pecados y la certeza de la vida eterna.
¡Que El Eterno traiga prontamente su reino milenial sobre la tierra y a su Mesías!
שבת שלום
¡Shabbat Shalom!
Isaac Bonilla
“y él es la cabeza del cuerpo que es la congregación, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;” (1 Corintios 1:18)
el pasaje es colosenses 1:18
gracias por la corrección!