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Vayikra (Levítico): 12:1-13:59

Haftará: 2 Reyes 4:42-5:19

El Tabernáculo de lo incorruptible.

La parashá de esta semana es sumamente corta, tiene únicamente dos capítulos, uno que habla acerca de la ley para una mujer que da a luz, y el otro sobre la enfermedad bíblica “Tsaraat”, conocida como “lepra bíblica” (Diferente a la enfermedad de “Hansen” que en nuestros días se conoce como lepra). Debido a su extensión, regularmente se lee junto con la parashá “Metsorá”, con la excepción de un año judío que tenga doble mes de Adar.

A pesar de su longitud, podemos aprender una cosa con facilidad de esta parashá: El Eterno es el Dios de la vida y la muerte no es el ideal. La muerte en palabras de Pablo es “el postrer enemigo que será destruido” (1 Corintios 15:26). La muerte será lo último que será removido de este mundo para llevarlo al estado ideal de las cosas, primero en la era Mesiánica de manera parcial, y en el mundo venidero de manera total.  ¿Cómo podemos aprenderlo de las leyes de la parturienta y de la “Tsaraat”? Comentaremos brevemente los aspectos más relevantes de estos capítulos para entender bien este enunciado.

En ambos capítulos, apreciamos como el concepto de la presencia de Dios manifiesta en el tabernáculo y su rechazo a la muerte, descomposición o corrupción son notables. Como hemos mencionado anteriormente, el contacto literal y simbólico con muerte o abandono de vida era causal de impureza ritual; la intensidad de la presencia del Eterno que habitaba en el tabernáculo en el desierto, y luego en el templo, no podía residir en un lugar donde constantemente dichas impurificaciones fueran traídas.

Para purificar el templo de dichas impurezas, y hacer que la presencia del Eterno permaneciera en el lugar, el altar tenía que ser expiado con los respectivos korbanot. Pecados o impurezas, que causaban una impurificación mayor incluso en el lugar santísimo, eran expiados una vez al año en Yom Kippur.

¿Cómo aprendemos esto en esta parashá? ¿Cuál era la razón para la impurificación ritual de la mujer que daba a luz un hijo? ¿Cómo entender que la mujer debía traer una ofrenda por el pecado (Jatat)? ¿Qué pecado realizó al tener un hijo? ¿Es acaso pecado hacer lo que El Eterno expresó cuando bendijo diciendo: “Fructificaos y multiplicaos” (Gen 1:28,9:1)?

La Torá menciona: “Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación.” (Levítico 12:2-4).

Como podemos observar la mujer tendría 7 días de impureza ritual del mismo grado de su menstruación; seguido de esto, pasaría treinta y tres días purificándose de su sangre sin poder ir al santuario, lugar donde la presencia manifiesta de El Eterno moraba. La causa de la impurificación parece estar dentro de las mismas líneas generales de las demás impurezas: contacto literal o simbólico con muerte o abandono de vida.

Al haber salido una vida (niño) de la mujer, esto le producía impureza ritual, siendo de mayor grado en los primeros siete días después de su nacimiento. La abundante pérdida de sangre y el “abandono” de la vida del niño que antes formaba parte de ella; era la causa de su impurificación. En un sentido, ella estaba “perdiendo vida”.

En el caso de dar a luz una niña, la Torá nos dice: “Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre.” (Levítico 12:5).

¿Por qué el doble de la impureza en el caso de una niña? ¿Es esto machismo en la biblia o algo similar? La razón para la impurificación de mayor longitud de días, no tiene nada que ver con machismo. Al igual que con el niño, la mujer está perdiendo vida al dejarla salir de su cuerpo al dar a luz; sin embargo, ha sido explicado que en el caso de la niña, algo adicional debe de tomarse en cuenta: La niña tiene en sí misma, la capacidad de dar vida potencial y biológicamente hablando. Ella en el futuro será una fuente de vida, una nueva vida que saldrá de su interior. Es quizás por esta razón, que el nacimiento de la niña es, por así decirlo, una doble pérdida o abandono de vida¸ causando con esto una impurificación superior.

Otro aspecto que ha dado mucha controversia, es lo señalado en el verso 12:6 del libro de Levítico donde se indica: “Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola como ofrenda por el pecado (hb. Jatat), a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote”

¿Por qué se requería una ofrenda por el pecado en este caso? ¿Cuál era el pecado de la mujer? Esta controversial pregunta generó muchas interpretaciones y especulaciones entre los jajamim (sabios). Por ejemplo, Shimon Bar Yojai enseña que el sacrificio por el pecado es debido a la posibilidad de que la mujer, a la hora del parto, pronunciara palabras indecorosas y era necesario proveer de una ofrenda de pecado por ello.

Abarbanel, por su parte, indica que es por haber pasado por una “prueba” en el dolor del parto y por la posibilidad de haber tenido malos pensamientos al atravesarla. Leemos en el talmud, que una mujer, en el dolor del parto, pudo haber formulado un voto de ¡No tener relaciones con su esposo nunca más!

Las especulaciones de los jajamim, pueden tener un grado de veracidad y la última podría ser considerada graciosa por las mujeres que han atravesado un parto; sin embargo, no parecen proveer de una razón satisfactoria para el sacrificio de Jatat. Quizás la razón radique en algo más sencillo y más en línea con el tema de la impurificación ritual, que ha sido notado por comentaristas contemporáneos.

Ciertamente las palabras “Jatah” o “Jatat” están relacionadas con la palabra en hebreo para pecado (Jet). Sin embargo, la palabra Jatat puede tener un significado alterno. Por ejemplo leemos en la Torá, lo siguiente:

“Y lo degolló; y Moisés tomó la sangre, y puso con su dedo sobre los cuernos del altar alrededor, y purificó (Vayjate) el altar;” (Levítico 8:15)

La palabra que se ha traducido como “purificó” es la palabra “Vayjate” que viene de la palabra “Jatah”. Como podemos ver, la palabra “Jatah” también tiene el significado de “purificación”; incluso, como hemos mencionado en la parashá Vayikra, el erudito judío Jacob Milgrom, se refiere a la ofrenda de Jatat, primariamente como “Ofrenda de purificación” antes que “Ofrenda por el pecado”. El menciona también, que en el contexto de los sacrificios, la palabra “expiación”, debe entenderse primariamente como “purificación ritual” o “cobertura ritual”.

Con esto en mente, podemos entender el porqué de la ofrenda de Jatat en el caso de la mujer parturienta: No tiene que ver con un pecado cometido por ella; sino con purificación ritual necesaria para reinstalarse a la adoración en el templo. Es debido a esto, que inmediatamente después de mencionar la necesidad de traer una ofrenda de “Jatat”, la Torá nos dice: “y será limpia del flujo de su sangre” (12:7).

El mensaje era claro: El contacto con muerte o con abandono de vida, incluso simbólicamente hablando, debía de tener purificación para poder estar en el lugar donde la presencia manifiesta de El Eterno moraba. El Eterno es el Dios de la vida y en su tabernáculo no debe de haber contacto con muerte o abandono de vida (Obviamente la excepción necesaria a esto es la muerte de los animales que se ofrecían. Esto era necesario para obtener la sangre de los mismos donde se encuentra la vida según la Torá).

El célebre Rabino, Lord Jonathan Sacks nos dice de esto:

“El judaísmo es una protesta contra las culturas centradas en la muerte. “No son los muertos los que alaban al Señor, ni los que descienden al silencio” (Salmo 115) “¿Qué provecho hay en mi muerte, cuando descienda a la fosa? ¿Puede el polvo conocerte? ¿Puede anunciar tu verdad?” (Salmo 30). Mientras abrimos un Sefer Torá decimos: “Todos los que se aferran al Señor tu Dios están vivos hoy” (Deut. 4: 4). La Torá es un árbol de vida. Dios es el Dios de la vida. Como Moisés lo puso en memorables palabras: “Elige la vida” (Dt. 30: 19)… El dominio de Dios es la vida. Por lo tanto no puede estar asociado de alguna manera con indicios de muerte. Esta es la forma en cómo Judá Haleví explica las leyes de pureza en su obra El Kuzari:

Un cuerpo muerto representa el más alto grado de pérdida de la vida, y una extremidad leprosa es como si estuviera muerta. Es lo mismo con la pérdida de semilla, ya que había sido dotada de poder viviente, capaz de engendrar un ser humano. Por lo tanto, su pérdida forma un contraste con la vida y la respiración (Kuzari, II: 60).

Las leyes de la pureza se aplican exclusivamente a Israel, sostiene Haleví, precisamente porque el judaísmo es la religión suprema de la vida, y sus adherentes son, por tanto, híper-sensibles incluso a las distinciones más sutiles entre la vida y la muerte.” (Chief Rabbi Lord Jonathan Sacks, “Holiness and Childbirth”, Traducción del autor)

En nuestros días, sin un templo en donde la presencia del Eterno mora con intensidad sin igual, al grado de ser peligroso acercarse inapropiadamente, estos conceptos de impureza ritual  no tienen tantas implicaciones para nuestras vidas. Únicamente algunas cosas de impurezas rituales de la Torá, son completamente relevantes para nosotros hoy en día (La Nidá de una mujer por ejemplo, debido a la prohibición de relaciones con una mujer en su menstruación). Sin embargo, el mensaje comunicado, es una gran lección para todos: La muerte no es el ideal del Eterno, un día la eliminará y restaurará todas las cosas.

En esta misma línea de pensamiento, debemos entender el caso del “leproso”. Antes de seguir debemos aclarar que la enfermedad modernamente conocida como “lepra” (Enfermedad de Hansen), no es la enfermedad que la biblia relata en Levítico 13 y 14. El síndrome de Hansen, es una enfermedad en donde la sensibilidad nerviosa se pierde paulatinamente, y esto es causal de infecciones, daños y otras lamentables condiciones que se generan en la enfermedad de Hansen.

La “Tsaraat” bíblica es una enfermedad de la piel y no de los nervios. Jacob Milgrom, una vez invitó a un conocido dermatólogo a estudiar los aspectos de la “Tsaraat” bíblica y este concluyó que la ciencia moderna, no conoce ninguna enfermedad que pueda ser la referida en la Torá. En otras palabras, la lepra de hoy en día no es la enfermedad referida en la biblia. La confusión de esto, comenzó cuando Juan de Damasco empezó a referirse a la enfermedad de Hansen como “Lepra” en el siglo IX de nuestra era.

Maimonides indica que la enfermedad era sobrenatural en su totalidad; tanto su padecimiento como su cura. El nos dice: “Era un milagro que se perpetuaba en la nación, como el de las aguas amargas de la mujer sospechosa de adulterio”. (Maimonides, Guía de los Perplejos, tomo III, cap. 47)

El también nos dice en su obra Mishné Torá: “La palabra tsara’at es una denominación general que abarca numerosas cosas parecidas entre sí, pues se aplica el mismo nombre a la blancura de la piel humana, a la caída de partes del cabello de la cabeza y de la barba, y también al cambio de color de vestiduras o casas. Este cambio de las ropas y de las casas, al que la Torá denomina con el nombre general de tsara’at no es cosa natural, sino que fue una señal portentosa para los israelitas, a fin de prevenirlos contra la maledicencia” (Mishné Torá, leyes de Tsaraat 16:10).

Es pues claro que la enfermedad era un padecimiento sobrenatural que venía, según los rabinos, mayoritariamente por el pecado de la maledicencia (Como en el caso de Miriam, ver Números 12). Esta enfermedad consistía en una serie de padecimientos en la piel que hacían ver al que la padecía como una especie de “cadáver viviente”. Al tener el aspecto de piel que indicaba decaimiento o corrupción, estaba impedido de entrar al santuario, donde la presencia de Dios residía.

Vemos como nuevamente, en términos generales, la Tsaraat también provee impurificación bajo el mismo principio: Contacto literal o simbólico con muerte o abandono de vida. Al ver las numerosas leyes rituales que tienen que ver con este mismo concepto, podemos preguntarnos ¿Hay alguna duda sobre la condición ideal del ser humano? ¿Es la muerte algo ideal en el plan del Eterno para la humanidad? Absolutamente no.

Esta parashá nos muestra con gran intensidad, la gran “enemistad” que El Eterno tiene con la muerte. Al ser causada por el pecado de todos nosotros, y en sentido original y general, con el primer pecado cometido, es una afrenta al Eterno. Como hemos mencionado en parashot anteriores, el tabernáculo terrenal es sombra y replica del tabernáculo celestial y del mundo venidero; en este sentido, El Eterno nos anuncia algo claro: El acabará finalmente con la muerte y el pecado pues constituyen dos cosas no ideales en su voluntad perfecta.

Leemos en los profetas y en los escritos apostólicos, como esto es expresado en términos muy tajantes:

“Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Hashem el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque El Eterno lo ha dicho.” (Isaías 25:8).

“De manos del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Muerte, yo seré tu muerte; yo seré tu destrucción, Seol.”(Oseas 13:14)

“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55).

Es en nuestro Señor y Salvador, Yeshua El Mesías, que el ideal ha comenzado a cumplirse. Su resurrección es la esperanza dichosa de todos aquellos que lo hemos recibido como nuestro Mesías,  Salvador  y nuestro Rey. El murió para que nosotros también podamos estar eternamente con El Eterno, tal como está escrito:

“Mas ahora El Mesías ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.” (1 Corintios 15:20-21).

Lo anunciado en la Torá y los profetas, sobre la final victoria de la humanidad sobre la muerte, se ha empezado a cumplir en nuestro Rey Yeshua de Nazaret de la casa de David. Es en él, donde todo el mundo tiene una fuente de perdón y vida eterna. En él podemos estar seguros de que la muerte ha empezado a ser “sorbida en victoria”

שבת שלום

¡Shabbat Shalom!

Isaac Bonilla

P.D El artículo completo en ingles del Rabino Jonathan Sacks puede leerse en la siguiente dirección:

http://www.rabbisacks.org/covenant-conversation-tazria-metsorah-holiness-and-childbirth/

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