Devarim (Deuteronomio) 31:1-30
Haftará: Oseas 14:2-10, Miqueas 7:18-20, Joel 2:15-27
Hakhel: Reunidos ante el Rey.
Como se ha mencionado, el libro de Deuteronomio sigue el patrón de un pacto antiguo entre un Rey y un pueblo vasallo. La similitud es demasiado equivalente para atribuirlo a la casualidad, y es de hecho, una de las evidencias internas sobre la antig¨edad del libro. En la antigüedad, cuando un Rey poderoso se convertía en el Señor de una nación, se solía concertar un pacto con cierto formato establecido. El siguiente desglose es a grandes rasgos lo que dicho pacto contenía:
Preámbulo.
Prologo de la historia entre el Rey y la nación.
Estipulaciones generales.
Estipulaciones específicas.
Sanciones (bendiciones y maldiciones).
Recapitulación.
Instrucciones para garantizar la continuidad del pacto.
Cuando vemos el patrón, es inescapable ver como el libro de Devarim está constituido siguiendo este estándar de pacto antiguo. En esta parashá llegamos al final de este formato: cuidados para garantizar la continuidad del pacto. En la parashá Veyelej, Moshé da instrucciones de cómo hacer para que las generaciones venideras, que no oyeron ni vieron la voz de Dios ni los truenos de Sinaí, continúen conocedores del pacto y de sus exigencias.
Leemos en la torá:
“Y les mandó Moisés, diciendo: Al fin de cada siete años, en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, cuando viniere todo Israel a presentarse delante de El Eterno tu Dios en el lugar que él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos. Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a El Eterno vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a El Eterno vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella.” (Devarim [Deuteronomio] 31:10-13)
Moshé instituye aquí el mandamiento conocido como “hakhel”, la reunión de todo Israel en el año de Shemitá en la fiesta de los tabernáculos. Hombres, mujeres, niños y extranjeros estarían ahí y oirían la palabra del Eterno para que aprendieran a temer al Eterno su Dios. Al estar en compañía de todo Israel y oyendo la palabra de Hashem, ellos experimentarían una especie de repetición de lo que pasó en el monte Sinaí. El pacto sería renovado, por así decirlo cada siete años.
La idea de Moshé es: “No basta si tus padres recibieron la torá en el monte Sinaí, tú debes hacer tuya la revelación de Hashem, ven y escucha lo que él dice para tu vida”. Cada Israelita tendría la oportunidad de tener una experiencia colectiva y de mucha bendición para su vida espiritual.
La tradición judía interpretó que este mandamiento debía de ser cumplido, en la historia posterior de Israel, por el Rey mismo. El Rey, la figura con la posición más elevada y que haría congregar al pueblo, sería el designado para leer la palabra de Hashem.
En el siglo primero, muchos tuvieron una experiencia increíble: ellos oían en las sinagogas al gran Rabino de Nazaret, Yeshua nuestro Mesías y Salvador. ¿Te imaginas lo que debió haber sido esa increíble exposición? Muchas veces he pensado que daría cualquier cosa por tener una máquina del tiempo, y poder ir a ver el discurso de nuestro Maestro en el camino a Emaús. He presenciado a grandes predicadores, grandes expositores de la palabra en el cuerpo del Mesías y el impacto espiritual ha sido muy grande para mi vida, ¡Cuánto más oír al Maestro en quien moraba toda la plenitud de la divinidad!
Muchos tuvieron esta oportunidad y quedaban atónitos. Los alguaciles dijeron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46). Su presencia, su unción, sus palabras estaban tan cargadas de poder de lo alto, que hacía que fuera una experiencia sorprendente. Incluso Pilato, un ser vil y cruel como sabemos por los escritos de Filón y Flavio Josefo, se sintió cautivado por la personalidad apacible, mansa y a la misma vez imponente de nuestro Señor.
¿Te imaginas tener este privilegio? Tengo buenas noticias para ti, todo esto que se presenció en el siglo primero es meramente un anticipo de la gran experiencia que todos nosotrostendremos en el milenio, en el reino Mesiánico. En la era mesiánica, el Mesías, coronado de gloria y esplendor, sentado en el trono de David, conducirá el mandamiento de Hakhel y nos llenaremos de dicha. ¡Baruj Hashem!
Tan solo imagínalo: Miles y miles de personas en Jerusalén alabando al Eterno, dando gracias por los grandes días que han llegado, cada quien mora debajo de su vid y debajo de su higuera como dicen los profetas (Miqueas 4:4, Zacarías 3:10). Hay paz mundial y comitivas de todas las naciones han subido a celebrar la fiesta de los tabernáculos (Zacarías 14:16), el enemigo está atado por lo que las tentaciones han sido minimizadas. El enfoque de cada criatura es conocer a Dios.
Una gran multitud se reúne en el templo de Jerusalén e incluso afuera del mismo. De repente ves una gran cantidad de sacerdotes y levitas cantando y alabando al Eterno. Ellos dicen: “Agradezcan al Eterno porque es bueno”, todos contestamos: “¡Porque su bondad es para siempre!” Gran regocijo hay en medio de canticos y acciones de gracias.
A continuación, el rey de Israel con marcas en sus manos aparece. El danza un poco como David su padre y se une al gozo de todo Israel y las naciones del mundo que han llegado a adorar a Hashem y a escuchar su palabra. El Rey toma el rollo de la torá y dice: “Baruj ata Adonay Elohenu Melej HaOlam asher bajar banu mikol ha’amim venatan lanu et Torató. Baruj ata Adonay noten haTorá”. El más grande Amen de toda la historia es escuchado por todos.
El Rey comienza a disertar cosas increíbles, palabras llenas de gracia y verdad, cosas que han estado ocultas desde la fundación del mundo. En él se cumple lo que los rabinos dijeron: “la torá que la persona aprende en este mundo es vana comparada a la torá del Mesías” (Midrash Kohelet Rabá 11:7). En el Rey de Israel se cumple también la tan famosa profecía: “porque de Sión saldrá la torá y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3).
Esto será lo que pasará cuando el Rey de reyes, señor de señores, fiel y verdadero, la raíz de David regrese a este tierra, ¿Cuánto anhelas estos días? ¿Cuánto anhelas que el mundo sea restaurado y que El Eterno mande a su Mesías? Si lo anhelas, puedes ayudar en el programa de redención del mundo para que todo se dé. Más que estar esperando al Mesías, él nos está esperando a nosotros.
¡Que el reino del Eterno venga pronto y su majestad llene toda la tierra!
Shabbat Shalom!