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Números 13:1-15:41

Haftará: Yehoshua (Josué) 2:1-24

La redención está a las puertas… ¿Queremos entrar?

La parasha Shelaj Leja es quizás una de mis tres parashot favoritas. Todas las parashot son importantísimas para nuestra vida y todas contienen palabra del Eterno para nuestras almas; sin embargo, algunas porciones de la Torá nos atraen de una manera especial por sus tópicos o su poder para impactar nuestras condiciones particulares o cuestiones que al inicio no entendíamos bien y nos dieron una luz admirable.

La parasha Shelaj leja comprende únicamente tres capítulos pero son muchísimas las cosas que podríamos escribir sobre ella. Un comentario completo de la parasha, considerando temas, relaciones en los profetas, los escritos apostólicos y demás, podría tener 100 páginas fácilmente. Los 10 espías, la fe inquebrantable de Josué y Caleb, la obstinación y sus consecuencias y la diferencia con la perseverancia, el mandato de los tzitzit y el sacerdocio de todo Israel, la relación de judíos y gentiles y como la torá aplica a diferentes grupos de manera distinta… hay tantos temas que seguramente algunos añoramos el viejo ciclo trianual de la Torá, cuando arribamos a parashot como Shelaj Leja.

En esta ocasión hablaremos de un tema muy importante, quizás el centro de toda la parashá: El caso de los 10 espías y el decreto del Eterno de retardar la promesa de la herencia de la tierra prometida. La importancia de este suceso es increíble: tiene implicaciones en todo el resto de la Torá, nos enseña grandes cosas a nivel espiritual, provee gran sabiduría a nivel comunitario, y por si fuera poco, nos enseña grandes cosas sobre la redención final, la era mesiánica y el mundo venidero. ¡Todo esto en dos capítulos!

Como todos sabemos, los hijos de Israel habían empezado su recorrido desde Sinai hasta Kadesh, al llegar ahí, Moisés tuvo la idea de mandar 12 espías, uno por tribu, para conocer la tierra anticipadamente. Al Eterno le pareció bien la propuesta y aprobó la petición de Moisés (Deuteronomio 1:22-23, Números 13:1-2).

Leemos en la Torá sobre la misión de los doce espías: “Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país.” (Números 13:17-20).

Como vemos, Moisés pide a los espías una descripción objetiva de lo que vean sobre el pueblo que habita la tierra, y sobre las condiciones de la tierra. Los espías vuelven de la tierra y dan precisamente ese informe:

“Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán.” (13:27-29).

Ante esta descripción (Y quizás soportando una gran murmuración del pueblo) Caleb responde lleno de fe y confianza en las promesas del Eterno: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos.” (13:30).

Hasta aquí no se nos narra ningún problema, todo va según lo planeado, los espías dan su informe y uno de ellos, con optimismo e inquebrantable fe, dice que podrán tomar la tierra. El verso 31 marca el quiebre de todo esto cuando se nos dice:

“Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura.  También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.” (13:31-33).

Los diez espías que eran príncipes entre los hijos de Israel, no creyeron a la voz de El Eterno y dudaron de sus promesas sobre la tierra prometida. Básicamente sus dos premisas eran ataques a la esencia de las promesas hechas a Abraham, Yitzjak y Ya’akov. Ellos dijeron dos cosas:

  • “La tierra traga a sus moradores” (implicando que no era una buena tierra como El Eterno había dicho).
  • “No podremos subir contra aquel pueblo” (Implicando que El Eterno no era lo suficientemente poderoso para darles esa tierra, anulando así las promesas hechas a los patriarcas).

Esto causó que la congregación perdiera animo ante la situación e incluso hablaran de volver a Egipto designando un capitán (14:1-1). Esta situación hizo que El Eterno diera un juicio inmediato y sumario, ahí leemos:

“En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun. Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis. En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto. Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.” (14:29-34).

El veredicto estaba dado: A pesar de que la tierra prometida estaba a las puertas, los hijos de Israel no pudieron entrar en la tierra. La promesa no sería anulada pero si retardada. La razón había sido su mal proceder y su incredulidad en las buenas promesas de El Eterno.

Esto debe de darnos un gran mensaje a nivel personal: No debemos de dudar de la bondad de El Eterno y sus promesas. Si un pecado es sumamente grave delante de El Eterno, es la incredulidad a su palabra y sus promesas. Los espías y la generación del desierto aprendieron esta lección por las malas. El Eterno dijo:

“¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?” (14:11).

Por su incredulidad en la palabra de El Eterno, su buena promesa y por no confiar en su enviado, el pueblo tendría que esperar para entrar a la tierra. De esa generación se dice en el salmo:

“Cuarenta años estuve disgustado con la nación, Y dije: Pueblo es que divaga de corazón, Y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo.” (Salmo 95:10-11).

Es sumamente importante que confiemos en El Eterno, sin fe es imposible agradar a Elohim (Hebreos 11:6), la fe es uno de los principios básicos de nuestra vida espiritual (Hebreos 6:1-2). La fe es el motor que mueve todo nuestro andamiaje espiritual, sin fe no hay pasión, no hay objeto, no hay convicción. Ciertamente la incredulidad es intolerable ante los ojos del cielo, especialmente a una generación que vio las maravillas del éxodo.

Esta parasha también nos da un mensaje muy poderoso a los lideres que hay entre nosotros: nuestras palabras de desanimo influyen e impactan muchísimo en las personas que están bajo nuestro cargo, todo lo que sucedió con la generación del desierto fue causado por comentarios fuera de lugar, de tono y poco objetivos. Se dice de los diez espías:

“Y los varones que Moisés envió a reconocer la tierra, y que al volver habían hecho murmurar contra él a toda la congregación, desacreditando aquel país, aquellos varones que habían hablado mal de la tierra, murieron de plaga delante de El Eterno.” (Bamidbar 14:36-37. Enfasis añadido)

El pecado que se menciona en el caso de los príncipes es que hicieron murmurar a la congregación. Si estás en una posición de liderazgo es bueno que te preguntes ¿Has hecho murmurar a tu gente sin sentido o motivo? ¿Has cooperado al Jilul Hashem (profanación del nombre de Dios)? ¿Hemos hecho que otros caigan espiritualmente con nuestras palabras? ¿Estamos conscientes del poder de nuestras palabras en quienes nos siguen? ¿Estamos pastoreando bien al pueblo que El Eterno nos ha confiado?

Nuestras palabras tienen mucha importancia en la gente que esta confiada a nuestro cargo, debemos de siempre hablar como hombres de fe, como líderes que tenemos confianza, como personas que sabemos que hay un nuevo amanecer, esperanza, luz al final del túnel. Ciertamente no estamos hablando de ser obstinados ni tercos, como lo que ocurrió en Horma engañándonos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Lo que estamos diciendo es que la realidad debe de ser percibida por nosotros siempre bajo la óptica del Eterno, la óptica celestial, la cosmovisión del reino de los cielos debe de estar en nosotros. No mintamos, no ocultemos a los gigantes, simplemente describámoslos apropiadamente sabiendo que más poderoso es aquel que nos ha llamado.

El suceso de los espías, la generación del desierto, el retardo de la entrada a la tierra y la incredulidad, tienen un increíble paralelo en el ministerio terrenal de nuestro Santo Maestro Yeshúa El Mesías. A menudo muchos judíos que aún no aceptan sus reclamos mesiánicos preguntan: “¿Cómo puede ser el Mesías?, ¿Acaso se manifestó la era Mesiánica cuando vino?, ¿Hay paz y justicia perdurable como dice Daniel?, ¿El lobo mora con el cordero como dice Isaías?, ¿Israel está libre de sus enemigos? ¡Cómo puede ser ese hombre el Mashiaj!”

Las preguntas tienen toda la lógica del mundo y merecen una respuesta clara y escritural. Aunque el rechazo del Mesías por parte de las autoridades del pueblo judío era algo guardado en el consejo mismo del Eterno, podemos ver un gran paralelo en la historia de la generación del desierto y dar una respuesta desde el punto de vista humano y temporal a las preguntas.

Tanto Juan el Bautista como Yeshúa vinieron predicando un sencillo mensaje: “Arrepentíos porque el reino de los cielos esta a las puertas”. Este era el sencillo mensaje conocido como “la buena nueva del reino” o “El evangelio del reino”. El mensaje consistía en algo como esto: “El reino de los cielos, esto es la era Mesiánica de paz y justicia perdurable esta a las puertas, a punto de hacerse manifestar, el Mesías ha llegado, si como Nación respondemos con Arrepentimiento, la era Mesiánica se manifestará con todo su esplendor”.

Moisés había dicho que un prerrequisito de la era Mesiánica, la redención final, era precisamente el arrepentimiento (Teshuvá), tal como está escrito:

“Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado El Eterno tu Dios, y te convirtieres a El Eterno tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces El Eterno hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido El Eterno tu Dios. Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá El Eterno tu Dios, y de allá te tomará; y te hará volver El Eterno tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres. Y circuncidará El Eterno tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a El Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Deuteronomio 30:1-6, énfasis añadido).

Todo el pueblo judío considera hasta el día de hoy el pasaje de Deuteronomio como una descripción de la era mesiánica y el prerrequisito para arribar a ella: Teshuvá nacional, esto es arrepentimiento nacional.

Es por esto por lo que, al inicio el mensaje de Yeshúa no fue: “Crean en mi para recibir perdón de pecados y vida eterna” sino “arrepentíos, el reino de los cielos está a las puertas”. Muchas referencias en los evangelios y los demás escritos apostólicos, parecen indicar lo siguiente: Si Israel como nación, se volvía en Teshuvá, el reino se manifestaría en esos días. Deuteronomio 30 indica que Redención nacional requiere teshuvá nacional.

La pregunta es: ¿Aceptaron las autoridades a Yeshúa como Mashiaj? ¿Esa generación hizo Teshuvá? ¿Hubo un despertar espiritual en esos días para causar que la era Mesiánica se manifestara? La respuesta a todas las preguntas es NO. La era Mesiánica no se manifestó porque Israel no hizo Teshuvá, ciertamente algunos judíos reconocieron el testimonio de Yeshúa, pero nacionalmente fue rechazado, principalmente por las autoridades (Lucas 24:20-21).

Los rabanim incluso dicen que esa generación, en la que el segundo templo fue destruido, fue culpable de “Sinat Hinam”, esto es “Odio gratuito” o “infundado” (Yomá 9b). La generación de Yeshúa no fue digna de recibir la redención final por su incredulidad en la misma manera que la generación del desierto no fue digna de entrar a la tierra.

Yeshúa lamentó mucho que Israel como nación no hiciera Teshuvá, él dijo:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.” (Mateo 23:37-39. Énfasis añadido).

Lo que Yeshúa está diciendo aquí es: “¡Cuánto quise que la redención final viniera pero no quisiste al no hacer Teshuvá! Por tanto el exilio será profundizado y el templo será destruido. La redención final aguardará hasta el día que me digáis: ¡Baruj Haba Beshem Adonay!”.

Un juicio de valor a la misión de Yeshúa sin tener en cuenta que no fue recibido y que su generación no hizo teshuvá, es un poco similar a lo que Datan y Abiram dijeron a Moisés: “Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas” (Números 16:14).

La pregunta para Datan y Abiram sería: ¿Por qué Moisés no los había metido en la tierra en ese momento? ¿Por qué no tenían heredades ni viñas? ¿Era Moisés el que falló? ¿O la incredulidad de la generación? Ciertamente es fácil perder la perspectiva de lo que pasa y culpar al profeta del Eterno, cuando en realidad la falla es de nosotros.

Si la generación del desierto hubiese creído en las buenas nuevas del Eterno a través de Moisés, Caleb y Josué, ellos hubieran podido entrar inmediatamente. La entrada a la tierra era potencial, posible, pero condicionada a su fidelidad. De igual manera, si la generación que vio a Yeshúa hubiese hecho Teshuvá, hubiera reconocido al genuino hijo de David, la era Mesiánica se habría manifestado a esa generación.

La era Mesiánica podía potencialmente manifestarse en esa época. Todo parece indicar que si las autoridades recibían a Yeshúa como Rey, los romanos hubieran crucificado a Yeshúa por declararse Rey de los judíos, habrían perseguido al pueblo judío, la angustia de Ya’akob descrita en Jeremías se habría dado, Tiberio Cesar (¿O Calígula años después?) habría sido el príncipe que había de venir anunciado en Daniel 9:27, etc. Estos detalles habrían sido cumplidos en los días de los apóstoles (De hecho, eso es lo que ellos asumían que habría de pasar).

Podemos especular detalles menos o detalles más, lo que sí es seguro es que el intervalo de tiempo entre la muerte, resurrección del Mesías y su segunda manifestación habría sido en esa generación. Es por esto que Pablo dice que por el rechazo de Israel, vino el mensaje de salvación para los no judíos (Romanos 11:11), si Israel acepta a Yeshúa, las cosas se hubieran desarrollado rápidamente en esa generación sin una proclamación masiva de los emisarios a las naciones.

Claro, desde la perspectiva celestial, El Eterno sabía lo que pasaría de antemano (así como también la salvación para los gentiles, etc.) así como sabía lo que pasaría con los espías incluso antes que Moisés los enviara. Pero desde el punto de vista humano ambos sucesos eran potencialmente lo que conllevaría a la redención.

El concepto de un tiempo potencial para la manifestación de la era mesiánica  y un periodo fijado e inequívoco para su final desarrollo, no es desconocido en el judaísmo. Saadia Gaon nos dice por ejemplo:

“Creemos que D’os estableció dos períodos alternativos respecto a la duración de nuestro exilio, uno se extiende hasta cierto momento mientras hacemos Teshuvá  y el otro está determinado en un momento fijo en el futuro. Cualquiera de estos dos momentos que llegue primero, será el momento de la redención. Si hacemos teshuvá completa entonces el momento fijado de antemano no se tomará en cuenta” (Saadia Gaon, Emunot Vedeot 8:2)

Esto es, si hacemos Teshuvá, la era Mesiánica se manifestará antes; si no hacemos Teshuvá, la era mesiánica se manifestará después en un tiempo que descansa en la voluntad de El Eterno. El paralelismo es claramente acentuado cuando Yeshúa utilizaba la palabra “perversa” constantemente para referirse a su generación, tal como está escrito:

“¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros?” (Mateo 17:17)

“Pero respondiendo El, les dijo: Una generación perversa y adúltera demanda señal, y ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás el profeta” (Mateo 12:39, versión las Américas).

“y El Eterno dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?” (Números 14:11).

“Yo El Eterno he hablado; así haré a toda esta multitud perversa que se ha juntado contra mí; en este desierto serán consumidos, y ahí morirán.” (Números 14:35).

La generación del desierto es descrita como perversa tal como la generación de nuestro maestro. Ambas generaciones tuvieron los despliegues de milagros más grandes de la historia bíblica, ambas generaciones no creyeron, son descritas como malas, y pierden la promesa hecha. El cumplimiento no será perdido, será dado a otra generación.

Considerando esto podemos entender con más profundidad a la era mesiánica, su relación con nosotros, y porqué El Eterno no la trajo en la generación de Yeshúa. El profeta Miqueas escribe sobre las dos manifestaciones del Mesías en su libro, ahí leemos:

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel;  y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel.” (Miqueas 5:2-3).

El profeta Miqueas describe la siguiente secuencia: 1) El Mesías nace en Bet Lejem 2) El Mesías nos deja (“Pero los dejará”)  y 3) Vendrá  “Hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz”.

En un solo verso podemos encontrar las dos manifestaciones del Mashiaj, lo que separa ambas manifestaciones es el arrepentimiento nacional de Israel, el cual es prerrequisito de la redención  final y descrito como una mujer que da a luz.

El Gaón de Vilna por ejemplo dice:

“A la redención la llamamos la mañana, tal como dice el versículo: “Llegará la mañana [es decir, la redención], y también la noche [para el malvado].” También hay referencias a la redención como un nacimiento, tal como dice el versículo: “Porque Tzión… también ha dado a luz…” Así como la oscuridad más absoluta llega inmediatamente antes del comienzo del día, y la mujer embarazada sufre los mayores dolores justo antes del parto mismo, así también antes de la redención el exilio será más intenso de lo que ha sido durante toda la duración del exilio” (Even Shelema 11:5)

Actualmente estamos en el periodo entre su primera venida y la plena manifestación del reino de los cielos, disfrutamos de ciertos anticipos de la era Mesiánica como la certeza de la redención, la realidad del espíritu del Mesías en nosotros, etc. Mientras estamos en esta etapa debemos de comprometernos a adelantar el programa de El Eterno en la tierra, enseñando sobre el arrepentimiento y perdón de pecados en su nombre, y su camino de justicia para todos. Una enseñanza judía muy popular es que nosotros tenemos el poder de adelantar la venida del Mesías con nuestro arrepentimiento y obras de bondad.

¡Que El Eterno adelante prontamente la venida de nuestro justo Mashiaj!

שבת  שלום

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

 

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